Texto universitario


 

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LOS RECTORES   

JOSÉ RUBÉN ROMERO GONZÁLEZ
1943-1944
Gerardo Sánchez Díaz
Instituto de Investigaciones Históricas
ORIGEN y ANDANZAS LITERARIAS

José Rubén Romero González, el gran poeta y novelista, que sin estudios formales llegó a ser rector de la Universidad Michoacana en 1943, nació en Cotija el 25 de septiembre de 1890, según sus propios decires autobiográficos, ya que no hay constancia de ello, debido a que en tiempos de la Revolución fueron quemados los archivos. Fue hijo del matrimonio formado por Melesio Romero, originario de Iiquilpan y Refugio González, nativa de Cotija. En ese tiempo, la familia habitaba en una vivienda de la que el novelista michoacano nos dejó la siguiente pincelada: "Pintada de un añil corriente se alzaba mi casa cerca de las cuatro esquinas. En el fondo del patio, poblado de geranios y rosales, la sombra prieta de los vástagos sobre la pila siempre rezongona. Angostos corredores l lenos de macetas. Cuartos bastante oscuros. Este es el recuerdo que tengo de la casa donde nací, y que me perdone mi madre si no le hago mis mejores elogios, a pesar de las veces que le he oído decir que era preciosa".1


Al parecer, sólo tuvo un hermano, que le llevaba varios años de distancia y una hermana, que nació años después que él. De su padre, Romero nos dejó la siguiente estampa: "Mi padre tenía en aquella época unos treinta y seis años. Era delgado, muy feo, pero muy simpático. Gozaba de fama de hombre a carta cabal y se hacía querer de las personas que lo trataban, por alegre y divertido.

Su traje era una mezcla del lagartijo y del provinciano: sombrero de bola, saco cruzado de casimir francés y botines baratos, muy polvosos y descuidados. Usaba también algunas tardes el típico traje de charro, todo negro, con botonadura de plata. Sabía con destreza mover un caballo y cuando no era de gran alzada, seis cuartas a lo más, ejecutaba en él suertes vistosas, como la de levantar del suelo un
pañuelo en el instante mismo de sentar el cuaco. Oírlo referir sus andanzas era para mí un verdadero deleite, pidiéndole siempre de sobremesa, que los relatara".2


Padres y hermanos de José Rubén Romero,
dibujo del artista nicolaita Benjamín Molina, 1942,

 

El padre de don Rubén se dedicaba al comercio. Era dueño de dos tiendas, una de ropa y otra llamada "La Sonámbula", dedicada a la venta de abarrotes. La primera era "un cajón de ropa situado en la Plaza de Armas y otra de esas tiendas características de pueblo en donde lo mismo se vende una vara de longaniza que un ungüento doble de soldado, constituían los arbitrios de mi padre. Él atendía los dos negocios, el primero con mi hermano de catorce años, que hacía de dependiente y a la tienda de abarrotes con un tal Gabino, tipo afeminado, de andares zarandeadores, pleitero contumaz con todas las comadres del barrio y que como una mujer se cobijaba con un chal de cuadros [...]. En esa tienda había siempre una gran tertulia, discutiendo, charlando, y refiriendo cuentos de subido color, que truncaban impacientemente cuando yo llegaba.

El joven poeta José Rubén Romero en la época de la Revolución Maderista, (AFIIH-UM).

 

En el pueblo todos eran conservadores fanáticos, menos mi padre y otras cuatro o cinco personas, que se reunían en una tienda llamada La Sonámbula. Las gentes los tildaban de masones y como apodo los sonámbulos por la tertulia de la tienda. Cuando las viejas beatas los veían pasar, les hacían a hurtadillas
la cruz. El cura lazaba sobre sus cabezas los martillos anatemas, excitando a los fanáticos que acabaran con ellos".3


De su madre, doña Refugio González, el futuro escritor, desde sus primeros años aprendió la curiosidad por la lectura y su temprana afición por la poesía. De ella, dice:

"Mi madre era mujer hermosa fresca, blanca, con la cara llena de lunares y un pelo tan negro como si se lo hubiera pintado con tinta de china. Por su severo continente, yo le tenía más miedo que a mi padre.
Mi madre leía mucho libros grandes con bellas estampas, El Quijote, gil Bias, Cuentos de Octavio Picón, que a veces ojeaba para ver los manitas, pudiendo casi asegurar que en ellos aprendí a leer. Bordaba perfectamente, decorando cojines y pañuelos con flores y mariposas caladas, que causaban la admiración de nuestras vecinas.


