Texto académico

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La literatura es el espacio para la libertad de imaginar  


Mientras para la ciencia el lenguaje es un instrumento que intenta volverse trasparente dentro de disertaciones, hipótesis, justificación, explicación, demostración y cálculo; por el contrario, en la ficción, poema, novela, cuento…, el lenguaje es el ser de la literatura imaginativa. Con el lenguaje el escritor piensa, pinta, cuenta, siente, se apasiona…, pretende desmoronar los conceptos esenciales para revitalizar la cultura, crea revoluciones estéticas y éticas. Si bien la ciencia necesita del lenguaje para la objetividad de lo real, la ficción anuncia, trasmite y, hace de la palabra, el ser del significado, referencia simbólica cultural, un campo y espacio donde es médium del pensamiento. La escritura de ficción realiza al lenguaje en su totalidad, la literatura más auténtica de ficción y científica son una teoría viva de las posibilidades del lenguaje.


La literatura imaginativa hace del lenguaje algo más allá de un instrumento utilitario, decorativo o de soporte a la memoria de los datos; es este lenguaje el que ayuda a realizar lo humano, lo define y lo renueva en una franca rebeldía creativa. La lingüística nos invita a descubrir las formas modernas del estilo de escribir. Escribir entonces se convierte en la misma medida para descubrir, inventar, pensar, sentir lo auténtico a través de experiencias inéditas. 


Solo escribiendo la lectura podemos descubrir y provocar que leer sea un momento de alzar la cabeza frente a la obra literaria. Se escribe lo que se lee como una forma de usar un microscopio o telescopio dentro de un análisis que trata de explicar las pulsaciones, las imágenes, la psicología de los personajes, los argumentos de la historia, la innovación narrativa, el pulso poético del ritmo y desde luego, la lectura exige de nuestra individualidad inventiva de interpretación. Leer es abrir el texto en sus estructuras y contenido, vivir el destello de ideas, de la condición de mundos posibles, goces, tragedias y desbordamiento de emociones. Leer es más escuchar, dialogar y conversar en inmersiones de conciencia con otras mentes, es un fenómeno imaginativo.  Al leer podemos explorar los avatares del deseo y despertar la voluntad de sentir y pensar; la voluntad de leer es más grande que su técnica, y los sistemas alfabéticos, morfosintácticos, de arquitecturas de sentencias, cláusulas, frases y metáforas; es una inmersión que no se extingue al salir del libro, es un lugar que se habita y no se visita. El lector extrae placer, estilos de pensamiento, léxico, cultura, y en cada momento se está vivo en el texto, esta lectura deseada es un trance en un mundo inventado para enamorar la cognición y la emoción en el suspenso, la sorpresa y la ventura de estar en producto de lenguaje que es un invernadero de la imaginación más extraordinaria. Leer no es solo acumular texto, sino experiencia; al no leer literatura, no solo perdemos humanidad e instinto social, sino que nuestra estructura mental no se ejercita en los diferentes estilos de pensamiento, pues el texto escrito es un mentor, un amigo y un compañero de viaje por la vida que nos exige reflexión y conciencia de nuestro propio tiempo.


Rolan Barthes refiere a que en la verdadera lectura, en “definitiva, sin más función que el propio ejercicio del símbolo, se produce esa ruptura, la voz del autor pierde su origen, el autor entra en su propia muerte, comienza la escritura del lector…escribir consiste en alcanzar la reflexión más profunda posible”. Roland Barthes, El susurro del lenguaje. Paidós 2009.