Texto universitario

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Módulo 3. La universidad como libertad académica 

 


3.1 La Universidad en ruinas


Este texto toma como punto de partida el diagnóstico de Bill Readings sobre la universidad como una institución arruinada que perdió la sustancia de su propósito educativo. Tras una breve presentación del análisis de Readings, se adelanta la alternativa que propone a saber, entender la educación universitaria como una red de obligaciones. La concepción ética de la obligación de Readings se contrastará con la interpretación de Stengers de este término, sin embargo, para llegar a otra interpretación de la obligación se requiere la comprensión de la primera en sus orígenes en los que se definió como una obligación educativa. La mayor parte del texto analiza el trabajo de Campus in Camps, una universidad experimental, con el fin de desafiar la discusión teórica presentada al comienzo de la discusión a través de un enfoque en prácticas universitarias concretas y específicas de tradición intelectual entre los agentes profesor, estudiante y literatura. Esto dará paso a una descripción más situada y comprometida de las obligaciones de la educación universitaria.


En su libro “La universidad en ruinas”, Readings (1996) sostiene que la universidad contemporánea como institución ya no encuentra un punto de orientación en una idea filosófica unificadora[1]. Mientras que la universidad kantiana se orientó hacia la idea de Razón y la Universidad humboldtiana se orientó hacia la idea de Cultura, la  universidad contemporánea justifica su existencia a través del discurso de la excelencia. Esto demuestra, según Readings, que la universidad bajo la presión de la globalización ha perdido su misión de justicia social. Sostiene que la universidad moderna sirve como el brazo ideológico del estado nacional y no como un espacio de libertad ideológica. Su función es proporcionar al Estado-nación un público educado subordinado, que pudiera representar respectivamente la Razón o la Cultura. Por lo tanto, la universidad moderna tiene una agenda nacionalista, y debido a la globalización y al declive del Estado-nación que la involucra, la universidad tiene que encontrar un principio unificador que no se refiriera a este Estado-nación. Readings sostiene que la universidad encontró tal principio en la noción de excelencia:


La necesidad de la excelencia es en lo que todos coincidimos. Y todos coincidimos en ello porque no es una ideología, en el sentido de que no tiene referente externo ni contenido interno. Hoy en día, se puede instar a todos los departamentos de la Universidad a luchar por la excelencia, ya que la aplicabilidad general de la noción está en relación directa con su vacuidad (Readings 1996).


La universidad contemporánea, reconstituida por el capitalismo transnacional y la burocracia corporativa[2], ha adoptado la excelencia como su idea unificadora y orientadora: la Universidad de Excelencia. Readings explica que la universidad justifica su existencia mediante la optimización continua de la investigación, la docencia, la producción de literatura académica original y la administración, de acuerdo con los términos del discurso de excelencia. Readings sostiene que la rendición de cuentas en el sentido sociopolítico ha sido reemplazada por una contabilidad omnipresente en vista de la maximización de la eficiencia a un tribunal de calidad permanente Jessop, B. (2017).: organismos de acreditación. En la universidad puede y debe medirse si se logra optimizar el funcionamiento en todos y cada uno de los dominios a través de indicadores. Desreferencialización es el nombre que Readings le da a este desarrollo en el que la universidad ya no se refiere a una idea educativa, sino que queda atrapada en su propio resultado optimizando los ciclos de retroalimentación burocrática. El remedio de Readings, sin embargo, no es crear un nuevo punto de referencia, una re-referencialización de la universidad hacia una idea unificadora, se podría pensar, por ejemplo, en una Universidad del Internacional, o una Universidad para el Futuro, sino que propone una transvaluación de la desreferencialización. Abrazando lo que él llama un pragmatismo institucional, su punto de partida para reconcebir la universidad es su actual estado de ruina:


Habitar las ruinas de la Universidad debe ser practicar un pragmatismo institucional que reconozca esta amenaza, más que buscar redimir la incertidumbre epistemológica recurriendo a la plenitud de la sensación estética (nostalgia) o al dominio epistemológico (conocimiento como progreso), es promover la libertad académica. Las ruinas de la institución cultural están simplemente ahí, donde estamos, y tenemos que negociar entre ellas antes que muera la tradición intelectual en Universitas.


Readings llama a la transvaluación que busca para inducir una forma de pensamiento sin coartadas, un intento de habitar las ruinas de la universidad sin invocar un 'otro lado', por lo tanto sin referirse nuevamente a una 'idea', ya sea una idea de una universidad que desde hace mucho tiempo a ido a una idea de una universidad por venir. Su transvaluación concierne a tres dominios a saber: pedagogía, institución y comunidad del conocimiento. Argumenta a favor de una comprensión de la universidad como una comunidad de disenso donde la cuestión de la organización institucional de las disciplinas está continuamente bajo escrutinio de la actividad rigurosamente crítica y materializada en la literatura académica. Además, plantea una universidad donde el escenario de la docencia, de la pedagogía, se concibe como un entramado de obligaciones. En general, el libro de Readings ofrece una visión  profunda de la historia de la universidad moderna y su situación actual bajo el discurso de la excelencia. Su astuto de análisis de la desreferencialización convincente, aunque, es preferible resistirse a Readings cuando se trata de las alternativas que esboza. Inspirado por la ecología de prácticas de Isabelle Stengers y el campus universitario experimental, se argumentará que es necesario resistir la propuesta de Readings de concebir la pedagogía universitaria como una red de obligaciones[3].

 

El objetivo, sin embargo, no es denunciar o criticar este concepto, sino oponerse a la interpretación ética del mismo en favor de la función sustantiva en lo educativo. Para ello, el trabajo de Stengers ofrece un camino hacia otra comprensión de una red de obligaciones con nombre pedagogía universitaria.


Readings reconoce un riesgo en la pretensión de la universidad moderna de educar a sus estudiantes para que se conviertan en sujetos autónomos. De hecho, la autonomía implicaría independencia intelectual, una libertad de toda obligación. En cambio, Readings insiste en que la pedagogía es "una relación, una red de obligaciones" (Readings 1996). Una red, además, que se extiende sobre emisor, destinatario, referente y significación, argumenta, cuyo referente, en el caso de la universidad, es el arte del pensamiento. Comotal, Readings reemplaza la idea vacía de excelencia por el nombre de Pensamiento. Explica que:


El pensamiento es, en este sentido, una trascendencia educativa, no una  que  pueda ser adorada y creída, sino que devuelve a quienes participan en  la pedagogía a una reflexión sobre la falta de fundamento de su situación: su obligación para con los demás y con una literatura que los aclama como destinatarios, antes de que puedan pensar en ello.


En definitiva, Readings sitúa la noción de obligación en la relación entre profesor y estudiante por un lado, y en la relación de la literatura académica entre destinatarios, profesor, estudiante y pensamiento por otro. Sostiene que el pensamiento interviene como un tercer término entre el universitario desde la literatura curricular y el estudiante y, por tanto, des hace la presunción d eautonomía, ya sea la autonomía de los profesores, de los estudiantes o de una tradición intelectual o científica. El pensamiento, según Readings, es aquello sobre lo que tienen lugar los argumentos que se formulan en una variedad de disertaciones y narrativas. Más bien, el pensamiento se hace presente tanto una necesidad como una imposibilidad a saber, que debería debatirse a pesar de la ausencia de un lenguaje común en el que pudiera producirse esa discusión, justificación y síntesis del conocimiento. La comunidad de profesores y estudiantes tiene una obligación con el pensamiento más riguroso, una trascendencia que pone a los que discuten las ideas en una trayectoria indeterminada de intentos de hacer justicia a la generación de nuevos pensamientos.


Readings afirma que el escenario pedagógico es asimétrico de principio a fin, y que  esta relación desigual debe abordarse en términos de conciencia ética dentro de los procesos de seminario de debate y discusión. Como tal, la pedagogía universitaria, insiste Readings, pertenece a la esfera de la justicia de producir agencia de conocimiento, en lugar de la esfera de memorizar la verdad. Se trata de hacer justicia a la alteridad del pensamiento que interviene en la relación entre profesor y estudiante.


