Comunicación y lenguaje

Entre ver y pensar

 

 

 

10. El avatar académico




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10.1. Introducción 

En la tierra del carpintero de letras


La literatura en su propia soledad,

el lector unísono vagabundo acompañado

de la última flor de primavera,

en los despliegues de sombras de letras

en tierra desbordante de imaginación,

danza que levanta el vuelo,

ojos en la cerradura desde otro mundo,

papel para escribir lo respirado 

en la ciudad, el callejón 

mirada caída sobre el libro,

alma levantada sobre nubes en el cielo.

Avatar puntual a su tiempo,

movimiento palabra a palabra,

todos muertos y más vivos que nunca,

vivos hablando de libertad y verdad,

los que vendrán sobre letras 

voz fantasma que abre la respiración, 

de futuro palpitando alegría en el caracol.

Ochoa H. Eduardo. 2015.


El ser tutor escritor nos convierte más allá de una marca académica, en el medio para andar un camino de inspiración creativa, en una escuela de un paisaje mezcla de flujos de sentidos con la narración en tercera persona. Es un trabajo reflexivo en el que cada técnica de narración renueva y revitaliza la voz de un avatar académico, que desde las páginas del libro esgrime un discurso en el que gradualmente se le gana a fondo y en articulación coherente a los marcos disciplinares. Lo que este peculiar escritor crea son momentos de acceso para formar héroes del conocimiento, esos estudiantes que antes de ser descalificados, esperan ser contagiados del protagonismo virtuoso de los creativos de la escritura del texto académico.


El texto académico es la necesidad de suplantar el confort del estilo verbal de la pragmática áulica presencial, esa engañosa postura de un discurso fragmentado, en el que generalmente el agente (docente) posee baja estructuración en sus cadenas de razones y argumentos. Con el texto académico el novel no siente que este dando un paseo fuera de su casa disciplinar, se interioriza a través de ideas, discursos, fundamentos, estilos literarios y es en esta escritura en donde la ciencia y ficción se tocan, exploran nuevas formas expresivas y de pensamiento riguroso para su propio bien. Esta evolución del poder del texto académico es inseparable de la disolución creciente de aprender a pensar a nivel superior: desde la piedra angular de la escritura creativa, este medio lingüístico flexible crea a partir de la tolerancia al error, con miras a un carácter complejo epistemológico de las disciplinas. El texto académico es una especie de parodia que se realiza sobre operaciones en el sí mismo, modificando gradualmente las propias posturas ideológicas en cada paso de creación de sentido textual. 


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Fig.1. Analogía del avatar académico.


El deseo del escritor académico, es que su lenguaje trascienda las lenguas, es decir, esté sometido a todos los nacionalismos lingüísticos e ideológicos, es salir de la moda para no verse simplemente como un gesto puramente estético ofrecido desde la cima de la más elevada Torre de Marfil de un auto exilio erigido por su propio ego. Es desde la literatura que se intenta extraer la esencia universal de estilos y léxicos, para posteriormente hacerlos un peculiar anclaje literal en la mezcla con nuestra propia cultura. Seremos locales en la propia práctica literaria, redefiniendo y reconstruyendo el discurso sin caer en el patriotismo parroquial de supremacía, ni el provincianismo derrotero del mínimo esfuerzo. Permítase a su imaginación, es la pauta que da flujo creativo para liberarse de reproducir la lógica de sus cómplices locales a su lectura, sin caer en la situación de colonialismo autoinducido. El particular indicativo de la grandeza de la literatura académica, es la intensidad de su propia soberanía cultural en el corazón de la lucha global, en los momentos cruciales de la historia, es así que su lengua es literaria trasnacional, a la vez que palanca abierta a contrarrestar, venga de donde venga, todo intento de censura o acorralamiento de la libertad de cátedra.


La descolonización lingüística podría lograrse satisfactoriamente solo a través de la hibridación de la pureza entre los textos de ficción y  científicos. Paradójicamente se convierte en una materia de mediación avatar en la que se medita, se hace crítica, debaten y esgrimen conceptos, y extiende la profundidad desde dentro y sin exilio de la terminología especializada. En última instancia, el camino es un terreno de una narrativa de ideas lejos de la concepción argumentativa pura, en la que se construye la articulación de un avatar narrador, que se convierte en la vía de interacción crítica–literaria.  Es una organicidad de carácter y representación de un relativismo curricular de adhesión incondicional a sistemas de explicación, como fundamento de virtualización análogo a desnudar las debilidades del discurso disciplinar en nuevos territorios del saber.


El avatar del texto académico, podría decirse que es el cultivo de un ambiente crítico, dentro de una cada vez más porosa necesidad de profundidad disciplinar. Al texto de extensión de complejidad, eventualmente el avatar pretende ser emocionalmente un hiperrealismo literario, en el que es una especie de alud de conocimiento, cuya energía es la curiosidad causada por un narrador.


