Texto académico

Deslizándose por las letras

 

 

 

 

 

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5. Claridad en el texto académico


Es clásico pensar en la claridad del texto académico como soporte conceptual, de coherencia de la mente narrativa de los contenidos y de la sencillez para alcanzar un estilo claro de la escritura. Es evidente que simplemente de manera innata un escritor no adopta este estilo como modelo para su escritura, puede hacerlo simplemente al aprender a dibujar en su mente modelos de explicación distintos, escribiendo desde este soporte nuevos conceptos y a través de sus deseos virtuosos alcanzar con perseverancia en el tiempo la excelencia en su escritura. Esto no es un credo, es una postura de estilo que incorpora la cuestión intelectual y los deseos del escritor más allá de solo limitarse a juicios racionales sobre las imágenes de la realidad. El estilo se define no por un conjunto de técnicas, sino por una actitud hacia sí mismo de la escritura. Lo que es más fundamental, es la actitud de soporte de un explorador, para que el escritor sepa algo antes de que se ponga en marcha a escribir, y su propósito al escribir es articular, cohesionar y dar coherencia a lo investigado.


El estilo no limita al tema que atiende el escritor, como tampoco una buena formación científica limita el campo de estudio que puede desarrollarse. El estilo expresará la individualidad del escritor para hacer conocimiento. La tesis de este texto, enuncia que aprender a escribir no puede reducirse a habilidades verbales de escritura, porque aprender a escribir es inevitablemente estilo de escritura, es decir, de pensamiento derivado de estilos de soporte conceptual. Formar el estilo requiere largas jornadas de práctica, cambiando el foco de creación desde la observación, estructuración, reflexión y análisis que conducen al escritor al dominio activo del estilo. 


No hay creatividad en el texto sin estilo. El estilo es opuesto a sustancia, similar a lo que es sentido y pensamiento. Al pensamiento puede dársele muchos sentidos en su aplicación. Sentido y estilo son la manera individual del barniz que damos a la objetividad. La noción de estilo es algo separado a la sustancia del poema o del artículo científico; el científico y el poeta ponen un alto valor al estilo de crear conocimiento, alejado de lo monstruosamente mecánico a base de formatos. La voz científica de las formas originales de razones y argumentos, es el estilo, algo equivalente es la propia voz característica del poeta. El estilo no es algo opcional para la creatividad, es lo que nos hace originales al ser capaces de escribir con gran efecto sobre los lectores. 


El estilo es visto como la personalidad del habla del escritor, es decir, individualidad interna metamórfica que permea cualquier concepto se integre a su existencia. El estilo es la energía emocional y la lógica característica de una individualidad, es algo inherente a la acción, no algo añadido. En este sentido, el estilo es el tipo de ropa, de letra, de estética, de razonamiento que adoptamos para nuestra novela vital. Una vez adoptado un estilo, lo integramos a la personalidad de nuestro yo escritor, como evolución, para después inconscientemente, invisible hacerlo evidente en los actos de creación, en la observación experimental, en la evaluación técnica y se incorpora como nuestro espíritu de diseño aunque no nos demos cuenta que está allí. Al distraernos, pensamos en que estamos mirando un libro de palabras crudas, puras y simples, cuando en realidad en su acomodo no notamos que está impreso el estilo del escritor, análogo a una tipografía para escribir texto. 


Cuando hacemos algo en un estilo por defecto, adquirido inconscientemente en nuestras lecturas, nosotros no advertimos el estilo de nuestra actividad creativa, pero son esas lecturas los moldes que formarán un lexicón de estructuras de modos de conocimiento. Los manuales de estilo, son hojas que advierten adecuación, estructura y formato de expresar algunas generalidades de los textos, sin embargo, ni la poesía, ni la ciencia son una actividad de rellenar formularios. El estilo también se expresa por el sentido individual de dar explicación práctica a los conceptos. 


A pesar de que hablamos toda nuestra vida, nuestro discurso, le podemos asegurar consciente o inconscientemente adopta un estilo, parámetros de razonamiento típicos, con partículas discursivas típicas. Ese estilo no necesariamente juega a nuestro favor en la gestión académica, social o de interacción personal. Para algunos, nuestro estilo de hablar es rebuscado, gracioso, tedioso, superfluo o ruin, sea cualquiera que nos etiqueten, es el reconocimiento de que el lenguaje se apropia en un modo de pragmática individual. Muchos piensan que han aprendido un lenguaje, cuando en realidad han aprendido un estilo regional, comunitario, familiar o disciplinar de explicar y crear la realidad. 


Muchos políticos han aprendido a modificar su estilo, de acuerdo a las intenciones de su comunicación a diferentes públicos. El estilo es lo que nos hace congruentes con nuestras relaciones externas, no quiere decir que es algo estático en nosotros, evoluciona en cada desafío de gestión creativa. 


Podemos manejar estilos radicalmente opuestos para hacer poesía, ciencia o ingeniería, sin embargo, los distintos estilos del discurso en nuestro repertorio individual aunque no seamos conscientes de ello, están enmascarados e inadvertidos en cada acción de creación. Hacer conciencia de los propios estilos, nos permite reajustarlos a las diferentes circunstancias que nos desafían, para ello, debemos hacerlos consientes, la mejor manera es en la conversación con otros, en la revisión de nuestros textos y en hacer comparativos sistémicos con obras de escritores consolidados. Todo mundo lo hace en cierta medida, pero no todos son conscientes de ello. Esto quiere decir, que formar a un escritor, es también dotarlo de un ambiente de tensión intelectual, para que sus desafíos sean ricos en su experiencia emocional, estética y racional. Una casi ley, es que estamos atrapados en nuestros estilos si nosotros no somos capaces de reconocerlos.