Pasaba largas horas, en las mañanas, frente a los fogones de la cocina, preparando casitas sabrosas a las que todos éramos afectos. Más que mi padre, mi madre conversaba de asuntos literarios o históricos con los dos o tres médicos que había en Cotija o con las personas de mayor cultura. Fue a ella a quien primeramente le oí la palabra revolución, y ahora supongo que debe haberse referido a la francesa.


Le prestaban con gusto cuántos libros llegaban al pueblo y ella externaba su juicio sobre ellos, según parece con bastante acierto".4


En ese ambiente pueblerino, José Rubén Romero pasó sus primeros siete años en Cotija, en donde en medio de las niñas, aprendió las primeras letras en una escuela particular. Luego, la familia se trasladó a la ciudad de México, en donde su padre buscó, sin mucho éxito, mejor suerte en los negocios mercantiles. En contraste a la vivienda de Cotija, la casa donde vivió en la ciudad de México en los años siguientes con su familia, le pareció siempre menos atractiva:


"El veintidós de Cocheras, era bastante feo. En la parte de fuera, con ventanas enrejadas a la antigua, tenía mi padre el despacho ocupando una pieza, con mostrador y escritorio, y tres o cuatro bodegas atiborradas, por lo regular, quesos de Cotija. Un pasillo angosto y oscuro comunicaba el interior de la casa, que, al llegar al patio cambiaba de aspecto. El patio era hermoso, lleno de luz, con los corredores apretados de macetas, tanto en la parte baja como en los altos. Tenía a un costado una pila grande y unos lavaderos siempre cubiertos de ropa [...] creyeron necesario buscarme una escuela. Buscaron y encontraron la del señor Barona, por el rumbo del Carmen, y allí me metieron".5 En esa escuela particular, el futuro escritor continuó por un tiempo su formación escolar, que complementaba con la lectura de los libros que caían en manos de su madre. Así, según sus biógrafos empezó a escribir sus primeros versos que recitaba en reuniones familiares, especialmente en el cumpleaños de su padre.
A la vuelta de unos cuantos años, ante el quebranto de los negocios comerciales emprendidos en la ciudad de México, la familia Romero González volvió a tierras michoacanas, estableciéndose temporalmente en Ario de Rosales en donde el padre obtuvo un empleo en la burocracia estatal.

 

El niño José Rubén Romero en su yegua colorada, dibujo Ignacio Vidal, 1932, (AFIIH-UM).
 

Después, la familia se trasladó en Pátzcuaro, luego en Sahuayo y más tarde en Tacámbaro.
A partir de 1909, José Rubén Romero se relacionó con el grupo de estudiantes nicolaitas que editaban la revista Flor de Loto, en la que aparecieron algunas colaboraciones. Otros poemas de su autoría se publicaron en los periódicos El Panteón, 1902; Iris, 1905; y El Anunciador, 1906, editados en Ario de Rosales El Cometa, 1905, que se publicaba en su natal Cotija. También tuvieron cabida su poemas en La Actualidad, Morelia, 1908; El Telescopio, 1908; La Bandera, 1909 y El Buen Combate, de Cotija; El Pueblo, 1908; El Constitucional, 1912-1913; El Heraldo, 1913; y El Comercio, 1913, de Morelia.
De sus años juveniles son sus poemarios Fantasías, 1908; Musa heroica, 1915; Alma heroica, 1917; Musa loca, 1917; Sentimental, 1919; Tacámbaro y Versos viejos, editados en Sahuayo, Tacámbaro, Morelia y la ciudad de México, respectivamente.6 Por lo que respecta a su obra narrativa de juventud,
aparecieron colaboraciones de su autoría en El Tiempo Ilustrado, México, 1906; Mefistófeles, Pátzcuaro, 1907; La Actualidad, Morelia, 1908 y El Telescopio, Cotija, 1908. Después, su prosa literaria se hizo presente con mayor amplitud en sus primeros libros, Cuentos rurales y Mis amigos, mis enemigos, editados en Tacámbaro y la ciudad de México en 1915 y 1921.7

El poeta José Rubén Romero, cuando fue nombrado secretario general y profesor de literatura de la Universidad Michoacana, 1917, (AFIIH-UM).

