Texto académico

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2. El efecto literario  



Nombrar lo real, lo abstracto, los mundos posibles, es una cadena de sílabas que no equivalen a justificar, explicar o, menos aún, a comprender. Leer obedece al discurso edificado en el ritmo del texto, habitar la imagen verbal del código escrito. En nuestros días, leer es el ritual de la virtud de estar con uno mismo en las voces del texto, en su intimidad revelar más allá de los sonidos silábicos, atravesar sintaxis, semántica y permanecer de pie frente al texto. Crear un espacio de significado, revelar el paisaje del lenguaje entre el oleaje de párrafo, entre lo esquivo de la metáfora y dentro del rigor de proporción reproducir el modelo de lo real. Traducir un texto en otro texto, como un puente sujeto a razones y sensaciones. El efecto literario es la resurrección de nuestro yo y una nueva experiencia. La lectura reproduce un triple efecto, confirma nuestra ignorancia, alienta nuestra curiosidad y nos hace rebeldes de las ideas en extremo. Leer es poner nuestra existencia en el diálogo de nuestra humanidad, es hacernos del idioma del efecto literario, es aprender en la escuela de héroes del pensamiento, viajeros del tiempo y exploradores del conocimiento. El efecto literario nos cambia, ellos son un momento de abandono de nuestra notable ignorancia de lo que antes del texto fuimos, y dentro del contradictorio de los otros, ser nosotros mismos en evolución permanente. La lectura no es para nada una expresión pasiva, es una reconfiguración de nuestra capacidad lingüística, no solo de la riqueza de nuestro léxico, de las maneras de hablar, sino sobre todo de las maneras de ser.


¿Cuál es el poder de una obra literaria para afectar la percepción del lector sobre su mundo? ¿Cómo podría una interpretación matizada y perspicaz de un texto dado afectar nuestra percepción del texto, y por extensión, de los mundos que representa? ¿Cuál es el estado de la lectura cercana dentro de un paisaje crítico literario que incluye al formalismo y los enfoques cognitivos de la literatura? 


Cuando nos referimos a la literatura, el término lo referimos a un espacio revelador de las complejas formas en que nuestras ideas informan y motivan nuestras prácticas culturales. La literatura es un sistema de actividad intelectual que permite la comunicación social en formas estéticas específicas. Actividades de escritura, leer, publicar, revisar, discutir, analizar… operan dentro de un campo de interacción que involucra una variedad de actores sensibles: escritor, revisor, editor, anunciante, académico; en formas específicas de expresión: novelas, revistas, ensayos, artículos, texto académico; a través de las cuales  interactúan esos escritores y lectores.


Es importante destacar que las obras de literatura no son solo vehículos de expresión comunicativa. Como objetos estéticos, las obras de literatura son también actos de interpretación vivencial. Para crear una obra, los autores deben elegir y organizar un todo más o menos coherente de imágenes mentales apoyados en cuerpos de metáforas, sentencias, cláusulas, frases con puntuado adecuado, operadores discursivos y otros aparatos narrativos en disposición formal a su mundo de sentido. Una obra literaria es un compromiso lingüístico creativo, en forma de artefacto escrito en tensión cultural situado a nivel de experiencia individual. Al igual que los artefactos estéticos como películas, fotografías, piezas musicales o un drama, una obra literaria es una representación formal que media la comprensión de los autores y posteriormente de los lectores de las sociedades en las que la consumen. 


La lectura de una obra literaria no es simplemente un encuentro con el yo; es algo cercano porque sirve como excavación y meditación sobre las ideas socioculturales generalizadas de los mundos sociales, mundos de sentido dentro de los cuales los autores y los lectores viven. Por lectura cercana, nos referimos a un tipo de lectura lenta y cuidada, intensiva y relectura que requiere una mayor atención en el lenguaje y la forma literaria, considerando estructuras semánticas que median la percepción. 


Para el objetivo educativo de activar en los estudiantes un potencial cognitivo subyacente, con el fin de entrenarlos en el juicio literario. Esto implica, una atención cercana en la lectura, es algo que los críticos literarios hacen excepcionalmente bien. Pensar a través de la literatura, es una de las mejores formas que permite explorar las particularidades e integración del conocimiento. 


La literatura tiene que ver con las emociones, la subjetividad, la racionalidad y la objetividad del poder del lenguaje para afectar la cognición humana y el comportamiento. Los efectos de una pieza de texto literaria son esencialmente una reconfiguración de la mente del lector. Es adoptar un alejamiento de la objetividad del texto hacia la subjetividad en el lector. El significado de lo literario pasó de estar ubicado en las características ente el texto y su lector, a ser una función de la mente del lector, y finalmente a ser el resultado de la interpretación estratégica que constituye el significado en sí mismo. Octavio Paz, asume que el texto desaparece, de modo que el enfoque de la atención crítica literaria, se convierte en las capacidades interpretativas del lector en lugar del contenido de la obra[1]. 


La Teoría Crítica alemana se centra en la objetividad del texto, y la nueva Teoría Crítica estadounidense está centrada en la subjetividad del lector; esta lucha marcó el significado literario durante los años 1950 y 1980[2]. Después de esto, pasó el significado literario de estar ubicado en la objetividad del texto, a ser encontrado en la interacción entre texto y lector. Al ser este significado literario una función de la mente del lector y finalmente ser el resultado de la interacción mental con el sistema de escritura que produce el código constituyente del contenido. El enfoque desde entonces sobre la atención crítica literaria se convierte en las capacidades interpretativas del lector en lugar del contenido de la obra. 


Walter Benn Michaels con la esperanza de que la crítica literaria aún se reinvente de una manera que demuestre su relevancia para producir conocimiento, invoca: “El yo, como el yo en la academia, como en el trabajo, es un texto[3]”. Benn transformar la idea de “mundo “a la del “trabajo”, haciendo al lector y al texto literario una mediación donde leer y escribir se unen y finalmente se convierten en una lectura cercana y una escritura que materializa las capacidades críticas del lector. El aprendizaje profundo se deja percibido en el lenguaje constitutivo de la actividad literaria, en donde la investigación es el aparato que hace visible en la escritura el efecto literario de la actividad intelectual del lector. 