Cuando todos nuestros estilos de creación predeterminados son conscientes, podemos elegir de entre ellos a modo de una combinación alternativa de estilo para la creación escrita. Pero el dominio de la escritura, como el dominio de la conversación, es enorme, no limitado por un puñado de ocasiones o propósitos, en consecuencia, hay muchos estilos de escritura. Un solo estilo de escritura inventado para fines particulares, puede ser como una conversación que selecciona sus temas, busca alcanzar la confianza en sus conclusiones, desea que su pensamiento sea accesible a una audiencia específica. Inclusive los mejores educados con doctorados y maestrías en ciencias de nuestra sociedad, comúnmente carecen de un estilo definido y original para presentar resultados a la gente fuera de su propia profesión. Escritores con una necesidad de esos lectores, inventaron un estilo que se ha hecho clásico: el académico. No fue inventado por una persona o por un grupo, sino por una generación de escritores franceses del siglo XVII para presentar conclusiones complejas a públicos en general.  Sus virtudes son la claridad y simplicidad, en un sentido, así que son también sus vicios. Se declina a reconocer otros estilos, requisitos innecesarios, dudas o ambigüedades. Se construye y toma sus decisiones difíciles en silencio y fuera de la vista del lector. Una vez hecho es presentado como exigencia de transparencia.


Escribir sin un estilo elegido deliberadamente, es escribir sin un concepto tácito de lo que la escritura puede hacer, cuáles son sus límites, quién es su audiencia y cuáles son los objetivos de escritura. Para la audiencia se toman decisiones asentadas sobre hipótesis de experiencia de lenguaje del lector idealizado. El estilo clásico no es tímido para emplear términos especializados, ni ambiguo sobre sus fundamentos. El estilo se basa en la hipótesis de que es posible pensar desinteresadamente y después presentarlos sin distorsión de sus fundamentos en un modo distinto. En este punto de vista el pensamiento precede a la escritura, y tiene como axioma: toda idea con coherencia formal puede ser conocida por un público en general. 


El rol clásico es severamente limitado, porque su prosa clásica es intrépida y suave, no da cuartel al escritor. Los humanos para bien o para mal, no son homogéneos, audaces, frescos o implacables en la búsqueda de significado. La condición humana no permite en general considerar al lector como absolutamente autónomo, el texto debe contener un avatar que lo asista, y quizás esta es la característica principal del texto académico moderno, este escritor moderno se interesa por alcanzar los fundamentos de la verdad que expresa la intervención del lenguaje en alguna realidad. El estilo clásico del siglo XVII no le interesó y no se sintió obligado a atender lo que todos los lectores promedio podrían interpretar, pero fue precisamente el efecto contrario lo que catapulto al estilo clásico como referente del texto académico.

Ciertos escritores clásicos franceses que impulsaron el estilo clásico fueron Descartes, Pascal, Madame de Sévigné, La Brayére, entre otros. Los franceses modernos aún alaban su poder de claridad, flexibilidad y elegancia. No se ha desalentado la ignorancia de atribuir las marcas del estilo a las cualidades inherentes a las lenguas particulares. Ejemplo del estilo clásico francés en el pasaje de La Rochefoucauld en “Maxims of le Duc de la Rochefoucauld[1]”, en español e inglés[2]:

Madame de Chevreuse had sparkling intelligence, ambition, and beauty in plenty; she was flirtatious, lively, bold, enterprising; she used all her charms to push her projects to success and she almost always brought disaster to those she encountered on her way.

Madame  de Chevreuse avait beaucoup d’esprit, d’ambition et de beauté; elle était galante, vive, hardie, entreprenante; elle se servait de tous ses charmes pour réussir dans ses desseins, et elle a presque toujours porté malheur aux personnes qu’elle y a engagées.


Madame de Chevreuse tenía inteligencia chispeante, ambición y belleza en abundancia; era coqueta, audaz, alegre, emprendedora; usó todos sus encantos para empujar sus proyectos con éxito, y casi siempre traía desastres a esos encuentros en su camino. 

La señora Chevreuse era un cúmulo de espíritu, ambición y belleza; era brillante, audaz y emprendedora; usó todos sus encantos para tener éxito en sus diseños, y casi siempre trajo desgracia a la gente que le concurrió. 


Este pasaje muestra la verdad de acuerdo con un orden que no tiene nada que ver con el proceso por el cual el escritor llegó a saberlo. El escritor toma la pose de pleno conocimiento, esta postura implica que el escritor tiene experiencia amplia; de lo contrario no sería capaz de hacer esta observación. La frase cristaliza la experiencia del escritor en una secuencia temporal y absoluta, como si fuese una prueba geométrica euclidiana. La frase tiene una dirección y un objetivo claro. Nos lleva a esa meta, que coincide con su frase final; se construye para el fin y después no deja duda cuando lo ha hecho. La sentencia es telegráfica.


En contraste, consideremos la sentencia de apertura de Samuel Johnson en el “Preface to Shakespeare[3]” que es un master recital, pero no de estilo clásico:


THAT praises are without reason lavished on the dead, and that the honours due only to excellence are paid to antiquity, is a complaint likely to be always continued by those, who, being able to add nothing to truth, hope for eminence from the heresies of paradox; or those, who, being forced by disappointment upon consolatory expedients, are willing to hope from posterity what the present age refuses, and flatter themselves that the regard which is yet denied by envy, will be at last bestowed by time.


QUE sin razón las alabanzas son prodigadas a los muertos, y que los honores debidos sólo a la excelencia se rinden a la antigüedad, es una queja que probablemente siempre será constante en aquéllos quienes, incapaces de agregar algo a la verdad, esperan prestigio surgido de las herejías de la contradicción; o aquéllos quienes, siendo forzados por la decepción de recursos de consuelo, están dispuestos a esperar de la posteridad lo que la actualidad rechaza, y se adulan a sí mismos de que la relación que aún la envidia niega, al final será concedida por el tiempo.


Esta sentencia no es telegráfica desde su apertura. La debemos seguir por caminos complejos e inesperados. En la oración clásica de La Rochefoucauld, la última sección es la conclusión de todo lo que ha ido antes de existir en el principio y la sentencia está construida de modo que anticipemos la llegada de la conclusión. Es básicamente el modelo moderno de Condit explicado en seguida. En la sentencia de Johnson, por el contrario, la frase final no es una conclusión que depende del resto de la sentencia. De ninguna manera la frase es inadecuada, pero no sigue un estilo clásico situación, problema y conclusión. 