 

A partir de 1932, la creatividad literaria de José Rubén Romero se centra primordialmente en la novela y sus temas centrales son los aconteceres y la vida cotidiana en tierras michoacanas durante la Revolución Mexicana. Sus novelas, impregnadas de sus propias vivencias, están salpicadas de picardía y crítica social, escritas en un lenguaje sencillo que recoge a cada paso los decires populares.8

 

El libro recoge las vivencias Tacambarenses de José Rubén Romero, (BGSD).

 En su primera novela, traza sus aventuras y emociones de niño y de joven. En cada párrafo desfilan como arrebatados por el torbellino de la memoria, los paisajes michoacanos, los recuerdos acumulados sobre la familia, los lugares en los que vivió de niño y adolescente, las poblaciones y los escenarios en los que se desenvolvieron sus primeras experiencias laborales, se tejieron sus amistades, nacieron sus amoríos juveniles y surgieron sus creaciones literarias. En ese contexto, en Apuntes de un lugareño, se entrelaza su propia historia con los últimos años del Porfiriato y el desarrollo del proceso revolucionario iniciado en 1910, que Romero vivió desde adentro y experimentó en su propio ser las repercusiones de la lucha armada en cuyo trayecto no dejó de escribir, especialmente poesía, como descarga de las emociones vividas.

Primera edición de la novela autobiográfica, Barcelona a 1932, (BGSD).



A sus célebres Apuntes de un lugareño, le siguió su segunda novela, Desbandada,9publicada en 1934, que se compone por una serie de estampas narrativas en las que nuevamente desfilan los paisajes michoacanos, las andanzas de su familia y sus paisanos, en los años convulsos de la Revolución. Desbandada, es en cierta forma, la continuidad de algunos temas que apenas había bosquejado en Apuntes de un lugareño. En Desbandada, se recogen las visiones encontradas acerca de la Revolución, desde las diversas voces de quienes vivieron aquellas experiencias surgidas de la ruptura del orden y la construcción de una nueva forma política de ser para los michoacanos. A decir de uno de los primeros analistas de la obra literaria de José Rubén Romero, en Desbanda, el autor "tiene el don de sugerir sus pensamientos y sus sentimientos, sin perseguirlos, sin sostenerlos. Es como una música que cautiva sin cansar al oyente. El relato corto es el género en que Romero es más eminente".10

Ese mismo año de 1934, casi al final de la era callista, apareció la tercera novela de José Rubén Romero, se trata de Pueblo inocente.11 En esta obra, su autor nos deja ver a "la gente y su forma de ser. Describe sus movimientos, sus intereses y sus conversaciones. Es una novela rica en pintura de las costumbres de la región y contiene una soberbia caracterización: la de don Vicente, acaso aún que la de Pito Pérez. El lenguaje de los personajes es familiar, real y vivo. La prosa del autor es fecunda en imágenes. Aunque tejido de datos autobiográficos, este libro puede considerarse como una novela verdadera, la primera de Rubén Romero, y cabe augurar que durará como una de las mejores que hasta hoy se hayan escrito en México.


La trama es muy directa y sin enredos. Es la narración de los acontecimientos que le ocurren al joven estudiante Daniel, durante una temporada de vacaciones en su pueblo. Aun los más pequeños de tales sucesos adquieren un relieve de importancia en el ambiente estrecho del pueblo. Lo importante para el autor es lo que pasa en el alma de la gente".12


Culmina el ciclo de las novelas dedicadas a los escenarios geográficos y sociales de la Revolución con la trama de Mi caballo, mi perro y mi rifle, publicada en 1936,13 que, sin duda, es la continuación del panorama trazado en El pueblo inocente. En esta novela, Romero parte de la tesis de que antes del advenimiento de la Revolución Mexicana existía en el país un amplio sector de ciudadanos que, en medio del anonimato, con su sangre y sudor producía la riqueza nacional, de la que disfrutaban unos cuantos y en ese escenario, el movimiento revolucionario les ofreció la oportunidad de expresarse, de asumirse como sujetos de la historia. En ese contexto, en la concepción literaria de José Rubén Romero, la revolución ofreció un espacio a los oprimidos para desahogarse de las humillaciones y de las desigualdades y se lanzaron en medio de un torbellino de aconteceres a la búsqueda de un mejor porvenir. En Mi caballo, mi perro y mi rifle, José Rubén Romero expresa su propia visión del movimiento revolucionario. En el relato, en el que Iulián Osorio es el protagonista y encarna las aspiraciones de los desposeídos, se enfrasca en la lucha revolucionaria y es testigo, al final, cuando en una fiesta en la que se celebra el triunfo, reconoce la figura de un odiado cacique, ahora ubicado en la misma fila de los revolucionarios que festejaban la victoria. Esta metáfora, es quizá la propia crítica del autor, quien en el momento que la escribe, en el escenario observa como antiguos enemigos de los desheredados, ahora son encarnados por los miembros de la clase política que se llama a sí misma heredera de la Revolución.