Esta alteridad se presenta de muchas formas, y la cultura, el deseo, la energía, la tradición, lo inmemorial y lo sublime son solo algunos ejemplos que ofrece. Sostiene la comprensión de la pedagogía universitaria descrita anteriormente como educativa en la explicación de las raíces etimológicas de la educación como 'sacar', deja en claro que esto no es una revelación mayéutica del estudiante así misma, no es proceso de recordarlo que siempre ya se conoció, sino el de ‘sacar de la alteridad de pensamiento que deshace la pretensión de presencia propia, siempre exige un estudiomás profundo de los fundamentos, justificaciones e inferencias. Y funciona tanto en los estudiantes como en los profesores, aunque de forma asimétrica” Readings 1996[4]). Expuestos al pensamiento de disertación, los estudiantes y profesores tienen la obligación hacia él, de hacer justicia al pensamiento más riguroso. Escuchar el pensamiento de todos, se argumenta, no es la producción de un sujeto autónomo o de un cuerpo autónomo de conocimiento, sino de una comunidad de conocimiento. Significa más bien explorar una red abierta de obligaciones que mantiene abierta la cuestión del significado como un lugar de debate, justificación, demostración, explicación, discusión y narrativa. Se pueden formular dos observaciones en relación con la descripción de las lecturas del escenario de la enseñanza. Una primera observación se refiere a la naturaleza ética de la relación pedagógica que promulga la discusión de las ideas. Probablemente hay razón al afirmar que la pedagogía universitaria es ética de principio a fin (argumentos elegantes) y que se trata de hacer justicia a la alteridad del pensamiento: aportar nuevas disertaciones. Sin embargo, se puede argumentar además, que esta concepción de la pedagogía universitaria es, por tanto, educativa de una actividad crítica en comunidad. Desde una perspectiva poscrítica se ha afirmado que un fuerte enfoque en la alteridad y hacer justicia al otro, crea la posibilidad de una conversación genuina y educativa.


Nociones como la justicia, la alteridad y el pensamiento de disertación como una trascendencia para lograr captar el carácter a menudo muy específico de las prácticas educativas tal como tienen lugar en los entornos universitarios. Por tanto, conviene intentar llegar a una comprensión más situada y comprometida de las prácticas universitarias. En simpatía con la postura crítica de Readings hacia la pedagogía universitaria moderna, pero desconfiando de su concepción de la red de obligaciones, nuestro objetivo es resistir, con una comprensión ética, epistemológica, literaria y en general dentro de los procesos de una tradición intelectual. El trabajo de Stengers sobre las prácticas científicas de la pedagogía universitaria, así como el campus universitario experimental, ha demostrado ser muy útil para llegar a una descripción más educativa, situada y comprometida en la pedagogía universitaria.


La obligación es un concepto importante en la perspectiva de Isabelle Stengers de la ecología de las prácticas. La ecología de las prácticas es la forma constructivista- especulativa de Stengers en respuesta a la investigación científica como estilo de aprendizaje, sobre el feroz debate entre los sociólogos deconstructivistas de la ciencia y los científicos naturales sobre la realidad o la relatividad de los descubrimientos científicos. La ecología de las prácticas de Stengers, valora la voluntad  para  pensar desde las premisas que la razón se puede segregar de la opinión, el hecho del valor, abre una perspectiva en la que las prácticas pueden entenderse como construcciones específicas de requisitos y obligaciones en las que la cuestión de qué es verdad siempre debe considerarse en relación con la práctica para la que se considera verdadera.De acuerdo con Stengers, llama a esto la verdad  de  lo  relativo,  o  verdades  normativas.  Esto no significa que todo sea cierto, o que la verdad dependa  enteramente  de  la  posición de quien dice la verdad, sino que en relación con los requisitos y obligaciones específicos de una práctica, una proposición puede considerarse  verdadera.  Esto implica que la verdad no es universal ni relativa a la posición de quien la habla ya sea profesor o estudiante, sino que es el efecto de una  construcción  de  disertación  que  pone sus propias limitaciones, los requisitos y obligaciones epistémicas y ontológicas,  sobre la producción de la verdad. Stengers(2010) argumenta[5]:


En términos constructivistas, podríamos decir que la producción de obligaciones pertenece al registro de la creación de cuerpos de argumentos, que debe reconocerse en su dimensión irreductible, mientras que la afirmación  de  requisitos presenta el problema de la posible estabilidad de esa creación, de su alcance y del significado que se propone encarnar para los demás en medio de seminarios. Los conceptos de exigencia y obligación nos permiten mantener a distancia tanto la ratificación respetuosa de las  pretensiones  de  racionalidad  como los ejercicios de discusión dentro de la literatura disponible.


Las prácticas son un conjunto específico de requisitos y obligaciones. Mientras que los requisitos otorgan cierta estabilidad a las prácticas, las obligaciones las hacen divergentes. Stengers explica que Bruno Latour distingue cuatro requisitos para las prácticas científicas a saber: 1) la formación de alianzas con el poder (políticas públicas e industriales), 2) el logro del reconocimiento académico,3)la movilización del mundo(es decir, aportar instrumentos tecnológicos relevantes así como colaboradores interesados y motivados), y 4) la producción de una representación pública de la disertación del campus: la terapia académica. Estos requisitos deben cumplirse para que la práctica pase como científica. Una obligación, por el contrario, hace que las prácticas diverjan en el caso de   la ciencia, es decir los objetos de estudio curriculares podrían ser, por ejemplo, para el  caso del neutrino: lo que pone a los científicos a trabajar, les hace pensar y dudar. En resumen, mientras que los requisitos corresponden al cómo de las  prácticas  intelectuales en comunidad académica universitaria, las obligaciones corresponden al qué de las prácticas intelectuales.


3.2 La universidad experimental de las ideas


Parafraseando a Donna Haraway[6], se argumenta que no importa en qué universidad estudiamos, la universidad bajo escrutinio es la universidad experimental de las ideas.


La noción de obligación está en relación con la educación universitaria. A primera vista, la elección puede parecer muy arbitraria, e incluso un poco extraña. ¿Por qué sería relevante estudiar en una universidad que en casi ningún sentido se parece a las instituciones que mejor conocemos como universidades? Si existe, en ella hay criterios de admisión para futuros estudiantes. Cuenta con un programa de investigación extenso cuyos resultados se publican en las revistas académicas más citadas. Se esfuerza por la excelencia y busca atraer el interés de la industria u otros grandes organismos de financiación. Su sitio web puede tener un diseño elegante distinguido por su literatura académica publicada, pero en segundo plano encontrará información sobre las diferentes facultades, manuales y reglamentos, centros de investigación o planes de estudio, simplemente porque en primer plano está su tradición intelectual. Sin embargo, es un lugar donde la producción de nuevos conocimientos situados coincide con un proceso de aprendizaje comunitario que busca involucrar este conocimiento en respuesta a las preguntas planteadas por la condición del hombre.


Centrarse en lo educativo implica la promesa de revelar la esencia de una universidad, como si esta esencia se hubiera vuelto imposible de discernir en las instituciones de larga historia que se llaman a sí mismas universidades. De hecho, las prácticas de estudio que invitan a la reflexión también se experimentan en universidades fuertemente institucionalizadas. En cambio, se apuesta por la posibilidad de que esta universidad pueda tener el poder de hacernos pensar en comunidad. Esto implica, que una verdadera universidad no es una ONG, un colectivo artístico, un grupo de presión política o una organización comunitaria sectaria, sino que se asume que, como universidad, nos da algo en qué pensar, ya que es interesante, notable o importante, y que, por lo tanto, vale la pena examinar más de cerca sus actividades desde el punto de vista de las prácticas de su tradición intelectual. Entonces, no es en absoluto arbitrario, sino que proviene de un compromiso con la idea de que pensar al disertar, es siempre escribir y leer, por lo tanto, es importante considerar cuidadosamente sobre qué escribir y leer: la disertación de los objetos de estudio.


3.3 Libertad académica


¿Cuál es la edad para hacer nuestro propio camino? Y no solo es trascendente para nosotros, sino también de enorme importancia para la sociedad.  El rito de iniciación representa tomar las preguntas profundas de la vida cuando abrimos esas puertas de infinita virtud: las matemáticas, la poesía, la música, la ciencia, la ingeniería, la literatura, la filosofía, la psicología, la medicina… su viaje es nuestro viaje, y su futuro es nuestro. Cuando estamos dispuestos a sumarnos con valor sobre lo complejo de su epistemología. Las consecuencias tienen el peso y la influencia, el viaje no está libre de peligros y falsas promesas. Usted se muda del control por otros a su autocontrol de las ideas, así su propia capacidad de determinar dónde dará el siguiente paso, discernir, evaluar, juzgar y entonces actuar. Es un momento crucial. Existencial. Estás por tu cuenta y riesgo en la vida. Esta es la materia de la mitología que liberó a Prometeo de su padre Zeus. En la vida moderna se le llama Universidad. 