Modelo de Condit: minitexto


Argumentar es el proceso de elaborar un pensamiento en términos de problema-solución[4], es establecer una postura sobre un problema específico en términos de sus variables. La solución es la hipótesis inferida en forma de proposición, un tipo de frase que afirma sin ambigüedad una verdad. En la definición de texto argumentativo de Tirkkonen-Condit:


"Un texto argumentativo se puede describir como una secuencia en la que la situación de las unidades estructurales pueden ser identificadas: situación, problema, solución y la evaluación. Hay secciones de entrada de texto específicas (slots), estado problema inicial y final, es decir el estado irresuelto y deseable o solución. La sección de evaluación está reservada para resultados de conjeturado de la solución sugerida, es la discusión de lo que sugiere la hipótesis de solución. La sección de la situación está reservada para el material de fondo o estado del arte, es decir, hechos y opiniones que orientan al lector en el ámbito del problema[5]."


Podemos reconocer que en todo texto argumentativo es explícito el estado del arte (situación), problema, solución y evaluación. Este criterio estructural del discurso argumentativo nos permite describir la tesis central que guía el ensayo científico, se trata de un tipo de argumento llamado de tesis o minitexto. La poesía y la ciencia combinan este recurso como superestructura de todo su discurso, es equivalente a decir que tanto ciencia como poesía buscan ampliar los límites de un conocimiento. El minitexto es la estrategia que guía todo el texto en su conjunto, es el eje de la estructura retórica que dota de sentido de coherencia a cada sección del cuerpo total del texto.


La argumentación apela a la razonabilidad, es decir, una evaluación deductiva o inductiva de las premisas que sostienen una conclusión. La definición de argumento en que nos apoyaremos, básicamente se dirige a un proceso en el que se produce una razón. Lo contrario es una forma desvirtuada de lo que es la argumentación, es pelear verbalmente con prejuicios e intenciones ajenas a perfeccionar las ideas, no debe distraerse lo que está discutiéndose con los argumentos, es decir, enfocar bien las razones y los fundamentos que le dan forma a la razón para sostener sus conclusiones, y no en los portadores de la argumentación. Cuando se discute se aportan argumentos, de lo contrario es un alegato estéril para la renovación de las ideas, debemos considerar que los argumentos están en algún marco teórico que los justifica y cuando no hay puentes teóricos entre dos argumentos en una discusión, es inútil pretender hacer versiones compactas o derribar argumentos de un discurso.


En conclusión, el argumento es un modelo Situación-Problema-Solución, una fórmula proposicional, una forma de indagación por cadenas de razones dentro de alguna realidad. Aportar argumentos, es esencial para aprender dentro de un contexto; el texto argumentativo por su naturaleza compromete al escritor con una postura de conclusión, que hace que el lector recree el camino de conocimiento vivido por el escritor. En el acto de argumentar están presentes los estados de verdad (premisas), es decir, proposiciones conectadas por operadores discursivos que forman una expresión lógica que deriva en conclusión. 


De regreso a la oración de La Rochefoucauld, supuestamente parece más fácil de escribir, pero esconde realmente el esfuerzo del escritor para adoptar un estilo para expresar sus pensamientos. En cambio Johnson parece que tiene la intención clara de explicar lo difícil de escribir, mostrando a su lector el trofeo logrado por su esfuerzo personal. Para crear la frase de La Rochefoucauld, se necesita una verdadera maestría, es lograr que su flujo aparezca con la fresca espontaneidad que se logró, de hecho; notamos que el ritmo es demasiado perfecto para ese fin. Aún así, notamos que suena como discurso eficiente y preciso, si los ángeles hablaran a un público amplio sonarían así, pero si se quisiera desafiar estética y racionalmente al lector, probablemente en Shakespeare y Samuel Johnson en sus ritmos no escucharíamos a alguien hablando espontáneamente, el discurso de Johnson es difícil de memorizar y parece decir que está confinado al texto escrito como discurso y memoria, porque para el estilo Shakespeare la verdad es el esfuerzo intelectual de resolver el rompecabezas exigiendo el sincero esfuerzo del lector, en él la estética es conducida por la complejidad inherente del conocimiento que expresa. Tomemos esto como una ley para el escritor, la verdad es una criatura que huye del esfuerzo sincero, y cuando es atrapada, es un trofeo racional y emocional sin igual.


La sentencia de La Rochefoucauld es el prototipo Situación-Problema-Solución, donde el entorno conceptual y lingüístico es extremadamente denso y complejo, su claridad responde al orden de las sentencias en un estilo clásico, ese gradiente entre estilo clásico y sencillo. Para el primero, la verdad es raramente pura y nunca simple; para el segundo estilo, la verdad es pura y simple. El estilo sencillo es muy adoptado en el texto académico, sin embargo, cuando este quiere alcanzar humildad frente a la incertidumbre de la verdad, se auxilia de la poesía, para no ser llano frente al desafío humano de su finitud. Para los clásicos el estilo sencillo o llano de la razón, es casi puro, deja traslúcida la tautología que lo sostiene, esa razón pura matemática. El estilo clásico, introduce un refinamiento metafórico, que es meditación sobre las versiones humanas de la verdad, tomando la actitud superior de la inteligencia brillante del estilo llano, no es un estilo general de la gente, es expresado en la inteligencia como elegancia de medios racionales refinados, donde la verdad es solo una aproximación, esa tan característica del ensayo académico.


El escritor de estilo llano, pretende ser el común en su escritura para decir algo realmente original y audaz a un mayor público. Este escritor toma del lenguaje presente en los términos del lexicón de la gente común, este que es reflejado en el consenso público del texto de divulgación, periodístico, instruccional, o simplemente referido como llano, reconoce en este tipo de texto el sentido de estilo común de la verdad para expresar sobre de ella nuevas verdades. A diferencia, el estilo clásico es elegante, desde las escuelas epistémicas toma de la propia revolución del conocimiento científico, la semántica vigente de sus términos, es un logro intelectual en sí mismo, no una dotación de lenguaje rebuscado. Tenga presente que la escritura es la hendidura del espíritu por donde advertimos al orbe. Este reconocimiento es elemental para comprender el texto académico en su rol en la educación.