El avatar académico es esa voz de interacción tutor-novel, que responde a la necesidad de inmersión en un mundo acompañado por pares disciplinares en convergencia; esta última dada por la verosimilitud de sus curiosidades por el mundo. La pregunta que dinamiza la curiosidad es la intención de contestar a todo ¿qué sé?, frente a las ideas de otros, formadas por proposiciones que dan fundamento al pensamiento. No es una pregunta dirigida sobre nuestro Yo, es más bien el paso a paso de avance a través de territorios donde la mente percibe como horizonte inmediato el desafío cognitivo. Sentir curiosidad es la necesidad de avanzar en lo inexplorado. Examinar lo que sabemos a través del acto de interrogarnos sobre las raíces del ¿por qué? de cada fundamento, en general de cada pieza de pensamiento que amplia nuestro juicio con más profundidad. En función de nuestros deseos de imaginar explicaciones, se da la profundidad en el pensamiento, ese imaginar que es sobrevivir en el reconstruir de la realidad exterior o interior del lenguaje consciente, en el mapa de estos conocimientos, que son infinitos para su exploración. Alimentando nuestro deseo de imaginar, hacemos que la energía de exploración florezca, es decir, la curiosidad sea una pasión virtuosa.


La misión pedagógica del avatar académico, es hacer de la educación ofrecida por las llamadas opciones virtuales, educación en línea o a distancia, un contenido que tenga el poder de formación mental y emocional de los ciudadanos virtuosos. Escenarios creados por un narrador de ideas, invitan a imaginar con mayor intensidad, haciendo sentir la existencia con la luz necesaria para alimentar la curiosidad humana por la verdad, lo humano y las más bellas ficciones, mismas que vuelcan el deseo profundo de vivir con dignidad.


En el momento de la escritura los destinatarios son invisibles e inescrutables, y tenemos que llegar a ellos sin saber mucho de sus necesidades o relaciones con el mundo. En el momento de escribir, el lector solo existe en nuestra imaginación. La escritura es ante todo un acto de intención, el encadenamiento de las razones e ideas es la visualización de algún tipo de conversación poniendo palabras en el avatar que nos virtualiza en el texto. Un texto académico de buena calidad, no solo está hecho de razones, premisas y conclusiones, este debe obedecer a un plan de conversación clara con el mundo imaginado y con el lector pretendido para comunicar los mensajes. Surge entonces la pregunta: ¿Qué avatar es necesario construir para un público de la comunidad académica?, contestar esta pregunta pasa por la selección de un modelo de prosa que seduce y conspira contra los prejuicios contemporáneos del novel, y que es natural al ensayo, es decir, estamos hablando del estilo clásico. 


Definimos al estilo clásico como una prosa clara que persigue un ideal de ilustración progresista y solidario con nuestros semejantes, medio ambiente y a favor de los que vendrán a formar la sociedad del futuro. El avatar no es una voz burócrata que administra datos, mensajes e ideas, mucho menos es la voz oficial académica. Esta prosa no evita el rigor de la demostración de las ideas, la abstracción superior de las matemáticas, la seducción poética del arte de vivir profundamente consciente. El avatar académico, se enfrenta con la dificultad para explicar y hacer entender a los lectores en sus propias conciencias, los sinfines de las realidades intelectualmente creadas por la razón humana. Es un lúcido expositor de ideas complejas, idealista de las cosmovisiones del mundo, sin pretender cerrar epistemológicamente y teóricamente el debate sobre la verdad.


El avatar del texto académico, es una voz en oposición a lo esencialmente visual, por decirlo suavemente, se opone al débil mental que sobre un hecho cualquiera prefiere verlo antes que explorar sus misterios, es decir, el avatar promete explicar, seducir en la razón y la emoción, creando para ello sumideros de perplejidad, creado el sentido de una nueva forma de entender el mundo y disfrutar de interlocutores con gran genio, que son puestos a debatir en el arte de las ideas, todo dentro del modelo de conocimiento llamado Ensayo. El avatar académico aspira a que sus lectores se eleven en confianza a hombros de genios, mientras que el texto instruccional del estilo práctico hace sentir al lector un zombi con neblina espesa frente a sus ojos. 


El avatar del que hablamos en la educación, es hecho de lenguaje académico y literario; invita gradualmente a mayores desafíos y esfuerzos cognitivos, a destrezas literarias para navegar entre argumentos, al modo de una secuencia curricular, disciplinar y pedagógica que ilustra con analogías, hechos biográficos y científicos cuánto cuesta mirar con autonomía por dentro a la realidad.