Los educadores de finales del siglo XIX y principios del XX desarrollaron las medidas instrumentales que utilizamos hoy en día. Calificación, regresión media, curvas de campana, pruebas IQ, exámenes de admisión y pruebas de opción múltiple estandarizadas y cronometradas fueron todas nuevas formas de evaluación académicas de entrada y salida, sin distinguir qué es inteligencia, progreso ético, razonamiento modal, texto académico del científico y, reduciendo la actividad del aula a trasmitir información, por lo general no vigente. Se pensó a la educación universitaria como una fábrica de montaje de modelos de calidad acreditada. En esencia la universidad en esta crisis, abandonó todas las características de la educación universitaria creadas en la ilustración como soberanía intelectual, escritura creativa y aún más,  la literatura como acción de cambio educativo es ignorada.


3.3.1 El nuevo discurso universitario


La universidad en nuestra época es, en un sentido un propósito humano más allá de acumular riqueza material. O por lo que uno pudiera pensar. Sin embargo, es apenas una exageración decir que la mayor parte del discurso público sobre las universidades en la actualidad se reduce a la siguiente proposición desalentadora: las universidades necesitan justificar más dinero y la manera de hacerlo es demostrar que ayudan a hacer más dinero. 


Ya que existe un riesgo evidente de que nuestros argumentos en este sentido sean malinterpretados y tergiversados por algún ingenuo análisis. Queremos decir enfáticamente que creemos, que todo el mundo que trabaja en o se preocupa por las universidades, no subestiman la inversión necesaria para esta institución, o menos aún, suponen que hay algún derecho dado por “Dios” para que puedan financiarse profusamente. Pero debe hacerse en términos apropiados, y estos términos no son principalmente exclusivos económicos. Son intelectuales, educativos, científicos y culturales. Además, tienen que ser acentuados en la educación superior como un bien público, no solamente un conjunto de beneficios privados para aquellos que participan en la administración universitaria y por lo tanto, es un error permitir que el caso de las universidades sea una causa egoísta sobre los intereses de  los académicos y estudiantes.


Las universidades en el escenario internacional a principios del siglo XXI nunca habían sido tantas y tan importantes, sin embargo, también nunca habían enfrentado la exigencia de desempeño académico de hoy en el orden global, además, la pérdida de identidad debilita su oferta original de su capacidad académica. Reciben más dinero público y por el contrario están más indefensas para ser la voz crítica de sus sociedades. En un momento en que el número de estudiantes actualmente es mucho mayor varias veces al de veinte años atrás, hay escepticismo sin precedente sobre los beneficios intelectuales de la educación universitaria masificada. Algunos sectores universitarios al margen de sus administraciones, se esfuerzan por crear contenido extracurricular y promueven la escritura creativa como forma de ganar desempeño intelectual en sus estudiantes, ganando prosperidad, justicia, igualdad, libertad y avances tecnológicos soberanos. 


De la universidad se espera mucho, sobre todo el diseño soberano y virtuoso de la sociedad futura. Las sociedades esperan de la universidad que las disciplinas profesionales técnicas, humanistas y médicas, estén formadas de hombres y mujeres con una fuerte capacidad creativa, identidad y compromiso social. La universidad sirve de varias funciones sociales importantes, la formación profesional, transferencia de conocimiento y tecnología de frontera, así como valores epistemológicos, disciplinares y cívicos en acción. No solo las universidades operan en diferentes tradiciones culturales e ideológicas, hasta cierto punto también sobre distintas tradiciones intelectuales. 


Como mínimo fundamento, la universidad moderna podría decirse que posee al menos cuatro atributos:


1. Proporcionar educación terciaria y posgrado cuya educación es más que solo formar profesionalmente.


2. Promueve la investigación, la literatura y las artes por encima de los problemas inmediatos de la sociedad.


3. Se practica la actividad académica libre y multidisciplinaria donde se produce el texto académico, científico y literario como desempeño institucional.


4. Goza de autonomía en cuanto a sus actividades académicas intelectuales y en cuanto a su voz crítica en el espacio público de su sociedad.


Las universidades por su naturaleza están obligadas a dar la libertad necesaria para cumplir con su tarea de ser la voz crítica de la sociedad, aunque muchas veces se salgan del guion oficial. Además de estas cuatro características tienen otra, peculiarmente difícil, la de poner sus fuerzas internas en tensión permanente, cuyo objetivo es justificar la selección y formación de su propio futuro. Las empresas industriales producen bienes y servicios de calidad estandarizada. Por el contrario, las universidades forman científicos e intelectuales que enriquecen la discusión pública de la agenda de su sociedad, no solo es formar profesionales para necesidades instrumentales del mercado laboral. Educar a alguien en la universidad para continuar en la búsqueda abierta de conocimiento más profundo, tiene que ser una clase de preparación para la autonomía intelectual. Esto se hace usualmente difícil de comprender para aquellos fuera de las universidades, para especificar cómo debe realizarse esta tarea académica de la formación de un profesional, debemos considerar que la autonomía intelectual necesaria de todo científico, es el resultado de la libertad académica de su comunidad. Lo que provoca que dentro de la universidad se den dos fuerzas en matrimonio por conveniencia, la docencia y la investigación científica. En la realidad las universidades están en crisis al estar divorciadas estas dos fuerzas. Mientras a los estudiantes no universitarios se les enseña e instruye en competencias, los estudiantes universitarios lo hacen en modos creativos de investigación, literarios, estéticos, culturales y de frontera de las disciplinas en que se forman. La educación en las universidades no es solo en modos de entrenamiento de procesos diversos de las disciplinas como el caso de las ingenierías, sino además, se explica el ideal de producir conceptos, teorías, tecnologías, literatura, como un arte epistemológico creativo y virtuoso. No es simplemente un plan de estudios que hace referencia a la información disciplinar a inculcar, sino que son valores epistémicos del discurso objetivo de la ciencia y de la literatura en general para desafiar el conocimiento en búsqueda de uno mejor. Por esto, la docencia universitaria se centra en el arte de pensar y sentir deseos virtuosos desde la realización intelectual autónoma. Aprender lo que está involucrado en la realización de la exploración científica en una cierta disciplina, en parte surge de ser expuestos los pensamientos del estudiante y el profesor mediante la publicación de sus obras académicas. Esto solo se puede lograr si la universidad exhorta la escritura creativa en general para perseguir la verdad, cultivar la precisión rigurosa, expresarse con estilo claro y profundizar en la esgrima filosófica de la ciencia, la cultura y la sociedad. 


Pero ante el acelerado cambio tecnológico, económico, medioambiental, la desigualdad y la violencia, se presiona al mundo de la educación superior a una reflexión contemporánea de la universidad.  Necesitamos ver al futuro, para ello proponemos la siguiente visión.
















Cuando una universidad no controla el plagio por algún medio clásico o digital de la literatura académica que procesan sus estudiantes y profesores, se provoca una decadencia de las capacidades soberanas de su intelecto[7]. Este tema no está en un orden de ideas distinto a los ejes del futuro plasmado aquí en líneas atrás, basta con ver como la comunidad científica de alto desempeño es juzgada por el impacto de la literatura que produce, además, en el idioma inglés, intensificando los controles de originalidad e impacto social de su obra literaria. El texto académico y científico son los principales referentes para la evaluación del desempeño académico internacional. Esto implica que todos los programas de estudios universitarios tengan un eje de escritura creativa, para abordar la topología del texto, la teoría de la argumentación modal, el estudio del estilo de la escritura académica, técnica, de ficción y científica; corpus de textos coherentes y elegantes; el discurso objetivo; formas de la razón literaria; figuras retóricas y argumentales; específicamente el ensayo, la tesis, el artículo de revisión, la reseña, el poema, la novela, el cuento, la síntesis, el resumen, la patente, el informe…


Pero el corazón del cambio en el siglo XXI para las universidades de los países emergentes, puede vislumbrarse en su apertura a la internacionalización. Para ello debemos cambiar la experiencia de ser un académico administrativo, especialmente uno de dirección o departamento, dejar de comportarse semejante a los ejecutivos de empresas privadas de rango medio que organizan todo en términos materiales y no académicos. Estos académicos administrativos no hacen más que crear dictaduras a la realidad mediante reglamentos de todo tipo, con tendencias claras a optimizar el gasto de operación antes que de realizar justo lo necesario para aumentar el desempeño académico de su comunidad, medido por su creatividad en términos de la literatura que produce e impacta en la sociedad. 