Elemental no siempre significa fácil, a menudo es referido como fundamental. El texto de estilo clásico nace en la matemática de Euclides en su discurso sobre los objetos de la geometría, en su obra “Elementos”, que el propio Stephen Hawking reconoce como el nacimiento de este tipo de discurso[6]. Para el gran Isaac Newton, una vez establecidos los fundamentos o elementos, ya se está listo para hacerlos implícitos en el resto del discurso, estructurando nuevas realidades mentales. Un pequeño punto geométrico nos dirige a niveles más altos de la geometría euclidiana, cuidando ser claros en cada escalón en la abstracción construida.


Cuando en el siglo XVIII la química superó su germinación en la alquimia, surgió de estructurarse alrededor del concepto de elemento químico, a pesar que solo se conocían unos cuantos. Del modo que Euclides y sus puntos geométricos fueron un elemento de partida fundamental de su dominio matemático. El origen de la química, en particular del concepto de elemento químico se le atribuye a Antoine Lavoisier (1789) presentado en  “Traité élémentaire de chimie, présenté dans un ordre nouveau et d'après les découvertes modernes[7]”, fue rápidamente acogido por el mundo, en parte porque fue escrito en el estilo clásico. El concepto de elemento químico es similar al elemento en Euclides, ya que toda la química los hace implícitos, el concepto de toda la materia es una combinación de elementos químicos, inspirados en un alfabeto del mundo material.


Cuando el teclado original de la máquina de escribir se convirtió en el teclado más complejo de la computadora, se amplió el universo de la posibilidad del texto. Se añadieron teclas de funciones exóticas, ninguna de las cuales alteró sus elementos fundamentales del alfabeto. Lo mismo parece que sucede con el estilo clásico en el texto académico moderno, sus fundamentales de objetividad, claridad, sencillez y modelos Problema-Solución aparecen inalterados hoy en día.


Los elementos en todos estos casos, son definitivamente pocos y son puntos de partida de todo su dominio de conocimiento. Del mismo modo deberíamos esperar que los límites que se aplican al estilo en prosa, fueran una historia similar. El problema es que los elementos no pueden en este caso, ser una lista indefinida y miscelánea de reglas mecánicas y características superficiales. Los autores en estilo clásico en la búsqueda de sus elementos relacionan verdad, presentación, escena, escritor, lector, pensamiento y lenguaje. Cada uno de estos elementos están en el mismo nivel fundamental. Ninguno refiere a un nivel superficial como la longitud de enunciados o párrafos, ni se derivan unos de otros. De estos elementos podemos derivar una serie de preguntas para profundizar en su dominio: ¿Qué puede ser conocido?, ¿Qué puede expresarse en palabras?, ¿Cuál es la relación entre pensamiento y lenguaje?, ¿A quién se dirige el escritor y por qué?, ¿Cuál es la relación implícita entre escritor y lector?, ¿Cuáles son las relaciones implícitas en el discurso?, ¿La intertextualidad es el diálogo del escritor y la realidad del lector? Lo único claro es que la escritura frente al silencio, es el contenido que ningún otro nunca llenará con tal extensión.


Dominar un estilo es poder elegir conscientemente el soporte fundamental como opción abierta a la escritura. Por el contrario, saber una lengua es saber de una gran variedad de verbalizaciones y pragmáticas que son inconscientes o cerradas. Sin embargo, elegir sobre los elementos fundamentales para adoptar un estilo, es no ignorar las características de las opciones fundamentales de las cuales se deriva. No proponemos guiarnos con preguntas fundamentales, sino con elementos del estilo de escritura, tales como verdad, presentación, escena, escritor, lector, pensamiento y lenguaje.


5.1. Verdad


Descartes proporciona en el siglo XVII el elemento fundamental de verdad, dirigir el discurso a la solución de un planteamiento de problema, justificado objetivamente este elemento; esto ayudó a que el hombre forjara una actitud científica rigurosa para intentar librar al pensamiento de posibles contradicciones. Para Descartes este elemento depende fundamentalmente de dominar la hipótesis e inferencias como énfasis de estilo argumental. No menos importante entre estas actitudes es la concepción en el acceso a la demostración de la verdad. Descartes en su tratado filosófico “Discurso del método”, por extraño que parezca, no está dirigido a un método, con acierto fue dirigido a la razón y a la búsqueda de la verdad en la ciencia. Este elemento fundamental del estilo clásico es creado como suprema racionalidad dirigida al orden del descubrimiento objetivo. Asimilando experiencias intelectuales, el escritor incorpora innovadores modelos de encadenamiento de razones. Para Descartes todo los hombres tienen en esencia modelos para identificar la verdad, una razón natural axiomática, pero esta no alcanza para hacer ciencia o literatura sin un estilo, el de dirigir cada esfuerzo crítico de pensamiento personal a alcanzar la objetividad. Escribir es intentar colocar al lector en la escena de hacer inteligente lo que posterior a cada segmento del discurso va creando, el discurso mismo es claridad para distinguir los criterios de verdad. En otras palabras, este elemento verdad, resuelve los impedimentos para demostrar lo dicho, para justificar su verdad. Lo que es expuesto como cierto, puede ser verificado personalmente por cualquier mente honrada que esté dispuesta al esfuerzo intelectual necesario para deliberar sobre su verdad, sin ninguna autoridad externa. 


Desde este punto de vista, el elemento verdad en el estilo clásico puede ser considerado como una versión del enfoque de Descartes, que trata todo lo que está en la realidad como observable con la razón, dando por hecho que cada lector está habilitado genéticamente para verificar lo que presenta el escritor. Hay ciertas verdades innatas evidentes como base de este pensamiento axiomático, y ellas hacen que el mundo contingente sea verificado como si se pudiera sacar del mundo estructuras de razón y trabajar con ellas desde fuera de la realidad en forma de modelos matemáticos y discurso en lenguaje natural. 