Foucault sugiere que esta relación texto-lector produce una cuestión que se propone dentro de este marco teórico, en términos generales, desarrollar las relaciones de discurso y poder[4]. Esto es una ruptura final con el formalismo centrado en las estructuras del texto objeto, desde aquí la percepción del lenguaje como forma de poder es más prominente para el futuro de la crítica literaria. 


Escribiendo ahora desde de la segunda mitad del siglo XX, proponemos que sigamos el camino de influencia postestructuralista de Tompkins. Pero necesitamos un paso atrás, repensar los términos que hemos de hacer conscientes, al invocar a Hegel, como un tiempo favorable para una crítica literaria reconceptualizada con la ciencia y su rigor apoyado en la biología de la neurociencia. En lugar de tratar de hacer sobresalir a los científicos en el terreno de la objetividad o de socavar los fundamentos de la ciencia declarados dentro de la objetividad ontológica, se basa más en la subjetividad del lenguaje, sin reclamar el privilegio para el habla literaria negando la existencia de cualquier realidad pre-discursiva a la que se refieren las obras literarias, así haremos más pasos en la fascinante relación entre texto y lector. Y aunque la ciencia tampoco por sí misma puede con esta empresa, será un valioso socio en los esfuerzos por dar más luz en este importante efecto literario.


Por ejemplo, David Kidd llevó acabo una serie de experimentos diseñados para mostrar que la lectura de literatura desafía lo cognitivo en los lectores, de una manera que podría afectar potencialmente la capacidad de un sujeto para rendir en su desempeño social, destacando que los humanos suelen en su subjetividad, hacer un contexto de la existencia de múltiples perspectivas, al tiempo que requieren integrar varias corrientes de información a la vez[5]. Con frecuencia nos sumergimos en situaciones desconocidas, requiriendo prestar atención a tipos de personas que normalmente pueden navegar sin compromiso real en nuestras vidas; el efecto literario  apoya los guiones sociales en oposición al sentido geocéntrico de las personas[6]. Cuando las personas leen literatura, tienen como consecuencia inmediata, mejorar la capacidad para discernir con más precisión los sentimientos que provocan las ideas intercambiadas, tienen una mejor habilidad para navegar exitosamente en las relaciones de un mundo multicultural y multidisciplinar como el nuestro.


Si bien es reconfortante el trabajo de David Kidd, la evidencia de laboratorio es funcionalmente equivalente a la capacidad de esa persona para atender y empatizar con intenciones solidarias en entornos reales, demuestra que el efecto literario refuerza la tolerancia y hace más flexible la mente a nuevas ideas; es una respuesta estética específica al texto particular y además, produce resultados con mecanismos claros de reconfiguración de la mente para la paz necesaria en una sociedad creativa[7]. 


Aunque aún es necesario aislar los mecanismos literarios específicos, estos trabajos de investigación pueden aportar valor crucial para ayudar a los críticos literarios a entender por qué es imprescindible que en la educación se haga más énfasis para que más personas en la era digital desarrollen su capacidad de análisis literario. En tender cómo funciona la literatura, como textos específicos afectando a personas específicas, la historia es aún corta en el concepto psicológico social de este contexto. Mientras que novela, poesía, texto científico…, pueden mover a los lectores a grandes profundidades racionales y emocionales, pueden también dejarlos intactos cuando tiene una debilidad lingüística en su habilidad dentro del sistema de escritura. Es un punto obvio, pero no trivial. Sin embargo, es un punto que la educación pasa por alto con demasiada frecuencia, tanto que algunas veces a los estudiantes se les pide realizar una lectura analítica y cercana al texto para alguna actividad crítica, sobre algún texto literario, menospreciando la falta de habilidad literaria del lector. La respuesta del lector no formado, es meramente descriptiva de la superficie de un texto, en nuestra experiencia de los últimos cinco años, los reportes de lectura de los estudiantes entre edades de 17 y 19 años de la Facultad de Químico Farmacobiología de la U.M.S.N.H. muestran consistencia con esta realidad de falta de formación crítica literaria. 


El efecto literario es en estos términos, una organización activa de experiencias mentales y reacciones afectivas, cognitivas y motoras a través de las cuales una persona aprende e interactúa con estímulos literarios. Son estructuras que se construyen y acumulan a través de las experiencias en dominios específicos de la literatura y sirven como patrones para esquemas de comportamiento futuro. Estos esquemas o modelos del efecto literario, son anticipatorios y retrospectivos de lo que podría o sucede cuando las personas interactúan con alguna obra literaria. Henry Head fue el primero y seguido de Frederic Bartlett en consolidar la idea de esquema como referencia a los procesos cognitivos y acciones abiertas involucradas en la organización de experiencias con el efecto literario[8]. Jean Piaget, durante el siglo pasado y otro numerosos psicólogos han elaborado estos esquemas que demuestran la activación de experiencias fundamentales para las capacidades de las personas para organizar la información de manera coherente, estructurada y percibir y recordar.


Se da una mayor intensidad del efecto literario,  cuando los lectores usan la literatura  como una condición necesaria, en un contexto semántico activo le permite el proceso continuo de comprensión de lectura, así,  los sujetos lectores logran entrar en el significado del párrafos. En otras palabras, la semántica de todos los términos en una pieza de texto, debe estar en la mente del lector como algo previo a la comprensión. Solo cuando se activa el esquema de conceptos en el sujeto lector, este le garantiza suficiente espacio de sentido como para entenderlo y lo suficientemente para recordarlo[9]. Es decir, un lector en pereza y con la falta de compromiso con la comprensión de un texto, que no investiga con seriedad y profundidad los términos invocados en la literatura, está condenado a su frustración y al abandono de la obra literaria, y claro, el efecto literario no ocurrirá. 


Estos estudios científicos son importantes, no solo porque mostraron el papel de los esquemas conceptuales en el desempeño de la comprensión y la memoria, sino también por advertir que los esquemas KS no son una simple consulta de un término a un diccionario, sino el resultado de su identificación en un marco discursivo serio, vigente y pertinente[10]. Por esto, la percepción no es cuestión de abrir lo ojos y ver lo que hay en el mundo; más bien, la percepción consiste en filtrar el mar de estímulos entrantes con nuestro esquema conceptual y seleccionar una pequeña parte enfocada. En primer lugar los esquemas conceptual KS son autorelevantes para el lector, y segundo, se pueden aprender si el lector se toma en serio como trabajo básico de lectura, hacer de las relaciones conceptuales y hacer evolucionar sus conceptos previos media la investigación más allá de mirar solo un diccionario o enciclopedia. Los términos de los esquemas conceptuales se desarrollan dentro de lecturas superpuestas entre textos. No solo un lector posee muchos esquemas diferentes, sino que también sus esquemas se construyen a lo largo de su experiencia en el efecto literario. Entre más se trabajen los esquemas, más son las experiencias significativas de interpretación del texto. 