Cuando el recurso humano que forman las universidades en la licenciatura está justo un paso antes en los esfuerzos por la investigación científica de élite, decimos que esta universidad  apuesta al futuro de una sociedad más igualitaria y justa, sin embargo, pareciera que esto es así, dado que hoy los académicos están ocupados en llevar cargas de enseñanza, con una multiplicación imparable de procedimientos administrativos de control y obligaciones de calidad en la evaluación de rendimiento por calificación de estudiantes. Poco se hace por promover la capacidad de formación creativa en los estudiantes y por la evaluación académica de profesores por su obra literaria curricular. Pero el daño a las universidades creado por la mentalidad de sus estructuras de gobierno corporativo está hecho, es por la equivocada idea de que con reducir gastos y vender servicios en automático se obtendrá desempeño académico. Los argumentos expresados aquí no han sido refutados por la autoridad, solo los ignora a falta de fundamentos sobre lo que ellos hacen con la universidad ahora mismo.


En lugar de culpar a los académicos por el bajo rendimiento escolar de los estudiantes, quienes hacen la política académica no escuchan que un cambio de paradigma en la práctica docente es necesario, si en verdad se quiere impactar en las dificultades sociales de pobreza, violencia y desigualdad, y estamos convencidos de que el cambio debe fortalecer la libertad académica. Es por ello, que la tensión esencial progresista en la universidad se encuentra entre la aceptación para escuchar las ideas más radicales y al mismo tiempo, aplicar en cada acto de aprendizaje los criterios metodológicos más estrictos para establecer la realidad o la verdad.


La constitución, como concepto, es muy diferente de lo que era cuando fue escrita. Del mismo modo, el significado de los derechos humanos en el lenguaje y de hecho la idea de que “todos los hombres son creados iguales”, ha cambiado radicalmente a lo largo de los últimos cien años, cuando la ciencia cognitiva revela que una mente no esclavisable pertenece a aquellas formadas en la soberanía intelectual de los procesos creativos más complejos. Libertad, justicia e igualdad desde la ilustración, se reconoce que elevan el poder racional dentro de los procesos intelectuales creativos, es sin duda la experiencia más significativa para tales fines. El derecho fundamental de la humanidad a un lenguaje potentemente creativo, provoca contradicciones entre prácticas docentes centradas en exámenes y retención de información y, las prácticas humanistas a la luz de la ciencia cognitiva, la escritura creativa y el papel ético de la tecnología educativa. Es decir, el estudiante universitario no lo es simplemente al introducirlo en el dominio de un cuerpo de información, sino en la capacidad para desafiar con rebeldía intelectual y ampliar la comprensión científica, filosófica, literaria, estética y técnica recibida en cualquiera de los más específicos temas del currículo.  


Por esta razón, la docencia universitaria es más significativa para la libertad creativa  de una universidad, dado que cultiva los valores epistémicos de perseguir la verdad, de ganar profundidad intelectual, el respeto a la propiedad intelectual de los otros, el cultivo de la justificación y el fundamento de las ideas, y todo ello, en una franca flexibilidad cognitiva en la esgrima de las tradiciones intelectuales.


3.3.2 La libertad académica en su búsqueda de objetividad


Algunos llaman sociedad de la información a la que practica la comunicación horizontal, es decir, no hay intermediarios entre los ciudadanos, ni tampoco hay filtro ideológico, se da en ella un mayor control del plagio de contenidos, reconocimiento de la originalidad de las obras, identificación de identidad y comercialización del conocimiento[8]. Al mismo tiempo viejos problemas persisten en esta era digital, falta de lectores de literatura, suplantación de identidad, violencia psicológica, populismo, autoritarismo, burguesía digital, marginación…


La sociedad del conocimiento por otro lado, no ve simplemente el conocimiento como una cuestión de acertar a la realidad, sino como una cuestión de adquirir hábitos de acción para hacer frente a desafíos dentro de la realidad[9]. En la educación, la libertad de cátedra es ese hábito de acción necesaria para elegir entre contenidos para nuestra mente, nuestro vocabulario y decidir de qué manera el conocimiento corresponde a la acción o representa a la explicación. Hay dos maneras principales en que tratan la realidad los seres humanos reflexivos, siempre colocando sus vidas en un contexto más amplio para dar sentido a sus vidas. La primera, es hacer conciencia de su historia en relación a su contribución en su comunidad. Esta comunidad puede ser un histórico real en el que se vive, en ella podemos ser héroes, villanos, o ambos. La segunda manera, es describirse a sí mismo en relación  inmediata con una realidad no material histórica, sino más bien de tipo científica, literaria y disciplinar. Esta relación es inmediata en sentido de que no se deriva de una relación con la realidad y su sociedad, o su nación o grupo en el imaginario social. Se refiere al deseo de objetividad, es la medida de que una persona está buscando solidaridad con su humanidad, ella se pone a distancia de las personas reales a su alrededor. En cambio se pone más en contacto con la literatura científica, técnica, de ficción… La tradición en la cultura occidental se centra alrededor de la noción de la búsqueda de la verdad, una tradición que se extiende desde los filósofos griegos a través de la ilustración, es el ejemplo más claro del intento de encontrar un sentido en la existencia aproximando la mente a la objetividad.


La idea de verdad como algo que se persigue por sí mismo, no porque sea buena para uno mismo o para alguien real o imaginario, es el tema central de la tradición de la educación occidental. Tal vez nació en la conciencia de los griegos de formar una comunidad humana estimulada por un ideal de objetividad. El objetivo es y fue desde los griegos crear una civilización, sobre la naturaleza humana de búsqueda de libertad y eliminación de toda alineación que degrade al hombre a la idea de instrumento. De este modo el educador es un intelectual, como alguien que está en contacto con la naturaleza de las cosas, no a través de las opiniones de su comunidad, pero sí de una manera más inmediata con la objetividad de su razonamiento dentro de comunidades epistémicas.


El propio Platón desarrolló la idea de que el intelectual debe distinguir entre conocimiento y opinión, entre apariencia y realidad. Tales distinciones conspiran para producir la idea de la investigación racional, como medio para hacer visible un reino al que ningún no educado tiene acceso, y cuya existencia puede ser dudosa. En la ilustración, esta noción de educador se convirtió en concreta profesión que adoptó la física newtoniana como modelo intelectual y con Descartes se adoptó el estilo del texto académico. A la mayoría de los pensadores del siglo XVIII, les parecía claro que el acceso a la naturaleza proporciona la ciencia, derivando en seguir con la creación de instituciones sociales, políticas y económicas de acuerdo con el principio de objetividad. Es decir, el mejor mundo posible, el más justo y emocionante, solo podía venir del uso del regulador social más sólido, el pensamiento social basado en el razonamiento dentro de la objetividad. Es entonces que el conocimiento social deberá procurarse desde un liberalismo del ciudadano para crear sus juicios de valor. El conocimiento objetivo de lo que los seres humanos dialogan, de su complejidad, claridad, coherencia y transparencia depende que las comunidades humanas progresen virtuosamente y a la luz de examinarse y corregir libremente los caminos elegidos, así, en la ilustración se percibió la libertad de cátedra. 


Gran parte de la retórica de la vida intelectual de los educadores, está basada en esgrimir con argumentos, donde estos mismos docentes son el producto del enfoque del contenido académico que eligen en nombre de entender lo subyacente a las realidades de la condición humana. 


Aquellos que quieren lograr un lenguaje en la objetividad, los llaman realistas, tienen que interpretar la verdad como correspondencia con la realidad. Por lo que deben construir una epistemología que tenga relación especial entre creencias y los objetos que se distinguen verdaderos o falsos en la realidad. También deben hacer suyos  procedimientos de justificación de la creencia de que dichos objetos son naturales y no meramente ficción. Por lo que se debe adoptar una epistemología que permita justificar, demostrar y fundamentar que algo natural está allí afuera de la mente, con independencia de todo observador y sus opiniones. Para ser verdaderamente racionales los procedimientos de la justificación, deben conducir a la verdad como correlación fuerte con las realidades en su naturaleza intrínseca de las cosas. Es decir, la propia medición no debe modificar a la realidad que observa, claramente esto es imposible de acuerdo con el físico Heisenberg, así lo explicó en su principio de incertidumbre.


