Texto de apropiación científica y tecnológica_____________________________

Módulo 3. El gran desafío de formar al universitario  


La experiencia de “escribir” de Yunhe Tong[1], la sitúa al enfrentar componer un manuscrito académico-científico en la universidad, cuando por mucho la educación clásica nos ofreció escribir para transcribir (dictados, notas del pizarrón o de diapositivas), contestar preguntas de opción múltiple que evalúan no la compresión lectora sino la memoria, dejando afuera vocabulario especializado y la ciencia de la escritura: la gramática, la lógica proposicional, doxástica, epistemológica y la narrativa dentro de las formas de disertación clásicas de justificación, explicación, fundamentación, cálculo, demostración, categorización, síntesis… y sobre todo estructuras teóricas y modelado. 


Crear piezas de texto profesional: sentencias, cláusulas y argumentos con sólidas inferencias; sin duda es aprender la calidad del pensamiento de los modos de conocer científico y los criterios de elegancia, estándares lingüísticos de una tradición intelectual. Es un proceso de producir borradores y someterlos a revisión en un considerable tiempo de ajustes… No es como resolver un problema matemático sencillo: es un arte y puede llevar años de práctica.


Formar al estudiante universitario en el estilo de escritura científico-académico, pasa por el entrenamiento de un sistema de escritura y de tomar notas, donde estas últimas son la materia prima en los procesos mentales de disertación[2]. Los gestores de referencias EndNote, Mendeley…, entre otros, nos permiten estandarizar formatos de citas y referencias, almacenar archivos fuentes y conectarse con procesadores de texto y  bases de datos especializadas… el aprendizaje en materia de justificar nuestras ideas se abre paso al dejar que estas aplicaciones informáticas nos liberen de tiempo para gestionar nuestros acervos de notas personales[3]. Leer en medio de sistema de toma de notas[4], es un proceso lento, intelectual riguroso y apoyado en sistema de preguntas que motivan la investigación conceptual, teórica, metodológica, de diseño experimental, de ciencias de datos…


En lo cotidiano se aprende que un manuscrito borrador es producto de componer piezas de texto de disertación, eliminar texto no logrado, recuperar-organizar conexiones entre las notas, reescribir ante nuevas evidencias, reformular argumentos y después de unos diez borradores someterlo a revisión de pares (estudiantes, profesores, editores…). La materia de los escritores académicos y científicos pasa, no tanto por el producto del sistema de escritura a través del cual lucharon por crearlo. Sino por procesos intelectuales del modo de conocer científico, se proponen deliberadamente aprender los elementos del oficio de disertar, en lugar de sentarse como genios a golpear teclas. Es importante poner atención consciente en el proceso de escritura como un arte de pensar al escribir. 


Así que la redacción científica en el contexto de STEM, no es realizar ninguna actividad mecánica de ejercicios, si acaso, se toma la literatura disponible como modelo de pensamiento y estilo textual. La escritura puede ser sustantivo y verbo: es una forma de expresión de funciones de lo que hace el texto y un conjunto de convenciones de estilo que se adoptan por una comunidad de conocimiento. Pensar en “escribir” como un verbo, es llamar la atención sobre la escritura como un proceso  racional, en medio de una tradición intelectual en la composición de disertación. 


¿Qué estás pensando y haciendo mientras escribes, o, al menos tan importante, cómo escribes desde la intensión de disertar al realizar inferencias, revisar premisas, hechos, teorías, conceptos, datos, modelos, plantear problemas, hipótesis…?


Es fácil pensar en la escritura y la lectura, por error, como actividades completamente diferentes, conectadas solo por el paso de una página impresa del escritor al lector. Esta perspectiva sugiere que los escritores no necesitan pensar en sus lectores: que los canales de distribución como las bibliotecas o la Web se interponen entre los dos y administran la transferencia necesaria. También sugiere que los lectores no necesitan pensar en la escritura, que, para cuando ocurre la lectura, esta está segura en el pasado. 


Este punto de vista sirve mal a los escritores académicos. Ya hemos argumentando que los escritores permanentemente en mente deben ser conscientes de lo que hace un texto al lector (disertar), porque el objetivo para cualquier escritor debe ser una comunicación cristalina que provoque inferencias con el público objetivo. Por lo tanto, los escritores deben pensar en leer mientras escriben. Pero también, hay un gran valor en hacer una conexión en la otra dirección: los escritores también deben pensar en escribir mientras leen (tomar notas de sus reflexiones).  


La única forma de producir una escritura nítida es saber cómo responderá un lector a las elecciones que haga al componer texto y gráficos. Necesita saber qué  estructuras de sentencias se entienden más fácil, qué organización del material en secciones se sigue más fácilmente, y así sucesivamente. Ciertamente es posible ofrecer algunas reglas generales en este sentido: por ejemplo, “use la voz activa”, “divida el documento en secciones de introducción, método, resultados y discusión”, y “use una figura en lugar de una tabla cuando se deben comparar las cantidades”. En principio, podría grabar una larga lista de tales reglas sobre su computadora y tratarlas como la voz de la autoridad sobre cómo llegar a los lectores. Pero las largas listas de reglas son aburridas. Además, usarlas hace que la escritura sea mecánica, y una buena escritura a veces implica saber cuándo doblar las reglas en lugar de seguirlas. Además, utilizando un lista de reglas es extrañamente indirecto: en lugar de confiar en las reglas que han dicho que producirán un texto claro (manual de estilo); ¿seguramente sería más efectivo comprender cómo piensan los lectores científicos-académicos y escribir para ese  entendimiento? 


Sin embargo, saber cómo piensan los lectores no es fácil. Rara vez te contarán sobre su experiencia leyendo lo que has escrito, y cuando lo hacen, generalmente es demasiado tarde para que lo cambies. Afortunadamente, hay un lector que conoces muy bien, y que hablará si estás dispuestos a escuchar. Ese lector, por supuesto, eres tú. Tus reacciones a lo que otros han escrito exactamente lo que tú Yo de escritura necesita saber. 


Puedes aprender mucho prestando atención deliberadamente a tus reacciones mientras lees. Si encuentras un artículo particularmente difícil o placentero de leer, ¿qué lo hizo así? ¿Qué redacción, estructura o gráficos creíste que eran efectivos? Si encontraste un discurso duro, ¿qué elementos te hicieron luchar contra su complejidad? ¿Te imaginas un cambio que hubiera aclarado la escritura? Tomemos notas sobre ejemplos de escritura efectiva o ineficaz y guárdelas en una carpeta para referencia posterior. Cuando escriba, imita lo que te gustó y evita recrear lo que no te gusto. En realidad, hacer esto deliberadamente es solo una extensión de lo que has estado haciendo inconscientemente desde que aprendiste a leer. Así como los niños desarrollan un oído para el lenguaje hablado al escuchar a sus familiares, amigos y vecinos, y por lo tanto hablan con un vocabulario y acento que les permite identificar sus orígenes décadas después, también desarrolla un oído para el lenguaje escrito mediante el habito de lectura lenta. Las cosas que te han gustado como lector aparecerán naturalmente en tu escritura, pero puedes acelerar en gran medida el proceso con un poco de atención consciente en la materia escrita ya publicada en editoriales de prestigio.  


A menudo se les dice a los estudiantes que lean artículos científicos y modelen su escritura según lo que han leído. Eso no es lo que tenemos en mente aquí. Cuando sugerimos que alguien modeló su escritura sobre la literatura en su conjunto, lo que resulta es la perpetuación de algunas de las peores características de nuestra literatura, como nuestro uso excesivo de la jerga de estructuras y los acrónimos. Establecemos una circularidad de expectativas en la que pensamos que el tedio y la opacidad son a lo que suena la escritura científica, y si hacemos más de eso, el modelado a su vez era el mismo de la próxima generación. Así que tenga cuidado al modelar la literatura en general; en su lugar, encuentre e imite esas características que hacen que una pieza de escritura científica sea mejor que otra. 


Una vez que haya decidido prestar atención a la escritura mientras lee y toma notas, puede encontrar oportunidades en todas partes. Si lee un artículo con compañeros de de seminario o clases, haga escritura de sus reflexiones, no solo del contenido, un enfoque explícito de las discusiones. Si no participa en este tipo de discusiones, comience un club para ello. Ofrezca leer borradores de sus manuscritos a los compañeros, colegas, así tendrá la oportunidad de participar en la escritura de otros. Finalmente, no solo necesita aprender la escritura con propósito científico, leer le muestra el uso del lenguaje para trasmitir información, persuadir y cada texto puede enseñarle a disertar. 


Si bien, la lectura es una forma maravillosa de llenar su caja de herramientas de los modos de escritura, tenga cuidado de no desviarse de la línea hacia el plagio. El plagio es la manifestación de nuestra ignorancia, ya sea deliberado o accidental, de sentencias, frases, cláusulas, gráficos o ideas de otras personas como si fueran suyas. Recomendamos leer y luego imitar lo que admiras sin extender mucho y intentando ganar originalidad, por su puesto debe apropiarse de sus propias referencias y contenidos como resultado de disertar. 


Escribir es bastante difícil, sin embargo, hay muchas maneras en que nos sumamos a nuestras propias dificultades. Quizás lo más significativo es nuestra tendencia a preguntar: ¿puedo escribir? Se suele decir, ser escritor académico se siente como una terrible impertinencia, explicando que las personas que admiramos, son escritores muertos y ser escritor es de alguna manera atreverse a medirse contra ellos. Nuestros héroes literarios pueden parecer que se ciernen sobre nosotros, imposible de igualar, burlándose de nuestros esfuerzos. Pero es importante recordar que todos los escritores que has admirado alguna vez  tuvieron sus propios héroes particulares, que esto es solo parte de la condición de ser escritor. Así que deja por el momento, deja que tus héroes retrocedan a un segundo plano. Piense en su trabajo como parte de la riqueza de su experiencia en su lectura.


3.1 ¿Cómo no matar nuestro talento en la universidad burocrática? 


Creemos que podemos asumir que los universitarios son escritores académicos serios, lo suficiente serios sobre su oficio de pensar como para leer estas líneas que están fuera del negocio deliberado del mercado editorial, por lo que advertimos aquí que solo somos transgresión inadvertida de la universidad burocrática. Si el contenido difiere del estilo acortando el arte de despersonalizar lo humano, este deja sin arte la prosa, eres libre de imitar las formas en que otros escritores lo hacen, pero no te engañes usando lo que ellos dicen sin tu aporte original en tus ideas. La redacción más allá de una frase corta, datos, instrucciones o mapas para seguir, son piezas de texto en el arte de pensar. Recuerde que parafrasear a otro documento, más que cambiar una pocas palabras, o incluso cambiar toda su extensión, mientras deja intacto el orden y fondo del contenido es un plagio simulado. Una buena paráfrasis utiliza su propia redacción y fraseo diseñados de forma independiente y a pesar de ello se cita para atribuir el respectivo derecho de autor. Sea meticuloso imitando ejemplo de buena escritura, identifique autores distintos en un sentido y en su contrario, construya notas y produzca síntesis con las que realmente pudiste disertar, e incorpore a su manuscrito textualmente este trabajo. Tal vez este último método es el más cierto para llegar a ser un buen escritor. 


Se considera el plagio como un fenómeno lingüístico y se categoriza en intencional y accidental[5]. Los centros de escritura de las universidades apoyan dejar el plagio por prácticas de parafraseo[6], pero sin las habilidades de disertación el estudiante aprendiz no podrá hacer mucho más allá de solo imitar la filosofía del modo de conocer científico, de ingeniería o diseño. La conducta del plagio es resultado de no conocer el propio idioma, su gramática, sus modos lógicos de producir inferencias[7]…, También puede usar herramientas Web de inteligencia artificial para buscar que sus textos no contengan plagio involuntario en su manuscritos, tales como el sistema www.grammarly.com en su categoría “plagiarism checker”, muchas universidades lo usan para verificar plagio en documentos académicos el TurnItlIn y con ello dar tramite a una tarea académica válida en su originalidad[8].


Tenga cuidado, una decisión de hacer plagio, puede destruir su carrera y su capacidad de desarrollar talento en sus modos de conocer científico. Plagiar atrofia su capacidad racional. No deje que el plagio haga improductivo su toma de  notas. El oído que desarrolla al leer prosa le permitirá ensayarlo en sus manuscritos, vale más mil correcciones a su escritura que cometer la errata más grande, renunciar al arte de pensar. Así que lea a menudo, lea ampliamente intentado seguir preguntas y ganar profundidad y lea deliberadamente con placer. 


Siempre soy un lector lento, pero más lento soy escritor. No es raro que dedique un día entero a un proyecto de escritura y termine con solo dos o tres párrafos de texto nuevo. El primer borrador del escrito puede llevar semanas de trabajo, si no es que lleva meses. Por sí mismos, esto no es algo terriblemente importante: muchos escritores exitosos han sido notablemente, incluso los famosos, muy lentos. Algunos días que somos lentos, es porque pasamos el día escribiendo piezas que reorganizan, reescriben y hacen un mejor borrador. 


Evitación. La actitud de posponer comenzar un proyecto de escritura, o sentarse a la sesión de escritura de un día, durante el mayor tiempo posible. La página en blanco puede ser intimidante, pero la única forma de deshacerse de una página en blanco es comenzar a llenarla de texto. Sin embargo, hay formas de facilitar el inicio de un proyecto o sesión, es tomar notas.


Distracción. Admitimos que es el mayor desafío de comportamiento, una vez sentados a escribir, tenemos un enorme problema para quedarnos allí. Sin la capacidad de mantener el enfoque en la escritura, realmente no es posible producir el volumen de texto necesario para una carrera exitosa. 


Sentirse atascado. Tal vez tu escritura se detiene no mientras estás distraído por otra cosa, sino mientras miras la página sin saber qué escribir a continuación. Este problema a menudo se conoce como “bloqueo del escritor”, pero ese es un nombre pobre porque sugiere fuerza que proviene de fuera del escritor, en lugar de un comportamiento que se origina en el interior. Superar el “estancamiento” es una cuestión de mantener el impulso de la creatividad.


Perfeccionismo. Puede parecer que siempre deberías querer que tu escritura sea mejor, pero como en la mayoría de las cosas, un poco de moderación es sabio. Un perfeccionista que no pasará el siguiente párrafo hasta que el anterior sea perfecto es poco probable que llegue al último párrafo. 


Miedo a la crítica. Los escritores de carrera temprana a veces son reacios a mostrar su trabajo a colegas o (aún más) a supervisores editores. En cambio, pulen y pulen, pero nunca deciden que el trabajo es lo suficientemente bueno como para compartirlo. La crítica pica, sin duda. Los escritores exitosos se dan cuenta, sin embargo, de que la picadura es útil. El objetivo de escribir es comunicarse con un lector, y la mejor manera es compartir borradores de escritura y aceptar críticas.


Renunciar a revisar. La crítica de su trabajo es invaluable, pero solo si la pone en práctica. Muchos escritores se resisten a hacer cambios sugeridos en su escritura. Lo vemos a menudo en los estudiantes universitarios, y luchamos contra ello. Hay algunas fuerzas psicológicas naturales detrás de esta resistencia, por lo que la mayoría de los escritores deben prestar atención deliberada a la superación. 


Sus propios desafíos de comportamiento pueden incluir cosas que no están en esta lista, pero como escritores académicos y científicos perfectamente normales, seguramente te enfrentarás al menos a uno o dos de estas. Si le gustaría escribir más de lo que lo hace, piense no solo en el contenido de los que está escribiendo, sino también en usted mismos encontrando un estilo como escritor. Comprender y administrar su propio comportamiento es la clave para lograr realmente todas esas cosas que sabe que debe hacer, desde la puntuación correcta hasta la productividad de toda su carrera.


Por qué pensar en tu comportamiento de escritura puede ayudar. Es sorprendente la cantidad de escritores que pasan por alto lo obvio: no puedes escribir más o mejor sin cambiar lo que estás haciendo mientras escribes, y no puedes cambiar lo que estás haciendo a menos que sepas lo que estás haciendo. En este sentido, los desafíos de escritura no son diferentes de morderse las uñas, comer en exceso o cualquier otro comportamiento que uno no pueda querer modificar. El primer paso en el manejo del comportamiento de uno es tomar una decisión deliberada para ser consciente de ello. Por trivial que parezca este paso, nos tomó años tomarlo, y el mundo abunda en escritores que aún no lo han tomado. 


Los beneficios de la autoconciencia, sin embargo, van mucho más allá  de permitir decidir cambiar su comportamiento creativo. Como resultado, también puede ayudarlo a implementar y mantener dicha decisión. Sabemos esto a partir de estudios neurobiológicos utilizando una técnica llamada resonancia magnética funcional (fMRI) para detectar la autorreflexión consciente[9].  Aquellos que tienen más éxito, y tienen más éxito por más tiempo, son los que piensan conscientemente sobre su propio comportamiento y cómo se relacionan con la tarea. 


La autoconciencia tampoco ayuda en el momento: también ayuda a mantener el cambio de comportamiento mucho más tarde. Eso es algo bueno, porque mantener la conciencia de su propio comportamiento no es fácil. La mayoría de nosotros somos muy buenos para caer en la ejecución inconsciente de una tarea familiar. Sin duda de esto, salga a caminar y vea cuánto tiempo puede prestar atención explícita a lo que están haciendo sus dedos de los pies. No solo eso, sino que la misma atención prestada a un comportamiento puede interferir con su ejecución: mientras piensa en los dedos de los pies, puede entrar en un poste de teléfono. Si la única forma de manejar su comportamiento de su escritura fuera ser consciente de ello todo el tiempo, esta no sería una vía muy fructífera para mejorar. Afortunadamente, el trabajo de resonancia magnética funcional confirma que la autoconciencia vale la pena mucho después de que se relaja.