Primera edición, con portada y dibujos de Wilfrido Soto, México, 1934, (BGSO),


Por lo que hace a La vida inútil de Pito Pérez14publicada en 1938, constituye un relato que encarna con mayor soltura la crítica social. Pito Pérez el protagonista ha visto pasar la Revolución de lado, no le trajo ningún beneficio. Contempló los acontecimientos pueblerinos siendo pobre y siguió siendo pobre. Para él no se asomó la redención y a veces experimentó las mismas injusticias de siempre. Como personaje literario, Pito Pérez se fue gestando poco a poco desde la escritura de Apuntes de un lugareño. En las obras que le siguieron, especialmente en El pueblo inocente, Pito Pérez, cual fantasma, parece observar desde lejos las estampas en las que Romero recrea los acontecimientos sucedidos en los años revolucionarios en los pueblos centrales y en la Tierra Caliente de Michoacán. En sus andanzas, recorre las calles y las plazas de los pueblos, pasa por las tiendas, las casas curales, las cantinas y las cárceles. En todos esos espacios, afloraron las pasiones que caracterizan a los seres humanos y afectan su vida y su destino como un ser solitario, que no encuentra un lugar en ese mundo de falsedades, de desigualdades y falta de oportunidades quien aspira ser alguien en la vida.


En ese escenario, en La vida inútil de Pito Pérez, "El autor ha hecho un excelente estudio psicológico de la lenta transformación de un niño inteligente privado de ventajas, que se aburre en el ambiente limitado de su pueblo, que no puede soportar la estrechez y los vicios de la gente que siente ser inferior a él, y que se refugia en una orgía de falsa alegría alcohólica. Luego vienen el cinismo, la melancolía, la amargura y al fin el odio. El lector de este libro, al ver a un harapiento, hará un esfuerzo cariñoso para penetrar más allá del miserable exterior que perciben sus ojos... y con esto creo que estará satisfecho el autor de que el intento de su libro haya sido entendido".15 En ese sentido, como señala otro de los analistas de la obra narrativa de Romero, en La vida inútil de Pito Pérez, se "cuenta no toda la vida de Pito Pérez, sino los pasajes más esenciales. El autor traza sobriamente los demás personajes. Sus retratos son magistrales, por la exactitud física y la intención psicológica. El padre Pureco es la ignorancia en el latín.

El boticario de Urapa es flojedad y pereza. Su mujer, deseo que desemboca en la histeria y las dos muchachas a las que Pito amó, malicia y afán de casarse. En esta habilidad psicológica de observación del hombre por dentro y por fuera, J. Rubén Romero sigue a Fernández de Lizardi, conocedor de los hombres".16

La obra novelística de José Rubén Romero se complementa por otras obras posteriores, igualmente salpicadas de referencias autobiográficas y de pinceladas sobre los paisajes y la gente michoacana. Entre los nuevos libros sobresalen Una vez fui rico, 1939; Anticipación a la muerte, 1939; Rostros, 1942; Algunas cosillas de Pito Pérez que se me quedaron en el tintero, 1945; y Rosenda, 1946. En ese contexto, en palabras de Raúl Arreola Cortés, "La obra novelística de don José Rubén Romero no solamente es popular y realista, picaresca y áspera, como se ha venido diciendo. Basta el examen de algunas de sus mejores páginas para descubrir esa ardiente tonalidad poética, de que habla el maestro español [Pedro Salinas]. No son páginas de un realismo fotográfico o de un costumbrismo convencional, pues si algo ha mantenido su vigencia en el espíritu del pueblo mexicano es su poderoso aliento lírico, del que encontramos hermosas muestras en sus novelas".17

SU PEREGRINAR POR LA BUROCRACIA

Por diversas circunstancias, la formación académica formal de José Rubén Romero solamente se concentra en el ciclo de cinco años de instrucción primaria, en el que en la escuela aprendió Lectura, Escritura, Aritmética, Geografía, Historia de México, Civismo y otras materias de conocimientos básicos que le abrieron la puerta para insertarse como empleado de la burocracia de la administración pública, primero a nivel estatal y después federal. Su carrera laboral, al igual que su creatividad literaria, se inició en sus primeros años juveniles. José Rubén Romero empezó a trabajar en 1905 como escribiente en una notaría de Pátzcuaro. Después, se desempeñó como dependiente en una tienda de un comerciante francés en el Mineral del Oro, en los límites de los estados de México y Michoacán, fue la primera vez que se separó del núcleo familiar.