En la práctica esta actitud es descomponer la realidad en piezas analíticas que permitan comprobar sus efectos a nivel de sistema, esto es el rol del elemento verdad, es un esfuerzo intelectual por construir objetividad en la dirección de la certeza. Incluir citas bibliográficas es como ayudar a otro a ir a verificar los criterios de verdad de las fuentes. Cada premisa o estado de verdad es un analítico en el discurso objetivo, dado por proposiciones, oraciones que son segmentos de certeza igualmente accesibles para cualquiera a su verificación, que es el poder de un discurso en el privilegio de ser verificado. 


El escritor académico es un constructor racional de la verdad verificable desde la experiencia de cualquier observador. El argumento no solo tiene la función de persuadir sino de sugerir su propia verificación, es decir, el escritor simplemente pone al lector en una posición para ver lo que está siendo presentado y sugiere al lector la comprobación, un texto académico argumenta pero no dice lo que es cierto, esto lo deja al reconocimiento del propio lector. El texto académico clásico asume que la verdad puede ser reconocida.


En el estilo clásico el concepto de verdad se suele llamar punto de vista o visión que asume el escritor. La verdad que expresa el texto académico se da en libertad, así como toda persona atenta puede revelar conocimiento de las necesidades, deseos y conflictos humanos por la objetividad, también puede reconocer debilidades y virtudes de las razones expuestas en él. El lector puede comprobar los fundamentos de la verdad expresada desde su propia experiencia, no puede ser verdad algo que no puede comprobarse universalmente. Esto implica un axioma del texto académico, la verdad es eterna, contingente y puede ser conocida por la razón. Son eternas en el sentido de que deben ser descubiertas, no creadas, y toda futura experiencia no es más que corroborar todo pasado testimonio. Si bien las circunstancias cambian, la verdad nunca defrauda.


La verdad no posee sentimientos, emociones y existe inclusive sin buscar nada. Pero es reconocida como resultado de las ambiciones personales de un investigador, esas que nunca lo dejan satisfecho, deseos virtuosos de conocer en la frontera de lo desconocido, eso que puede ser conocido y vivido por el arte, la matemática, la ciencia, la literatura, la poesía,… La verdad es resultado consciente de una actitud de exploración fina, lenta y atenta, es el tono de consuelo para tantos fracasos necesarios para aprender a reconocer la verdad. El escritor académico se presenta no como una guía moral, sino como un observador de la verdad.


5.2. Presentación


La actitud clásica del escritor, es que escribir sirve para algo más que presentar un tema. El tema es concebido como un objeto de estudio distinto a la escritura que lo explora, algo que puede existir en el mundo y es independiente de cualquier presentación. Presentar es el poder de lograr un pensamiento ordenado en donde el autor desaparece en esa ventana transparente de una prosa limpia, donde la propia ventana debe desaparecer y revelar la realidad a la que observa. La prosa es la presentación con la que el escritor habla con convicción. La convicción implica conocimiento y experiencia de algo que existe antes de la escritura del texto, su prosa es concebida como un instrumento que no distorsiona la realidad; esto desde luego en el texto científico, donde el lenguaje intenta ser la realidad; por otro lado, en la literatura de ficción la prosa es una criatura que se mueve por dentro del lenguaje creando nuevas realidades. 


La presentación es en el acto de creación improvisación intuitiva en el marco de la tesis central del texto, es el orden de la discusión de las premisas que fundamentan, para que ninguna actividad creativa sea rutinaria. Presentar es preparar un camino original de razones que plantean un problema y nos conduce a la tesis de solución. En cada jornada de trabajo la presentación reconoce la revisión del camino como procesos y etapas de discusión y refinamiento sucesivo. De este modo se presenta al conocimiento como un arte del tejido de razones y argumentos en el que dudas e incertidumbre surgen en el centro del pensamiento. 


Tu voz la mía prodigios del mundo


Parejas de palabras orilla del encuentro

todos a puertas cerradas, ya no sé caminar

sin tu voz junto a mí, oye el viento 

puse mi hombro para tu apoyo

voz que en el tiempo, da su tiempo

cuya mirada me cambió el destino.

Este es aquel silencio incompleto

palabra en hojas caídas bajo cielo

azul, praderas verdes en desnudez 

estrofas piedra río; una flor en el abismo

pausa en el reloj de su ternura 

un hilo de historia es de espejo

flotante retoño eterno, te espera

quiere en muda sorpresa miradas

alzadas al encuentro de fruto presencia

que yo amo, ciego, silencioso verso.

 

 Carpintero de letras

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La presentación no es una jerarquía de temas o secuencia de preguntas controladas por el valor para el proyecto, esta es un foco cercano a la navegación entre elegir permanecer o abandonar el texto en cada nuevo párrafo. La atención del lector frase a frase con la intención de comprender hace de la presentación una suma en la que cada palabra cuenta, lo que obliga al escritor a prestar atención a cada detalle. Si el lector salta una sola palabra o frase puede perder el sentido de la unidad de la presentación, porque presentación es la subordinación de puntos de sentido con cuidado y precisión, pero sin caer en la mera acumulación de información.


5.3. Escena 


En el estilo clásico, la escena es la voz de conversación. Es decir, el escritor adopta la pose de un altavoz cuyas sentencias son el producto de un discurso en lugar de un instrumento de escritura que reporta evidencia. En el discurso, la expresión se ha ido del momento en que se habla y tiene solo un instante para entrar en la mente y lograr su lugar en la memoria. El discurso debe parecer espontaneo y con movimiento racional dirigido a objetivos claros. Debe lograr el discurso un avatar que organiza el flujo del pensamiento comunicado, de este modo la escritura es una serie de movimientos, cada uno breve y significativo con evidente objetivo, dando confianza al lector de tener control del discurso. Un discurso con la apariencia de espontaneidad pero con trazos sobre los objetivos que persigue, su escena no es de oratoria dado que no pretende hablar a un colectivo o audiencia, sino a un lector con pensamientos personales, interesado en el conocimiento. Así el discurso en un lenguaje claro y directo ofrece más que información, es decir, crea la escena de una experiencia de conocimiento guiado por un avatar.