La autoconciencia conductual es más fácil de sugerir que de lograr. Es posible usar algunos trucos simples para ayudar a traer su propio comportamiento periódico a la mente. Uno de estos puede funcionar para usted:


Recordatorios. Coloque un pequeño letrero sobre su estación de escritura que diga ¿Cómo está escribiendo? Cuando usted mira estos signos, estarás pidiendo tomar nota de su comportamiento. ¿Realmente estás escribiendo o estás distraído? ¿Estás escribiendo un texto nuevo o revisando el antiguo? ¿Es esto lo que debería estar haciendo? Trate de evitar que los signos se desvanezcan en su fondo cognitivo: muévalo de un día para otro, imprima un nuevo con una fuente diferente o haga otra cosa para mantenerlo fresco. 


Escribir notas de registros de lectura. Los registros de notas funcionan en el momento. Otro enfoque es obligarse a pensar retrospectivamente sobre su comportamiento de escritura. Escribir notas puede ayudar a dirigir el futuro de sus lecturas. Además, ayuda a enfocar ganar profundidad en su pensamiento. Un enfoque de toma de notas es aumentar la productividad documental en las sesiones de escritura. Es posible que se sorprenda con este sistema cuando sus ensayos, revisiones o síntesis adquieren rigor en la discusión de las ideas.  ¿Cuánto ha escrito en esta jornada? ¿Cuántas notas de calidad recogió de sus lecturas? Sí es positiva la repuesta, ¿qué hizo para que fuera posible? Sí no, ¿qué se interpuso en su camino de escritura? Reflexionar esto le ayudará a enfocar sus pensamientos y le dará algo para revisar a largo plazo en su actividad intelectual, para buscar patrones y extraer más oro de sus lecturas y escrituras.


3.2 Estar derrotado frente a nuestro propio texto


Por lo tanto, la voluntad de experimentar escribir, es absolutamente clave si desea desarrollar sus habilidades de escritura. Octavio Paz creía que escribir es simplemente un término para referir que estamos educados para experimentar el arte. La experimentación puede dar miedo, pero esa no es razón para evitarla. El experimento de escribir es una sensación de caminar sobre hielo en el río, estimulante pero desequilibrante, en cualquier momento pude caer y tendrá que desechar algunas piezas de texto. ¿Qué tan delgado es este hielo que solo puede saberlo escribiendo y abriéndose a su crítica? ¿Hasta dónde se puede llegar corrigiendo los más pequeños detalles de la escritura? ¿En qué problemas está al escribir? ¿Qué hay abajo del hielo si nos caemos? Lo que estás haciendo al escribir, es comparativamente modesto, estar preparado para pensar como científico, poeta, filósofo…, para probar algo que no has hecho nunca antes. Los pintores, músicos, albañiles, agricultores, ensayan bocetos, borradores, técnicas…, y los escritores también se les permiten dar primeros pasos vacilantes que pueden ser solo un pálido presagio de un trabajo más sistemático y duro en su rigor, elegancia y profundidad. No solo es permisible, es deseable si queremos el éxito de aprender a pensar en modos complejos de intelecto, de tantos héroes del pensamiento.


Antes de dejar la palabra experimentar, vale la pena prestar atención al valiente sector de escritores universitarios cuyos fracasos al publicar ocurren a la vista de la audiencia. Si bien, una obra pasará por varios borradores, no es hasta que se representa que un académico puede ver lo que aún podría estar mal con su manuscrito. Sin embargo, tenemos que estar preparados para que esto suceda. Se cita a menudo, por académicos consolidados que publican en revistas de alto factor de impacto, “alguna vez lo intenté”. Alguna vez fallé, no importa, volví a intentarlo. Vuelve a fallar. Fracasar en una pieza de texto, que nunca logra el arte de pensar al escribir. Creer ser un científico o poeta, pasa por permitirnos fallar al experimentar el arte de escribir, como ninguno otro atrévase a fracasar, reflexionando por qué fracaso, que el fracaso es el mundo del artista, siempre arrastrado por todo para ir más allá donde nadie ha ido. Si alguien está dispuesto a fracasar de manera interesante, tiende a tener éxito de manera original. Si estos grandes escritores llegaron a ser, ciertamente puedes reconocer que se permitieron fracasar en privado y en público.


Para escribir de manera efectiva, necesitaremos recordar a nuestros héroes de la literatura, por talentosos, que sean, fueron o son simplemente mortales, que también tuvieron que aprender experimentando a trabajar a través de sus pasos en falso. Pero, ¿quién podría estar sentado sobre hombros de gigantes y tener un ánimo negativo? Si vas a escribir para complacer a alguien, ningún escritor fue bien recibido diciendo, “el arte de escribir, es el arte de pensar, tal censura en el placer del otro, cierra la vías de exploración”. 


Esto no es un puente que hay que cruzar todavía cuando es uno novel, de todos modos, no nos leerán hasta que estemos listos para el fracaso. Pero entonces ya sabrás una relación diferente con la que has convivido al escribir y un sentido más seguro de quién eres como universitario autónomo al pensar al escribir. Tiene derecho a hacer pleno uso de cualquier experiencia escrita por otros, registrar notas y reconfigurar las ideas en nuevas formas que le pertenecen solo a usted. No escriba para ser querido, y ovacionado, escriba por el placer de ser su primer lector, un explorador que fue a donde nadie más pudo. No importa si escribe una sola página maestra, su arte ya puso lo que fue fracaso en el bote de papeles desechados. Quitémonos la arrogancia, de lo contrario no es posible escribir con arte.


3.3 A mi manera…


Hemingway era famoso por sus puntos de vista prácticos sobre la escritura, aunque no hay evidencia de que uno de los consejos más citados fuera en realidad suyo: “escribe borracho; editar sobrio”. La fuente más probable parece ser Peter De Vries[10]. En su novela Rubén (1964), uno de sus personajes dice “a veces escribo borracho y reviso sobrio… y a veces escribo sobrio y reviso borracho. Pero hay que tener ambos elementos en la creación: el apolíneo y el dionisíacos, o la espontaneidad, la emoción y la disciplina del tener valor y honestidad con uno mismo”. Algo más elaborado que el consejo de Hemingway, la insistencia en la necesidad tanto de espontaneidad como de moderación de las pasiones, emociones y disciplina en el proceso creativo es extremadamente útil. Si bien, no recomendamos escribir bajo la influencia de nadie y menos de una resaca, el escritor inexperto ciertamente se beneficiará de adoptar un enfoque relajado y desinhibido del primer borrador. De hecho, varios escritores muy experimentados se sienten perfectamente cómodos con un primer borrador claramente decepcionante. Frank O’Connor dijo: “no me importa un bledo cómo es la escritura forzada, escribo cualquier tipo de ella que cubra los contornos principales de la narrativa, luego empiezo a verla para editarla[11]”, mientras James Thurber informaba de algo que estaba haciendo no hace mucho tiempo y dijo que su esposa: después de echar un vistazo a la primera versión de algo que estaba haciendo hace mucho tiempo… y maldita sea… eso es cosa de la escuela secundaria, ni la mínima ortografía… él dijo, es un borrador y tiene muchos errores de tecleado, quería pedirte que esperes hasta el séptimo borrador, saldrá bien te lo aseguró[12]. 


Bukowski en el libro “la enfermedad de escribir[13]”: “… otra cerveza, venga, frótate las manos y demuestra que estas vivo al escribir. La seriedad no servirá. Recorre el suelo con humildad. Está claro que el encanto de morir es que nada se habrá perdido… nos han enseñado a camuflarnos, a vomitar dioses entre versos borrosos. Otra voz dice que esculpamos usando mármol nuevo…”


Escribir es en gran medida el producto de aplicar lógica, estética y narrativa a lo que sabemos. Toda escritura tiene que ser lo que sabes; se puede argumentar razonablemente que no puedes escribir de lo que no sabes. Todo lo que inventaremos se basa en algo que conocemos: nuestra propia experiencia, la lógica que aplicamos a nuestra imaginación. Y en aquellos casos en los que tenemos que aumentar el “stock” de lo que sabemos, a través de la investigación, nuestra lectura y escritura refleja nuestro conocimiento recién adquirido.


A los aspirantes a escritores a menudo se les dice: “escribe lo que sabes”. Pero, ¿qué significa esto realmente? No significa que si eres ingeniero debas escribir exclusivamente sobre ingeniería nada más, aunque pudiera parecer una ventaja escribir en la propia área de especialidad. Escribir es más amplio que eso. Pero, ¿cómo sabemos lo que sabemos? Cuando Shakespeare creó personajes convincentes como Otelo, no sabía lo que era ser un habitante africano o judío de una ciudad europea, pero sí sabía lo que era ser un forastero, y encontró en su propia experiencia recordar la base para comprender las vidas imaginadas de sus personajes. La base de la experiencia humana es esencial, pero no definitiva. Los escritores pueden crear mundos sintéticos, de lugares que físicamente no conocen, sino de un lugar que ni siquiera pueden esperar visitar: el pasado. La base de la experiencia humana es en esencia la misma en cualquier época, y esto es parte de lo que, como escritores y seres humanos, sabemos. Es la naturaleza humana imaginar, ponerse en los zapatos de otros. El pasado puede ser otro. Pero el único pasaporte requerido es la empatía. La empatía es un acto tanto de memoria como de imaginación, y nuestra escritura se enriquece cuando aprovechamos las dos.


Ya estamos aplicando la imaginación a la memoria cuando recordamos un evento del pasado. Si tuvieras que fijarte minuciosamente en la tarea de escribir, tendrías que llenar cualquier hueco vacío de tu memoria, inventar algo, sería muy probable que dijeras que te habías visto obligado a hacerlo, porque de lo contrario, la narrativa habría tenido lagunas o incertidumbres destructoras en ella. Sin embargo, probablemente mentirías en que la historia era esencialmente cierta. 


La verdad de un evento puede, en cualquier caso, no ser fácil de establecer. Probablemente reconocerás esta experiencia: estás entre viejos libros cuando de ellos comienzan a recordar un evento donde otros estuvieron presentes con ideas menos potentes. Por el hecho de que cada libro es su propia versión de lo que sucedió. Esto se debe en parte a que lo estaban experimentando desde su propia perspectiva única y en parte porque la memoria no se desarrolla como un carrete continuo de eventos y experiencias. No conservamos un registro fotograma a fotograma del pasado; lo que retenemos es más como instantáneas; hemos recordado lo que parecía afectarnos como individuos más profundamente en ese momento. No podemos recordar todos los incidentes de lo que parecía afectarnos como individuos, por lo que reconstruimos imaginativamente lo que debe haber sucedido entre ellas. Es natural que los humanos hagan conexiones de esta manera, para crear narrativas que sugieran causas y efectos. Esta es la razón por la que los sueños son a la vez tan fascinantes y tan frustrantes: parecen no respetar la causa y el efecto o la narrativa tiene fisuras: podemos salir de un restaurante y estar en un barco, o salir de un pasillo y estar dentro de un libro. No es una narrativa fotograma a fotograma; parece faltar conexiones. Y nuestro deseo de conexiones, nuestro deseo de tener sentido, impulsa nuestro hábito automático de llenar los vacíos. Cuando recordamos, estamos en gran medida reconstruyendo el pasado pero con nuevas conexiones lógicas.


Todo lo que ha vivido es material para su escritura. Hemingway sostuvo que la mejor formación para un escritor es una juventud feliz en las letras[14], y si bien, esto puede tomarse como una broma, su punto tiene sustancia. Sin embargo, no nos limitamos a informar sobre nuestras propias vidas. La experiencia tiene que ser trabajada, forjada y transformada en la investigación, no simplemente regurgitada. Las experiencias pueden ser episodios enteros de nuestras vidas o los momentos más breves: una mirada a un libro, una frase, un olor al café que acompaña la lectura. La escritura es un proceso de romperse a sí mismo y todo lo que has hecho en pequeños pedazos y pegarlo después de ser justificado a fondo de nuevo. El hecho de que la literatura se base en la propia experiencia vivida del escritor, brinda a los lectores su conexión más íntima con la escritura, con su arte de pensar y sentir; respiramos de la literatura porque posee la textura real de humano. Pero lo que hace que una narrativa sea algo menos y más que una autobiografía o una memoria es su reconocimiento implícito de la desviación de los hechos al servicio de una verdad más amplia y profunda. 


Los escritores profesionales universitarios se exasperan por la frecuencia con la que se les pregunta ¿de dónde sacan sus ideas? La frecuencia con la que se hace esta pregunta sugiere que la mayoría de las personas no se da cuenta de lo cerca que está la forma de pensar del escritor de la generalidad de la población. Todos tenemos ideas, todo ejercitamos nuestra imaginación. Todos consideramos pensar haciendo que la lógica establezca juicios. Todos proyectamos, planificamos e improvisamos. Los escritores no son los únicos que yacen componiendo lo perfecto que debería haber dicho en respuesta a una crítica de un colega o, ensayando su respuesta a un evento que podría nunca suceder. Cualquiera puede leer y tomar notas, reflexionar las notas y establecer conexiones entre ellas y pensar: me pregunto qué historia hay detrás de eso, o nos preguntamos cómo fue eso.   Podríamos ser capaces de reciclar,  o reparar y de alguna manera reutilizar los modos de pensar en cosas que nos rodean. Los escritores no son necesariamente más observadores que otra personas, pero prestan más atención al valor de lo que observan otros pensadores, porque ese el stock en el que nos basamos cuando escribimos. Es decir, la reserva de ideas para escribir, son nuestras notas extraídos de leer lento entre saltos entre obras de literatura. 


Un escritor necesita tres cosas, experiencias, observación e imaginación, dos de las cuales, a veces cualquiera de las cuales, puede suplir la falta de las otras. Para nosotros una narrativa, una idea que generalmente comienza con una pieza de texto o memoria de la imagen metal. La escritura de la narrativa es simplemente una cuestión de trabajar hasta ese momento, para explicar por qué sucede eso o qué causó eso.


Lo que se parece estar diciendo aquí, es describir en esa idea única o memoria mental, o solo a lo que otros podrían llamar “inspiración”: un catalizador, un estímulo creativo, una idea que estimula más ideas. La inspiración viene tanto de fuera como de dentro. A menudo observamos un evento, o nos sorprende una imagen, que nos ilumina y nos permite reconocer algo que ya sabemos en el fondo. Estás, al escribir, dejando caer piedras a un pozo para ganar profundidad. Cada vez que escuchas caer piedras por un pozo, es que está investigando todas las aristas de eso. Cada vez que hace un eco en el fondo consciente, a establecido conexiones lógicas entre ideas. Un pequeño eco puede iniciar una idea. Un gran eco puede resultar en una gran obra de arte de su intelecto. 


Lo importante es que cuando se empieza a tomar en serio como escritor universitario, es que ya posee el stock de notas necesarias para crear síntesis, fundamentos, explicaciones, categorizar, calcular, narrar, demostrar, describir…, con su propio almacén de reflexiones y su propio alcance imaginativo dentro de usted, ya tiene a bordo los recursos necesarios para crear literatura. Cuando los estudiantes preguntan de dónde vienen las ideas, me río. Es extraño que en los estudios universitarios, estamos tan ocupados mirando hacia afuera lo que dicen todos, para encontrar formas y medios, que nos olvidamos de mirar hacia dentro con nuestra capacidad intelectual de disertación. 


Incluso cuando nuestra fuente de inspiración es difícil de rastrear, generalmente procede de nuestra propias experiencias. Pero entonces no pensamos, como lo hacemos ahora, en que la lógica elemental de vincular la palabra con la imagen de la realidad: habría sido mortificante; después de todo, esto era poesía o ciencia, y nosotros en la misma emoción, se probó y disfrutó de escribir. Sentimos que había dimensiones por ahí… o aquí. ¿Dónde, me pregunté? 


¿Es posible que la literatura poderosa, tenga un tipo de magia que no envejece ni muere, que es tan incontenible e invencible después de décadas de conocimiento como lo fue cuando se encontró por primera vez? ¿Es posible que los profesores sean conductos, enviando energía en su literatura a los jóvenes?  Hemos sabido desde siempre que cada pueblo, ciudad o país los necesita para la energía de su sociedad, pero no se nos ha ocurrido que también los encontramos más cerca de casa, en las aulas. 


Si miras una pieza de texto de tu propia escritura, podrás identificar una o más de estas fuentes de inspiración que te alimentan. Y si sabes lo suficiente sobre la vida de un escritor favorito, podrás detectar estos arroyos tributarios que desembocan en el río de su obra escrita. Podemos ver cómo tres corrientes de experiencia (profesional, emocional u observaciones) operan dentro de nuestra literatura. El amor no correspondido dentro de la profesión, es una rareza, pero el tercer punto de inspiración es extraordinario. 


3.4 Escribir una historia, de las pizcas de otras historias  


Una historia, dice, no crece a partir de lo que se ve claramente frente a uno mismo, como las hojas de los árboles o por medio del estudio sistemático. En cambio, crece como una semilla en la oscuridad fuera del molde de hojas en la mente: de todo lo que se ha visto, pensado o leído, que hace mucho tiempo casi fue olvidado, descendiendo a las profundidades de la conciencia. Agrega que la selección natural juega un papel en la composición de estos recursos enterrados; lo que nos hace únicos a todos como escritores depende de lo que uno arroja en su montón de compost personal. Notaremos que la receta de esta compost incluye la lectura del escritor entre sus ingredientes, y vale la pena enfatizar que otras obras de arte pueden ser una fuente de inspiración potente y legítima. No estamos hablando aquí de plagio, el robo deliberado de las palabras o ideas de otras personas, sino del hecho de que es probable que nuestro montón de compost incluya, novelas, ensayos, tesis, poemarios, artículos, teatro, pintura, escultura y música, y que sería muy extraño si ninguno de estos proporcionara ningún sustento para el crecimiento. La crítica convencional dedica una buena cantidad de tiempo a mapear las fuentes de los textos que examina y, aquí los críticos abriendo la mano para mostrar parte del material origen que tenía a su disposición el autor al escribir su obra. 