Los esquemas de un individuo, son los compartidos por su entorno y situaciones familiares dentro de su sociedad particular, así, una debilidad lingüística dentro de una comunidad, puede traducirse en esquemas racionales, religiosos y de clases económicas demográficas que impactan negativamente en la convivencia social. El efecto literario en individuos en estas condiciones empobrecidas en sus esquemas conceptuales, juegan favorablemente en el progreso ético de su comunidad. Los esquemas KS están necesariamente moldeados por aquellas facetas de lectura literaria que tienen significado experiencial para la persona, su histórico literario le habilita para hacerse de una mente flexible, conciliadora y con el potencial de compasión necesario para la paz. Entendemos por compasión a un efecto literario de solidaridad gratuita con el dolor y el sufrimiento de la otredad. 


Un esquema conceptual KS se activa cuando es estimulado por la literatura, su utilidad es guiar al lector en la comprensión progresiva del párrafo a párrafo. Nuestros estudiantes, cuando carecen de un esquema en matemáticas o física sobre el tema en cuestión en el aula, se manifiestan en poses de aburrimiento y desinterés por comprender aquello que les parece totalmente sin sentido; la falta de habilidad literaria para hacerse de los esquemas conceptuales KS impacta en el estudiante en su bajo desempeño y perspectivas de desarrollo profesional[11]. Esperar y permanecer pasivos en silencio mientras el profesor expone, solo agrava más el comportamiento negativo. Una solución bastante evidente, es que el estudiante llegue al aula a discutir sus lecturas previas del tema, de lo contrario la falta de esquemas conceptuales previos, contribuye como factor académico en la deserción escolar.  


La ciencia nos dice que los esquemas conceptuales KS son un resultado del efecto literario, son estructuras cognitivas-afectivas que nos ayudan a lidiar más eficazmente con situaciones nuevas y desconocidas, nos ayudan a lidiar de manera relevante con desafíos de conocimiento social en forma de experiencia previa. Una manera de probar esto, es observar qué ocurre en una conferencias de algún experto, cuando el público no cuenta con el esquema conceptual adecuado, lo primero que notamos es el grado positivo o negativo de interés en interactúar del público con el ponente. La lectura de literatura nos permite darnos cuenta, cuando tenemos un esquema conceptual erróneo, empobrecido o ausente en nuestra persona. Pero solo el individuo en lo más personal, es quien asume una honradez y una seriedad en elaborar su esquema conceptual, claro, cuando está comprometido con su aprendizaje profundo sobre los temas que desafían su experiencia intelectual.


Lo que esto significa es que el número, el contenido y la complejidad de los esquemas conceptuales para una persona en un momento dado, tendrán implicaciones significativas para la cognición, la inteligencia emocional y la motivación de esa persona sobre el conocimiento complejo. Cuanto mayor sea la familiaridad con la literatura, más elaborada es la comprensión lectora y el análisis escrito como respuesta al efecto literario. Por lo tanto, la capacidad de una persona para desarrollar su habilidad intelectual dependerá del número y profundidad de los esquemas conceptuales que en su experiencia lectura y escrita disponga. En resumen, los reportes de investigación citados aquí, nos sugieren que la acumulación de lectura, es un factor literario del progreso ético del desempeño académico de los estudiantes. 


Al abogar por la relatividad del valor literario, no nos comprometemos con los valores epistémicos de objetividad. Pero en la medida que nos trasladamos a la literatura de ingeniería o científica, sí nos tomamos muy enserio lo ontológico de la concepción objetiva. En lugar de equiparar la objetividad con el desapego, la imparcialidad y la certeza absoluta sobre una verdad fija e inmutable, trabajamos con una concepción falibilística de la objetividad apoyada en Popper, que explica el papel del sesgo perceptivo en la práctica de la interpretación. Bajo esta concepción, cualquier afirmación de verdad está sujeta a pruebas y revisiones a la luz de circunstancias cambiantes y la no repetibilidad idéntica más convincente de la realidad. La objetividad representa así un logro ideal y temporal, es algo a lo que hay que apuntar en la búsqueda de un conocimiento, verificable por verosimilitud y basado en la evidencia. 


La concepción falibilística de la objetividad es coherente con los marcos teóricos de la literatura científica postpositivista[12]. Pero además, lo más importante es que en buena medida rastrea las identidades sociales, conceptuales y las sujeta a cambios en respuesta  a la transformación de las relaciones sociales; identidades que atraviesan los tipos de experiencia que las personas tienen e informa el modo en que las personas interpretan los imaginarios sociales en que viven. Bajo esta concepción, las identidades no son reducibles a las categorías sociales, es decir, ser mujer, mestizo, negro, gay… ni se refiere exclusivamente a los sentimientos subjetivos de las personas. Más bien, la identidad se refiere a la forma compleja y mediada de un ser humano multiplicado y encarnado que mira hacia fuera e interpreta el mundo social en el que vive. En juego la literatura, en nuestra defensa realista de la importancia de la epistemología de las identidades fue un intento de entender y explicar por qué las identidades son el terreno y el marco para atender sus situaciones de subordinación literaria. También es una forma de entorpecer la compleja relación referencial entre las representaciones raciales y de género en literatura mal lograda y, la dinámica de seres humanos afectados por estos movimientos en los que hay que sobrevivir. Esto quiere decir, que hay aspectos de lo real que exceden las construcciones mentales o discursivas de los seres humanos. Si bien, nuestros entendimientos pueden proporcionar nuestro único acceso a la realidad, las construcciones mentales o discursivas de los seres humanos de nuestro tiempo social compartido no constituyen la totalidad de nuestra sociedad real. En cambio, el mundo más que humano, da forma y limita el rango de nuestras imaginaciones y comportamientos, proporciona un punto de referencia importante en cualquier tipo de debate interpretativo sobre el significado de un texto, identidad social o fenómeno natural.