Para escribir al pensar, la lógica y el deseo convergen en la intensidad moderna de las necesidades y las musas; es necesario interrogar la preocupación constante del pensar la realidad del pasado y el futuro a través de la hipótesis argumental y el impulso creativo. Escribir para una nueva generación, es capturar los momentos cuando la ciencia y la literatura, en alusión de su discurso, expresan los dilemas claves de la época. Los nuevos conceptos que surgen con fuerza ante el inconmensurable avance tecnológico y deseo de desarrollo humano, son creados en la memoria intrínsecamente hacia atrás, lanzan su mirada a lo que queda sellado en el tiempo, unen lo contrario a través de una revolución repentina de los ciclos económicos de la sociedad. El tiempo psíquico fragmentado por la tensión de uncir memoria y deseo, cumple con la intuición, sugiere enredos cargados de resistencias a ambos lados de la realidad reflexionada, como pasado y porvenir. 


El escritor académico sostiene que a pesar de tendencias críticas y políticas, su trabajo no es doctrina y es prácticamente incorpóreo producto simbólico; representa la síntesis del pasado de un erótico esfuerzo impreso en la memoria de la literatura de cada época. Sin duda, memoria literaria y deseo son en sí mismos no específicos, pero si profundamente singulares, así que una lectura de investigación de las razones, ideas y deseos que movieron la conciencia de una época, a viajes más profundos en la realidad, provoca la creación de nuevos textos como una visión global humanista. Es así como se forma un escritor abierto a explorar nuevos conceptos, dentro de la cada vez más cambiante tecnología y política mundial, nacional y local. Todo esto contribuye a una desinhibición por la complejidad y la estética, sobre nuevos momentos modernos que simultáneamente entran en conflicto con los ya elogiados conceptos del pasado inmediato, estos últimos con la advertencia del peso de la edad de sus seguidores. 


El trabajo de los escritores del texto académico, revela los auténticos deseos en su obra, así como las cercanías con viejos y contemporáneos intelectuales partidarios de alguna ideología, pero sobre todo, los más auténticos deseos de generosidad por el bien de su sociedad, cultura y mundo. El escritor resuelve las contigüidades en su pensamiento, al formar una poética de la memoria, donde traduce la experiencia del recuerdo de sus lecturas, no como historicidad de lo intertextual, sino como analogía reflexiva de la arquitectura de ideas al modo de restos y ruinas. Es la intuición lo que hace recuperable para la mente los pensamientos, a modo de un oficio de escritura de borradores de lo imaginado, como resultado de una clase de memoria como experimento de interrogativo literario, histórico y de perfeccionamiento lógico de razones e ideas. Este singular escritor para rendir homenaje al pasado, incluye las ideas de otras épocas como precursoras de lo que hoy las contemporáneas son para nuestro futuro. Una idea pone de manifiesto la profundidad en la complejidad y conformación moderna para expresar un sentido que mira hacia atrás y hacia adelante con intensidad igual, sin ambivalencias mientras conmemora y rehabilita el pasado como un gradiente necesario para despertar la emoción que empuja hacia futuros imaginados. Todo a través de la memoria inspiradora de fundamentos más allá de las edades del conocimiento. Una vez rotas las limitaciones formales, cada nueva lectura desestabiliza sin tregua, implícita y explícitamente, las estructuras epistemológicas, culturales y políticas de su propia época. De este modo el nuevo texto está dentro de un marco temporal que se corresponde con lo que el propio escritor ha experimentado.


La academia se alimenta de un discurso rebelde. De hecho, todo nuevo texto es resultado de la batalla constante con respecto a la relación de la modernidad con el pasado. Toda nueva cadena de ideas, es parte de una herencia crítica de lo que ha implicado en la dimensión histórica cada nuevo progreso en las ideologías, en cada nuevo instante de fractura del flujo de tendencia histórico.  Al conservar el aura incomparable de los desafíos superados en el tiempo, se conserva un espíritu trenzado en la ruptura de valores y modos de la conciencia. Significa la característica distintiva del texto académico reflejado en un sentido de ruptura necesaria con el pasado, tan necesaria para hacer emerger a un discurso rebelde en la búsqueda de innovación formal, estilística y por su propio bien, una revolución moral que crece a lo largo del discurso, el interés activo y el pronunciamiento crítico apoyado desde la propia literatura.