3.5 Pensar en el arte de escribir, no es un tema impersonal


“Todo movimiento en la frontera del conocimiento, atrae a todas las artes hacia sí mismas, las concentra en la preocupación por su propia esencia, las hace presentes y esenciales[15]”. 


Para los antiguos griegos la inspiración tenía una fuente más allá de la mente del escritor: la Musa, invocada por Homero en las primeras líneas de la Odisea, era un ser divino que respiraba en el poeta la compresión imaginativa y las energías requeridas para su tarea. No podemos saber cuán literalmente se tomó esta idea en ese momento, y es poco probable que la tomemos literalmente ahora, pero es útil recordarnos a nosotros mismos que el proceso creativo no está completamente gobernado por la mente consciente del escritor. A medida que salimos de lo conocido (tal vez nuestra propia experiencia, o una pieza de evidencia arrojada por nuestra investigación) hacia lo nuevo y sin caminos predefinidos en los territorios de la imaginación, nos veremos obligados a reconocer la dificultad de la empresa, pero también podemos descubrir el verdadero centro de nuestra narrativa. 


Es bueno para nosotros como escritores movernos fuera de nuestras zonas de confort y hacia un territorio menos predecible: aquí es cuando nuestros poderes imaginativos florecen y crecen, porque simplemente tienen que hacerlo ante nuestra explosión con la creatividad. No hay manual para este camino, pero el viaje en sí, con sus riegos, sus descubrimientos y sus satisfacciones, será tuyo. Sigue probando cosas que observes en otros escritores, explora nuevas posibilidades imaginativas, esperando en algún punto descubrir que has creado tu propia voz, estilo fino y original: una oración, un párrafo, una disertación, un ensayo. Cualquiera que sea el resultado final, el viaje ampliará su compresión del mundo y aumentará su compresión del mundo y sus recursos intelectuales para poner compresión en palabras. 


Cada página de este delgado manuscrito tiene una gran cantidad de experiencias del mundo real, destiladas en poesía y prosas de la vida de la ciencia. Estimado lector, tu que comienzas apenas tu larga carrera, hágase un favor ahora y cuidadosamente. Confié en la literatura como el espacio para la discusión de autoridad del conocimiento. Le devolverá el honor de que sus conocimientos sean justificados, agenciados por procesos finos de disertación y poesía, esa modesta inversión de cada día le traerá alegría y desafíos más dignos. Comunicarse y pensar con claridad al escribir y, ganar confianza en la lógica, es una habilidad universitaria esencialmente en crisis. Escribir es el trabajo de mujeres y hombres realmente libres en la academia de hoy.


Es la humildad intelectual, la educación más fina y profunda para los jóvenes universitarios y académicos experimentados. En la UMSNH, nos distinguimos por apoyar la gramática, el puntuado, la teoría del diseño discursivo, la escritura con propósitos académicos de disertación y poesía… 


Escribir es la habilidad esencial de ganar autonomía intelectual, confiamos en palabras y números más que nunca el espacio de aprendizaje universitario STEM. Y dada la cantidad de usuarios, podemos escribir como profesores escritores para llegar más allá de cuatro paredes de concreto de las aulas convencionales. 


Un lenguaje claro y directo, libre de palabras y jerga innecesarias, mejora la comunicación dentro de una organización del discurso y apoya la solidez de las ideas. Las personas que escriben bien son más efectivas para llevar a cabo la misión de sus carreras y más propensas a avanzar intelectualmente. Si luchas con los fundamentos de la escritura, es posible que estés listo para ser escritor académico. Pero si puedes encadenar sentencias, cláusulas, frases e inferencias y, estás buscando ideas sobre cómo hacer que tu escritura sea más accesible y poderosa en su elegancia, es posible que estés listo para este texto. Escribir y leer es el trabajo del universitario más autónomo en sus tareas intelectuales. 


Escribir en la academia es diferente de enviar mensajes de texto o correos electrónicos, pero no es tan diferente como podría imaginar cuando se trata de lograr que la comunicación sea un arte del pensamiento. Su escritura será más legible y si aplica el tono natural que aporta a la comunicación la disertación y su narrativa. Su objetivo debe ser sonar animado, no sofocante en la información y humilde en el alcance de sus afirmaciones. Escribir es un estilo de pensamiento en acción, implica ser inteligente sobre cómo usar la página o la pantalla, incluso en herramientas de formato y supervisión de erratas. Si en la mayor parte de sus lecturas tomó notas, es posible que ya tenga un stock de notas para crear un discurso en el que discuta y justifique las conexiones entre estas notas. Lo más importante es que usted es su primer lector, y debe considerar más tarde adaptar y adoptar lo que sus revisores señalen para mejorar la elegancia y potencia de comunicación. Una buena escritura académica requiere que te adaptes a los modos de conocer, pensar en la ciencia y otras disciplinas. Si vienes de un entorno que solo se escribe para transcribir de pizarras, dictados, dispositivas, libros…, tu escritura es débil y más si no acostumbras tomar notas de sus lecturas; donde el objetivo era demostrar dominar temas y no disertar, diseñar experimentos, crear teorías, modelos… Antes de comenzar a producir piezas de texto, considere que son entre disertación, la narrativa y la epistemología; después evalué su solidez ontológica (referencias de evidencias), qué saben los investigadores y qué les importa resolver. 


Los estudiantes a menudo cometen el error de pensar que la escritura seria es de genios de densos y prodigiosos pensamientos. Puede escribir sentencias y párrafos nítidos y animados y aún así parecer que no ganó fondo en el arte de pensar. Además, es probable que las personas lean y aprecien lo que has escrito. Si no estás seguro de cuanta profundidad ganó su escritura, estudia más el problema, genera un stock de mayor calidad en tus notas. Si estás escribiendo, mira como se expresan las ideas por escritores consolidados y pide a colegas que le hagan una revisión al manuscrito. No te sientas obligado a imitar a algún escritor en su estilo, mejor combine el de muchos hasta lograr uno que le de confianza y guíe sus esfuerzos.


Una forma de hacer que su escritura sea animada es usar la variedad de palabras, metáforas en lugar de confiar solo en estructuras retóricas. Busque formas de hacer que su escritura sea más convincente, lo que puede hacer sin exagerar. Confronte y contraste posiciones adversas a sus hipótesis, en lugar solo apuntalar y apuntalar más sus deseos de lo que considera es su verdad. Describa una premisa como desconcertante en lugar de sorprendente, y aborde un proyecto como un sistema de disertación en lugar de una suma de párrafos suelto y aritméticamente concatenados sin alcanzar a ser literatura auténtica.


La escritura animada es una cosa; ser irrespetuoso de no ofrecer profundidad y elegancia en las ideas es otra. Absténgase de escribir algo que podría ser superfluo o desagradable. No solo puede ser perjudicial, sino que sus palabras probablemente se conservarán, incluso al paso del tiempo podrá así mismo causar vergüenza propia, puede volver a ese texto y atormentarlo. Nuestro regla general es que si se siente incomodo con su manuscrito, es una señal de trabajar aún más en encontrar una mejor versión que le haga sentir más confianza.


Una de las mayores diferencias entre la escritura académica y la escritura en un lugar profesional es cómo usar la página. La clave de la escritura profesional es evitar largos bloques de texto y hacer un uso estratégico de viñetas u otras señales como el formato de letras en negritas que ayuden al lector a navegar por lo que ha escrito. Es mucho más probable que transmita su información e ideas si se presenta en piezas del tamaño de un bocado. El uso dirigido de términos e ideas claves dentro de oraciones o párrafos siempre y cuando no se exceda en este estilo.


3.6 ¡Importa escribir!


Siempre ha habido violencia, pobreza y prejuicios. Lo que ahora es nuevo, es la intensa regulación de la vida cotidiana que impondría la medición y, eventualmente, la industrialización del tiempo de las personas. Los primeros humanos calcularon el tiempo mirando el sol y la luna, y otros observando los ciclos de cambio natural a medida que ocurren, a veces con minucioso detalle. Incluso más tarde, cuando el tiempo se midió con dispositivos de arena hechos por el hombre, aun así las imágenes de las horas fueron orgánicas como el movimiento de las sombras de un árbol. El tiempo fue un movimiento de poesía, arena goteando constantemente a través del cuello de un reloj de vidrio. El primer control, el reloj despertador fue patentado en 1847, en ese momento, los rumores del movimiento de eficacia se escuchaban en los pasillos del poder industrial, y en la década de 1880 aparecieron los esquemas de trabajo por periodos de tiempo laboral. Así fue que la experiencia de la humanidad del tiempo medido, progresó desde el agua que fluye a través de un embudo de arcilla hasta el tictac constante de un embudo digital que exprime nuestras vidas. 


Junto con el ruido del tiempo manifestado en la guerra por los bienes de consumo y la industrialización de la tierra, llegamos a habitar un mundo de infinitas subdivisiones temporales, una vida de trabajo por turnos y descansos de comodidad, tiempos de carga de nanosegundos de reflexión y pequeños espacios para conocer a un ser para entregarnos en amor. Ahora, para demasiados, la ronda diaria es un largo monótono dictado por interrupciones de móvil “inteligente” y el horario online, una condición de servidumbre voluntaria que nos permite verificar la monstruosa idea de validez de nuestra existencia. Es interesante, entonces, pensar porque Harold Bloom, valoraba el tejido de la vida dentro de la literatura, u otro arte como la ciencia, resumiendo esta condición como ganar libertad de la mecanización impuesta a nuestras vidas[16]. Las ideas de libertad y su carencia perderán todo sentido sin el arte, porque este nuevo ruidoso mundo no sentirá ninguna necesidad de cuestionarse sobre su destino, mientras que las palabras como filosofía, poesía, ciencia, ingeniería, literatura o matemáticas, no sean olvidadas como la esencia que nos hace humanos, son el arte, la única felicidad de que el mundo es capaz de regalarnos una vida de progreso virtuoso.


Y te dejo esta propuesta estimado lector; apostemos a la aventura del arte, con la esperanza de que la felicidad nos sorprenda sin buscarla. Si toda educación universitaria florece en ausencia de optimismo. Y si bien, esto sonará contradictorio, es, sin embargo, significativo, porque el optimismo nunca ha sido una oposición desde la cual trabajar sin el arte de pensar científico, que Galileo, Descartes y tantos más, suelen llamar los reales parámetros de la esperanza en la educación, que solo quedan claros cuando el héroe del pensamiento quiere ir despacio leyendo, investigando palabras y ecuaciones, reflexionando lento cuando se toman notas. 


Cansado escribiendo cada día, pero esperanzado: la esperanza no es hasta que todo terreno de la burocracia sea conquistada con el arte del pensar universitario. Que la literatura se haya como motor primario de la educación de la juventud universitaria, e indulgente, mirando el error de una criatura con todo el potencial de éxito creativo[17].


Los atributos heroicos de los que habla Forbes, la esperanza en la razón dentro de la responsabilidad radical de cada cual, para justificar sus propias ideas. Más interesante es la poesía o la ciencia que ha elegido, una amplia gama de lágrimas, sacrificios por ampliar la posibilidad de existencia. Estos escritores, a los que hemos recurrido por consuelo a veces repetidamente, rara vez son optimistas, pero son sin embargo, héroes del pensamiento resignados a perder de pie, pero trascender más allá de la mediocridad de la llamada “calidad educativa”, o mejor dicho injusticia epistemológica perfecta. 


La esperanza es siempre un acto de coraje, incluso contradicha por todas las reglas de la lógica cuando no renunciamos a un texto que nos exige más palabras en nuestro vocabulario. El optimismo habla del individuo que se atreve a ser mejor en su capacidad de crear el arte pensar, la esperanza habla por la especie en su conjunto, de lo que podemos hacer juntos. Todo arte es una forma de enriquecer la exigencia de ser dignos de nuestros padres, abuelos y musas. 


3.7 Salir de todo este ruido y así hacer una especie de música de la ciencia


Estamos de acuerdo en que lo que más importa de escribir, es que las piezas de texto refresquen el lenguaje, fortaleciéndolo contra los abusos de los inescrupulosos y los descuidados, permitiendo conservar su capacidad de encantar, sorprender, invocar causas y particularizar de maneras que el discurso posea estilo; si bien las erratas son un distingo de nuestra imperfección humana; dado que nuestra preocupación es escribir y leer para formar el arte de pensar científico, purificar lo que hace en nosotros un texto, esa forma particular de habla que es capaz de enseñarnos las facultades de justificar, explicar, discutir, fundamentar, demostrar, categorizar, calcular, sintetizar, narrar… 


La ciencia, como se ha dicho, difiere en este sentido de la lógica, si bien, está sujeta al control de los poderes activos de la mente, tiene conexión necesaria con la conciencia y la voluntad de conocer la verdad, lo real, lo objetivo, los hechos, la evidencia, la ética del conocer. Es necesario decir, que estas son las condiciones necesarias de toda causalidad mental, cuando los efectos mentales se experimentan como progreso ético. Sin embargo, incluso los poetas cuyo compromiso más apremiante es lo humano, por esas mismas razones, se comprometen con elevar la purificación del lenguaje, resistiendo a los que quisieran deslizar el habla a meros chistes, vulgaridad frívola, o conflicto político. Imaginar así es la esperanza esencial para todos los universitarios. Incluso decir que disertar en ciencia es un acto de esperanza. 


¿Qué hay que considerar para comprender el texto? ¿Cuáles fueron las condiciones de producción del texto? ¿Cuándo, por qué y cómo se escribió? ¿Quién lo escribió, bajo qué circunstancias y con qué propósito? 


A veces podemos responder a estas preguntas, y a veces no podemos. La ciencia dice que una deficiencia en nuestra educación sobre el sistema de escritura, la falta de hábitos de lectura, esta cultura crea y restringe su significado, es el sello de la situación histórica de nuestra vida… El desafío de llegar a las verdades textuales implica decidir qué códigos son más o menos relevantes y cómo funcionan en el texto. Ganar confianza y desarrollo de competencia para adquirir síntesis en nuestra lectura, agudiza nuestro discernimiento literario; démonos tiempo para crear el hábito, paciencia para investigar el lenguaje desconocido y practiquemos hacer anotaciones como forma de diálogo con los textos. La actividad de lectura, es en gran medida inconsciente de que requiere conocimientos de los códigos, géneros y estilos de interpretación. Al leer construimos un mundo a partir de palabras, llenando vacíos, haciendo inferencias y conexiones temporales, y más, entrenando nuestra mente a pensar de diferentes modos. La interpretación es una actividad sujeta a nuestra experiencia y consciente de que nuestro fracaso en la lectura es una falta de carácter intelectual para reivindicar nuestra valía. 


La reciprocidad entre la lectura y el pensamiento, junto con el intercambio dinámico entre la lectura responsable y receptiva, refleja la relación entre leer y vivir. Implica la creación consistente y extensa de conexiones, tanto dentro de los textos como entre y más allá de ellos. Como señala Maryanne Wolf en “Lector, vuelve a casa”: la lectura profunda siempre se trata de conexión, conectar lo que sabemos con lo que leemos, lo que sentimos con lo que pensamos y cómo pensamos con cómo vivimos nuestras vidas en un mundo conectado[18]. La lectura reflexiva implica tomar anotaciones, enriquece y guía nuestras vidas y, a la inversa, nuestras vidas permiten mejorar nuestra lectura. Leer y vivir se animan y vigorizan mutuamente en una interacción recíproca. Los libros que leemos se hablan unos a otros y se afectan mutuamente en nuestra conciencia, combinándose de varias maneras en nuestras mentes. Forman una red intertextual que incluye no solo sus raciones entre obras de literatura, sino también sus relaciones con nosotros, que participamos en conversaciones de por vida con ellas. 


La literatura que leemos reflexivamente se convierte en parte de nuestra conciencia, parte de lo que somos. Esto es cierto ya sea que estemos leyendo obras literarias u obras de crítica. Nos convertimos en lo que leemos críticamente, y a medida que continuamos evolucionando como individuos, también lo hacen nuestros gusto por los libros. Nunca terminamos con los libros, ni ellos con nosotros. Es uno de los maravillosos placeres y misteriosos desafíos de la lectura, especialmente de la lectura de literatura dentro de la formación universitaria.


3.8 ¿Por qué construir la tradición de escribir en la universidad?


Una de las cosas maravillosas del libro de Dorothea Brande sobre la escritura, que sigue siendo muy influyente, Becoming A Writer (1983), es que nos dice desde el principio que lo ha intentado todo. Esto incluye todos los métodos de escritura que siguen proliferando ahora. Cuando llegó ella misma a enseñar escritura creativa, después de una carrera como lectora de editoriales y también como escritora, comenzó a darse cuenta de por qué todavía sentía un gran "descontento", como dice en su introducción[19]. "Las dificultades del estudiante promedio o del escritor aficionado comienzan mucho antes de llegar a donde "podrían beneficiarse" de cualquier "instrucción técnica".  Como devotos de "la divina Dorotea", como la llamamos, creemos que hay otra cosa relacionada y fundamental que cualquier escritor necesita saber antes de que cualquier otro tema sobre la escritura tenga sentido. Así es como ver su escritura conectada con su vida, encontrar inspiración a través de sus raíces. No es casualidad que los escritores ellos mismos a menudo escriben sobre la tradición como una fuerza en su escritura. Escritores como Bob Dylan y Ted Hughes y quizás más notablemente T.S. Eliot, han continuado enfatizando la centralidad de la tradición en su práctica. Al escribir sobre la composición de Crow a su hermano, Hughes escribió sobre “la tradición vital e inmutable” de la que se veía a sí mismo parte, y agregó será invisible para aquellos que apenas saben que la tradición existe (casi todos los literatos) y cuyos cerebros han sido construidos por las aberraciones de civilizaciones recientes[20].