La parte de la realidad que excede las construcciones mentales y discursivas de los seres humanos en lo literario, también ocasiona verdades incrustadas en contextos históricos y culturales particulares. Por esa razón, y amenos que una sea delirante, lo que una persona encuentra en el proceso de estar en el mundo está simultáneamente fuera del yo y en la mente. Un observador no construye la totalidad de la persona, objeto o fenómeno que percibe, ni puede percibirlo en sí mismo en su totalidad, libre de los esquemas que le permiten asimilar a alguna estructura de su comprensión. El principio clave a tener en cuenta es que hay una relación entre las características perceptible del fenómeno considerado y la comprensión esquemática conceptual de un intérprete del mismo. Por esta razón, la gama de fenómenos sobre los que estamos dispuestos a hacer objetividad está necesariamente limitada por el filtro esquemático del lector imaginario del escritor.


No argumentamos que alguien no siente lo que dice sentir o lo que no percibe al observar. Los sentimientos y las percepciones son muy subjetivas en su efecto literario, incluso si están moldeadas por ideas estandarizadas. Sin embargo, estamos dispuestos a argumentar que lo que un lector percibe puede ser menos que preciso o más distorsionado por la ideología de este. La percepción de un lector, en otras palabras, podría tener una relación más débil o más mediada ideológicamente con la realidad que alguna otra percepción que compita con la que se podría comparar.



En este sentido, Harold Bloom considera que Shakespeare es un ejemplo de poder literario[13]:


“Hamlet, mentor de Freud, anda por ahí provocando que todos aquellos con quienes se encuentra se revelen a sí mismos, mientras que el príncipe (como Freud) esquiva a sus biógrafos. Lo que Hamlet ejerce sobre los personajes de un entorno es un epítome del efecto de las obras de Shakespeare sobre sus críticos. He luchado hasta el límite de mis capacidades por hablar de Shakespeare y no de mí, pero estoy seguro de que las obras han inundado mi conciencia, y de que las obras me leen a mí mejor de lo que las leo. Una vez escribí que Falstaff no captaría que nosotros le fastidiáramos, si se dignara representarnos. Eso se aplica también a los iguales de Falstaff, ya sean benignos… o pavorosamente malignos como Yago… Unos impulsos que no podemos dominar nos viven nuestra vida, y una obra que no podemos resistir nos la leen. Tenemos que ejercitarnos y leer a Shakespeare tan tenazmente como podamos, sabiendo a la vez que su obra nos leerá más enérgicamente aún. Nos leen definitivamente”. 



Leer literatura nos inventa como humanos, es poner lo mejor del mundo en nuestra persona, este enfoque de Harold Bloom, distingue como efecto literario una feroz autoconciencia como interacción entre lector y obra literaria. Como artefactos de imaginación la obra literaria se dedica por su propia naturaleza a imaginar formas de estar en el mundo. A veces lo hacen representando mundos sociales que se parecen mucho a los nuestros, con personajes similares a las personas que conocemos; a veces lo hacen representando mundos y personajes que son más ajenos a nosotros. Ya sea que una obra de literatura sea realista o fantástica, desesperada o esperanzadora, casi siempre es un compromiso ético con algún mundo social pasado, futuro o extranjero. Por muy enrevesadas y mediadas que sean las relaciones referenciales entre autores, textos, mundos mágicos y lectores, una buena lectura cercana, lenta y placentera en su tenacidad forma a los hombres que dan sentido profundo a sí mismos y al mundo en que viven como reflejo frente a lo literario. Describir nuestras relaciones con estos mundos a través del proceso de dar sentido, subraya nada menos que el funcionamiento del imperativo social cargado de efecto literario. 


Reducir la violencia con el efecto literario. Lorna Dee Cervantes intenta explicar por qué hemos sido incapaces de trascender las predisposiciones emocionales y lo que ha llamado “estructuras emocionales” que han mediado nuestra perspectiva consciente de la violencia sobre el mundo social compartido[14]. La suya, es una perspectiva que tiene sus raíces en las consecuencias emocionales tóxicas de sus experiencias cotidianas en la violencia generada por el racismo: las experiencias diarias del racismo, esa poderosa anemia que hace sentir como verdadero enemigo al abrir la puerta del que es distinto a uno. Desde cualquier perspectiva el participante de la violencia en su lógica de conciencia racial es el resultado de creencias propensas al error que pueden y deben ser erradicadas del corazón del hombre por la educación. Cervantes insiste en que la acusación de racismo no puede ser respondida adecuadamente dentro de los términos que ha establecido el racismo o cualquier otra forma de discriminación. El racismo y el feminicidio no son un espacio intelectual, no es posible razonar con estas cicatrices. Esta poderosa anemia de violencia siente que el verdadero enemigo es una mujer, una indígena o cualquier otro que le considere una puerta de odio. 

En respuesta a la perspectiva del efecto literario, se participa en la lógica de la conciencia racial, de género… es el resultado de aliviar un error que puede y debe ser erradicado a través de la educación mediada por la literatura. Cervantes insiste en que la acusación de considerar “no intelectual” a la violencia, tiene que ver con que las soluciones policiacas y de leyes de penas más duras, solo abonan a un espacio en el que se impide razonar por tantas cicatrices abiertas.  


La violencia es un “no intelectual”, no se puede combatir con hechos de esta misma naturaleza. ¿Cómo podemos combatirla? En la medida que las emociones nos hacen prisioneros para lograr hacer un examen sostenido de las motivaciones humanas, sanar la mente deber ser central para cualquier intento de ir más allá de las ideologías y los arreglos socioeconómicos que sostienen la desigualdad. La literatura y su efecto implican un uso más allá que solo informar, un uso activo en la imaginación, tanto por parte del lector como del autor, la literatura es uno de los sitios clave en los que el orden social puede ser explorado y remodelado muy sensiblemente. Tanto los lectores como las obras literarias tienen el potencial de mover positivamente las emociones en las personas, activando estructuras de identificación y empatía hacia otros que no son ellos mismos. Los libros de novelas, cuentos, poemas, ensayos y los de corte académico y científico son lugares importantes dentro de los cuales los ciudadanos por igual pueden imaginar formas alternativas de estar en este mundo, o incluso mundos sociales alternativos con una paz emocionante. 