Más adelante, en 1906 cuando su padre pasó a desempeñar el puesto de receptor de rentas de Sahuayo, José Rubén Romero obtuvo su primer empleo en la burocracia estatal al ser designado a sus 16 años, como administrador de las rentas del timbre con un salario de un peso diario. Dos años después, en 1908, cuando su padre se trasladó a Santa Clara para hacerse cargo de la receptoría de rentas, el joven José Rubén pasó a desempeñarse como secretario del subprefecto Salvador Escalante, quien más adelante lo condujo por los senderos de la Revolución Maderista. Después se desempeñó como secretario del gobernador Dr. Miguel Silva. Los futuros cargos en la administración pública se pueden resumir así: secretario particular del Ing. Pascual Ortiz Rubio, en 1919; Inspector de comunicaciones a nivel federal en 1920 y al año siguiente se hizo cargo de la jefatura del Departamento de Publicidad de la Secretaría de Relaciones Exteriores y después, como jefe del Departamento Administrativo, entre 1924 y 1930 en esa Secretaría de Estado.

En 1930, Romero inicia su carrera en el servicio exterior como Cónsul de México en Barcelona puesto en el que permanece hasta 1933, cuando regresó a México para ocupar la Dirección del Registro Civil hasta 1935, cuandodeja ese cargo para volver nuevamente a Barcelona como Cónsul, en el que se mantiene hasta 1937 al ser nombrado Embajador de México en Brasil y a partir de 1939, como Embajador de México en Cuba, puesto que desempeñó hasta fines de 1944, cuando repentinamente fue separado, al parecer por diferencias políticas con el Secretario de Relaciones Exteriores Ezequiel Padilla.

Volvió a México y se dedicó a seguir escribiendo. Unos meses después, el presidente Manuel Ávila Camacho le otorgó el nombramiento de asesor de la Secretaría de Hacienda, con un sueldo equivalente a Secretario de Estado, mismo que mantuvo hasta su fallecimiento.18

EN LA RECTORíA DE LA UNIVERSIDAD MICHOACANA

El conflicto surgido en 1943 entre el rector Victoriano Anguiano y un amplio sector de la comunidad universitaria azuzada por la clase política en el poder, debido a las opiniones vertidas por el rector en torno a la reforma del artículo tercero constitucional, tomó rumbos insospechados cuando el rector Anguiano obtuvo el respaldo de la justicia federal. En se escenario, las divergencias afectaron las relaciones del gobernador Félix Ireta y el presidente Ávila Camacho, sobre todo a partir de la Suprema Corte decretó la reivindicación de Anguiano en la rectoría y la entrega sin condiciones, de las instalaciones y el subsidio estatal. Al no vislumbrarse advenimiento entre ambas partes, no les quedó más opción que someterse al arbitrio del presidente Manuel Ávila Camacho. Éste, propuso la incorporación de Anguiano a la judicatura federal y el nombramiento de un rector ajeno a las fuerzas universitarias en conflicto y en las que no eran ajenos varios políticos de la administración estatal, presidida por el general Félix Ireta.


El nombramiento recayó en el escritor y diplomático José Rubén Romero, quien fue llamado para tal fin desde la Embajada de México en Cuba. Las partes en conflicto se sometieron sin discusión ante el veredicto presidencial. Aún cuando Romero carecía de estudios formales, más allá de la instrucción primaria, gozaba de gran prestigio como escritor e intelectual. Además, el nuevo rector no era desconocido para muchos universitarios, no sólo por sus novelas de contenido michoacano, sino porque entre los mayores habían surgido sólidas relaciones de amistad desde décadas atrás.

 

Más adelante, entre 1915 y 1917. Romero se relacionó con el grupo de
jóvenes que se agruparon en la sociedad cultural conocida como liceo
Michoacano. Su revista Minerva, recogió en sus páginas algunas
composiciones literarias del poeta cotijense.


En 1909, el entonces joven José Rubén Romero se había vinculado a los estudiantes nicolaitas que conformaban la Sociedad Literaria "Melchor Ocampo Manzo", y les había entregado colaboraciones para la revista Flor de Loto.