Hughes señala aquí que la tradición puede desafiar al mundo contemporáneo y puede diferenciarse de las modas e inhibiciones de la época. La tradición no es entonces una mera adhesión a modos de pensar ortodoxos, sino una especie de riqueza oculta que gana progreso ético en los que la habitan. Toda escritura depende de un largo continuo de lo creativo y las viejas musas todavía están con nosotros. Es un secreto a voces lo útil que es la escritura antigua para la nueva. 


Lo que queremos sugerir en este manuscrito es que la tradición puede ofrecer mucho más. Puede ser un punto de acceso a una gran cantidad de riqueza que ya poseemos. Puede ser un cambio en la forma en que consideramos que nuestra vida tiene un valor innato y que esto ofrece una alternativa real a una visión meramente literaria del valor artístico. Todos tenemos formas en las que actuamos y pensamos tradicionalmente, generalmente sin darnos cuenta. A menudo, estas son cosas simples que ya disfrutamos en la vida, pero que tal vez normalmente no examinamos por su valor y sus implicaciones. 


Algunos indicios de esto se dan en W.B. Yeats “Mythologies” (1959[21]). Aquí "un anciano cantaba sobre esa belleza campestre que murió hace tantos años, y hablaba de un cantante que había conocido que cantaba tan bellamente que ningún caballo se le adelantaba, sino que volvía la cabeza y levantaba las orejas para escuchar". Después de que Yeats escuchó más canciones, "las voces se derritieron" y "los caminos también se derritieron y se mezclaron con las generaciones de hombres". El sentido de que el pasado está presente en el sentido de la belleza tanto en el tema como en el sonido y el sentido es para Yeats, no un escape, sino lo que equivale a una especie de justificación experimentada del arte de los cantantes que ha llegado al borde del camino escuchar. Los cantantes celebran su arte como una conexión del ahora con lo atemporal, por lo que la experiencia fue una especie de celebración o incluso un manifiesto del poder del arte. Lo que también celebra es el poder del arte para reflexionar y devolver el arte a uno mismo. Esta es la tradición en acción. Como compositor de letras, ahora creo que no fue una coincidencia que las personas que encontré más interesantes, incluso más creativas, fueran las más devotas a la tradición literaria


Tener esta sensación de riqueza oculta en la tradición nos ha llevado a pensar que mucho de lo bueno en creatividad proviene de la tradición de T.S. Eliot, siempre escribe bien sobre la escritura y su ensayo corto sobre la tradición se ha convertido en uno que muchos leen, pero creo que pocos realmente se dan cuenta de una manera práctica. En el momento de escribir "La tradición y el talento individual" (1952) se pensaba que un poeta modernista como el propio Eliot necesitaba ser nuevo y que la novedad era la clave de la originalidad[22]. Eliot estaba señalando lo absurda que era esta posición y, sin embargo, podría decirse que el conflicto entre estos dos puntos de vista sigue existiendo. Eliot también dice que la palabra solo se menciona positivamente como una referencia a algo perdido en la "arqueología". La tradición no se trata de repetir el pasado, insiste, lo que sería inútil. Se trata más bien de ampliar nuestro alcance. Es "un sentido de lo atemporal, así como de lo temporal y de lo atemporal y lo temporal juntos" lo que "hace que un escritor sea tradicional". Por lo tanto, ser tradicional puede hacernos más conscientes de nuestro "lugar en el tiempo" y de nuestra propia "contemporaneidad", como él lo llama. Si no somos conscientes de lo que nos ha sido entregado, no podemos estar realmente aquí. El propio Eliot encarnó en su poesía una inteligencia sumamente sensible, junto con una amplitud de conocimientos, lo que equivale a un gran ejemplo de alguien tanto tradicional como contemporáneo. Esto demuestra que, como dijo, no se puede tener uno sin el otro. Sus propias reflexiones sobre los límites de la escritura parecen mostrar su tradicional novedad con gran efecto. Su análisis de estos límites en Cuatro cuartetos (1935-1942) parece hacer que la conciencia de los límites sea parte de su sensibilidad como escritor moderno, así como parte de la creatividad tradicional de relacionarse con las Musas. 


Una de las cosas que Eliot puede responder son los límites de la autoexpresión, que sé por mi propia experiencia como profesor es algo que los escritores jóvenes eventualmente encontrarán. Verse a sí mismo como parte de algo más grande puede permitir al escritor joven o nuevo pensar con una sensibilidad más amplia que es igual de sensible. Escribir como terapia o mera autoexpresión puede llevarlo muy lejos, pero, como muestra la popularidad de la narración ahora, necesitamos la narrativa del viaje desde el yo, para hacer del yo una parte más fuerte del mundo, con algo para informar, algo de valor para llevar a casa. Así, la tradición también puede ser una barrera contra la vulgaridad del mundo comercial y su tendencia a la trivialidad. Sin embargo, las formas tradicionales de pensar no tienen que ver con la complejidad. Volver a las raíces del lenguaje es volverse hacia la palabra de la calle. Una vez más, la vivacidad del pasado está en su honestidad y franqueza. Las grandes baladas tradicionales son poemas y canciones populares que tienen una franqueza simple en el uso de las palabras. Por lo tanto, la forma tradicional es a menudo una de humildad y sencillez. “The Anxiety of Influence” de Harold Bloom describe, no como el título podría sugerir, la imposibilidad de escribir con el peso del pasado sobre ti, sino más bien una descripción de una serie de formas en las que puedes responder al pasado más bien, simplemente imitarlo de una manera disminuida. 


Una idea popular de los cantantes populares es la de que los cantantes mayores detrás de uno, están apoyando en tu versión viva de lo que cantaron hace mucho tiempo. Es fiel al espíritu de la canción estar en conversación, incluso en conflicto con ella, como una forma de honrar su extraordinaria calidad de resiliencia y autotransformación. Entonces, de alguna manera, los experimentos más radicales, como T.S. Eliot en “The Waste Land” (1922), por ejemplo, son profundamente tradicionales, como él habría argumentado. El movimiento radical se vincula entonces a la tradición, como de alguna manera también se sugiere en la forma en que Bloom termina su libro con un poema, "Reflexiones sobre el camino", que sugiere que viajar es mejor que llegar, u otra forma de llegar. 


El escritor tradicional es entonces el viajero, entre pasado, presente y futuro, donde el camino es más importante que cualquier fijeza. La tradición debe ser, entonces, lo que todavía es útil, todavía disponible para estar en conflicto, todavía nutritivo. Es todo menos arreglado. Así como la tradición ofrece radicalismo en lugar de nostalgia, ofrece complejidad o profundidad en su aparente simplicidad. Lewis Hyde, en su libro The Gift, cuenta la historia de un inglés a quien los indios nativos americanos le ofrecieron una pipa de la paz, que luego se lleva a casa al museo, sin darse cuenta de que el objetivo del regalo es que se lo pasará a otra persona que conozca, otro extraño, como muestra de confianza[23]. Este es un ejemplo de esa sutil cultura del don, a la que pertenece todo el arte, donde el punto no es la posesión, sino la continuación y el compartir.  


En nuestra experiencia, así es como se sigue tratando a cualquiera que exprese interés por la tradición. Los arribistas y materialistas que confunden su inseguridad con la verdad la acusan de una especie de ingenuidad barata. El libro favorito de Margaret Atwood sobre la creatividad, el trabajo de Hyde conserva una visión radical de una tradición de arte, donde “una tradición viva se extiende en ambas direcciones en el tiempo[24]''. 


Probablemente el pensador actual más influyente que aborda directamente la tradición es el escritor de política y sociología Anthony Giddens. En su libro Runaway World (2002), indica que la tradición parece estar repitiendo los ataques huecos del pasado sobre cómo una especie de herramienta de venta y transmisor de la falsificación, pero rápidamente pasa a decirnos algo más útil aquí[25]. La idea de tradición se ha descuidado, indicado, desde la Ilustración, como "el lado oscuro de la modernidad... que puede ser fácilmente descartada” como una tontería. Luego señala que la definición de tradición tiene sus raíces en el derecho romano y significa aquello que se transmite  a usted de generaciones anteriores, "entregado en fideicomiso... para proteger y nutrir". Podemos ver aquí la conexión con el concepto de regalo de Hyde. Antes de la Ilustración, sugiere Giddens, no había necesidad de la palabra, ya que la tradición estaba por todas partes. Haciéndose eco de Eliot, Giddens dice que "es un mito pensar en las tradiciones como impermeables al cambio", las tradiciones son, positivamente, "inventadas y reinventadas". El historiador, el sociólogo y el modernista han utilizado habitualmente el término como uno de fácil despido, si es que lo usaron, de "arqueología", como dice Eliot. 


La tradición, en su conexión con las religiones, es social más que personal y “define una especie de verdad” y tiene una especie de elemento ritual y la creencia de que contiene sabiduría acumulada. En partes de la vida como la familia, la tradición persiste y es probablemente el más accesible para nosotros. Escribir sobre su familia podría ser incluso un primer paso para convertirse en un nuevo escritor tradicional. 


Al igual que la naturaleza, sugiere Giddens, la tradición ha estado amenazada. El auge de los escritores recientes de la “nueva naturaleza” y la “ecocrítica” busca corregir esta marea de modernización en términos del mundo, pero estamos sugiriendo que también se necesita una visión más natural y sutil, pero potencialmente radical, de la cultura humana en el mundo del artista arraigado y especialmente el escritor arraigado a las universidades. Como otros, habla del "fin" de la naturaleza y la tradición al tiempo que llama la atención sobre su persistencia, incluso frente a convertirse en la modificación irreal del "patrimonio". Dice que "las tradiciones son necesarias y siempre perdurarán, porque dan continuidad y forma a la vida". Esto es exactamente lo que los escritores intentan hacer, en más de un sentido. Además, están los elementos "ritual, ceremonial y repetición", en su contexto intelectual. 


Entonces, la tradición puede verse como una forma de adaptarse al cambio, de incluso probar el cambio para que su utilidad se transmita, que es lo que significa la tradición. Giddens llega a un punto interesante e incluso crucial sobre la adicción, que ve como una característica de la modernización. De alguna manera, parece estar diciendo que la adicción es una especie de tradicionalismo invertido, o que imita aspectos del comportamiento tradicional en una dirección negativa. La adicción es la necesidad de que la tradición pase de ser un elemento público y útil de la vida a una forma personal y dañina de comportamiento aislado. La ausencia de tradición también conduce a otro extremo, que es un cierre, un impulso hacia formas cerradas y excesivas de tradicionalismo no creativo. Las pandillas de adolescentes pueden ser un síntoma de esto. 


Giddens cubre mucho de lo que es útil para reflexionar sobre el uso de la tradición en la actualidad. Responde de alguna manera a los problemas planteados por W.H. Auden en su ensayo que cuestiona el papel del escritor en el mundo moderno, "El poeta y la ciudad". Los escritores "han perdido la utilidad social que alguna vez tuvieron" y el mundo sospecha de "lo gratuito", pero Hyde aborda la necesidad continua de lo último, mientras que Giddens aborda el papel de la tradición para la conexión y la continuidad. Lo que Giddens alentó en nuestro pensamiento es que, en un sentido muy real, todos ya somos tradicionales en gran parte de lo que hacemos y que solo su ausencia nos hace notarlo de manera intelectual. Qué liberador, entonces, nos sentimos, si fuéramos más conscientes de su riqueza oculta, que ya es nuestra, y qué creativa. Raymond Williams, el influyente escritor sobre cultura y sociedad, en su libro alfabético Keywords (1976) habla de la "tradición" como "un proceso activo" que tiende a devaluarse en algo estático, lo que implica que este debe ser protegido[26]. En su breve entrada sobre el tema, concluye diciendo, en relación con la devaluación de la tradición, que considerando solo cuánto se nos ha transmitido y cuán variado es en realidad, esto [devaluar] ... es a la vez una traición y una rendición. ”Estos diversos y difíciles de encontrar defensores de la tradición pueden conectarse con dos escritores más específicamente sobre literatura. 


Este manuscrito fue entonces un intento activo para que cada uno reactive las tradiciones que nos hacen humanos y los elementos poéticos y míticos que nos las llevan. Convierten la vida humana en narrativas recurrentes y renovadas contra la marea del materialismo. Campbell,  dice que el "camino" del mito es un ritual que nos lleva de lo local y de nuestra propia historia a lo universal. A este universal local lo llama un "antimonio", pero enfatiza que este proceso es "hacer una experiencia de lo inefable a través de lo local y concreto". Aquí, los objetivos universales del mito se mezclan inextricablemente con lo local y lo individual, lo que puede verse como otro ejemplo de la riqueza oculta que se puede obtener de esa experiencia personal y local de la tradición y su riqueza oculta. Campbell aborda la tradición específicamente en su serie de entrevistas, publicada como The Power of Myth (1991[27]). En "La aventura del héroe", dice que hay una especie de héroe secundario para revitalizar la tradición. Este héroe reinterpreta la tradición y la hace válida hoy como una experiencia viva en lugar de muchos clichés obsoletos. Esto tiene que hacerse con todas las tradiciones. Ésta es la noble o humilde intención de la tradición en la escritura creativa. Nuestro propio viaje para traer esto de vuelta a casa comenzó con mitos y creatividad, que condujo a un manuscrito sobre magia y escritura. Ambos iban en paralelo con nuestro sentido de la tradición desde mi experiencia en música folclórica. La tradición tiende a ser ignorada y, como hemos visto, es difícil de rastrear a través de un camino claro de escritores o pensadores. Pero pronto comenzamos a darnos cuenta de que el mito y la literatura son de hecho tradiciones en acción y también que había una fuerza creativa, en lugar de meramente conservadora, en el centro de lo tradicional. 


El objetivo es mostrarle lo que la tradición, lo que puede hacer por usted convertirse en un escritor de raíces. La palabra "raíces" ha dado un sentido positivo a la tradición, a través de Raíces de Alex Haley (1976) y la antología de Primo Levi The Search for Roots (2001), donde la tradición se buscaba honesta y positivamente[28]. Si su riqueza oculta, su tema, está justo debajo de sus narices y sus pies, lo primero que puede hacer es ayudarlo a seguir escribiendo. La circularidad de la vida es en sí misma un tema y cada estación necesita una vieja canción nueva, cada celebración necesita una nueva celebración, cada ser amado necesita su recordatorio, cada primavera su novedad. 


Escribir se trata de continuidad, no de progreso lineal o competencia. La segunda riqueza oculta es la conexión con el mundo. Las tradiciones, en toda su variedad, son una universalidad disponible localmente. Como indica Campbell, tienen una doble función, tanto local como universal. Tan pronto como dejas de intentar escribir para el mundo, te das cuenta de que lo estás haciendo con tu misma humildad. La necesidad de tradición es específica y común a todos los pueblos. Incluso si su propia conexión con el pasado a través de la familia, el lugar o el nacimiento es incómoda o problemática, todavía tiene algo allí que comprender, algún problema que resolver o lidiar, en lo que trabajar. Todo el mundo necesita la renovación de la tradición creativa. 


Una tercera riqueza oculta relacionada, vista a través de Lewis Hyde, y otro subproducto es la de escapar de la tiranía del mercado. Si escribe algo para su familia, por ejemplo, su valor va más allá del monetario, si se conecta. En los momentos rituales, incluso los no religiosos recurren a la utilidad de las palabras más allá de la lucha por el éxito. Las palabras adecuadas en el momento adecuado muestran que la escritura es más relevante y más poderosa de lo que nos han hecho creer. La riqueza oculta de ser un nuevo escritor tradicional, de ser o volverse tradicional está entonces en cosas como la localidad, la familia, la identidad, esa vieja canción renovada, esa vieja receta que te dio tu abuela. Está más cerca de su propia vida y menos de un sueño de auto-engrandecimiento y acuerdos de publicación. Como dice Patrick Kavanagh en su poema “Pegaso”, en cuanto deja de intentar vender su caballo, que es su 'alma', emprende el vuelo[29]: “Ahora puedo montarlo/Todas las tierras que mi imaginación conocía”. Esta riqueza oculta, el secreto de la escritura tradicional es que la tradición tiene la cualidad de reflexionar sobre su propia vigencia, sobre su propia capacidad para devolvernos a nosotros mismos y a lo que realmente es valioso. Las tradiciones no solo deben ser útiles, sino reutilizables. Cuando alguien regresa a la naturaleza, la naturaleza lo devuelve a su propia naturaleza. Este regreso al que volveremos a menudo.


La letra de los poemas refleja algo de valor que sigue siendo valioso. La tradición discute y crea su propia renovación en su mundo, donde "la tarea del héroe es la de la restauración", como dice Jessie Weston en From Ritual to Romance[30]. Aquí las palabras están "gastadas como nuevas", como Edward Thomas dice tan sucintamente en el poema "Palabras" (2004), que, para mí, enraíza y eleva la idea[31]. Hay un sabor irlandés en mi letra, que es intencional, ya que los irlandeses pueden enseñarnos mucho sobre cómo vivir la tradición. Yeats y Kavanagh eran muy conscientes de esto, como ya hemos visto. La poesía mencionada en la letra, "El viento que sacude la cebada" (1861) no era, como muchos piensan, una canción tradicional, sino una canción escrita por Robert Dwyer Joyce, en la tradición. Ambos hablan de juventud y anhelo de un sentido de raíces y, para mí, mi propio sentido de conectar mi escritura con mi vida, de convertirme en escritor.