El argumento de Cervantes de que la violencia contra los indígenas, las mujeres… está impregnada de emociones destructivas y de resistencia a la razón más rigurosa, ha encontrado resonancia. Es falso el argumento de que las emociones implican o surgen solo de creencias, tal enfoque erróneo, sustenta viable la visión del efecto literario como forma de eliminar esta anemia cambiando las creencias-emociones que dan lugar al odio. Pero esto no puede lograrse por la idea estúpida de informar sobre algunos conceptos opuestos al odio. Stocker cree que la obra de Sartre contiene una pista clave: “el antisemita se enfrenta a pruebas que contradicen lógicamente las racionalizaciones que destruyen, pero nada cambia para justificar sus acciones de violencia”, esto demuestra la inutilidad de tratar de cambiar las creencias, sin atender las emociones con las que están inextricablemente ligados sus  odios[15]. Las emociones nos colocan en una relación particular con el mundo, en la medida en que las emociones nos ayudan a dar sentido a los demás y a nosotros mismos, sirven como dispositivos hermenéuticos cruciales: interpretan el mundo para nosotros.


William Wilkerson sugiere que los datos sobre la experiencia del pensamiento y las emociones están necesariamente unidos entre sí[16]. Es decir, las emociones son más que simplemente decoraciones o distracciones a nuestro pensamiento. Son parte horizontal de lo que realmente moldea nuestro pensamiento y comportamiento, incluso cuando nuestro comportamiento y experiencia refuerzan nuestras emociones. La experiencia no solo se ve alterada por el contexto de un sentimiento interior, sino también todo un estilo de estar en el mundo. Llenarnos de efectos literarios, es llenar nuestro ser de un cambio de estado emocional. El consumo de literatura, es la acción educativa de desbloquear el potencial epistémico de las identidades culturales y volvernos universales.   




Acumular efectos literarios 


Las novelas, cuentos y poemas entre otras obras literarias, son arreglos de perspectivas extraordinarias. Nos presentan palabras en una página, imágenes en una pantalla o actores en un escenario de teatro, cine o videojuego. A través de estos, conjuran una serie de fenómenos que se cruzan desde diferentes ángulos, que recuerdan y anticipan otros eventos, que parecen conocernos, quieren y crean cosas, que incluso pueden contar historias que están pobladas por aún más personalidades, con sus propias perspectivas variadas y cambiantes.


Dependemos de nuestras capacidades de pensar en perspectivas complejas sobre una situación todo el tiempo en la navegación del mundo social, y nuestras habilidades de toma de perspectivas son a la vez muy sofisticadas y también, limitadas de alguna manera muy predecible. A medida que navegamos por situaciones difíciles, necesitamos hacer evaluaciones entre marcos de referencia de lo que está pasando y lo que otras personas piensan y saben, y proyectar información desde nuestra propia perspectiva para generar buenas aproximaciones de empatía. Nuestras intensiones de promover el efecto literario, son transparentar para las personas que nos rodean el apreciar la verdad de lo diferente. Muchos creen, que a los escritores le sucede, que al producir explicaciones que son incompresibles para los no iniciados, es el efecto de sesgo, porque una vez que conocen una solución a algún problema, parece tan obvio que puede ser casi imposible considerar otro enfoque. Todos estos efectos son manifestaciones del contacto con la acumulación de conocimiento.


En la cara de estos conocimientos, tales sesgos cognitivos son malas noticias sin paliativos. Pueden surgir de características útiles e importantes de nuestra cognición, pero sin duda parecen ser efectos secundarios desafortunados de lo que sería bueno hacer conciencia. El psicólogo Mark Freeman ha argumentado que el énfasis de la ciencia cognitiva, tiende a poner a la distorsión y sesgo de nuestro pensamiento en una debilidad narrativa que nos limita la autocomprensión y crecimiento moral[17]. Ahora, que disponga de la habilidad narrativa, no quiere decir que pueda en automático ver la cadena de eventos más claramente. Esta línea de investigación incluye la distorsión de nuestros recuerdos, animados a ser así para apoyar nuestras creencias actuales, sobrestimando el impacto de los acontecimientos pasados en nuestra felicidad actual, y así sucesivamente. 


Esto recuerda a los lectores de literatura, las posibilidades que ofrece la retrospectiva en el pensamiento narrativo y en el imaginario literario, para proporcionar, una fuente de verdad disponible a través de la reflexión narrativa que registramos en la toma de notas en nuestra lectura. Al capitalizar estos sesgos, los escritores crean efectos estéticos deslumbrantes, persuasivos y emocionalmente resonantes. Para llegar al centro de esos efectos, debemos ver cómo actúan juntos en la producción de sorpresas subyacentes al hilo conductor en un efecto de contaminación mental: la información que encontramos en un contexto tiende a influenciar en nuestras representaciones de otras perspectivas.  Morando las sorpresas en las novelas en función de estos sesgos puede arrojar luz sobre una serie de fenómenos que son de interés en la literatura.


Tal vez lo más sorprendente de todo es el hecho de que, como parte de nuestro derecho por nacimiento compartido, los seres humanos en general parecemos ser capaces, como Steven Pinker lo ha dicho, de dar forma a los acontecimientos en el cerebro del otro con una precisión exquisita. Es decir, simplemente haciendo ruidos con la boca o marcas en el papel, para el caso movimientos con nuestro rostro, podemos hacer que surjan nuevas combinaciones de ideas en la mente de los demás. Incluso podemos desarrollar estas impresionantes hazañas en las circunstancias en el ritmo de una conversación con un texto. Considere todas las tareas de conversación difíciles de administrar en su mayor parte sin flexibilidad entre escuchar, reflexionar y hablar.  Normalmente no esperamos una pausa en la conversación antes de empezar a hablar; en su lugar, usamos la gramática y otras señales como el tono, para proyectar cuándo podemos considerar es nuestro turno de hablar. Lo que cuenta como un retraso notablemente largo en responder a una expresión anterior o a una superposición del habla, puede ser una cuestión de decenas de milisegundos. Mientras tanto, también estamos ajustando tanto nuestras propias observaciones como nuestras interpretaciones del interlocutor sobre la base de una serie de conclusiones que hemos sacado sobre lo que otra persona sabe, pretende y cree. Por ejemplo, puedo referirme a la musa cuando tengo razones para creer que hay inspiración en alguien. 