A esos antecedentes se sumaba el hecho de que en octubre de 1917, el gobernador Pascual Ortiz Rubio nombró a José Rubén Romero como primer secretario general de la naciente Universidad Michoacana, puesto que no pudo ejercer debido a la negativa presentada por el Ing. Agustín Aragón a prestar ante el Congreso la protesta constitucional. Al año siguiente, al formalizarse el inicio de la vida institucional universitaria cuando el Dr. Alberto Oviedo Mota fue nombrado rector provisional, José Rubén Romero recibió el nombramiento de profesor de literatura de la Universidad Michoacana, responsabilidad de la que se separó unos meses más adelante para viajar a la ciudad de México al pasar a desempeñarse como Inspector de comunicaciones en el gobierno federal.19

El rectorado de José Rubén Romero en la Universidad Michoacana apenas se extendió por cinco meses, en los que los esfuerzos del novelista se concentraron en hacer que las actividades académicas y administrativas volvieran a su cause, además de apaciguar los ánimos entre los universitarios. El 27 de septiembre, el Consejo Universitario, bajo la presidencia del Lic. Gregorio Torres Fraga, en su calidad de rector interino, discutió el informe de la Comisión que se había entrevistado con el presidente Manuel Ávila Camacho en busca de una solución al conflicto universitario. Esa Comisión la componían los consejeros Dr. Esteban Figueroa, Lic. Luis García Romero, Prof. Ramón Suárez y el estudiante Ernesto Medina.

En el informe se señaló que "El C. Presidente de la República expresó que en contra de sus deseos se veía obligado a intervenir en un asunto de jurisdicción del Estado de Michoacán solamente porque así se lo pedía el gobernador y las autoridades universitarias y porque se encontraba un problema que ameritaba una solución inmediata para bien de la Universidad. Que en orden a estas consideraciones él había de sugerir al Consejo Universitario que se nombrara rector interino de la Universidad al señor J. Rubén Romero, persona de un prestigio cultural indudable y de solvencia moral, quien cumpliría la misión de restablecer el orden en la Universidad, la que debería ser garantizada por el Estado. Que en orden a este concepto del Presidente de la República se ponía a consideración del Consejo Universitario la proposición concreta del nombramiento del rector interino a cargo del Sr. J. Rubén Romero. Después de una deliberación del Consejo, se aprobó por unanimidad de votos que el Sr. J. Rubén Romero se encargue interinamente de la rectoría de la Universidad".20

 

Por lo anterior, en la misma reunión del Consejo Universitario se dio por aceptada la renuncia que había enviado el Lic. Victoria no Anguiano y a propuesta del consejero [ulián Luviano, el Consejo Universitario, por unanimidad de votos, en reconocimiento a sus méritos universitarios, acordó otorgar el título de Rector Honoris Causa, al ahora ex rector Anguiano. Unos años antes, ese reconocimiento había sido conferido por primera vez al Dr. Salvador Franco López. Días después, ello de octubre, el Consejo Universitario se reunió nuevamente, esta vez para recibir y tomar la protesta de rigor al escritor y embajador de México en Cuba, como rector interino. La presentación estuvo a cargo del Lic. Gustavo Ávalos Guzmán. De entrada, el abogado nicolaita, con gran emoción expresó: "Para hablar esta vez ante ustedes señores miembros del Consejo Universitario, yo imitaría a esos hombres de Oriente que antes de entrar al Templo, que es el lugar donde todos santifican sus pensamientos y su espíritu, dejaré en la puerta de esta Universidad todos mis rencores, todas mis pasiones, toda esa profunda emoción de unos meses de lucha ardua y combativa, que ahora llega a reunir una vez más al Consejo Universitario para presentar a ustedes, como resultado definitivo que es nuestro deseo, una personalidad perfectamente troquelada, no solamente dentro del pasado, sino también en la marcha actual de todo el Continente Americano.


Presentar a José Rubén Romero ante sus paisanos, parecería antiestético. Su recia personalidad no deja abrigo. Todos nosotros lo conocemos a través de sus libros llenos de ironía, dentro de sus personajes y sus pensamientos. Lo conocemos también como Ministro de México en Cuba. Por primera vez en México, el Ejecutivo de la Nación, el primer Magistrado de nuestra Patria, se ha unido a la pluma del escritor... Rubén Romero conocido escritor, como pensador y aún con un gesto ha sabido conquistar el corazón del artista y del intelectual... Rubén Romero habrá de ser como escritor, pensador, hombre continental, es decir, en una palabra, su personalidad se sella auténticamente universitaria; fue como ustedes lo saben, el primer Secretario de la Universidad.