Por el contrario, aquellos que desean reducir la objetividad a la solidaridad del consenso con los otros, son los llamados pragmáticos, no requieren de una metafísica o epistemología. Ven a la verdad como lo que es bueno pensar. Por lo que no necesitan una relación entre creencias y referentes de correspondencia, ni de consideración de capacidades cognitivas humanas que aseguren la verdad, asumen que la especie es capaz de entrar en esa relación de manera innata. Reconocen la diferencia entre la verdad y la justificación, no como algo a ser superado al aislar a una especie natural y transcultural, donde la racionalidad puede utilizarse para criticar la cultura y alabar la objetividad, es simplemente la diferencia entre el bien real y el mejor posible. Es decir, que siempre hay espacio para creer en algo mejor, puesto que la nueva evidencia o un nuevo vocabulario puede venir a perfeccionar las ideas. El deseo de objetividad de los pragmáticos es de escapar a las limitaciones históricas de una comunidad, desde un acuerdo, consenso o debate intersubjetivo lo más intenso posible, es un deseo de ampliar la referencia de nosotros como poder de cambio social. Medida en que pragmáticos hacen una distinción entre conocimiento y opinión, es simplemente la distinción entre los temas de la agenda social en la que dichos acuerdos relativamente lograron subir al debate social.


Es común que en el debate académico se recurra a la confrontación entre pensamiento y realidad, siendo el contenido el resultante, es decir, conocimiento de la expresión precisa del observador sobre el objeto. Pero es en la posmodernidad cuando entra en crisis esta razón. La crisis de la razón es resultado de la desorientación, producto del quiebre de referencias de verdad, o sea ideales y valores considerados verdades de referencia. De este modo disciplinas como el arte, la música, la poesía, la física, la psicología, las matemáticas entre otras, se separan en sus propios criterios de verdad. Ante distintos referentes de verdad, sus proposiciones solo son válidas en el discurso del propio contexto, derrumbando la idea unificadora de una sola verdad.


Si bien, es tarea imposible delimitar las ideas y lo empírico, en el supuesto de que podemos distinguir lo lingüístico de lo extralingüístico, entre el lenguaje y lo real. ¿Cómo definir los conceptos sobre un algo, y que al mismo tiempo ese algo permanezca independiente de las proposiciones que lo enuncian? En sentido contrario, el lenguaje no tiene límite general que sea dictado por la naturaleza de los existenciales. Es a partir de esta idea que debemos reconocer el propio límite de lo que objetivamente es verdadero, en la realidad de la comunidad que procesa su tradición, la verdad científica es el mejor consenso en la contingencia histórica, es resuelta temporalmente en el debate social. De algún modo, la imaginación es más válida que la pura razón. Como ejemplo de esta postura, desde la perspectiva de una izquierda ideológica, la justicia no se alcanza con un proceso de sentencia racional, sino desde una perspectiva de reconciliación que resuelve la desigualdad, la intolerancia y las restricciones a la libertad. Sin duda no hay nada que unifique más al pensamiento de izquierda que el deseo de una sociedad en la que impera como regulador de justicia, la propia verdad.


Una sociedad que da pasos firmes al progreso, es una sociedad estimulada por el debate  de la verdad, para sí, crea su propia idea de comunidad real, estimulada por una cada vez más fina conciencia de consensos sobre los que se expresa lo verdadero. Una sociedad más justa, es una sociedad educada sobre el deseo de la búsqueda de la verdad. Formar ciudadanos con actitud científica, es necesario si se desea como meta, progresar sin creer en los falsos profetas, es contar con una comunidad de individuos que sobre el objeto al que se refiere con proposiciones se autoimpone como verdad provisional algún consenso, para después en el escenario público ser revisados y renovados para encontrar alternativas que se aproximen a lo que se considere como verdad. El estado de verdad, es necesario para el debate, y este impide retrocesos ante las tentaciones de imponer la opinión sobre el conocimiento. La crisis de la razón, esa que se desprende de la idea imposible de poner frente al objeto a la mente, y como alternativa, lo que está frente al objeto es solo el lenguaje. Pasamos de mente-objeto a lenguaje-objeto, y se alcanza a intuir que quizás estemos frente a un lenguaje-lenguaje con una realidad que existe y estimula, pero que no es nunca lenguaje. Los hechos que son expresados se les llama conceptos, pero si hay hechos que no pueden ser expresados con lenguaje, entonces no son cognocibles y además estos estarán allí en la realidad enmascarados e inadvertidos. Así pues, la verdad es un logro social, dado que la cultura es el explorador es su propio lenguaje, no es descabellado pensar que la propia cultura elige sobre qué y qué es verdadero. 


El propio discurso científico está hecho de proposiciones que intentaron ser referencia de algo en la realidad, pero no dejaron de ser algo lingüístico. Se crea entonces un sistema de proposiciones encadenadas que formulan alguna verdad, siempre incompleta, falseable y temporal en el debate en una sociedad. Así pues, el conocimiento se desarrolla por el deseo y después por la capacidad de superar progresivamente desafíos para nuevas y mejores verdades desde el lenguaje. Ahora bien, desde aquí el conocimiento no es un espejo de la realidad, sino un espejo del lenguaje en su dinámica cultural.  


Las ideas son el contenido de la mente, son ese contenido materializado en un texto escrito, son dos o más proposiciones que juntas infieren en una conclusión. Pero en la propia mente son palabras enmascaradas inadvertidas[10], es decir, pensamos con palabras y la mente está hecha de una nube de palabras, así pues, del tamaño y complejidad del lexicón de un individuo, es también la complejidad y la participación exitosa en el debatir de verdades que pueden catapultarlo a la excelencia en el concierto social. Tradicionalmente se piensa que el conocimiento es resultado de la interacción mente-objeto y no el resultado de la interacción social persona-literatura o persona-sociedad. Y es precisamente la interacción en ambos casos la justificación, es decir, la necesidad de fundamento. Los fundamentos son los que hacen que un conocimiento sea considerado digno de ser verdadero, pues es el referente privilegiado en el debate. Cada nuevo conocimiento es una armazón de proposiciones que siempre dejan la puerta abierta a todo interesado en la verdad, esto se logra al poder aplicarles una deconstrucción en busca de eliminar toda contradicción en él. Cada nueva contradicción eliminada da como resultado un nuevo conocimiento, más exacto desde el debate contemporáneo. 


Si lo existencial es algo fuera de la mente dispuesto con independencia, asumimos que existe y que podría ser muy distinto a todo lo ya pensado. Al observar el discurso científico podemos darnos cuenta que está hecho de fragmentos llamados proposiciones, es decir, enunciados con alguna intención de ser referencia a algo en la realidad. El problema es que nos da la idea de que la realidad y estos enunciados llamados hechos, son piezas sueltas de verdades independientes. Cada nueva proposición es resultado de estímulos de la realidad y de la arquitectura de la idea confeccionada en la mente. A veces sentimos que el propio lenguaje no tiene límite al explorar las profundidades de la realidad, pero esto es erróneo, dado que el propio lenguaje es el que crea los hechos, dificultando reconocer entre el papel del uso de las palabras y la propia realidad. Es decir, pretendemos estar fuera del lenguaje para ver la realidad, pero sin advertir que todo aquello que esté fuera del lenguaje no puede ser ni siquiera pensado. 


Muchos estamos convencidos de que con la tecnología existe un mirar más profundo, cada tecnología es una nueva plataforma creativa, que dependerá del propio lenguaje para reformular nuevos hechos, es decir, proposiciones que representan una experiencia con la realidad. La experiencia es en realidad una conciencia que justifica con proposiciones, creencias sobre lo existente, sobre el Yo, y sobre la sociedad. Por ello, cada justificación no es más que un nuevo argumento, lo lingüístico infiere en el conocimiento, de hecho es imposible desprenderse de lo lingüístico,  la sola idea de estar de manera absoluta frente a la realidad, es como el imposible de dar sentido con lo extralingüístico.


Algunos piensan a los objetos en la realidad, que ellos mismos por sí solos, sin signos, solo mediante señales, son capaces de dejar ver su espacio lógico conceptual: su significado. Si bien la estadística se usa para este fin. Este error, no considera que para poder adquirir un nuevo concepto es necesario recombinar otros previamente instaurados en nuestro lenguaje. Así pues, la justificación de las proposiciones bien puede dar lugar a un espacio de hablantes que desde la conversación y el discurso determinen la base de conceptos que emplearán en su viaje de exploración en la realidad. Se llama a las proposiciones analíticas verdades necesarias para justificar el cómo se comporta la realidad. Estas se crean solo en el análisis del espacio de conceptos en el contexto, son intuiciones sobre textos, procesos de análisis lógicos del discurso, o lo que un aprendiz de informática llamaría aprender las respuestas de interacción “picando teclas y haciendo clic”. Mientras que algunos otros creen que es posible tener proposiciones sintéticas, producto de datos extralingüísticos o empíricos. Son enunciados que pueden ser refutados por pruebas experimentales, pero son eso, solo enunciados, no la realidad en sí. Esto no los limita a ser parte de un sistema de explicación, es decir, un cuerpo de proposiciones que interpreta la realidad y la hacen operativa, pero no son una verdad en lo absoluto.