En el discurso clásico, la formalidad se traslapa con la narración de ideas espontaneas y tejidas en sus razones por formas originales de interrogar la realidad. Esto le da frescura y revela que las conclusiones sobre su verdad no buscan manipular, sino que solo es el resultado de una actitud combativa en las ideas y que en última instancia es el lector al evaluar los fundamentos y las razones quien reflexiona si ese conocimiento es digno de ser considerado en algún grado de verdad. 


5.4. El escritor y el lector


En su obra intitulada ¿qué es un autor?, Michel Foucault define la relación escritor y lector como algo asimétrico en ambos sentidos. El escritor es un autor que ha dicho o escrito en modo original con operaciones críticas de cadenas de razones complejas, fundamentadas y justificadas, reduciendo la incertidumbre sobre algún tema, es la consagración de la individualización como investigación auténtica y contribución original dentro de un sistema de conceptos valorados a modo único por el escritor. Este modo único es lo que provoca que el lector al no poseer estos valores epistémicos, funde su propio criterio en el texto de un modo totalmente independiente al del autor. Es decir, la relación del escrito con su autor, el sujeto creador no deja de desaparecer en todo el flujo de creación. La obra escrita es para el autor su propia existencia en la percepción, mientras que para el lector esa percepción no está presente, por tal hecho en el lector no se comparte esta percepción y ante esto desaparece el autor, nos asegura Foucault[8].


La relación entre escritor y su obra es una experiencia juzgada dentro de la arquitectura del texto y solo él con su percepción sabe lo que su obra es. Cuando la obra está frente al lector, se prescinde del autor, desaparece dice Foucault, ese que ha pensado independientemente y plenamente lo que está diciendo, al compartirlo como experiencia de creación, el texto sale de ser una carta privada y se vuelve pública en la circulación de los discursos en el interior de una sociedad. Desde el autor, su texto es la frescura del descubrimiento, la mejor revisión del borrador alcanzado, donde todos los autores citados no sustituyen su propia voz, sino que le dan fuerza y muestran la convicción del escritor de dialogar con otros autores sobre algún orden de razonamientos que conduce a la verdad. 


El autor no necesariamente abre nuevos caminos a la verdad, pero su trabajo en realidad sí responde a un desafío original presentado como texto auténtico y que prueba que logró comprenderlo con su singularidad personal y no es una copia idéntica de otras obras. Un estudiante de secundaria cuando hace la demostración de Pitágoras, no lo hace por un camino original, pero sí lo percibe de manera original. El autor considera a un lector, un ser dentro de una sociedad, esa misma que comparte problemas y necesidades en correlación con su propia persona, eso es lo que garantiza que la verdad expresada en su texto se perciba. El autor paralizado por pensar de cuántas maneras puede salir mal su texto, en el sentido de presentar algo claramente y con precisión. Tal vez no lo puede ver directamente, tal vez tenga bloqueadas brechas a sus conocimientos. Ante esta situación en la que inclusivamente podríamos estar mintiéndonos a nosotros mismo, el apoyo de revisores se vuelve necesario antes de que sea publicada la obra. Los revisores nos permiten afrontar estos retos, resolviendo nuestros prejuicios sobre lo escrito, sugiriendo reconfigurar los modos en que presentamos el conocimiento al lector. Estas anticipaciones son útiles pero no absolutas, por ser imposible prever la percepción de un lector en su propia época y condición.

 

Los estilos por sugerencia son poderosos porque el autor se da una idea de lo que lectores potenciales creen y ello le permite reconfigurar el código para alcanzar la conclusión presentada en el texto. Un catálogo de sugerencias sería muy largo y variado. Hay otro estilo del tipo subliminal o poético que intenta que el texto sugiera implícitamente el planteamiento de problemas, sugeridos con hechos apropiados, luminosos detalles para que en el lector estalle en percepción e inferencia. Los estilos místicos tan presentes en novelas, presentan la verdad como algo insinuado pero nunca absolutamente comprendido intelectualmente o expresado con precisión. Este esfuerzo místico se dirige hacia la conclusión, en donde el lector se convierte en quien con sus inferencias trabaja para revelar lo que el autor quiere sugerir.


El estilo académico no sugiere, en cambio trabaja un refinamiento necesario de fundamentos, hechos y conclusiones, haciendo que con precisión se expresen las ideas. Es un modo en el que el autor hace todo el trabajo en la propia nariz del lector: ahora pienso que necesitamos algún fundamento para hacer plausible la sugerencia hipotética, esa pieza correcta que resuelva las grietas en la explicación de los hechos observables. Pero el escritor en el estilo clásico o científico, trabaja como un asistente que revela lo visible de la empresa intelectual, es decir, pensamiento y lenguaje son escritura a manera de modo de pensar algo frente al propio lector; el escritor clásico en la ciencia solo reporta la escritura para presentar lo ya pensado; de esta manera su texto oculta la experiencia intelectual indistinguible de la del orden de la razón como tarea de pensamiento. El texto científico es un estilo de este tipo de reporte de lo pensado, por el contrario, el texto académico procesa con énfasis la forma transparente de presentar la realidad de un conocimiento en su modo en el que fue construido. El estilo científico implica al valor de lo que se presenta, mientras al estilo académico además del valor de lo que se presenta, también valora cómo se dio la inteligencia del descubrir como parte de algo más grande que solo expresar lo plausible; clarifica la experiencia del conocimiento como una versión de una vía para conocer. Es fundamental distinguir que el texto científico es un reporte fino de lo pensado, justificado, sistematizado, y el texto académico es lo pensado, justificado, sistematizado desde en un contexto de aprendizaje epistemológico, en que las nuevas generaciones pueden hacer de este discurso una experiencia del conocer erudito como fundamentalmente importante para su formación disciplinar. El estilo científico está orientado a la verdad; el estilo académico está orientado a la realidad disciplinar de alguna profesión y además, incluye en su naturaleza el propio estilo clásico. 