Ante tales condiciones, el Consejo Universitario debe actuar y actuará como universitario... Creo señores Consejeros que el señor José Rubén Romero, al hacerse cargo de la Universidad, la llevará por el sendero de elevación cultural, de libertad por el sendero donde haya trabajo, disciplina y estudio. Ese es nuestro mayor deseo y creo haber inspirado el sentimiento de cada uno de ustedes al presentar al señor J. Rubén Romero".21


Después, en un breve discurso, el escritor michoacano se comprometió a buscar la reunificación de los universitarios, divididos por los malos oficios de la clase política que utilizaba a la Universidad como instrumento para lograr puestos en la administración pública, que a veces no era capaz de obtener en las contiendas electorales. En otras palabras, su compromiso consistía en encausar la vida académica y administrativa por los cauces institucionales. Aclaró que no llegaba a la Universidad en busca de empleo remunerado, ya que mantenía su sueldo como embajador. Anunció que el pago de la función de rector sería destinado, en su gestión, a cubrir otras necesidades institucionales.

Ante el Consejo Universitario, José Rubén Romero expresó: "Me encontraba yo ausente de mi patria cuando surgió el problema en la Universidad, de nuestra vieja y querida Universidad Michoacana. Una lucha intestina se desarrollaba entre los mismos profesores y los mismos alumnos del plantel, y saberlo me llenó de grandísima pena. Ustedes comprenderán el regocijo tan grande, la satisfacción tan enorme
que sentí cuando el Sr. Presidente de la República me llamó para proponerme que me hiciera cargo de la rectoría, previa la designación hecha por este Consejo, vine a mi estado sin otro afán que solucionar el conflicto. La esperanza que tuve de lograrlo se ha confirmado hallándolos a ustedes reunidos aquí; me ha satisfecho profundamente su manera de pensar y saber que están dispuestos a trabajar por la Universidad que tanto amamos... así es que en unión de ustedes quiero exclusivamente dedicarme al trabajo. Quiero que se rehaga la disciplina del plantel. El día que me sienta impotente para ello, yo mismo me retiraré sin necesidad que extraños me lo hagan comprender... Yo soy un rector gratuito puesto que renuncio a todo emolumento. Rector dentro de las aulas y amigo fuera de ellas de todos los elementos de la Universidad. Cuenten ustedes, pues que soy su amigo, y que deseo que unidos trabajemos por recuperar la unidad de esta casa".22


El trabajo de José Rubén Romero al frente de la rectoría se orientó básicamente al ordenamiento de la vida institucional y a reajustar los subsidios que otorgaban a la Universidad el gobierno del Estado y el gobierno federal. Tal como lo mandataba la sentencia de la Suprema Corte en el Juicio de Amparo que meses antes había promovido el Lic. Victoriano Anguiano, el 15 de octubre el Secretario de gobierno hizo entrega de los archivos y edificios universitarios al nuevo rector, que poco pudo hacer en los últimos meses de ese año por haberse concluido el ciclo escolar. En sus continuas ausencias de la rectoría para atender asuntos de su puesto diplomático, las actividades universitarias quedaban en manos de sus colaboradores. Una vez iniciado el nuevo ciclo escolar en 1944, la actividad del rector se orientó básicamente a que las actividades académicas siguieran su curso en la forma ordenada y a la integración del nuevo Consejo Universitario, que tuvo a su cargo la elaboración de la terna para que el gobernador, en uso de sus facultades nombrara al nuevo rector. Esa responsabilidad recayó en el médico Víctor Fernando Nieto. De esa forma, el 9 de marzo de 1944, José Rubén Romero presentó un breve informe al Consejo Universitario, mismo que luego remitió al presidente de la República Manuel Ávila Camacho y presentó su renuncia al cargo.

 

SUS ÚLTIMAS ANDANZAS

Inmediatamente después de dejar la rectoría, José Rubén Romero viajó a la ciudad de México, y luego a La Habana, para reincorporarse a la Embajada. Sin embargo, las tensiones que meses antes habían surgido con el Secretario de Relaciones Exteriores Ezequiel Padilla siguieron su curso y ocasionaron su separación de la representación diplomática en Cuba en el mes de noviembre. Después, ya como asesor de la Secretaría de Hacienda, José Rubén Romero se dedicó en México a la escritura de un nuevo texto sobre Pito Pérez,23 y Rosenda.24que sería su última novela. Otra parte de su tiempo la dedicó a escribir varias colaboraciones para la revista Hoy, y más adelante, a preparar su discurso de ingreso como miembro de número a la Academia Mexicana de la Lengua, que al publicarse con la alocución de bienvenida del académico Alejandro Quijano, llevó el título de Mis andanzas académicas:25José Rubén Romero falleció en la ciudad de México de un paro cardiaco, después de una comida familiar, el 4 de julio de 1952.