3.9 El profesor universitario trabajador del conocimiento


La educación no es solo un conjunto de prácticas. También es una forma de trabajo, una que se ha vuelto cada vez más precarizada y precaria en una era de rápido desarrollo tecnológico, el dominio de las plataformas tecnológicas sobre la editorial digital y la distribución de medios, y la consolidación de la ciencia en las universidades de excelencia. Las condiciones de trabajo del profesor universitario tienen un significado moral no solo en sí mismas, sino también porque dan forma a la calidad de la literatura que ofrece a los estudiante universitarios. Siguiendo a los sociólogos culturales David Hesmondhalgh y Sarah Baker[32], podemos suponer razonablemente que “el mal trabajo”, es decir, el trabajo que es aburrido, asilado, excesivo y mal compensado, es más probable que produzca efectos culturales de baja calidad, mientras que, por el contrario, es cierto para el “buen trabajo”, es decir, el trabajo que es justamente compensado, seguro, de interesantes desafíos creativos autónomos; una premisa central, es que para comprender el impacto de las métricas en la ciencia y la academia, así como lo que significa la proliferación de métricas para la formación del trabajo de generación del conocimiento, debemos observar de cerca cómo los datos de productividad interactúan con las condiciones de trabajo de la sala de redacción de literatura académica y la dinámica del poder universitario. 


Por un lado, una larga lista de pensadores de las ciencias sociales que se remontan a Max Weber han analizado la cuantificación como una fuerza racionalizada y disciplinaria que puede rehacer las realidades sociales tanto como las mide[33]. En el caso de la literatura de cursos en línea, al proporcionar datos granulares y actualizados sobre cómo las audiencias responden al contenido académico, es probable que las métricas desempeñen un papel de concepción y planificación de alto nivel del trabajo de contrición de literatura para planes de estudio. Las métricas de artículos de investigación amenazan al profesor universitario, lo despojan de la agenda de configurar la capacidad intelectual de los estudiantes, utilizando su sentido de especialización solo al juicio científico. Las métricas de cursos en línea reducen el papel de los árbitros expertos de interés científico a mejorar el contenido, a ser meros ejecutores dictados de las representaciones cuantificadas de la popularidad de la audiencia: ranking Web académicos. 


En la medida que las métricas se entiendan colectivamente para representar la atención a la audiencia y, por lo tanto, no como los ingresos por publicidad y suscripción de matrícula, son una intrusión de consideraciones en la actividad intelectual de la vida universitaria. 


Por otro lado, décadas de investigación en sociología, comunicación y estudios de ciencia y tecnología han demostrado que la instrucción de de nuevas tecnologías en la educación universitaria rara vez produce un efecto en ganar profundidad intelectual en la vida universitaria[34]. Más bien, el impacto de las nuevas tecnologías depende de cómo se utilicen en contextos sociales, organizacionales y particulares herramientas en apoyo a tareas intelectuales. A pesar del estatus limitado del profesional del profesor universitario en la escritura de literatura curricular y el estado de asedio del poder burocrático de la universidad, los profesores parecen relativamente facultados para resistir abandonar las tácticas de gestión científica y la valoración de su trabajo impulsado por métricas. Animados en esta tensión entre métricas disciplinares y racionalidad del comportamiento social de las audiencias por un lado, y los efectos indeterminados de la nuevas tecnologías por el otro; asumimos que el arte de enseñar a pensar y producir conocimiento,  es el propósito del fortalecimiento de las capacidades de la universidades. 


Las métricas de la redacción de contenido académico, son una forma poderosa de vigilancia del interés social y de la disciplina en general por la oferta de la tradición intelectual universitaria en cuestión.  


El universitario, en particular el científico, se define como trabajador del conocimiento en su manejo, gestión, apropiación, validación, distribución y trasmisor de sus literaturas. Y de manera crucial defiende el arte de pensar en libertad llevado con éxito en la comunidad académica. Un estudiante y un profesor son libres de revisar la literatura disponible para agenciar conocimiento, justificar su validez, emprender explicaciones y demostraciones; diseñar cálculos experimentales y defender sus enfoques teóricos.  


El trabajo del conocimiento es un concepto sustancial de la identidad universitaria. Algunos argumentan que al definir solo ciertas ocupaciones como trabajo de conocimiento, eludimos las formas en que todos los tipos de trabajo en el capitalismo ocurren bajo las mismas relaciones básicas de producción, y requieren la posesión y comunicación de tipos particulares de conocimiento e información[35]. Si bien, estas críticas tienen validez, todavía hay valor en tratar las ocupaciones de trabajo del conocimiento, como se definió anteriormente, como un objeto distinto de análisis. Ya sea que lo que comunica se caracteriza como “trabajo de conocimiento”, un producto intelectual original, construido significativamente de manera diferente a otros tipos de trabajo en términos del grado o tipo de conocimiento requerido para realizarlo, existe una comprensión cultural generalizada de que los trabajos del conocimiento requieren autonomía estética, racional y profesional para generar lo que de ellos se espera. Por lo tanto, hay una expectativa de que el trabajador del conocimiento se gestione de manera diferente a otras formas de trabajo su libertad creativa.


Muchos consideran el concepto de trabajadores del conocimiento demasiado amplio para analizar adecuadamente las responsabilidades sociales, científicas, académicas y universitarias con la democracia. El rasgo esencial lo consideran con su capacidad única para dar forma e influir en las sociedades[36]. Dado que las tácticas de gestión explícitamente coercitivas de la burocracia universitaria, inspiran resistencia entre los trabajadores del conocimiento, la sofocan a la comunidad creativa teniendo como efecto menor calidad, productividad y desempeño científico[37]. El problema coercitivo universitario, incluye inculcar el factor neoliberal empresarial al profesor universitario, para medir su desempeño en términos de cuánto dinero gestiona, cantidad de estudiantes en aulas, número de artículos publicados…, ofreciendo directivas gerenciales como premio por seguir directrices materialistas o sugerencias administrativas burocráticas.  


3.10 Las universidades que cambian el mundo 


Por definición, las universidades abarcan el universo del conocimiento, el conjunto de lo que se conoce, la fábrica de nuevo saber y tradición intelectual de formación de estudiantes científicos. Esta presunción es un desafío para los gobiernos académicos. Decidir cómo se debe aproximar todo el conocimiento y cómo se debe elegir, colocar y poner en visibilidad pública a los académicos especializados, son tareas de planificación fundamental para cualquier institución de educación superior[38]. 


Aquí consideramos un aspecto de las universidades que son la diferencia para cambiar el mundo, el cómo han refractado el conocimiento sobre el resto del mundo apoyadas en su poderosa editorial University Press[39], a lo largo del tiempo y en el presente que crea particularmente el futuro. Las universidades con visibilidad internacional organizan las tareas de hacer y difundir la erudición de su tradición intelectual sobre cosas más allá de las fronteras de los Estados nación. 


Las universidades más influyentes del mundo son organizaciones acumulativas. Retienen profesores titulares, funciones intelectuales, hacen de sus programas de estudios un modo de conocer más allá del contenido; colecciones de bibliotecas de revistas y libros, museos, obras de arte y la presencia en el deporte internacional, son los mecanismos para hacer sólida su voz colectiva, su carta de presentación del producir conocimiento. La página Web de las universidades más influyentes del mundo no promocionan a sus autoridades administrativas, sino los logros académicos de sus profesores, literatura, artes y la vida de su comunidad académica. Esta tendencia de contenido Web hacia la exposición mundial contemporánea de sus virtudes y el despojo de su equipaje burocrático y su alquiler político al margen de su difusión[40], nos dicen que son organizaciones cada vez más complejas a medida que acumulan capital intelectual.


Para comprender cómo los líderes universitarios y académicos le dan sentido a su quehacer como intensión de cambio del mundo, es necesario considerar un esquema  académico desde la ciencia cognitiva. Los esquemas son “estructuras de conocimiento que representan objetivos o dinámica de sus características, relaciones e implicaciones en condiciones de información incompleta”, es decir, en un espacio de incertidumbre donde las personas ensamblan conocimiento fragmento a fragmento en un todo coherente. Pensemos en que las universidades de visibilidad internacional se hacen preguntas de la agenda emergente de la sociedad, pero también gestionan la propia agenda con un conjunto de suposiciones, ideas o principios científicos, que permiten a los planificadores académicos colocar esas investigaciones en diseños intelectuales coherentes  con los grandes asuntos de nuestro tiempo.


Un esquema de producción de literatura da sentido al mundo, proporciona predeterminadas decisiones académicas. A menudo están implícitas en la evidencia cuando profesores investigadores gestionan fondos y hacen argumentos sobre lo que una universidad “necesita” para trascender en su entorno de cambio social. Qué modos de conocer determinan sus capacidades institucionales para el aprendizaje[41], trazando profesiones a la luz de hacia dónde se mueve la ciencia, el arte, el deporte, la democracia, la justicia…


Un esquema general que diferencia a una universidad del resto del mundo, es su tradición intelectual que está viva en la educación superior. Es un esquema civilizatorio que define a las universidades como repositorio de conocimientos vivo en constante transformación. Sociedades que confían la educación de sus jóvenes para que sean líderes de conocimiento, para que sean factor del cambio. En el esquema de las universidades de visibilidad internacional, se imagina como la voz crítica de la razón más rigurosa dentro de las democracias y geopolíticas en el mundo. El espacio universitario es un agente cosmopolita y sin fronteras en el su alcance. Las universidades se imaginan así mismas como una compleja comunidad de flujos de tecnologías, personas y conocimientos para el beneficio universitario de su libertad académica. Las universidades acumulan esquemas de tradición intelectual y diversas expresiones de honrar la justicia como vitrina para el resto del mundo democrático. 



3.11 La obra literaria en nuestra universidad 


La existencia de la obra no se refiere a una génesis en el sentido de la composición de literatura, cuya investigación ha sido objeto de erudición textual, sino, más bien, a la transición de “pieza de texto” arte, como objeto social y categoría de la comunicación literaria. El desafío particular en este caso consiste en el hecho de que este proceso cotidiano de trabajo es discreto y altamente presuposicional, complejo, y también, es la constitución de la virtud de la libertad virtuosa de una comunidad, el logro del tributo de civilidad, categoría implícita en los héroes del pensamiento. 


Ser universitario es en sus estudios, teoría literaria, se exige categóricamente fundamentar una teoría del trabajo en las mismas prácticas —criticas, creativas, democráticas y estéticas— en las que tiene lugar la individualización y la apreciación de las obras literarias. El punto de partida de sus letras, disertaciones, poemas…, es la convicción de de que la obra literaria como tal solo es posible en el contexto de  prácticas intelectuales surgidas en una tradición intelectual. La existencia de la obra depende de la existencia de una tradición a la cual ser rebelde en arte. Las obras están consagradas en la prácticas creativas de un sistema de creatividad filosófico, tienen existencia independiente de las mismas prácticas que sirven para discriminar de otras artes.


Con el giro práctico intelectual, un enfoque como este ha ganado nueva vigencia en muchas disciplinas en los últimos años, aunque, a la luz de la necesidad de definir un vocabulario básico presupuestal, precisamente cómo se deben definir las prácticas sigue siendo muy controvertido. Además, debido a la incorporación de nuevas tradiciones intelectuales, los conocimientos y habilidades asociadas son, en gran medida, no disponibles en manuales, en forma formalizada o codificada, y por lo tanto pueden ser explicadas, analizadas y teorizadas solo en una medida limitada. No es de extrañar que la práctica literaria, también, parezca ser fácilmente comprensible solo a primera vista. El concepto de obra es una abstracción astuta y aparentemente tan evidente que a menudo se da por sentado. El arte simplemente aparece en la forma de obra; la obra se presenta como una realidad estética y racional elemental de tal sugestión que es posible  perder de vista el hecho de que sigue siendo una categoría altamente mediada. 


Los movimientos políticos por los derechos de las mujeres y de las minorías raciales y sexuales, así como los movimientos sociales, estudiantiles, izquierdistas y autonomistas, también fueron de gran importancia. Revelaron que el arte y la literatura eran espacios no autónomos, institucionales y políticamente heterónomos, y aseguraron una renovada interpenetración de lo estético y lo político. Además de estos cambios, las transformaciones en los medios de comunicación y constelaciones técnicas también desempeñan su papel en la causa de trastornos en la práctica literaria y sus estudios. Por último y no menos importante, el periodo aparecieron corrientes coexistentes de poesía concreta, literatura beat, poesía del lenguaje, el posmodernismo, literaturas algorítmicas y digitales, minimalismo, escritura conceptual y literatura de apropiación.


En este contexto volátil y dispar, cualquier intento elegido en términos de un movimiento en particular, cualquier intento de encasillarlos, debe fracasar en última instancia. Sobre la base de una doble lógica inherente de las prácticas, según la cual la rutina y la subversión son igualmente típicas, se puede decir, sin embargo, que, en lugar de presentar obras que pueden considerarse paradigmas de la práctica literaria en el sentido de que promulgan prácticas establecidas de una manera rutinaria y sujeta a reglas, el siguiente análisis desafiaría las prácticas literarias comunes y los enfoques probados hacia las obras literarias, y demuestra la condición precaria de esta prácticas y enfoques. Además, las obras elegidas existen, hasta cierto punto, debido al hecho de que las prácticas están, en principio, abiertas al cambio. De esta manera, los ejemplos demuestran un alto grado de autorreflexividad, incluso en relación con su propia condición de obras (literarias). Sirviendo como sus propios objetivos de estudio, exploran paradigmas en sus límites de lo literario, y pueden considerarse como expresiones de la práctica estética radical.


Dada su naturaleza atípica y su oposición a la literatura “tradicional”, podríamos parecer persuasivos a etiquetar la mayoría de las obras actuales como lo que se conoce como “literatura experimental”. Sin embargo, tal atribución sería, en muchos casos, tan controvertida como la definición de este término en sí mismo en el corazón de la vida académica universitaria. Creemos que toda la escritura auténtica es experimental. La única característica que comparten todos los experimentos literarios es su compromiso de plantear preguntas fundamentales sobre la naturaleza misma y el ser del arte verbal en sí. 


3.12 ¿La literatura ilumina el funcionamiento de nuestra mente?


Pero la pregunta impulsora tiene que ver con el propio poder de la literatura: su impacto experimental en los lectores, su carga útil. Procesamos los libros, y estamos seguros que ellos al leerlos también nos procesan a nosotros. No hay métricas evidentes para medir tales efectos, sin embargo, este es patrimonio cultural, el pacto humano con la civilización, tanto con la educación, como con la ciencia y sus valores. Estos son asuntos primordiales y que subyacen, tanto a nuestra literatura como al efectos en las aulas universitarias. Este el momento de explorar a qué equivale toda una educación universitaria acompañada por lo mejor de la literatura curricular y del arte universal. 


El hogar, lo vemos así, porque la literatura alberga vidas humanas. Los libros que uno más recuerda entregan su sabía tan maravillosa que esas vidas realmente existen en la mente de las personas junto con las personas “reales” que uno conoce. Edipo, Hamlet, Don Quijote, David Copperfied, Acab, Emma Bovary, Marcel, Léopold Bloom, El hombre invisible, Célie, entre muchos otros, ocupan una buena parte de los bienes raíces humanos, y algunos has afirmado que podemos conocerlos mejor, más plenamente, de lo que conocemos a las personas “reales” que conocemos.


Además, uno ve el arco de esas vidas ficticias: la transición de Edipo de orgulloso rey de regreso a un bebé expulsado y cerrado en un exilio ciego; la trayectoria de Lear de magnate inmobiliario a loco en un brezal; el arco de Jane Eyre de niña no amada y abusada a mujer casada y adinerada: el viaje de Gregor Samsa de “bug-good” a basura. Esto, decimos, es la obra de la trama. Pero considere la verdadera magia aquí: cómo todas estas trasformaciones (que pueden tardar semanas, meses, años, incluso toda una vida en suceder, que por lo tanto escapan a nuestra visión, nuestro conocimiento) se comprime, contiene o entrega en el alcance de unos pocos cientos de páginas, requiere solo horas para acceder, para procesar. Entramos en la librería, vemos todos los libros dispuestos allí, y pensamos, tantos libros, tan poco tiempo; pero la verdad va por otro lado: el libro no toma tiempo, da tiempo. Nos permiten ver las dimensiones de la vida, un don y una visión que no está disponible para nosotros mientras vivamos al día a día entre el ruido y el placer frívolo de conversar con los otros para matar el tiempo.


Hace un largo tiempo lejano. Puede parecer como prohibir barreras, pero los libros que amamos se revitalizan a través de nosotros. ¿Por qué importa esto? Cuando se le preguntó a un amigo mío que había dedicado su vida a Shakespeare, cuánto sabía de él, él respondió — no tanto como él sabe de mí. ¿No es por eso por lo que recurrimos al arte y la literatura? Es más que curiosidad o incluso educación. Sentimos que están destinados los libros más allá de nuestro sentido de autoayuda, sino como espejos, como entradas a lo que nosotros mismos somos o podríamos ser.