Estos logros nos llegan fácilmente en parte porque los seres humanos son expertos en entender el comportamiento de sí mismos y de los demás en términos de creencias, deseos e intenciones. Puesto que no tenemos la ventaja de acceso telepático directo a los otros, tenemos que hacer con inferencias basadas en una combinación de nuestro conocimiento de fondo y nuestras observaciones de lo que la gente dice y hace. Pero nuestra capacidad de sacar conclusiones útiles y rápidas sobre los estados mentales de otras personas sobre la base de estas observaciones es incomparable. 


Podemos atribuir estados mentales a otras personas y reconocer que pueden ser diferentes de los nuestros. Nos damos cuenta de que actuamos sobre la base de cómo es realmente el mundo. Digamos que entras a una habitación donde estamos sentados, pones un libro en la mesa y sales. Mientras no estás, tomamos el libro de la mesa y lo escondemos debajo del tapete. Sé que amenos que pase algo que lo denuncie,  esperarás que el libro esté donde lo dejaste. Entendemos, es decir, que creemos ciertas cosas sobre el mundo y que esas creencias no son necesariamente precisas. Predecimos cómo los estados mentales de otras personas podrían cambiar en respuesta a varios eventos, podemos usar este conocimiento y predecir o dar sentido al comportamiento de un personaje de novela o cuento.


Por lo que los investigadores han sido capaces de decir hasta ahora, los seres humanos somos sustancialmente más hábiles que cualquier otro animal, en discernir lo que otros perciben, quieren, creen y pretenden, incluso algunos otros mamíferos parecen entender más acerca de la acción intencional y pistas de percepciones de otros de lo que una vez pensamos que lo hicieron[18]. Adaptar nuestras mentes a imaginar por fuera de las inercias de los hilos clásicos del comportamiento humano, se ha argumentado es lo que hacen los escritores para sus innovaciones literarias al modo de Jane Austen y Virginia Woolf, son el resultado de perseguir nuevos extremos de representación de las creencias de los personajes, haciendo exigencias particulares de interpretación para la capacidad del lector. David Herman ha argumentado en líneas similares[19], que la incrustación narrativa tiene un atractivo estético especial debido a la forma en que se apoya y recapitula la experiencia cotidiana de pensar con otros estilos de pensamiento. Ciertamente hay algo peculiarmente humano y especialmente complicado en las narrativas que construimos para dar sentido a nuevas posibilidades de mirar al mundo y nuestra existencia en medio de él.


Larry Summers, señaló que los seres humanos son a menudo neuróticos, obsesivos, auto-sabotajes y mezquinos[20]. Las personas más incompetentes constantemente sobreestiman sus propias habilidades, mientras las más inteligentes, más divertidas y más competentes hacen lo contrario (se muestran más humildes y prudentes), como los estudios han demostrado el “efecto Kruger”: cuanto menos hábil intelectual eres, menos probable es que seas consciente de tus  capacidades[21] reales. Incluso los más brillantes de nosotros somos propensos a fallas sistemáticas del pensamiento racional. Nuestro razonamiento de sentido común, con mucha frecuencia nos engaña. Las limitaciones fundamentales en nuestro recurso de esquemas conceptuales y procesos cognitivos de inferencia y cadenas de razonamiento, nos obligan a confiar en una variedad de estrategias de simplificación extrema y reglas generales muy superficiales para la toma de desiciones. Esas estrategias nos ayudan a lidiar con situaciones complejas y ambiguas, pero a menudo también conducen a mucha confusión, sufrimiento y juicios defectuosos en su justificación. Peor aún, nuestros juicios y percepciones están sesgados no solo por estos atajos de procedimientos de información. Hasta los más brillantes de nosotros somos propensos a fallas sistemáticas del pensamiento racional.


A la luz del trabajo de detectives en la prosa de una novela, toda esta información de pistas, inteligentemente la procesamos por una línea histórica de la que inferimos que el común de las personas seguiría, es allí donde el escritor innovará para sorprendernos y administrar nuestro interés a estar dentro del texto cada día. Sorprender, este es un momento encantador y bastante motivador en la tradición de la sorpresa literaria bien diseñada, pero no una que depende de generar una expectativa específica y activa que deba ser anulada. En una sorpresa, el placer no necesita haber formado ninguna creencia explícita, solo necesitamos haber pensado en la pregunta lógica del lector de una manera distinta. Entonces podemos deleitar a nuestros sentidos de lo plausible, pero lo imprevisto ha de provocar la reacción. El punto que queremos llamar en su atención, es que ha sido el tipo de cosas que es particularmente probable lo que hace a los lectores no consideren los detalles, a menos que se les pida explícitamente que lo hagan.


Tanto la expectativa que adivina el lector, como lo que sabemos como sorpresa, está en consonancia con los efectos de la síntesis del conocimiento que los investigadores han documentado en el razonamiento de las personas acerca de lo que otras personas creen en los encuentros cara a cara. Esta línea de investigación tiene sus raíces en la psicología del desarrollo de Jean Piaget, sugirió que el egocentrismo era una característica definitoria importante de la forma en que los niños piensan y hablan. Sin duda es un hecho real y frecuente, los niños tienen problemas para separar su propia experiencia de la experiencia de otras personas. No solo son relativamente egocéntricos, sino que no distinguen entre su experiencia privada y el conocimiento público; no son buenos para reconocer o atender las diferencias entre propios sentimientos y prioridades de los demás. A medida que envejecemos, superamos algunas de estas tendencias, pero no todas.


El experimento que tal vez demuestra más vivamente cómo el conocimiento de los antecedentes tiende a colorear nuestras ideas de lo que otras personas piensan y saben, incluso como adultos, es el “estudio de golpes” de Elizabeth Newton desarrollado para su tesis de doctorado en 1990. Los resultados concluyen que la experiencia interna vivida y detallada de las canciones conocidas, contamina los intentos de los compositores para adaptar las expectativas de los oyentes y da forma a sus expectativas sobre cómo los oyentes interpretan sus canciones[22]. 