 

 

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1 José Rubén Romero, Apuntes de un lugareño, Barcelona, Imprenta de Núñez y Cía., 1932, p. 9.

2 José Rubén Romero, Apuntes..., p. 13.

3 José Rubén Romero, Apuntes..., pp. 14-17.

4 José Rubén Romero, Apuntes..., pp. 17-18.
5 José Rubén Romero, Apuntes..., pp. 49-50.

6 José Rubén Romero, Fantasías. Sonetos. Prólogo de Crescencio Galván González, Sahuayo, Imprenta de Estanislao Amezcua, 1908; Musa heroica. Poemas patrióticos, Tacárnbaro, Imprenta de Rafael Carrasco, 1915; Alma heroica, Tacámbaro, Tipografía de Carrasco Sierra e Hijos, 1917; Musa loca. Prólogo del Ing. Agustín Aragón, Morelia, Imprenta de la Escuela Industrial, 1917; Sentimental, México, Talleres Gráficos de Herrero Hermanos, 1919; Tacámbaro, México, Tipografía de El Hogar, 1922 y Versos viejos, México, Imprenta de la Secretaría de Relaciones Exteriores, 1930.
7 José Rubén Romero, Cuentos rurales, Tacárnbaro, Imprenta de Rafael Carrasco, 1915; Mis amigos, mis enemigos, México, Herrero Hermanos, 1921.

8 Gastón Lafarga, La evolución literaria de Rubén Romero, México, s7e, 1939; Iohn Frederick Koons, Garbo y donaire de Rubén Romero, México, s/e, 1942.

 9 José Rubén Romero, Desbandada. Dibujos de Wilfrido Soto, México, Imprenta de la Secretaría de Relaciones Exteriores, 1934.
10 John Frederick Koons, Garbo y donaire..., p. 48.
11 José Rubén Romero, El pueblo inocente. Ilustraciones de Mariano Martínez, México, Imprenta Mundial, 1934.
12 Iohn Frederick Koons, Garbo y donaire..., pp. 49-50.

13 José Rubén Romero, Mi caballo, mi perro y mi rifle, Barcelona, Agustín Núñez, editor, 1936.


14 José Rubén Romero, La vida inútil de Pito Pérez; México, Editorial México Nuevo, 1938.
15 Iohn Frederick Koons, Garbo y donaire…, pp. 90-9l.
16 Gastón Lafarga, La revolución literaria…, pp. 126-127.
17 Raúl Arreola Cortés, "La obra de Alfredo Maillefert y José Rubén Romero", Anuario Humanitas, Monterrey, Universidad de Nuevo León, 1967, p. 307.

18 Raúl Arreola Cortés, "La obra de...", pp. 300-301; Diana Lizbeth Méndez Medina, Una vida más allá de Pito Pérez: Biografía política de José Rubén R-omero, 1890-1952. Tesis para obtener el título de Licenciada en Historia. Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, 2002, pp. 36-75.
19 María Teresa Perdomo, Ser y hacer de Rubén Romero, (Biblioteca de Nicolaitas Notables, No. 28) Morelia, Universidad Michoacana, 1985, pp. 15-16; Diana Lizbeth Méndez Medina, Una vida que va más allá..., pp. 59-60.

20 Acta de la sesión del Consejo Universitario de la Universidad Michoacana, celebrada el27 de septiembre de 1943, ff. 2-3.

21 Acta de la sesión del Consejo Universitario de la Universidad Michoacana, celebrada el1 de octubre de 1943, ff. 1-3.
22 Acta de la sesión del Consejo Universitario de la Universidad Michoacana, celebrada el 10 de octubre de 1943, ff. 3-4.

23 José Rubén Romero, Algunas casillas de Pito Pérez que me quedaron en el tintero, Viñetas de Oscar Frías, México, lunes 1945.
24 José Rubén Romero, Rosenda, México, Editorial Porrúa, 1946.
25 José Rubén Romero, Mis andanzas académicas, México, Imprenta Aldina, 1952.