Nuestro propio viaje a través del tiempo y el espacio, incluso para los más viejos y lejanos de nosotros, es limitado. Y luego se acabó. A diferencia de las personas reales, las personas de la literatura viven, a lo largo de los siglos, a través del acto de leer. Eso es asombroso, no puedes volver a la Atenas del siglo V a. C. y conocer a Edipo, y sin embargo, la obra de Sófocles te lleva allí. Y no menos notable: cambia usted. El Hamlet de Coleridge no solo tiene poco en común con el de Freud, sino que usted también puede experimentar esto. Una segunda lectura de un clásico puede asombrar. Eso nos ha cambiado. Y si leyéramos de manera más diferente, su amante, hijo o nieto vería en usted cosas que nunca imaginó. Pero los libros no pueden hablar: la lectura les da vida, si esta es lenta y tomamos una actitud de hacer preguntas y tomar anotaciones, le transforma su ser en una mejor persona. 


Los libros al ser leídos viven a través de nosotros. Y vivimos, otros, a través de ellos. Ese es el don de la literatura. Eso es lo que toda una vida de aprendizaje me ha enseñando, y es lo que hemos educado en la universidad. Esto sonará extraño, nací para hacer esto.


En una carta de 1871, el poeta Rimbaud pronunció una frase que anuncia la edad moderna, mi “yo” es otra persona. Unos cien años después, entró al mundo como un gemelo idéntico, y la afirmación de Rimbaud tiene una verdad extraña para nosotros, ya que crecimos siendo uno. A pesar de que nuestra familia y amigos cercanos podían distinguirnos fácilmente al paso del tiempo, la mayoría de la gente no podía, y comenzamos en el mundo con un sentido más borroso, más poroso y más fluido de nuestros contornos que la mayoría de las otras personas. Esta situación moldeó, en formas que todavía estamos llegando a comprender. Nunca hemos perdido nuestra convicción de que la forma externa de uno, la forma de las personas, pero también de las superficies y las cosas, pueden no ser lo que parecen. 


Una mujer de blanco bajo un árbol, un símbolo poético. Que solo la mejor ciencia o poesía puede educar nuestro instinto para reconocerla allí. Sin la literatura nuestra existencia es lo solo superficie frívola con prisa sobre un extravío en el camino del ruido.


Esto se aplica en especial al vínculo de conocimientos y los sentimientos. Esta intuición literaria y de vida, va muy lejos para explicar nuestra carrera de profesor universitario, y también los puntos de vista que encontramos en la poesía o la ciencia, ya que estamos convencidos de que las grandes obras de arte nos hablan de una visión sesgada y un cambio de forma y un intercambio secreto, sobre el mundo y sobre nosotros mismos como más móviles en el “yo”, más mal percibidos, más dimensionales, la fuerza motora real desencadenada por la lectura y la escritura, es más promiscua y externa de lo que pensamos. En este sentido, toda la literatura puede interpretarse como una forma de ciencia ficción, ya que el acto mismo de leer un libro, un poema o una obra de disertación es una mezcla de viajes en el tiempo o viajes espaciales, constituyen el mejor mentor que ha llegado a nuestro camino. Y lo más significativo de todo: es cómo te conviertes en otra persona, una más sabia, una más honesta y sin duda una que ni siquiera tu “yo” inicial anticipo llegar a ser dentro de la lectura de libros.  


Las matemáticas, la ciencia, la filosofía, la historia. Son invaluables pero no ofrecen nada de esto. Las obras de literatura de ficción (poesía y novela) nos integran y nos estiran a otras posibilidades de ser. Son sorprendentemente morfológicas. Desafían nuestro sentido de quiénes somos, incluso de quiénes podríamos ser. Podríamos ser el umbral de las razones, emociones, estéticas…, que la literatura y el arte ponen a nuestra disposición. 


El movimiento hacia el autoconocimiento, hacia enderezar nuestra historia, incluso cuando puede estar plagada mascaras, incluso si es alimentada por el fiasco, nos parece uno de los requisitos más exigentes y profundos de la vida. Obviamente, uno quiere, en cada etapa de la vida, tener una idea de cómo encajan las piezas y qué tipo de historia cuenta nuestro progreso ético. Pero el envejecimiento agrega más urgencia y apunta a este proyecto imposible de perfección absoluta, en la cosecha final, un deber narrativo que debe cumplir toda persona antes de morir joven o viejo. No se trata de un mandato estético, sino algo más allá, lo existencial. Tampoco es necesario que tales asuntos sean deprimentes y mortuorios, pueden estar llenos de sorpresas y descubrimientos humorísticos, así como cargados de derrotas y arrepentimientos, pero el oficio de pensar al escribir, es nuestra apuesta en esta dirección, nuestro esfuerzo por obtener ese avistamiento de elegante final para nuestros días, esa contabilidad de sabiduría final. 


¿Cuál es la criatura que está en cuatro patas por la mañana, dos patas a medio día y tres patas por la noche?, pregunta el Oráculo griego, y Edipo responde: el “hombre”. Pero Sófocles trágicamente resuelve la marcha “natural” del tiempo hacia adelante, de modo que el Rey es a la vez niño, y adulto, amante de su madre, asesino de su padre, hermano y padre de sus hijos. El Rey descubre sus muchos “Yo”. Primero deben estar muriendo de peste antes de que puedan aprender, a través del Oráculo, que él es la causa. Su conocimiento es tardío: retrospectivo pero difícilmente retroactivo. ¿Podría ser ese el mensaje más grave de Sófocles: que el conocimiento siempre es tardío? Si es así, ¿cuáles son las consecuencias? 


John Barth escribió sobre Edipo: “la sabiduría para reconocer sigue siendo el conocimiento para corromper el rescate del pasado. Parafraseando a Edipo: hasta que asesiné a mi padre y forniqué a mi madre, no fui lo suficientemente sabio como para ver que era Edipo. Demasiado tarde ahora para evitar que el casquete polar se derrita (catástrofe ambiental). Estas palabras siguen siendo espantosamente proféticas. No solo las transgresiones “privadas” de Edipo son cognoscibles como tales, mucho tiempo después, sino otros horrores “más amplios”, interpersonales e incluso planetarios como una emergencia ecológica de extinción masiva de especies a manos de la actividad del hombre. Venecia y Tabasco estarán bajo el agua; hemos quizás corrompido el rescate del pasado. Países y estados de todo el mundo están, a menudo, explotando; y ningún tratado firmado puede deshacer el cáncer (aún no detectable) que marca el tictac en nuestros huesos. Aquí hay un ámbito aterrador en todo el sistema: el crimen, la enfermedad, el medio ambiente y la política obedecen a una lógica atroz de la latencia incognoscible (el retardo ante la ausencia de conocimiento), de modo que los acontecimientos solo cuando explotan, cuando presentan la factura, cuando el daño está hecho. Es el daño el que constituye nuestro conocimiento. 


Si crees que todo esto es innecesariamente sombrío, considere más: la narrativa de detectives no puede comenzar hasta que haya un crimen, un cadáver; el ataque cardíaco y el tumor preceden al diagnóstico y tratamiento; las emisiones de efecto invernadero ocurren mucho antes de que los científicos vean o midan sus efectos ( e incluso entonces, la ciudadanía se resiste a registrar el horrible patrón de causa-efecto porque no es “visible”); la erosión de la política y el orden político tienen raíces, es la parte final de una cadena causal que incluye elecciones y toda una serie de fallas socioeconómicas anteriores. “Un hombre cosecha lo que siembra”, dice la Biblia, pero este modelo de responsabilidad optimista, aunque sombrío, está acosado por la desagradable verdad perceptiva de que, con demasiada frecuencia, no sabemos lo que hemos sembrado hasta que lo cosechamos: la tardanza del conocimiento está donde quiera que mires, involucra el destino del cuerpo, el destino político y del planeta. 


3.13 La sabiduría depositada en libros 


El poeta francés Mallarmé hizo, en su poema más majestuoso, una profecía asombrosa: el mundo está hecho para convertirse en un libro. Esta gran afirmación puede sonar como el sueño de un escritor, especialmente dudoso en nuestro mundo de alta tecnología de teléfonos inteligentes, transmisiones y otras formas de medios revolucionados, pero toca algo elemental: nuestra necesidad siempre presente y siempre frustraste de ver el patrón real, el significado real, la textura real, de nuestra propia vida. Y también tiene razón, al usar el espléndido verbo “aboutir” —convertirse, terminar como— poniéndose sobre aviso de que el trabajo en el tiempo no es solo la moneda de nuestras vidas, sino también la clave de nuestra comprensión evolutiva de lo que significa lo labrado en el conocimiento. Solo tarde lo sabemos cuando alcanzamos el final de nuestra vida.


Uno está familiarizado, también, con la noción de que el final de nuestras vidas produce luz final. Uno podría argumentar, más suave y en general, que todas las sociedades tradicionales veían la sabiduría en esta línea, como el precioso residuo de experiencia obtenido por lo longevo, pero ese esquema tiene poco juego en el mundo moderno. Y la ciencia misma, con su carga de hechos y datos cada vez mayores, descarta tal modelo. Es más probable que los viejos sean vistos como obsoletos en lugar de sabios. 


Desde el momento en que respiramos, estamos absorbiendo conocimiento, inscrito en una trayectoria programada hacia adelante que puede durar décadas. Todo el proyecto de la educación depende de la creencia de que podemos y debemos adquirir conocimiento desde las primeras etapas de la vida. Las experiencias de la vida finalmente se convierten en libros. Y los libros son lo que servimos en la escuela, a aquellos que tiene poca experiencia de vida. Es es una de las ecuaciones más intrigantes de la cultura. 


3.14 Literatura versus información 


Hemos llegado a ver la literatura como una fuente alternativa invaluable de conocimiento. ¿Alternativa a qué, puedes preguntar? Alternativa a la información. La información seguramente parece ser nuestra guía moderna. Su sistema de entrega, por supuesto, ha evolucionado. Dondequiera que vamos la gente mira fijamente las teléfonos pequeños, experimentando colectividad, vinculación a datos y otros servicios de red. El big data pareciera hoy ir en el asiento del conductor. Pero nuestro enfoque está en el estado real y alcance de los hechos y la información, así como proporcionados por dispositivos de alta tecnología de hoy, y queremos afirmar que el “testimonio de vida” de la literatura es de un tipo diferente. Nuestra lucha puede parecer quijotesca. La racionalidad de lo humano y la información, parecen, después de todo, estar más demandadas que nunca, insistimos en que les corresponde, si queremos entender nuestro mundo. Y estamos totalmente de acuerdo.


Pero la vida humana es más que razón o datos, y la literatura nos educa en ese conjunto diferente de asuntos, los asuntos de las emociones y lo humano que tienen poca comunión con la información como tal. Sus emociones son entendidas de manera diferente por un amante y su cardiólogo. No es sentimental afirmar que la literatura y el arte iluminan —comprometen, constituyen, dan integridad— nuestra experiencia de otras maneras que en otros campos no lo hacen. Los terribles actos y castigos que se muestran en la tragedia griega no nos animan, pero Aristóteles afirmó que “verlos desplegados” en el escenario fue una experiencia purgante y catártica para la audiencia (La tragedia griega es un género teatral originario de la Antigua Grecia).


Aristóteles se centró en el espectáculo: entre diez y quince mil personas asistieron a las representaciones de las tragedias griegas, lo que constituye un evento mediático más cercano al final de futbol que a ver una obra de teatro. Pero queremos aplicar la visión a la experiencia de la lectura. Después de todo, el filósofo griego se sintió atraído por la mecánica misma de cómo negociamos las historias, y le sorprendieron sus efectos seminales y engendradores, en sus palabras, “lastima” y “terror”. Piedad y terror útiles. Lo que vemos aquí es una dialéctica notable entre las historias de tragedias plagadas de fatalidad y el beneficio social potencial que podrían proporcionar: la vida después de la muerte del texto. Algo más allá de la información o incluso la exhortación se sintió y se hizo real, se desencadenó y se transmitió, “en vivo”, intenso con su propia futuridad. Aristóteles pensó que esto era purgante, pero podría decirse que es más que eso, y también puede suceder a través de la lectura como a través del rendimiento. El huir clos de la tragedia —sin salida—, ser atrapado significa la muerte eventual para su gente, pero también la vida potencial para sus lectores y espectadores. Esos lectores y espectadores captan más que una lección: lidian con el nacimiento del saber. La actuación ha terminado, el libro está cerrado, pero algo se ha sembrado en nosotros, sus páginas modificaron el yo.


La literatura es un arte discursivo narrativo que nos ofrece la experiencia de vivir más allá de nuestra existencia contingente. En el caso de la educación universitaria, no es lo mismo educar a través de la literatura académica y por medio de documentos de texto (información), el primer caso,  es una experiencias intensa en la racionalidad humana de disertar y el segundo caso, solo es una apuesta a datos alejados totalmente de una tradición intelectual. La literatura posee narrador o avatar, la información es un estructura de datos y no posee riqueza como la literatura en en su justificación filosófica, epistemológica, ontológica, estética y teórica científica… incorporando preguntas, autores, historias y el camino sembrado  por los héroes de conocimiento.


3.15 La literatura empuja fuera del espacio de confort a los estudiantes


La firma misma de la literatura, es la vida, es el cobro de viejas creencias amadas por muchos, a medida que surgen nuevas verdades… La literatura trata del arte del nacimiento de las ideas y el costo de saber en medio de sociedades dogmáticas. El arte de escribir en ciencias o poesía, abre los contornos que conocíamos, para mostrarnos a los demás, incluyéndonos a nosotros mismos como a los demás. Aquí, también, nosotros creemos que nuestro modelo informativo actual en las aulas de la educación que solo informa juega en falso, porque se aferra a nuestra “zona de confort”, nuestro vínculo y conexiones conocidos y elegido donde no hay nada nuevo para nuestro lenguaje, pero ignora la escena más grande que nos contiene y nos interpela, que remodela nuestros límites de conocimiento con experiencias de mayor profundidad sobre la naturaleza y lo sintético en medio de sus literaturas. 


La mera información vertida en las aulas, solo aporta noticias cuando debiera ser disertación: discusión, fundamentos, explicación, demostración, categorización, cálculo, demostración y narrativa de diseños y métodos experimentales. ¿Por qué deberían los jóvenes leer lento y acumular horas de experiencia literaria? Porque en sí misma la lectura analítica es inmersiva, ya que nos permite saborear la vida y sus tantos héroes del pensamiento, adquirir una ciencia sensible de otros y luego ilesos, pero armados, volver con conocimientos a la vida. La lectura nunca es retrospectiva, no importa cuánto tiempo hace que se escribió el texto, sino siempre al presente, por lo tanto, prospectiva, señalada a posibles futuros. Eso es su don único. De alguna manera espeluznante pero hermosa: “mueren los que fueron antes de leer, para poder vivir con más progreso ético después de la disertación”. Quizá Aristóteles habría encontrado placer en esta frase. 


¿Por qué deberían los jóvenes universitarios leer literatura?


Ese no es su don único. De alguna manera espeluznante pero hermosa, “mueren los libros para que podamos vivir”. Un libro debe ser el hacha para el mar congelado dentro de nosotros, escribió Kafka. Kafka sabía mucho sobre los mares congelados, y los ubicó dando ningún geógrafo pudo: dentro de nosotros mismos. Sí, el hielo en el Ártico se derrite hoy, pero el hielo en el interior conserva su grosor. Cada uno de nosotros puede medir la verdad de una afirmación tan inconveniente, desafiando todas las nociones de compasión y empatía. De hecho, los mejores textos de Kafka son testimonio de la frialdad del corazón; sus personajes hablan y piensan sin parar, pero hay poco afecto que encontrar y aún menos afecto “compartido”. Uno se sorprende de que esto sea así, dados los horrores que representan habitualmente: ser convertido en un insecto, ser arrestado por un crimen desconocido, perderse en laberintos burocráticos mientras trata de encontrar el camino hacia la verdad o la salvación, ser incapaz de curar el niño enfermo, o manejar la máquina en forma de hito que imparte justicia, o simplemente seguir ayunando para siempre. ¿Qué tipo de hacha tenía en mente? 


Tal como vemos, las narraciones de Kafka, por muy poco color que sean, revelan sin embargo, un patrón estructural notable que va a un largo camino hacia el corte a través del mar congelado: la metamorfosis. Como gemelo con límites porosos, me subo a esta lógica drástica de que las personas se vuelven otras, se alteran, incluso se transforman cuando leen literatura. Kafka interpreta la acción fundamental propia del arte: devolvernos al mundo con progreso ético. No para los condenados habitantes de sus libros, por supuesto, sino para sus lectores universitarios que están hartos de ser meros copistas de diapositivas, dictados y transcribir el pizarrón… estos que desean ser científicos en cuanto a valores de lo humano, lo sustentable y en cuanto al arte de los modos de pensar de disertación.


3.16 Escribir prosa en la academia universitaria 


La disertación es una conversación desinteresada, narrativa sobre algo interesante que construye significados, justificaciones que aportar cuerpos de razonamiento que por asimismo abordan y adoptan una postura abierta para todo aquel lector que desee realizar un juicio feroz sobre su visión de la verdad que invoca de manera implícita.  Una escena real del texto académico, no es clásica cuando el escritor quiere o necesita algo del lector. El escritor universitario clásico nunca argumenta explícitamente a favor del acuerdo con un lector, nunca solicita abiertamente el voto de un lector o se involucra ostensivamente en crear manifiestos en ningún nivel. No escribe para convencer a su lector de nada, ni para llevar a su lector a ninguna acción; no escribe para ningún propósito práctico en lo absoluto (juego de instrucciones). Simplemente está presentando una verdad interesante de sus disertaciones y reflexiones. Puede que ciertos juicios o acciones deban caer como consecuencia natural de esta verdad, pero en tales casos, la verdad por sí sola es suficiente para asegurar el juicio a la acción racional del lector. Cuando los escritores académicos quieren algo de sus lectores (estudiantes o profesores) normalmente usan un estilo práctico: manuales técnicos, intrusiones informáticas…, sin cancelar la prosa que intenta llamar la atención para que pueda empujar y tirar de nosotros con la escritura a mayores profundidades de disertación, en particular de explicación y justificación.