Algo muy similar está impulsando la experiencia de aquellos lectores que interpretan los comportamientos representados de cómo una señal ha reunido correctamente las pistas a su disposición para llegar a la explicación que sabemos es correcta. Cuando se revela lo que se hizo, la sorpresa es real, porque va acompañada de las expectativas, pero también suena cierto, porque todas las personas tienen experiencia en la vida real con la protección contra este tipo de errores y se demuestra que está equivocado en esta dirección. 


La investigación científica ha tomado la idea de la “teoría de la mente” como una ventana útil sobre el fenómeno de la conciencia representada en la ficción literaria y como una manera de conectar la investigación psicológica con los enfoques históricos-literarios de la emoción, empatía y la imaginación. Esta teoría de la mente se correlaciona con medidas individuales más altas de control inhibitorio. El control inhibitorio se desarrolla a lo largo de la infancia para remplazar las distracciones no deseadas. La contaminación mental de pensar en otras mentes, provoca que estemos sesgados por la información, más que por el egocentrismo[23].  Cuando esto sucede,  en  circunstancias menos controladas, el conocimiento que uno tiene que inhibir para evitar cometer este tipo de errores, podría ser en sí mismo erróneo, una situación que, de hecho, muy a menudo se crea por el escritor para que los trucos de conocimiento que mueven para que la sorpresa literaria se de. Los lectores que ya conocen el resultado de un evento sufren de sesgo retrospectivo: sobreestiman lo que otras personas saben al respecto y la facilidad con que deberían ser capaces de predecirlo, e incluso lo que ellos mismos habrían sabido de algo si se les hubiera preguntado de antemano[24]. 


Una vez que las personas aprenden un significado para un modismo (manera de expresión), tienden a creer que su significado es transmitido de manera transparente por los componentes lingüísticos de la frase que emplean en sus manuscritos, mientras que las personas que no han aprendido explícitamente esa forma no la encuentran transparente en absoluto. Los escritores también subestiman lo ambiguo que pueden ser sus propias expresiones y sobreestiman la utilidad de sus intentos de desambiguación[25]. Todos estos efectos observados en los modismos fuera de control, son variedades de pensamientos que resultan un obstáculo para crear sorpresa en el lector. Producir historias puede capitalizar estas propensiones con gran efecto en la curiosidad del lector. 


Lo clásico es que olvidamos que no todo el mundo sabe lo que uno sabe. Así es como funciona la sorpresa, hacer explícito lo que uno sabe y después sorprender a la audiencia al revelar  la información que parecía ser cierta en una perspectiva objetiva a nivel base respecto al mundo texto, en cambio, atribuir solo el punto de vista equivocado o engañoso de un punto de vista particular, solo desalienta al lector. Para conectar los puntos, rara vez consideramos colocarlos juntos en la narrativa. 


El tipo de contaminación mental que se encuentra detrás de la visión típica afecta no solo nuestras conjeturas sobre lo que otras personas piensan y saben en el momento, sino también cómo pensamos desde la perspectiva de otra persona. Además, tome en cuenta otro factor, la memoria. La experiencia pasada y el conocimiento previo se desata en nuestras percepciones sobre el presente y las intuiciones sobre el futuro. La memoria también es imperfecta. Olvidamos cosas que una vez conocimos, confundimos y distorsionamos experiencias pasadas, e incluso recordamos eventos que nunca sucedieron. Tendemos en la vida cotidiana a pensar en la memoria como una cuestión de “recuperación”  de los recuerdos de nuestra experiencia, podríamos reproducir nuestros recuerdo o quizá extraviarlos. Pero el acto de recordar parece en cambio ser un proceso en gran medida constructivo, en el que las personas reúnen fragmentos y trozos de información almacenada de una manera fuertemente influenciada por las circunstancias del momento de recordar. Nuestras creencias, actitudes, emociones y preocupaciones en el presente dan forma a los recuerdos que construimos. Las asociaciones tangenciales se llevan a cabo a lo largo del viaje . Los actos anteriores se ponen al día con los eventos recordados. Mezclamos fragmentos de nuestra propia experiencia con cosas de las que solo hemos leído. Esto así lo considera la psicología cognitiva de Frederic Bartlett sobre la memoria reconstructiva[26]. 


Los errores que las personas comenten al recordar cosas pueden proporcionar información valiosa para el diseño del discurso literario subyacente, el que da lugar a esas imperfecciones en la narrativa. Algunas de estas imperfecciones de la memoria investigadas, han dedicado mucha atención a la catalogación y explicación de estos errores. Estas imperfecciones parecen ser subproductos bastante sencillos de aspectos útiles y adaptativos de la forma en que funciona la memoria. El “pecado” como Daniel Schacter llama a la persistencia de los recuerdos que se meten en nuestros pensamientos en momentos inoportunos o resultan en fobias inconvenientes o incluso en incapacidades importantes para lograr la concentración[27]. 


En general, Cosmides y Tooby observaron que nuestras mentes están llenas de conclusiones, justificaciones y discusiones que nos llevaron a pensar en ellas como un conocimiento verdadero… y el ámbito de aplicación de cualquier procedimiento de inferencia que conserva la verdad debe ser relativamente irrestricto dentro de nuestra memoria semántica, de modo que los hechos puedan aparearse correctamente con nuevos hechos inferidos[28]. Para estos efectos es que el cerebro etiqueta las cosas para mantenerlas, cuando nuestro recuerdo no es producto de una justificación, explicación, demostración, cálculo, categorización…, la carga emocional está ausente, es decir, aprender una creencia sin su proceso de justificación es dejar que caduque en la memoria de corto plazo. En cualquier caso el trabajo cognitivo involucra a la lógica y a la imaginación para recordar qué proposiciones deben ser consideradas para sostener nuestras creencias. El resultado de no realizar procesos intelectuales para justificar nuestras creencias, recorta los límites que mantiene a las fuentes de la memoria frescas y accesibles. Recordar lo no reflexivo, es un proceso de reconstrucción de fragmentos que por lo general corrompen el recuerdo construido. 