El texto científico no puede justificarse por adelantado, presupone justificar su presunción de verdad en una presentación de citas en las que el texto no puede leerse independientemente de las citas de referencia, este estilo implica que cualquier cosa requiere interactuar con la erudición de otros intelectuales. El escritor centra su texto en un lector que reconocerá lo valioso de manera autónoma. Este estilo intenta que las matemáticas y el texto natural tomen el lugar de la realidad, asume que la red de conceptos y convenciones necesarias para ser inteligible el texto en un proceso de lectura, están ampliamente compartidos por la comunidad epistemológica interesada en la investigación científica de esa parcela de la realidad. Por contrario, el texto académico justifica como condición inicial los fundamentos o elementos básicos que son los ladrillos de las grandes abstracciones científicas. El texto académico es rico en precisiones conceptuales, en ejemplificaciones que permitan escalar en sentido progresivo a la abstracción requerida para plenamente explicar una teoría. Además de dar un trato diferente a la abstracción, el texto académico se preocupa porque un público más amplio logre una lectura asesorada por un avatar en un viaje epistemológico para concebir la categoría ontológica en cuestión. 


Las abstracciones en el texto científico buscan ser claras y exactas desde el punto de vista clásico, la distinción entre abstracto y concreto no tienen ninguna consecuencia. Para un asesor de escritura científica es común que cierne las acciones de escritura a partir de evitar lo ejemplificado, lo pedagógico y poco concreto sobre la hipótesis en lo práctico, lo que importa no es el tema, sino que más bien el estilo se conciba como categoría ontológica con metas de producir, de objetividad, a manera breve: sintetizado y resumido como modo económico en el número de páginas para que el tiempo de lectura sea corto para evaluar relevancia y pertinencia de su contenido. 


Las abstracciones en el texto académico buscan ser consecuencia de un viaje epistemológico guiado por un avatar, ser parte de los elementos fundamentales que serán más tarde cimientos de abstracciones exactas y complejas. Para un asesor de escritura académica es común que cierne sus acciones para construir sistemas de conceptos, convenciones y procesos básicos necesarios para desarrollar un tema y concebir la realidad material como racionalizable y controlable. El escritor académico parte de considerar que el lector siente curiosidad y la proyecta en una voluntad de conocer, ante ello, está dispuesto a la lectura de textos de longitudes aproximadas a rangos de 200 a 400 páginas en promedio. Sin embargo, los estilos científico y académico no son otra cosa que emplear el lenguaje y habitarlo para referirnos a algo fuera de él, es decir, la propia realidad disciplinar y la verdad; pero en ambos hay una simetría entre los términos especializados, sin embargo, una asimetría entre explicarlos en el terreno académico  y emplearlo con maestría en el terreno de producir una nueva verdad científica.


En contraste a los estilos académicos y científicos, está el estilo romántico, un escritor aquí presenta la realidad como concebida por ojos y corazones originales y privilegiados para que el lector pueda ver por lo que es para su propia existencia. El texto romántico en su verdad, entonces no tiene existencia independiente del escritor concreto. Para concebir con claridad y exactitud el lector examina los escurridizos pasajes que transportan la visión superior de un narrador que reinventa modos de estar por dentro del lenguaje. Poetas, novelistas y ensayistas humanistas como escritores, son asimétricos respecto a los términos acogidos por el común de los lectores. El escritor romántico se proyecta como un observador singular en el que su propia alma es garantía de originalidad. Por el contrario en el estilo científico y académico, los ojos del observador no tienen ningún privilegio, y la presentación del texto asume que con honradez, perseverancia, rigor y disciplina todo lector puede alcanzar la abstracción propuesta en el texto. En otras palabras, cualquier persona competente está en posición para ver la abstracción, a él le parecerá inmediatamente reconocible el texto académico y científico, como algo capaz de ser expresado en una realidad concreta en lenguaje directo y sencillo. La abstracción no es exclusiva de algún estilo, ni por sí misma es buena o mala, pero los estilo son maneras o modos de abordarla para concebir su contenido. 


5.5. Pensamiento y lenguaje


Desde una perspectiva clásica no se piensa en escribir. Esto va en contra de una conexión potente y generalizada entre concepto de escritura y el concepto de mente. Los registros de código escrito se entienden como una especie de memoria analítica externa que permitirá elaborar juicios de mayor profundidad. Y son los juicios una especie de memoria interna que procesa los registros externos de investigación. Los juicios son argumentos o cadenas de premisas conectadas por operadores discursivos que alcanzan una inferencia de conclusión. La escritura está pensada en jugar un rol epistemológico de conocer, pensar al escribir es asumir ser una mente exploradora. La mente de un escritor es un papel sin fin sobre el que se escribe lo imaginado. Aquí el escritor es el pensamiento del uno mismo. El Yo es el autor de la escritura en la mente, el Yo es autor concreto que registra el proceso de pensamiento sobre la página en blanco. Ser escritor, es asumir la individualidad de esta tarea con los errores, glorias o infiernos que de ella emanen. 


El estilo clásico depende en su escritura de un proceso previo de pensamiento. Al tener un pensamiento, es lo mismo que tener motivos para emprender una jornada de escritura. Los pensamientos son auxiliados por el acto de escribir, pero la escritura por si sola no es pensar, sino la mente es la que está arrojada a producir razonamientos, esto significa que el pensamiento antecede a todo acto de la escritura. Entre el punto final de una oración y el principio de la siguiente hay espacios en que la mente reflexiona. Es a partir de este pensamiento dado entre oraciones, que el escritor valúa sus intenciones y necesidades. Cada oración es creada como consecuencia de un pensamiento previo, así que, entre escribir y pensar hay una brecha tan grande como cocinar y servir a los comensales; entre comunicar y crear contenido. 