El estilo prácticos está diseñado para permitir que el lector reproduzca procedimientos. El estilo académico de la prosa, es extraordinariamente efectivo en la presentación de lo que somos capaces de pensar, estableciendo conexiones lógicas originales. Tiene el efecto de no distraer al lector de la escena real de pensamiento y distingue un flujo coherente de discusión de las ideas. La prosa académica presenta la verdad lograda por el escritor de manera espontánea, sucinta y formal, al paso de trabajar los borradores del manuscrito. De este modo, la prosa académica oculta el esfuerzo de redacción, importa para el lector que no se den saltos, interrupciones y vacíos en el flujo de las ideas. 


La prosa académica es de lo más persuasiva de las posturas argumentativas, se escribe como si uno no intentara convencer, solo presentando la verdad. La más seductora de todas las posturas retóricas es escribir como si, por supuesto, el lector estuviera interesado en lo que se está presentando, como si el problema nunca pudiera surgir como un llamado explícito. En general, la mejor postura retórica insinúa, si uno puede escribir de este modo, es construir una verdad del texto como si no desearemos propósitos involucrados estrictamente racionales.


3.17 Todos juntos ahora dentro de la literatura  


El lenguaje es nuestro mundo interior, posee una carga ética de expresión compartida, una profundidad potencial, un poder cinético que pasa por encima de diccionarios dóciles y sistemas autoritarios que intenta callar la libertad de pensamiento. Estamos dotados de palabras como nuestra forma de poder más íntima; son las armas éticas que llevamos para vivir. Creo que la comprensión de la literatura es la clave para esta misma serie de fuerzas rebeldes creatividad. La comprensión, el objetivo tanto del placer por la lectura que por la educación, a menudo puede ser una propuesta desgarrada por la pasividad en las aulas universitarias, pero potencialmente trasformadora de mentes libres si de cultiva. Queremos confesar nuestra visión “segura” racional y rigurosa de la cognición científica, del conocimiento como agencia de justificación intensa. Saber puede ser letal para la mediocridad. Los personajes sangran y mueren en la novela, pero dan vida a la dignidad humana. 


Pero, esto es por excelencia evidente, no hay sangre en el aula. “Elemental, mi querido Watson”, por su puesto la lectura es segura pensaras. Pero la pregunta es, ¿cómo se ha cambiado a los lectores? Se han encontrado invariablemente, vicariamente, con el costo de saber que sus propias creencias son más un dogma que un proceso mental de razonamiento. Han chocado con una forma de compresión que es diferente a todo lo que encuentran en todos los demás campos de estudio. O en sus teléfonos “inteligentes” y ser computadoras que todo lo “conectan”.


La literatura y la educación universitaria son formas cinéticas de trasporte, aunque podamos pensarlas estáticas. Ambas son alimentadas por palabras, y se pueden decir que ambas producen campos de sistemas de energía, que son tan básicos como el servicio de electricidad, gas y agua. Cada uno silenciosamente intenta arruinar nuestra idea de ser personas acotadas, estáticas y pasivas, porque intensamente nos arrojan a otros tiempos, lugares, épocas y contextos teóricos. Esta no es una forma de turismo cultural barato, leer literatura más bien, extiende nuestro alcance, y por lo tanto, muestra nuestras dimensiones reales más verdaderas. Decimos que las palabras alimentan este tipo de viajes, pero es evidente que la imaginación es el motor que impulsa nuestra persona.


Eso sí, esta imagen aparentemente optimista, tal vez sobrecalentada y liberal del yo expandido también está plagada de amenazas. Sin decirlo nunca, la literatura se siente atraída, como polillas a la llama, a la pregunta de cuánto se nos puede permitir imaginar a cualquiera de nosotros. Vemos algo a la vez preciso y preocupante aquí. A todos se nos ha dicho que es éticamente bueno “caminar en los zapatos de los demás”, al ocupar las posiciones de los demás es, comprender que son reales. Pero, ¿tal alcance tiene un precio? ¿Podrían algunas formas de identificarnos ser insuperables? Una cosa es cierta. Ninguna de nuestras maquinarias electrónicas inteligentes puede siquiera comprender tales preguntas, y mucho menos ejercitarnos para emprender el camino a las respuestas.


3.18 Aprender un mal conocimiento es la ruina


Blaise Pascal y  Søren Kierkegaard, ellos se esforzaron por delinear la naturaleza de la fe, mientras que nuestra visión de la literatura nos educa[42] de maneras que no podríamos haber pretendido de manera pasiva trascribiendo información de diapositivas o dictados en las aulas. La literatura está diciendo que nuestras operaciones cognitivas ordinarias, la maquinaria que nos permite comprender la frivolidad de Facebook o leer el periódico, nos juegan completamente falsas inteligencias cuando se trata de los asuntos trascendentales del corazón y la razón. Cada uno de estos personajes desafía nuestro sentido convencional del arte de crear conocimiento (epistemología) y sobre la naturaleza del conocimiento. Cada uno reprende las suposiciones perezosas y la arrogancia absoluta de la cosmovisión puramente racional, especialmente sus defectos como “motor de búsqueda”. Pascal tiene su mirada puesta en el inmenso escenario del tiempo y el espacio que nosotros, sin comprar, habitamos[43], y Kierkegaard critica nuestros hábitos tradicionales de “informar[44]”: nuestra dependencia de los “resultados” y, por lo tanto, nuestra ignorancia del drama de experiencia inconsciente en sí de estar en la frivolidad, por ejemplo en la vida moderna, sería sobre las redes sociales. Debemos en el territorio mismo de la literatura luchar en las redes sociales, crear un mapa de literatura para la juventud. 


El milagro de la literatura más rutinario, es representar el viaje por el conocimiento de una persona a través del tiempo y el espacio en el alcance de unos pocos cientos de páginas. Pero la literatura también puede representar nuestras acciones, nuestra idas y venidas reales, tanto las externas como las otras, las neutrales, las emocionales. Registra la actividad mental que se agita sin parar dentro del cerebro y el corazón. 


Esa imagen extendida, en capas de páginas y en red empequeñece el testimonio electrónico de hoy de falta de literatura. Si la literatura alistara la vieja tecnología de la impresión de Johannes Gutenberg, pero su interpretación del estudiante resulta estar inalámbrica. Si ahora se puede convocar, con el movimiento de un dedo en su Teléfono Inteligente, una enorme gama de cosas lejanas, pero el almacén de la literatura tiene una relevancia y una economía drásticamente diferente, ya que registra entradas y llegadas que no están sujetas a neutro control en las aulas universitarias, de puntos nodales que nos conectan sin querer, de enlaces de hace mucho tiempo que nos todavía despellejan en ignorancia, que se sienten dentro de nosotros como depósitos de reactivos cancerosos para pasar un examen. ¿O tal vez llenarnos de deleite, permitir una recuperación o visión del amor y la belleza perdida de la actividad del arte científico de pesar? Para usar el término “asediado”, la literatura en la universidad en ruinas la pone en evidencia un ecosistema simulado de actividad intelectual en las aulas universitarias, que ninguna herramienta de disertación puede capturar, pero cuyos cautivos somos nosotros los perjudicados.


¿Es demasiado afirmar que toda una vida en el aula es también un ejercicio de cuarta dimensión, lejano, con sus peculiaridades puntos nodales del arte de pensar en el tiempo? Un aula aparece acotada de la literatura, aunque no lo es, y las aulas compuestas de seminarios intensos de discusión de las ideas tienen un alcance serio. Además, ¿qué tipo de cambio de cara a cara o de forma podría ocurrir en estos espacios de ladrillos y mortero a los que estamos acostumbrados? La universidad nos carga la vida de los demás y, por lo tanto, está dotada de una futuridad que sobrevive al aula, a veces sobrevive al profesor que se niega a educar mediante literatura su propuesta ética universitaria. 


Del mismo modo, el “costo de conocer” es, creo firmemente, una característica distintiva de vivir, en la medida en que uno busca no solo impartir información sino trasmitir algo aún mayor: su valor, sus alcances más amplios, sus intereses en la vida humana. Los jóvenes abordan la universidad de la misma manera que los otros animales consideran la comida: como sustento para su futuro. Tal vez un joven abandone la universidad, fatídico momento porque en un aula ya no involucra determinados nutrientes de la más fina racionalidad que puede ofrecer la literatura, solo se procesan letras muertas y números inertes para el arte de pensar. Los mejores libros interrogan a sus lectores, empujan sus pasiones, desafían su propio sentido del yo. 


La ciencia, la filosofía y la ingeniería se podrían decir que comienzan exactamente aquí. Nos preguntamos cuántas personas se toman en serio la pepita de sabiduría de Sócrates: todo lo que sé es que no sé nada. En nuestra opinión, nos trae una noticia terrible, y tenemos que pensar que es especialmente nociva para los jóvenes, dado que toda su educación les ha dicho lo contrario, ha pretendido aumentar sus conocimientos. Y hoy, que podemos acceder a hechos y datos con un toque de dedo, esta creencia ahora que promueve el valor de la mano de obra, está aún más arraigada. Para cuando la gente llega al salón de clases en la universidad, tiene razones para sentir que ya posee una gran cantidad de información, “firmemente documenta” por sus calificaciones y pruebas estandarizadas tipo CENEVAL. Y están hambrientos de expandir su base aún más. Es difícil imaginar a Sócrates como un invitado bienvenido en su fiesta, o imaginarlo como profesor titular en una universidad hoy en día. La literatura se pone a tierra con las personas que descubren que no saben nada. ¿En las universidades?


A la luz de esto, considere lo que sabe de toda la historia, leyendas y hechos registrados, y pregúntese: ¿cuánto de ellas depende conocer en sus resultados? El testimonio de la literatura nos enseña sobre lo que llega al mundo de los números, los hechos y las teorías: la sensibilidad humana. Cualquier registro que ignore, o no pueda sondear, el sentimiento humano es ajeno a la textura real de la vida. En ese sentido (y solo en ese sentido) afirmamos que el ámbito de los datos o la información fuera de la literatura es, humanamente hablando, noticia falsa. El mundo de la información de diapositivas, dictados y transcripciones de la pizarra, es más gótico de lo que sus creyentes creen, porque a menudo es fantasmal, sin sustentos, justificaciones y privada de las sensibilidad histórica humana.


El modelo humanista de la educación científica, no está orientado a la productividad. No es aumentar el arsenal de hechos y datos, sino el arte del pensamiento creativo. Ayudar a crear vidas más densas y generosas, vidas conscientes de que los demás no solo son otros, sino que son reales, con vidas como tales. En este sentido, añade profundidad y resonancia al sombrío empalme de generaciones en el mundo. Notaciones empíricas que tienen valores y notaciones que ofrecen al corazón emociones por el descubrimiento como punto de apoyo a la vida emocionante.


Después de todo, ¿qué sabes cuándo conoces una obra literaria? Una lectura de Hamlet no produce nada comparable al estudio de álgebra lineal, la biología molecular, la química analítica o la codificación por computadoras. Como profesores universitarios no tenemos ninguna idea que deseamos imponer (dogmas), nuestro trabajo es impartir un conocimiento sobre el camino de la literatura de nuestra profesión, es un gran viaje, pero también complicado. Los estudiantes tienen todo el derecho de anticipar saber algo sustantivo al final, “me siento que yo soy solo la figura de Mefistófeles”, la que está empeñada en reconstruir y descubrir conocimiento. Después de todo, ¿qué sabes cuándo conoces una obra literaria? La literatura, deseamos los Ilustrados que sea el mediador entre estudiante y el mundo de los héroes del pensamiento de todos los tiempos, “deseo que mis estudiantes”, sobre todo, honren la sensibilidad humana del arte de pensar. Reconocer en la literatura, que nuestras vidas no solo están bañadas de incertidumbre y terror, sino en alegría, felicidad, emoción, y mucho más que solo transcribir notas del profesor; Shakespeare por lo tanto alude a nuestros dispositivos cognitivos que respalda nuestra existencia humana.


Hay una línea pronunciada por Goethe en 1774, que siempre hemos admirado: “solo en la medida en que empatizamos, hay honor en hablar de las cosas”. Goethe alista con razón la palabra honor, como requisito previo para el juicio o el comentario, y vemos algo aquí: nuestro discurso universitario debe abarcar el sentimiento de conocer si quiere ser digno y creíble. Significa que en aula el estudiante debería asumir la actitud de la curiosidad como el terreno mismo de la vida. Lo que nos dice todo esto es, el cómo se llega a ser un universitario culto: siendo feliz aprendiendo. 


Cuando nos acercamos a una pieza de literatura, con frecuencia instamos a los estudiantes a hacer algo bastante íntimo: pruébelo. Luego les recordamos que los libros de literatura son espejos de un tipo que ven “dentro” de sus lectores y también fuera de los límites de nuestra visión de nosotros mismos y de los demás. Y a menudo ven en el más allá de lo que conocemos, un lugar donde el individuo puede perderse o eclipsarse. Esto puede ir desde entregar un mundo plagado de cambios, viajes de imaginación y disertaciones sobre la verdad y la existencia. Al literatura expresa viajes históricos reales, donde los héroes del conocimiento exploraron su visión del mundo por completo, mientras desafía nuestro razonamiento. Los lectores se encuentran con viajeros en la literatura, se abren a los misterios más verdaderos, los que implican la transformación ética y espiritual, confrontándonos con las impactantes verdades del arte, la ciencia, las matemáticas…, reconfigurando, a veces borrando, a los propios jugadores, así como a las cosas que creíamos saber. Como sea dicho, el profesor que escribe empuja a estos reinos más grandes pueden ser transformados, desechados, aniquilados. Pero, ¿qué pasa con el lector que negocia tales paisajes? Este sería el conocimiento de la literatura.


Las jornadas de discusión sobre la literatura que apoya a los estudiantes, es escrita por el profesor, es un discurso sabio, y eminentemente más apetecible que la severa insistencia de Sócrates en que no sabemos, porque se alinea con el viaje hacia el exterior que todo nuevo aprendizaje genera dentro de nosotros.  El ejercicio que se someten a los estudiantes es diferente la forma pasiva de escuchar información, el efecto cognitivo de leer literatura académica, el cerebro esta expuesto a la disertación, abriéndose paso a través del tiempo y el espacio, es insuperable como imagen, ya que configura el motor cognitivo mismo que se necesita para las exploraciones racionales y los viajes en las narrativas. Durante demasiado tiempo nos hemos suscrito, en nuestras aulas, a un espíritu de trabajo solo de informar, inculcando retener con todas sus fuerzas los datos, conceptos…, como si estuvieran estreñidos, para absorber e ingerir los materiales que ponemos a su vista y oido. Nos hemos perdido las alondras del poder la literatura académica. Además muy a menudo, el papel del profesor en la literatura academia del estudiantes es aplicar correcciones ortográficas, gramaticales, de formato…, como si el autor fuera ciego en su razonamiento o ideológicamente incapaz de producir la actividad crítica. Por su puesto, tenemos que partir de los pecados de la educación memorística, y ver acerca de que tan tenaces son las creencias incrustadas fuera de la biología de neutra cognición. Pero, sin embargo, estamos hablando de literatura académica. Los escritores y artistas no están tratando principalmente de reformar el mundo; su misión es imaginarlo, entregarlo para que será reconfigurado. Sí, hay una profunda carga ética de no promover dogmas en al educación universitaria; rara vez la literatura académica no es prescriptiva de exigir trabajo intelectual. La respuesta de la academia sale ser del tipo: rigor, objetividad, teoría; sostiene su lugar narrativo y su valor cognitivo. Sin embargo, nosotros buscamos  algo más, el valor racional de la síntesis así como el análisis; conexiones que enlazan y expanden conceptos, argumentos que fueron creados por la mente humana.


El tenor del texto, ya sea de disertación o subjetivo, no altera el intercambio básico en juego. El cordón umbilical que une al profesor, texto y al estudiante, con su imperativo curricular, está implícito el diseño discursivo de la literatura académica del propio profesor. De hecho este pacto didáctico describe en gran medida la razón misma de la educación como institucional. El profesor habla a través de la literatura que produce, al escribir piezas de literatura hacen hablar a los libros, ayudan a convertirlos de información a literatura viva.


Cuando la información es letra muerta, reconocemos las palabras, pero no logramos discutir las ideas. Pensé en esto, cuánto de nuestro mundo de información en las aulas es letra muerta. Cualquier recuento de información honesto sería contrario a la naturaleza de nuestro cerebro. Tampoco estamos lejos del mar helado de Kafka, ya que la falla de la comunicación es más a menudo existencial que meramente lingüística. Hay algo más milagroso que la literatura, ese evento simple de las palabras en discursos que se vuelven vivos y reales. Esto implica algo más que una visión lingüística del signo y el referente; está más cerca de la magia, que de los tipos de fe centrales de Pascal y Kierkegaard, cuando el puente lingüístico funciona como literatura. 


Educación es producir un cambio, es un viaje racional. Estos asuntos son vehiculares en narrativas y diseños discursivos escritos y verbales. El profesor hace más que guiar o contextualizar; enciende la discusión, explota la dinámica, se encarga de que se apague, donde se supone, en la mente de los estudiantes que son traídos a este antiguo contrato entre la palabra y la vida. Durante demasiado tiempo, hemos pensado que estos asuntos eran dóciles y discretos, un asuntos silencioso de lenguaje y pedagogía; pero pueden ser reveladores, desgarradores, a medida que tiene lugar el incesante milagro semióticos, y descubrir cuán volátiles son estas fuerzas, cuán inflamables son ellas y nosotros. He reclutado un lenguaje poético, incluso irónico, porque la buena enseñanza, incluso cuando procede a través de susurros abre puertas, para volar a través de ellas, una literatura al más estilo académico de las universidades de la ilustración.