Nos parece que aprender una nueva tecnología o cualquier otra cosa desconocida, no es posible si no nos hacemos de los conceptos que sintetizan el conocimiento y las justificaciones que le dieron a este último existencial estado de verdad tecnológica. Lo verdadero es el apoyo y advertencia sobre la implicación de intercalar con lenguaje una realidad. Ya con proposiciones de un contexto tecnológico en nuestro lenguaje, toda tecnología nos parece un generador de sentido creativo. Los conceptos son creencias sobre el mundo, no sustancia de lo verdadero, así que cuando surgen dudas sobre la realidad, recurrimos a la literatura donde está expresada la justificación de cada concepto como una lucha del consenso a favor y de lo que se argumenta en contra y a favor.


Así, un realismo hipotético nos plantea la imposibilidad de ingresar absolutamente sobre lo que es pensado, no como correlación comparada con patrones de referencia, sino como un recurso racional del conocedor, que solo en su determinismo axiomático biológico encuentra su condición limitada sobre lo que en realidad puede ser desde una red de estructuras de información ontológica. Si hay un universo más allá de la conciencia humana, es porque está más allá de la base axiomática con que razonamos, significa a nuestro entender que ningún humano podrá revelar sus ecuaciones o por el contrario lograremos revelar el diseño completo de nuestro universo.


3.3.3 El discurso de la técnica


El discurso en la técnica nos dice, solo lo que se construye con conceptos se puede saber qué es. Es la actividad de pensamiento que se basa en reconstrucción y aplicación de estructuras de información puras, ontológicas, técnicas y literarias. Pensar es conocimiento sí esta actividad alcanza a reconstruir el objeto real o ideal en modo sintético, y además, evalúa su dominio efectivo en la realidad conocida y cognoscible. Lo dado para la técnica es la afirmación de que los conceptos nacen de la experiencia preconceptual en un irresuelto de contradicciones de términos en lo cognoscible. Esta dominancia práctica demuestra que la aplicación consiste en la finalidad hecha de materiales de la experiencia bajo el juicio de influencia de una razón práctica generadora de ideas. El creativo de la razón práctica necesita como agente moral espontaneidad de autonomía para explorar subordinando la epistemología al propósito del arte. Este modo de pensar en la técnica es realmente un estado existente de cosas, una visión analítica normativa del espacio de razones de lo eficaz en el mundo material.


Pensar en la técnica es el espacio creativo de los propósitos como consecuencia de la autonomía en la exploración racional de la realidad, cuya ética dominante son los fines de la construcción material de la civilización. La técnica escribe el máxime de los propósitos humanos a modo de objetos de representación de una nueva plataforma de creatividad sobre lo real. Esto tiene sentido si sus aprendices formulan construcciones racionales sobre objetos prácticos, cuyos conceptos organizados analíticamente como sistemas, son reclamados como suyos a través de la reconstrucción práctica eficaz. Así que las matemáticas son respecto del pensamiento, un cumplimiento del éxito de los propósitos. No es una suerte de nombrar a algo de un modo distinto para que sea innovador, sino una cuestión de nuevos actos de interacción que no agotan el tipo de operación con lo que lo rodea. 


¿La realidad es acaso una ilusión por consenso y nada más que eso?, ¿quiénes somos en el lugar que guardamos en el universo?, ¿acaso somos la estructura de información ontológica que da disposición a cada átomo de nuestro cuerpo? o más allá de las ecuaciones ontológicas, ¿somos lo que pensamos, deseamos o inventamos distinto al orden de la realidad material dada? Nuestra existencia, al parecer en el acto de pensarla, es el paso de una mónada a otra en otro nivel de realidad, donde cada paso nos conduce más cerca de la nada o del infinito, en otras palabras, pensar la existencia es una aproximación infinita de existenciales ontológicos hipotéticos deductivos. Es decir, lo que para uno existe es producto de la experiencia de lo cognoscible por nuestra mente biológica, así que mediciones, reflexiones y razones crean y reclaman hacer coherente todo existencial como un sistema enunciado en lo real. La mente es biológica, por esta razón pensamos, ¡el universo no existe!, lo que existe es lo que la matemática ontológica determinista y de probabilidad permiten en términos de coherencia en sentido estricto, ser racional sin contradicción ontológica para nuestra especie. 


En principio, el hombre antiguo creó mitos, religiones y conceptos en una especulación sobre magia y dioses, este efecto sobre el colectivo da forma a la humanidad como empatía necesaria para lo social complejo. La ciencia, el arte y la filosofía son la metamorfosis incansable aplicada a ese imaginario colectivo primitivo que parte de interacciones simples y deducciones de la más corta complejidad racional en la prehistoria; hasta la posmodernidad, con su poder de caminar en lo ultra complejo, sin lograr que nuestro desarrollo en términos de pensamiento y conocimiento posmoderno, haya logrado destruir en lo categórico esa ilusión colectiva de lo real. El deslumbramiento de lo real, es un consenso de pensamiento y observación científica, lo real es una propuesta colectiva de la narrativa de hipótesis deductiva de la teoría del universo. La propuesta es del tipo discursivo, empleando lenguajes naturales y artificiales, dicho de otro modo, el discurso de una civilización es el estado de cosas que inventan a la realidad, determinado por la dinámica de sus individuos en cognición. La literatura científica, de ficción… toda ella, es la que inventa la realidad. Tome en cuenta a favor de esta idea, que no hay tal cosa llamada universo, que la base axiomática de la matemática humana es innata y biológicamente dada, y de ello depende la naturaleza de la lógica con que damos sentido a ese imaginario de lo real. Entonces, cómo podemos quitar todo lo que nuestra mente agrega innatamente al acto de averiguar, cómo es realmente cada existencial de la realidad, si la propia biología ya nos determinó el proceso de ramificación racional del conocer. 


“La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento se limita a todo lo que sabemos y entendemos ahora, mientras que la imaginación abarca el mundo entero, y todo lo que nunca se podrá conocer y comprender”[11]. El propio Albert Einstein es quien pone en perspectiva el conocimiento y la actividad esencial de una mente científica. En la mayoría de la educación técnica la práctica educativa se centra en representación constructivista, el proceso de descodificación ha atribuido a representaciones científicas e lustradas como explicaciones, y no como discusión rigurosa de fundamentos. En consecuencia para la educación científica, debemos distinguir su complejidad en su tradición de producir un discurso objetivo. Para la ingeniería es una educación basada en representaciones científicas de artefactos, símbolos o modelos característicos ideales en el sentido práctico. Es evidente el contraste entre la formación científica y la de ingeniería, quizás lo más relevante sea que la primera es una práctica de formación de valores epistémicos objetivos basados en la investigación científica, y la segunda, es formada en la habilidad técnica de procesos y modelos  prácticos ilustrados por conocimiento construido en la ciencia[12]. A la ingeniería le interesa la eficacia técnica en la realidad y a la ciencia le interesa la verdad como discurso objetivo para el progreso ético.


Ingeniería es, en un sentido más general, la idea convertida en una realidad de creación y uso de herramientas para realizar tareas o cumplir propósitos en el mundo técnico. La palabra ingeniero deriva de su raíz latina ingeniarius que significa alguien ingenioso en la solución de problemas. Es el producto social de la capacidad del hombre para hacer herramientas, que más tarde serán herramientas de nuevas herramientas para de esta manera progresar en el desarrollo tecnológico de nuevas plataformas creativas. La ingeniería moderna oculta sus obras, haciendo ininteligible a la inspección directa la lógica de sus dispositivos, para ello, se practica la ingeniería inversa, para tratar de revelar tales secretos. Cada vez se da una mayor comunicación entre la ciencia, la ingeniería y las matemáticas, sin embargo mantienen independencia en su seno, es decir, son irreductibles entre ellas. Es urgente reflexionar en que la formación en ingeniería ofrece al futuro soluciones de viabilidad técnica para hacer sustentable el desarrollo del hombre, pero no atiende las nociones del hombre como la búsqueda de la verdad, la justicia, la estética, la literatura…, sin embargo, aporta la plataforma técnica creativa para muchos de estos fines. 


3.4 La educación de la mente 


El principal enfoque sobre el contenido de la ciencia es el rigor de los procesos de construcción, la lógica del discurso, se le pretende librar de cualquier contradicción, este proceso de crear significado científico es el eje de formación de estudiantes de ciencias y es la manera en que se hace de significados rigurosos[13].  Para que se dé este rigor en las ideas, la protección de la idea y la libertad de expresión sin injerencia política externa o represión se convierten absolutamente en fundamental para los fines en la universidad. El profundo compromiso con la libertad académica permite a las universidades que sean semilleros de innovación. ¿Pero cómo surge la libertad académica?, presentamos una breve síntesis para ello.