Cuando el lector contempla un texto, no es lo mismo que cuando un autor contempla la construcción de sus propias ideas. Desde el escritor pensar es ver lo desconocido, leer es ver lo explorado desde el lector. El escritor parece estar intentando hacer algo frente a sus ojos y al mismo tiempo, hacer que otros puedan ver lo que ve. Los estilos de escritura sugieren, mientras las palabras son los ladrillos que esperan aproximarse a ser  lo que el pensamiento imaginó. No hay mejores o peores palabras, simplemente maneras de expresar pensamientos particulares. Hay mejores maneras de expresar, a esa intención la llamaremos elegancia en el tratamiento de los textos escritos, con fines de mejorar su capacidad de expresar, es decir mejora la elegancia de su propuesta de escritura. Podemos decir sobre todo lo que es conocible, pero decirlo elegantemente en el texto académico o científico, es hacerlo con claridad y sencillez dentro del estilo clásico, es equiparable a escribir con elegancia. La elegancia en la escritura es un ajuste siempre posible sobre todo lo que es posible conocer inteligiblemente, ajustes entre un pensamiento y lo expresado en el texto concreto que lo intenta materializar, es asumir una escritura a base de borradores, al modo de un sistema de demostración euclidiano en que la coherencia del discurso se perfecciona. El escritor clásico elegante, hace de sus frases optimización economía y simetría entre lo pensado y lo expresado para dotar de perfección a su texto, no se compromete forzar, sino intenta naturalidad en su flujo de pensamiento. Los escritores fallan la mayoría de las veces en sus primeros borradores, pero estos productos artesanales son vitales para ensayar la elegancia de su propia escritura. No puede haber elegancia en un escrito sin procesos de ajustes graduales entre lo pensado y lo expresado en cada uno de los enunciados, oraciones o párrafos, entre etapas de borrador y borrador que reducen lo artesanal, ganando elegancia entre cada fase de revisión. 


Cuando decimos que hay versiones artesanales y elegantes de un texto, hablamos de maneras de escribir algo, sugerimos que hay muchas maneras de expresar el mismo pensamiento, cada uno con sus fortalezas y limitaciones ineludibles. Cualquier manera particular de escribir algo es el precio que se paga por poner un pensamiento bajo un compromiso de elegancia que asume consigo mismo un escritor. Los fracasos por alcanzar la elegancia, no son limitaciones del lenguaje empleado, sino la falta de recursos literarios del escritor concreto. Hay dos tipos de ajustes para alcanzar la elegancia, el primer ajuste se da al poseer un amplio léxico a nivel de frases, que permitan adaptar el discurso a cualquier pensamiento. El segundo ajuste es estructural, aquí el pensamiento es modelado como una imagen estructurada y con dirección. La estructura son imágenes esqueléticas que sostienen las ideas en modo formal y subyacen a nuestra experiencia cotidiana, son esquemas de imágenes que permiten avanzar al objetivo de escritura. Los esquemas de imágenes son metaargumentos que estructuran la discusión, el espacio semántico y las reacciones en el flujo de una trama. Al jugar con los esquemas, es que abstraemos y creamos una linealidad para el flujo de la lectura, de este modo creamos un movimiento en el espacio del texto gota a gota en el flujo de su código para el elector. Una gran cantidad de nuestros razonamientos consiste en proyecciones metafóricas de estos esquemas de imágenes discretas, continuas, abiertas, cerradas, recursivas, lineales,… en las que el prototipo de verdad viene estructurado mediante un esquema de alguna combinación reconocible en extensión, forma e interacción tales como: poema, síntesis, reseña, resumen, tesis, revisión, ensayo, semblanza, ... 


La expresión de un texto, es la forma o imagen que gobierna sobre las frases y parágrafos que integrarán el contenido. Una frase puede ser pensada como continuidad, aproximación, puntero a algo, movimiento de alternancia entre alternativas, premisa necesaria para mayor abstracción, pausa para refinar y precisar un pensamiento, … Sí Usted, quiere dominar y ampliar sus recursos fraseológicos, debe aprender a observarlas en sus roles que juegan en textos que lee para alimentar su investigación. El texto artesanal, lo define un desalineamiento entre lo pensado y lo expresado por el lenguaje escrito. La mayoría en su primer borrador escribe sus sentencias o proposiciones alineadas a sus esquemas básicos de la imagen, logrando una prosa monótona; por otro lado, escritores con conocimientos avanzados en prosa elegante, conscientemente desalinean las oraciones buscando nuevas formas para el lenguaje, como resultado nos provocan visiones locales anidadas entre el texto tan originales como sublimes.





[1] Rochefoucauld (2003). Maxims of le duc de la Rochefoucauld. Boston: International pocket library. Recuperado de http://insomnia.ac/essays/maxims/google_ebook.pdf

[2] Dutton Denis (1997). Writing classic prose. Philosophy and literatura 21: 504-507. Recuperado de http://www.denisdutton.com/clear_and_simple_review.htm

[3] Samuel Johnson(1909-14). Preface to Shakespeare. The Harvard classics. Recuperado de http://www.bartleby.com/39/30.html

[4] Kummer, W. (1972). Aspects of a theory of argumentation. En E. GÜLICH, y W. RAIBLE (Eds.), Textsorten, pp. 25-49. Recuperado de: http://kdevries.net/teaching/teaching/wp-content/uploads/2009/01/flower-hayes-81.pdf

[5] Burns Anne & Coffin, Caroline (2001). Analyzing english in a global context: a reader. Canada: The Open University Google Book

[6] Hawking, Stephen (2010). Dios creó los números. Barcelona: Crítica.

[7] Lavoisier, A. Traité élémentaire de chimie, présenté dans un ordre nouveau et d'après les découvertes modernes, 2 vols. Paris: Chez Cuchet, 1789. Reprinted Bruxelles: Cultures et Civilisations, 1965.

[8] Foucault, Michel (2010). ¿Qué es un autor?. Argentina: Ediciones literales.