¿Cómo se pone la educación y la literatura, leer y escribir, las dos actividades en las que he volcado mi vida, juntas, de tal manera que resulten su notable terreno común? Mi solución es: quiero que este manuscrito haga justicia a las perspectivas exploratorias y expansivas de la literatura y la educación, al tiempo que atiende a las trampas y versiones que juegan en contra en la educación que práctica la injusticia epistemológica. Estas dos perspectivas, no se anulan mutuamente. Una forma de escribir esta calle de doble sentido es ver el “viaje de ida” y el regreso a “casa”, un modelo de ida y vuelta que es a la vez cinético y reflexivo, comprometido tanto con el viaje de la vida que cada uno de nosotros hace como el sentido que podríamos tener de él, antes, durante y después. Estos términos corren el riesgo de parecer esotéricos, pero tengo la vista puesta en las cosas elementales del arte de pensar y sentir en lo literario, como vehículo de ser feliz al aprender. 


3.19 La trinchera de las letras 


Soy profesor escritor, de los que aceptan que al final su prosa será derrotada por la burocracia. He aprendido que mis manuscritos me habitan tanto como yo los habito también. La convivencia con la literatura hace imposible límites y orígenes claros. Si opino sobre cualquier cosa, es probable que los sospechosos habituales (Eliot, Kafka, Joyce, Woolf, Paz, Bloom…) estén, los cite o no, sepa o no que están allí. Lo contrario no es menos cierto: cuando educo o escribo sobre la literatura que más me importa, no solo me encuentro, soy parte de la ecuación,  busco abiertamente salir del espacio cerrado de las ideas y hacer de los problemas sensibles y existenciales que impactan en mis estudiantes, nuestra sociedad y nuestras vidas una pasión de escribir en la universidad. 


Sin embargo, soy muy consciente de que el párrafo anterior no podría tener sentido para mis estudiantes. Para ellos, las palabras de toda la pandilla de mis escritores favoritos, son probablemente exóticas, nuevas, desconocidos. Ciertamente se está en riesgo de ser o convertirse en palabras muertas. Y me pregunto qué deben pensar del profesor escritor que parece estar lleno de ellas, que afirma que su propia interioridad está llena de estas palabras y pensamientos, que componen esta carga útil que parece tan decidida a entregar a nuevas generaciones. Es como si nuestra misión fuera profundizar en nuestras propias profundidades al escribir, porque ahí es donde viven ahora nuestro libros leídos, y nuestro héroes del pensamiento, y encontrar formas de llevar estos materiales a nuevas generaciones. Solo un aula con literatura es digna de ser llamada universitaria.


Regresar a casa. ¿Qué significa todo esto? La empresa misma de la enseñanza se orienta a este tipo de movimiento exploratorio y crítico. Finalmente, la cosecha de libros que será central en muchas de estas páginas no es menos clave en estos mismos asuntos: el costo de conocer, la dimensionalidad de la narrativa, la retrospectiva de recolección de síntesis de obras. Los libros que discutimos, y el “yo” que está discutido sobre ellos, se han hecho compañía en la más íntima experiencia, han tenido su aventura, durante muchos largos años de escribir y leer. No queremos separarlos. Sin embargo, esa pareja en particular, los libros y el “yo”, vivimos según reglas diferentes, a pesar de nuestra convicción de lo que comparten. La vida misma tiene una forma de responder, y a más de veinte años en las trincheras de la literatura, puedo enseñar al profesor universitario, lo mucho que no está en el plano de los estudios burocratizados y centrados en lo utilitario. No estamos hablando de los fracasos predecibles: que los estudiante no ganen autonomía intelectual, no lean y escriban para hacer del arte de pensar una explosiva pasión creativa. Cualquiera que haya pasado veinte años haciendo cualquier cosa se convierte en un especialista, yendo más allá de los fiascos del aula que solo trasmite información y amenaza con exámenes que involucra a un profesor que nunca desarrollo su propia habla original. También habrá un lugar para crear literatura en la universidad, uno donde solo el profesor puede reclamar para su dignidad más alta. 


Ser profesor, en ello hay tambores que profundizan en lo que los franceses llaman errores guiados por egoísmo y meteduras de pata. No me resulta fácil el tono de hablar sobre mi propia derrota. Esto nos exige un lugar de estudio en el viaje a casa. Tal vez, le permitan al profesor aprender algunas lecciones de humildad. Dado que nunca hemos terminado de descubrir quiénes somos cuando confiamos en ser habitantes de la literatura.


“Los jóvenes deberían ser exploradores”, escribió T.S. Eliot, pero la exploración conlleva sus propios riesgos, especialmente para los jóvenes incansables del arte de pensar. Y nuestra narrativa abiertamente incendiaria de lo que implica la enseñanza universitaria, como cualquiera puede ver desde los libros, en común con la sutil manera socrática de empujar suavemente en nuevas direcciones, nos tiene aquí. 


Trabajar por lo alimenticio. Nuestra posición es que todos los que leen esta frase, en algún momento u otro, se han encontrado o involucrado en esta venerable frase, para detonar lo que hacen para ganarse la vida. Establecer un algoritmo central en la vida humana: la relación entre el esfuerzo y la recompensa. Puede sorprenderle, pero se suele decir “solo el que trabaja obtiene el pan de cada día”, para criticarlo decimos que es descaradamente falso esto: muchas personas trabajan y no reciben pan; muchos otros reciben pan sin trabajar. Aquí estaría la injusticia material elemental que reside en lo profundo de estos sistemas sociales y económicos. Sin embargo, el filósofo y el poeta continúan afirmando que las cosas son diferentes. Allí, dicen, no llueve sobre los justos y los injustos por igual en la universidad. Allí en la universidad burocrática, el trabajo y la recompensa se alinean. ¿Qué quiere decir esto?


El universitario tiene que trabajar a través de los modos de conocimiento. No puede simplemente recibirlo o iniciar sesión en él. Su ejemplo principal, como hemos dicho, es la apropiación del conocimiento. Somos libres de aplicar esta noción austera y hermosa a nuestros propios trabajos y a nuestra comprensión de los esfuerzos de la humanidad en general. Estamos inundados de productos intelectuales, pero, ¿comprendemos el drama humano que los precedió y produjo?


Seguro que mis estudiantes recibieron su calificación y recibí un salario, pero todavía estoy reflexionando sobre esa relación crítica entre el trabajo y la recompensa. Hubo un tiempo en que estos asuntos parecían más evidentes y no requerían especiales razones. Los profesores incluso dicen que las habilidades de disertación que estábamos enseñando serían muy valoradas en todos los ámbitos de la vida. Y pocos argumentaron que era temerario pasar tiempo leyendo a Shakespeare. Estas cuestiones no fueron controvertidas. 


Pero el mundo ha cambiado. Los estudiantes de hoy vienen a nuestras universidades muy conscientes del gran prestigio del modo STEM y de ese corolario inevitable de lograr ser cultos: que una especialización en humanidades y ciencias naturales es poco práctica en el mejor de los casos y una elección arriesgada o incluso una sentencia de fracaso en el peor de los casos si no se es culto. Por lo tanto, de una manera mordaz y no deseada, la frase también se aplica al dilema básico de los estudiantes que hoy deben sopesar los estudios apoyados en lo mejor de literatura, es una obstinada prueba de la vida real: no conducirá a un trabajo o carrera, no producirá pan. Así que, al menos, dicen los detractores burócratas, desconocer lo que produce el arte de las literaturas.


Y aquí está el problema. Sabemos que la literatura no tiene edad. También sabemos que los libros son inquebrantables en su contabilidad, sobre de ellos presentamos las ilusiones perdidas y el cobro de creencias anteriores. ¿Qué pasa con los profesores universitarios que no desean ser cultos? Los griegos mezclaron comedias con sus tragedias, e incluso obras de sátira también. No podemos llenarnos de facturas en ese frente sin leer literatura, pero nuestra prospectiva sería hueca y fraudulenta si no arrojara luz crítica, de hecho, satírica sobre el profesor para exponer las debilidades, la arrogancia, los fracasos y otros líos afirmando que están enhebrados en nuestra forma de hacer el arte de pensar, pero que nunca hemos recorrido o notado anteriormente. Hemos llegado a vernos todos con demasiada claridad ahora, brillantes y vergonzosos, en el espejo turbio de la literatura. Ahora vemos que nuestra historia del fin de la carrera es también unos errores ocasionales, de ignorancia deliberada ocasional con respecto a nuestra ausencia de letras en las aulas y el desconocimiento frecuente de todo lo profundo en ellas. De solo sentir ahora cuán inflados y pretenciosos podrían ser en realidad muchos de nuestros movimientos y reclamos en la educación universitaria, nos invitan a revalidar la literatura en las aulas universitarias. 


3.20 Encuentro con las letras 


Cuando fuimos niños, recordamos estar frente una piel de una página escrita, acompañados de letras y palabras debajo de las imágenes que le acompañaban. No recuerdo que se me enseño ese material en preescolar, pero ya entonces sabía que estaba por encontrar el milagro semiótico básico de la vida y la cultura: palabras escritas que significan cosas. ¿Milagro semántico? Imagínese explicar eso a un niño de seis años. Sin embargo, este recuerdo de hace muchos años eriza con una sensación hedonista, una emoción que era aún más milagrosa cuando una y otra vez, cada vez que miraba los libros. Me encanto estar en ese momento me mi niñez justo frente a esas páginas. Cada niño de se somete a ese milagro, solo cuando el profesor ama la literatura, esos que pasan sus vidas dibujando con letras ese encuentro, reflexionando sobre lo que relaten sucede en ese migro.


Sin embargo, no nos convertimos en lectores lento en ese entonces, ni recordamos que nos leyeran, cuando eramos niños. La literatura era un término que no significaba nada para nosotros. Teníamos enciclopedias en casa, mis padres decían que eran indispensables para las personas exitosas y cultas. Pero nunca las atendimos, más que  lo mínimo. Navegamos a través de años de escuela primaria y secundaria, encontrando vergonzosamente leer y escribir en máquina, preguntado siempre ¿Quiénes escriben los libros? ¿De dónde vienen tantas palabras en los textos? ¿Cómo logran crear imágenes racionales y sentimientos las páginas escritas? Pero con curiosidad fuera de la escuela, dado que esta escribir era mecánico y leer lo era más; los libros nos dejaban exhaustos al imaginar la astronomía, la biología y la historia… pero fue Jaime Sabines y su poema los amorosos, habían hecho su trabajo, esa letra nos llevan a el profundo del pensamiento humano, quería más y más leer. Y ahora nos damos cuenta, con más años en la universidad, que la educación no hace por el amor al conocimiento, elogia un examen y una horaria sin reflexión elegante y profunda. La memoria es todo, trasmitir información y evaluar lo que recordamos es el tedio más cruel para un niño y joven. Es como si nos disculpara de cada enseñanza que solo entorpeció nuestro aprendizaje. Rescatar a ese niño aburrido y complaciente de exámenes, para empujarlo y despertarlo en el arte de pensar, tendrá que esperar a un mentor con esa pasión. 


El libro es ese mentor…, buscarlo es esencial para nuestra alegría de vivir. 


3.21 El motor del placer 


¿Por qué tener la intención de escalar la montaña?, porque está allí. ¿Qué es valioso y cuál es la naturaleza de la felicidad? ¿Qué es obligatorio y cuál es la naturaleza de la moralidad? ¿Qué es la libertad y cuál es la naturaleza de la sociedad justa y buena? Estas son preguntas que deben traer nuestro interés cuando y donde nos encontremos. 


Nos encontramos en una sociedad de masas cada vez más interconectada, donde la relación entre el individuo solitario y los poderes fácticos, tanto sociales como políticos, se está convirtiendo en una preocupación cada vez más apremiante y desafiante. El lector sensato y sensible también encontrará que la filosofía es sorprendentemente oportuna en este tema.


El estudio de la naturaleza del valor gira en torno a la cuestión de cuál es su actitud fundamental hacia la naturaleza del bien. En general, ha habido dos escuelas: una que defiende la versión de lo que se puede llamar subjetivismo de valor: el valor de un objeto o fin es simplemente una cuestión de actitud, sentimiento o preferencia subjetiva. Más comúnmente, aquellos que leen a Mill en esta línea  asocian su teoría de la buena vida con el Hedonismo, la visión de que los objetos o los fines son valiosos solo en la medida en que causan sentimientos o sensaciones agradables. Otros estudios de esta familia asocian su teoría con la satisfacción deseo, la visión de que los objetos o los fines son valiosos solo en la medida en que satisfacen deseos o necesidades subjetivas[45].


Ahora, a menos que todo lo demás falle, sería prudente dejar de lado el deseo-satisfacción. En el utilitarismo, el punto focal de este debate, Mill apela a los deseos como evidencia de lo que es valioso, no como fines en sí mismo. Y, de hecho, es precisamente sobre esta base probatoria que muchos eruditos no tradicionales o revisionistas han leído a Mill como exponente del objetivismo de valor: un objeto o fin es valioso en la medida que encarna o exhibe ciertas propiedades, características o atributos que son inherentemente dignos o deseables. Desde la posesión de un objetivista de valores, podría muy bien ser razonable declarar que debes valorar o desear un objeto o fin dado, incluso si no experimentas ninguna inclinación subjetiva hacia él, y viceversa. Una vez más, el papel del placer es fundamental aquí.


3.22 Leer es un inacabado camino de realización para poder ser


La escritura académica universitaria, no se entiende como el desarrollo siempre de reproducir lenguaje (transcribir, cortar y pegar piezas de texto[46]). Los estudiante tiene que escribir en función de la literatura que leen. Trabajar los textos académicos de síntesis, ensayos, revisiones…, le brindan al estudiante universitario la oportunidad de desarrollar patrones organizacionales que los científicos usan dentro del texto para practicar los modos de pensamiento dentro de una tradición intelectual: tomar notas, establecer cláusulas y argumentos. La mayoría de la lecturas académicas cuenta con fuentes referencias, lo que no solo da a los estudiantes una sensación de autenticidad, sino también de que la educación del intelecto trae para el aprendiz: reconocer la información de calidad y enseñarle a evitar el plagio al parafrasear. Dado que escribir con precisión requiere no solo transmitir un mensaje de manera apropiada, también es necesario ver en el acto de escribir la esencia de la actividad científica de un universitario: justiciar, fundamentar, explicar, demostrar, calcular, categorizar, narrar.


Reconocemos la necesidad de que los estudiantes se entrenen en las formas y uso de estructuras: gramaticales y argumentación, para enfrentar la complejidad de la vida y la profesión en la sociedad moderna[47]. El parafraseo es el primer paso en la toma de notas de la lectura analítica, sin importar la complejidad del texto fuente debemos reflexionar sobre las ideas importantes, al escribir una nota al parafrasear:


Identificada una idea que entra en nuestra red de ideas, escribir el papel que jugara en nuestro pensamiento, con un nuevo texto y atribuir al autor original con una cita y referencia. Más tarde está nota se integrara en prosa a cadenas de cláusulas que discuten las ideas en búsqueda de reconocer nuestra ignorancia hasta el punto de hacernos de una ignorancia más allá de los límites conocidos y expresados en la literatura toda. En este proceso se jerarquizan las ideas y se busca establecer conexiones nuevas no por secuencia y, menos aún, por combinación mecánica. Parafrasear crea una representación que valora una fuente original, respetando la autoría, vinculando entre textos un diálogo racional que administra las conexiones identificadas en las fuentes de información… pero parafrasear es un cambio de estructuras gramatical en la que se intenta ser honesto y fiel al decir, la misma intensión original de la fuente de referencia. Probablemente los conceptos claves del texto original no podrán ser posibles sustituir por sinónimos a riesgo de salirnos de la semántica original. Paráfrasis, es una forma de síntesis apoyada en preguntas al texto que se lee e interroga.


Leer en primer lugar es preguntarnos si reconocemos los signos, palabras, sentencias, frases, cláusulas, párrafos… que están interconectados en el texto (Desafío léxicogramatical). En seguida, nos preguntamos se reconocemos hechos, evidencias, conceptos, teorías, hipótesis, inferencias, hallazgos, resultados, datos…  y tercero, si los datos y demás contenido es pertinente a la realidad que nos interesa investigar o aprender. Estas tres fases de compresión lectora, es la textualidad en su conjunto. Leer de este modo, nos ayudará a prender cómo se interconectan las ideas mediante la escritura de sentencias y frases con operadores modales y, además, al tomar notas entre textos, nos hace darnos cuentas de las relaciones lógicas adecuadas entre el tema que estamos estudiando.





Referencias


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Autores:
Eduardo Ochoa Hernández
Nicolás Zamudio Hernández
Gladys Juárez Cisneros
Héctor Javier Anselmo Villegas Moreno
Rogelio Ochoa Barragán
Lizbeth Guadalupe Villalon Magallan
Salomón Eduardo Borjas García
Ana Cecilia López Bejarano
Estrada López Brittanny Dayan
Berenice Yahuaca Juárez
Juan Alejandro Cortez Rangel
Dyonisos Castillo Valle
Daniela Fernández Gómez
Marco Antonio Alemán Méndez
Nestor Alejandro Muñoz Ruiz
Neftali Rangel García
Nicolás Abraham Zamudio Durán
José Fabián Sánchez López
Mitzi Arismel Pérez Díaz
Pedro Gallegos Facio
Filho Enrique Borjas García