En la lucha medieval contra los sabios y verdades en la religión, fue el comienzo de cuestionamientos sobre preceptos fundamentales religiosos, entrando en conflicto con las observaciones científicas, como las de Galileo, quien fuera encarcelado y obligado a negar su evidencia científica. No existía una verdadera libertad de pensamiento, el profesor se limitaba a opiniones u observaciones dentro del límite autoritario de la época. No es hasta la ilustración en el siglo XVIII que surgen nuevos campos de estudio y tendencias de la educación hacia el aprendizaje. El profesor de ciencia introduce modestamente una práctica de exploración en lugar de transmitir conocimiento en el aula. En el siglo XIX la educación seguía siendo muy autoritaria y paternalista, su rigidez mecánica para la discusión libre fue obstaculizada y se sofocó la creatividad. El profesor universitario se consideraba un maestro porque dependía enteramente de enseñar, no había tiempo incentivo para la investigación. El método pedagógico aplicado a los estudiantes de esta época fue predominantemente memorístico, repetitivo y sin procesos creativos libres, estos deben ser sometidos a valores morales antes que a valores objetivos. Entre los valores que entorpecieron el desarrollo de la investigación científica  están la discriminación por la raza, el género o su ideología. 


Pero es gracias a la influencia de las universidades alemanas de 1900 que se propaga la idea del naturalismo que unió a la educación y la ciencia frente a la autoridad del clero. Es aquí que el discurso intelectual surgió del debate Darwiniano. Esta herencia alemana contribuye a que la universidad combine en sus profesores tareas de investigación y educación de nuevos cuadros de científicos. De esta manera la universidad alemana introduce en la práctica educativa la búsqueda objetiva, metódica e independiente de la verdad. Las habilidades pedagógicas integraron la libertad académica como distintivo esencial de la universidad. En la Universidad de Chicago de 1892 se asumió: “cuando por cualquier motivo… la administración universitaria intente desalojar a un profesor debido a sus sentimientos religiosos y políticos, esta institución ya no puede ser llamada universidad[14]”.


La universidad alemana impulsó a los profesores a animar a los estudiantes a producir sus propios puntos de vista, reduciendo la función autoritaria del profesor sobre lo verdadero. Pero además, la libertad académica se extendió a la actividad de acción pública de la universidad para criticar a la propia sociedad y sus gobiernos. Esto desde luego que creó enormes fricciones y no muchos intentaron que  el profesor quedara inmune dentro del aula. 


Aunque el verdadero enemigo de la libertad académica actual es la administración universitaria que intenta imponer todo tipo de reglamentos intolerantes a una realidad que no sea la que esta autoridad administrativa observa. Otro enemigo es la tentación corrupta de hacer dinero como criterio de la actividad académica, o dirigir la política académica bajo criterios de financiamiento gubernamental o privado, donde se vulnera la autonomía universitaria. El gobierno administrativo de la universidad, debe entender y promover la libertad académica al tomar una neutralidad institucional. La responsabilidad de la autoridad administrativa es crear las condiciones para el debate abierto y no tomar posturas en este ejercicio intelectual de libertad académica, de lo contrario no es una universidad.


Somos defensores de la libertad académica, y reconocemos que los opositores desconfían de que el consenso racional de las ideas no sea la mejor manera de dirimir las controversias sobre el conocimiento y el futuro de la propia universidad. Cuando una autoridad del gobierno universitario considera que el debate en libertad académica es hostil, es que simplemente no persigue fines universitarios, sino autoritarios o de fundamentalismo de las ideas del gobierno externo vertidas sobre la propia universidad como control de la política cultural.


La universidad es un espacio para la educación y la investigación intelectual, y por lo tanto uno de sus principales objetivos es la búsqueda de la verdad y el proyecto pedagógico del aprendizaje del discurso objetivo, literario y técnico, para explorar y concebir en su propia actividad al estudiante como un ente de autonomía intelectual que camina por su propio pie en el futuro de sus propias verdades. Esta búsqueda de la verdad se da bajo condiciones de libertad académica para producir consensos sobre cualquier tema, el espacio universitario es un libre mercado de ideas donde se garantiza la actividad intelectual de despojar de contradicción e incoherencia a toda idea en debate libre.


3.5 Enriquecer la retórica pedagógica 


La retórica comprende no solo los géneros del uso de la lengua, tiene que ver más con el cómo los seres humanos producimos significado. Cuando un docente o un estudiante aseguran no necesitar nada de estos asuntos lingüísticos, lo que está diciendo en un sentido particular,  da un argumento, es decir, pone en movimiento retórico un significado que intenta negar el propio instrumento con que crea significado. Los profesores ahora mismo en las aulas luchan contra esta condición de negar un espacio curricular a la escritura creativa. Defender nuestra pasión por educar no es justificar un lugar en la academia universitaria, lo que hacemos es desde la teoría retórica realizar el sueño del aprendizaje necesario para formar una intelectualidad autónoma.


En el siglo XIX, la retórica se enseñó de memoria desde un listado de tropos y estilos de arreglos de oraciones, pero no se logró formar capacidades para escribir e interpretar eficientemente la retórica[15]. Por el contrario, la teoría moderna argumenta que el contenido y el estilo son inseparables[16], al cambiar uno, se cambia al otro. En otras palabras, el estilo no es decoración, sino una parte fundamental del discurso académico, científico y literario. Se requiere del debate en el aula, para que el estudiante sistematice su búsqueda de producir razones, significados y argumentos, y el principio de esta actividad, es la retórica. En el propio corpus retórico conviven la sentencia, la proposición, la metáfora, el operador discursivo, la narrativa y muchas otras piezas del arte que crean pensamiento. A la metáfora se le ha considerado incapaz de elevar el pensamiento racional y el discurso objetivo[17], sin embargo, su función básica inherente al lenguaje es fundamental en el discurso científico y técnico como parte de un proceso de conexión de la experiencia como simbolismo de los valores epistémicos para ver nuevas relaciones y detalles sobre novedosas posturas teóricas y metodológicas. Si bien, le pedimos a los escritores del texto académico ser concretos y abstractos en equilibrio, la propia metáfora apoya con agregar simplicidad y elegancia para avanzar entre pasos de mayor complejidad y profundidad en el rigor de tratar los asuntos de la verdad o la realidad. 


Como ya hemos argumentado, lo que necesita el discurso académico interactivo es más lenguaje de figuras literarias, no solo metáforas, sino argumentos para adentrarse en la tierra del aprendizaje a una experiencia más profunda desde situaciones de composición escrita, esa misma situación que crea el significado. Pero la gramática también exige su atención, por ejemplo una oración simple tiende a enfatizar la discreción de los fenómenos dentro de la unidad estructural como ética retórica, mientras una oración compleja no deja de ver las clases discretas como coexistencia, distingue rango o valor del orden de causa y efecto.


3.6 Literatura y libertad académica


La forma material y moral de la libertad académica, es la literatura que producen las comunidades intelectuales en el seno de la institución universitaria. El viejo concepto de libertad de cátedra, es tan obsoleto porque refiere solo a la libertad administrativa del académico en el aula. Por ejemplo, en su nombre se cometen todo tipo de atropellos sobre la dignidad de los estudiantes. En cambio, el término moderno de libertad académica, es más dirigido al progreso ético de la relación profesor, estudiante, literatura, comunicación, discusión abierta y libertad para investigar los caminos que exigen los tiempos…, ¿Por qué los académicos deben contar con la libertad literaria, de conciencia y de creatividad y otros profesionales no? Los arquitectos de la doctrina de la libertad académica no desconocen estas cuestiones[18]. La libertad de cátedra es peculiar principalmente en que el profesor es… un empleado asalariado y que la libertad reclamada para él, implica la denegación del derecho por quienes proporcionan o administran los fondos de los que se le paga para controlar el contenido de su oferta institucional educativa.


En cambio, resulta que la libertad académica es la responsabilidad del profesor universitario principalmente, con la propia sociedad, y con el juicio consensuado de su propia comunidad intelectual; y si bien, con respecto a ciertas condiciones externas de su vocación, acepta una responsabilidad ante las autoridades de la institución en la que sirve, en lo esencial de su actividad intelectual es libre. Es dada para el público en general al que la propia institución es moralmente amenable. Los actores en los sistemas de libertad académica generalmente son: públicos, institución, academia, miembro individual de la facultad o colegio, literatura generada y acceso abierto a la difusión de la propuesta formal intelectual.