La principal preocupación del académico, es crear textos escritos en las proximidades de la frontera literaria, científica, técnica y filosófica, es decir, la dimensión histórica es directamente dirigida a un desafío futuro de la sociedad disciplinar. Sin embargo, este profesor escritor está atento a los desarrollos de referencia literaria como arte y experiencia original de su propio tiempo. Evidentemente, la literatura académica es la única respuesta objetiva para empujarnos al futuro con la menor contradicción, ya que es ella misma la que nos enfrenta con nuestro futuro y es la razón por la que el conocimiento guiado por un avatar literario hace la diferencia sobre cualquier otro contenido que no representa ningún obstáculo en su camino cultural. Cada nuevo camino construido con literatura académica son los fundamentos que justifican algún conocimiento, son un nuevo paso que engendra conocimiento necesario para ese futuro imaginado. En el interior mismo del escritor académico se crea una distancia entre él y la literatura que lee, necesaria para poder expresar una idea que antes de la escritura solo es indeterminación, así como nada determina el camino de la escritura, cada movimiento de esta, es la eterna lucha de la escritura por no ser un medio, sino un camino legítimo y digno en la búsqueda libre de respuestas que no están en la superficie de la realidad, y además, que no están esperando un tiempo dado. La imposibilidad determinista llena de vértigo al escritor, pero paradójicamente la propia literatura hace posible un cambio, circunscribe sucesos en un alud de textos que son prueba de su significado manifiesto, es decir, de su compromiso con la sociedad. El escritor académico no confunde la verdad de una acción con su finalidad, no juzga la finalidad y solo atiende la verdad como actividad crítica necesaria para el progreso humano. Este escritor no asume una posición ajena al mundo, reconoce en su ser límites, pero a través del texto otorga a otros una nueva libertad, la palabra escrita es una herencia de deseos virtuosos, el profesor escritor lo que hace en cada texto es crear una nueva realidad. 


La obra del académico es la gloria de otro tiempo, la proyección de una luz de aspiración en un mundo mejor, es poner la palabra al servicio de una idea renovada necesariamente en su contenido de esperanza, pues la obra académica trasparenta la acción académica frente a sus decadentes practicantes de una educación sombría, centrada en la absurda idea de uniformidad del producir ciudadano, y aunque esto se hace a plena luz del día, no es fácil percibir, en este tiempo que se prefiere la producción estandarizada de hombres, que la formación creativa de deseos virtuosos como fin de la educación.  La tecnología ya no es capaz, como nunca lo fue, en proporcionar acceso absoluto en la realización del mundo. 


Comprender a uno mismo y al mundo, ha cambiado de enfoque, primero se desarrolla como la tarea trascendente de principios metafísicos del cosmos, involucrando a los Dioses y la magia, pero, ahora se identifica con la razón humana libre en su situación real. Es decir, el ser humano ahora toma posesión de sí mismo y la responsabilidad de sí mismo, reconociendo su propia racionalidad como la verdad inseparable de toda realidad. La razón humana descubre límites a su condición en la realidad natural, del tipo físico, químico y biológico que en su diversidad plantea limitaciones sobre lo existente, para ello la racionalidad libre es un principio en absoluto de humanidad, como vocación de exploradores de lo desconocido. Así que escribir como acto de exploración racional a lo desconocido es lo que nos hace con mayor intensidad promover un humanismo en la nueva era del postmodernismo. Pensamos que Hombre, antes que sola razón, es un ser formado por la narrativa esencial de sus actos, en otras palabras su modo de ser es un proceso constante de metamorfosis de sí mismo. De esta manera, su razón libre le presenta el desafío al modo de los infiernos a los que en Hamlet, Shakespeare refiere como renovación consciente de quien busca la mejor versión de sí mismo en el campo de los deseos virtuosos.


El Hombre actual o posmoderno, es entregado a la decisión de darse cuenta de sí mismo, en los desafíos de ser libres de la naturaleza y de ser libres del trabajo a través de la acción creativa del arte, la ciencia, la ingeniería y sobre todo en la literatura toda. En resumen, se es posmoderno en el momento que asumimos esta decisión de actuar absolutamente dictados por la razón libre de quien llevar a cabo su realización, este paso es consecuencia de la verdadera libertad creativa de traer a los otros una condición virtuosa para su humanidad. 


Puedes así ser mi musa, donde posesión suele ser definida como el deleite subliminal  de la alegría en la libertad virtuosa de la actividad compartida con el otro.  El posmoderno, quizás lo refiera como amor de la mano ética y racional de un viaje a lo desconocido.


El trabajo en el texto académico es una actividad de librar a las ideas de contradicciones lógicas (actividad crítica), pero además, de proponer un auténtico camino narrativo para adentrarse en lo desconocido. La creación del texto académico comienza con una discusión de alternativas a ideas previas, identificando el estado de la cuestión. Para este escritor la obra literaria es un objeto de trasformación de la conciencia propia y un avatar que habla del testimonio suficiente del heroísmo en sí mismo, del desafío de los propios conocimientos en el  contexto más amplio de la acción humana en los desafíos del tiempo actual.