La clave es distinguir entre un empleo y una vocación. La libertad de cátedra refiere al empleo y la libertad académica a la responsabilidad ética de la vocación intelectual del universitario. Libertad académica es algo más grande que un compromiso laboral. Es despertar la rebeldía de las ideas, poner en tensión la verdad, enriquecer la cultura, criticar a la sociedad y sus gobiernos. Convertirse en la voz crítica no es un privilegio, es una obligación virtuosa con la propia sociedad que confiere este derecho. Para ganar libertad académica deben los profesores someterse a un riguroso entrenamiento creativo en periodos largos y en disciplinas diversas. Mientras que preparar a alguien para la libertad de cátedra, es una trivialidad. Algunos puntos de partida en esta discusión:







La libertad académica puede observarse que está más allá de objetivos administrativos académicos de planes de estudio. De hecho, se puede tomar como una regla que da cuenta de algo más grande, entre más sean sus pretensiones de libertad académica, menor serán las fuerzas limitantes del objetivo de crear una tradición intelectual y menos se enfocará en transmitir información pasiva al público. La libertad académica no es un articulado en un documento constitutivo de la universidad; es más una actividad viva que deriva de la naturaleza creativa de tensar al conocimiento, debe estar clara y explícitamente como algo sustantivo para poder referir a una institución con el honor de Universidad. Arriagada en su tradición de las actividades académicas no simuladas y no consecuentes con la agenda del poder administrativo, son las personas que la realizan en el cumplimiento de su deber de llevar al progreso ético a nuevas fronteras de virtud. A diferencia de aquellos que hablan de un ideal universal de la ilustración que se materializa en un ejercicio administrativo libre en el aula, esta antorcha de libertad académica, se legítima en el espacio de la libertad literaria universitaria como el germen ético de la oferta al público y abierto a la educación superior, a su crítica local e internacional.


No hay mucha duda en que la libertad académica es vital para la educación superior y la investigación en el aula y la publicación académica, son actividades en las que se debe conceder la libertad en cuestión, al menos garantizar para profundizar su tradición intelectual. Pero, ¿qué hay de la libertad para criticar las políticas del poder administrativo universitario; o la libertad de configurar un curso de maneras no estándar o de tener una voz en el plan de financiamiento de las capacidades intelectuales de la comunidad universitaria?. Mark Yodof reconoce que los académicos tienen derecho participar en las discusiones sobre lo que ellos requieren para elevar su excelencia creativa y alcance para difundir su obra[19]. Cualquier restricción, por indirecta, vinculada a la educación y a la oferta discursiva superior, destruirá la tradición intelectual de la comunidad académica. 


No es liberalismo desenfrenado, es una búsqueda de consensos, cuyo arbitro es el conocimiento disponible. La libertad académica no es algo en lo general, igualdad frente al poder administrativo, es más lo deseable para el progreso ético de la actividad académica de la comunidad universitaria dentro de las funciones sustantivas de la universidad, derechos necesarios para preservar su evolución ética en ambos lados de la página, la educación superior creativa y la participación en la política de la actividad académica universitaria. Esto nos lleva a algunas preguntas para ganar profundidad:


¿Es la libertad académica un derecho constitucional en el marco de la autonomía universitaria?


¿Cuál es la relación entre libertad académica y la política centralizada del contenido de planes de estudio?


¿Tienen los estudiantes derechos en la libertad académica?


¿La libertad académica, cómo guarda relación con las formas de gobierno universitario?


¿En qué sentido, si lo hay, un académico tiene libertad especial?


¿La tensión provocada por las ideas críticas en la política académica entre comunidad y gobierno administrativo, tienen derecho a ser lo sustantivo de la vida universitaria?


¿La libertad académica permite al profesor universitario ensayar innovaciones discursivas para alcanzar más altos objetivos curriculares?


¿Qué relación hay entre libertad académica y las condiciones para difusión de la obra literaria de los comunidad universitaria?


¿Qué puntos de vista subyacen al impulso necesario y vital para consolidar la tradición intelectual de la comunidad universitaria a la luz de la libertad académica?


Así, ¿cómo nuestras preguntas serán respondidas de manera que nos seamos llamados subversivos por la autoridad de gobierno administrativo universitario?. La libertad académica es entendida por esta filosofía en una universidad humanista y científica, como una protección para la rebeldía de las ideas y el alcance de la disidencia que debe extenderse a las mismas distinciones y límites que la academia actualmente habré desde la Web. No hay libertad académica, mientras solo sea admisible ajustarse a las normas impuestas por el gobierno administrativo universitario. Entonces la disidencia necesaria para tensar las ideas es limitada para que no pueda apuntar a algo distinto a la política burocrática. Una de esas normas impone una separación entre ideas emergentes de la academia y políticas administrativas de gobierno, no son fáciles de distinguir y los límites entre ellas se difuminan y cambian con la vida crítica de la comunidad universitaria. Fijar límites, tiene el efecto de congelar las ideas en el tiempo, permitir que los dogmas golpeen la creatividad de los académicos y defraude a los estudiantes para conseguir destacar en su capacidad intelectual. 


El resultado de promover la libertad académica se combina con una resistencia intelectual profundamente conservadora a la innovación discursiva en la vida universitaria. Desde la perspectiva de la crítica, la política establecida por la administración siempre es conservadora de las fuentes que configuran su poder. La libertad académica, en definitiva, es un motor de progreso social y lo que da identidad al concepto de universidad como motor de gestión de un futuro más ético. Adherirse a una visión estrecha de la libertad académica, equivale a traicionar el futuro de los estudiantes universitarios y a la creatividad de innovación del discurso pedagógico. 


Debería considerarse obligación universitaria el imperativo de hacer justicia social, mejorando la profundidad y elegancia de la literatura curricular con la que se educa a la comunidad de estudiantes, esto es justicia social. Dejar secuestrar a la academia, es permitir marchitar la tradición intelectual necesaria para liberarse de sus limitaciones en el progreso ético que demandan estos tiempos. Una pasión por la justicia, ofrece todo el poder imaginativo y creativo de la comunidad de profesores al servicio literario y de discusión universitaria, simplemente es algo bueno para enriquecer la tradición intelectual de sus prácticas de investigación y formación en las aulas. En resumen, ordenar una acción administrativa sin discutir antes de comenzar una política académica, no es otra cosa, que el atropello a la libertad académica. Si los académicos sin discutir, tienen como función ser defensores de la política del gobierno administrativo, como justificación para no perder libertad, entonces no merecen la libertad académica en su persona.


¿Qué nos confiere el título de profesor universitario más allá de credenciales profesionales? La tradición intelectual materializada como literatura curricular y discurso pedagógico. 


Detrás de cada facultad o escuela universitaria, la libertad académica es la respuesta a la pregunta que en su tradición intelectual se hace, ¿qué es la educación universitaria y para qué sirve? La universidad es para algunos “un simple empleo laboral” que se niega a responder a esa pregunta en términos profesionales, en términos de vocación universitaria, en términos de literatura curricular, en términos de fundamentos en los procesos intelectuales en las aulas. La crisis en la educación universitaria, es que se niega a justificar la educación superior en general y más específicamente, invocando la libertad académica en su producción de grandes abstracciones científicas, literarias, artísticas, de diseño…, la defensa de la libertad académica, si bien no le interesa al investigador por falta de identidad con su misión de ser profesor universitario[20], una determinación de exactamente qué latitud se debe permitir a los profesores para ser capaces de entregar un plan de estudios con un discurso original a los estudiantes, y dejar la práctica de no hablar con su propia voz en el contenido, con su propia literatura, con su propia tradición intelectual. Es común, que esta crisis universitaria, se quiera resolver con herramientas informáticas (demagogia tecnológica) o procesos administrativos[21]. 


Referencias


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[19] Yudof, Mark. 1988. “Intramural Musings on Academic Freedom: A Reply to Professor Finkin.” Texas Law Review 66.

[20] Jackson, Liz. (2020). Academic freedom of students. Educational Philosophy and Theory. 1-8. 10.1080/00131857.2020.1773798.

[21] Riesman, David. (2020). Interviewers, Elites, and Academic Freedom. 10.1201/9780429333866-37.

 

 

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Autores:

Eduardo Ochoa Hernández
Nicolás Zamudio Hernández
Lizbeth Guadalupe Villalon Magallan
Mónica Rico Reyes
Abraham Zamudio Durán
Pedro Gallegos Facio
Gerardo Sánchez Fernández
Rogelio Ochoa Barragán