Una narrativa expande un espacio reflexivo de argumentos, hechos, personajes, historias, datos, atmósferas, cálculos, demostraciones, explicaciones, justificaciones, fundamentos…, consideramos a partir de lo reportado por la investigación científica, que es notable que la memoria fuerte tiende a ser aquella donde la reflexión intelectual de la persona fue más intensa. Robert Frost en la literatura, decía que una buena narrativa comprueba su eficacia cuando el lector está en un proceso gradual de reconstrucción de las ideas[29]. Jane Austen refiere a que cuando el lector hace comunión con un texto, es cuando el proceso de reflexión está vivo; Shakespeare  del mismo modo, refiere a la fortuna del lector cuando a sí mismo se hace del modo en que se construyen las creencias. 


Cuando tratamos de rastrear la fuente de cierta creencia en nuestra memoria, la investigación actual sugiere: reconstruimos, evaluamos, calculamos y atribuimos a través del proceso de inferencias que tienen lugar en el momento, en el curso del recuerdo. No basta la cantidad de los detalles de un recuerdo, sino en general del estilo de pensamiento (científico, técnico, musical, poético…,) y sentimientos asociados. Repetir o exponernos mecánicamente a impactos con un texto, su exposición no nos hace mejorar nuestra memoria del contexto donde lo encontramos ese conocimiento. Queda claro, que el olvido es un mecanismo biológico que evolucionó para favorecer los recuerdos reflexivos en nuestra especie y borrar los que tienen un origen mecánico[30].


Experimentar la construcción del conocimiento de primera mano, es la mejor manera de recordar en el largo plazo esas creencias. La tendencia de transmitir información en las aulas en lugar de construir su justificación racional, típicamente corrompe los recuerdo de los estudiantes, que cuando se les pregunta solo balbucean fragmentos desarticulados de esas ideas. La textura narrativa de la literatura es la base de películas, videojuegos…, que dentro de este espacio, el efecto literario, fortalece nuestros recuerdos y muchas cualidades intelectuales en su contexto disciplinar.


Así que, una educación mediada por el efecto literario, fortalece la memoria humana. En los videojuegos por ejemplo, el interés en su mundo, está dado por la historia que acompaña cada secuencia, donde los jugadores más que una habilidad mecánica, desarrollan la actitud de ser actores dentro de una historia. Al interactuar un jugador en la perspectiva narrativa, su memoria y su interés se fortalecen como una intensa experiencia vivida como lector o personaje consistente con una historia. Este hecho puede conspirar con técnicas de diseño discursivo literario, para mejorar los efectos mentales de los estudiantes frente a la información más compleja en la memoria. 


Las historias pueden utilizar este efecto literario sobre la memoria para guiar a los lectores a hacer ciertas inferencias predecibles sobre los hechos subyacentes de una narrativa. Esta previsibilidad es una condición crucial para establecer una sorpresa, porque si hay una manera confiable de adivinar lo que los lectores han inferido, ¿cómo el escritor puede saber si su relevancia entrará en conflicto con ella? Dando pistas la narrativa es internamente consistente.


La mente humana es infinitamente deslumbrante, dotada de una impresionante capacidad para crear perspectivas sobre otras personas. Estas dinámicas los escritores las toman de perspectivas cruciales tanto para su discurso literario como para el flujo lógico. Pero esto no es absoluto, con frecuencia se sobreproyecta la información,  es decir, no es en lo absoluto el caso de que el lector mantenga un rastro impecable de lo que un personaje literario pretende, cree y sabe. Ni siquiera logramos hacer un seguimiento de lo que nosotros mismos pretendemos, hemos creído y conocido en el pasado. En su lugar, la frecuencia sobreproyecta la información de una perspectiva a otra. No podemos dejar de lado lo que sabemos cuando estamos pensando en lo que es. Cuando esta limitación afecta nuestro razonamiento acerca de lo que otras personas podrían saber o deberían haber sabido, se llama la “maldición del conocimiento” o sesgo cognitivo. Esta aflicción nos lleva, por ejemplo, a cometer errores en retrospectivas acerca de lo evidente o predecible de lo que es un acontecimiento estándar de una cultura humana. Nos hace pensar que nuestras intenciones son más transparentes que nuestras ideas.


Esto hace presumir que las personas en general, debido a que la memoria no se basa solo en la memoria, sino también en el proceso constructivo de inferencias que tiene lugar como parte del acto de recordar, está sujeta a las mismas tendencias del estilo de pensamiento. Cuando estas predisposiciones dan lugar a errores sobre el contexto de nuestros recuerdos, es debido a una inercia en nuestro estilo de pensamiento, se conoce como errores de atribución. Al estado de nuestros hechos recién adquiridos, se  le conoce como errores de atribución. Esto a menudo da lugar a ilusiones de conocimiento, donde objetivamente uno está sesgado. Las ideas asociadas con una manera de pensar, abordado de otro modo, tienden a salir de ese contexto. 


Incluso cuando somos plenamente conscientes de estos aspectos de la cognición humana, no podemos pensarlos. Debido a que las narrativas son arreglos de perspectiva, el escritor hace uso de los sesgos para hacer trucos de magia y crear complejas perspectivas en nuestra mente, lo hacen de una manera que las inferencias a través de las perspectivas abren una amplia gama de posibilidades narrativas que nos sorprenden, incluso si hemos visto variaciones de esas formas muchas veces antes.


Las satisfacciones de sorpresa y los géneros literarios que las presentan pueden no tener, al menos al principio, mucho qué ver con los más profundos o emocionantes, conmovedores y estéticos placeres que las narrativas pueden ofrecer. Si bien, la mecánica de estas obras literarias no es necesariamente o generalmente representativa de lo que normalmente se considera sofisticación intelectual. Las obras clásicas han demostrado ser ampliamente populares por representar una estética universal, divorciada de preferencias históricas, culturales e individuales. Los gustos varían y los tiempos cambian, y muchos lectores en distintas épocas han encontrado en este tipo de literatura bastante placer intelectual y emocional, cuando las exigencias de la trama anulan otras consideraciones como consistencia del carácter, verosimilitud y originalidad, este tipo de giros pueden sentirse astutos. Pero las historias que dependen de estas sorpresas son un excelente lugar para iniciar una investigación de la intersección de los procesos cognitivos y el placer narrativo. Estas sorpresas son difíciles de construir pero fáciles de leer. 


Capitalizar las peculiaridades de cómo pensamos sobre las personas, las especulaciones de la memoria y su mecánica depende directamente de lo que quizás sea la facultad más fundamental directamente de la calidad de una narrativa: el desdoblamiento del tiempo.


Hemos dividido las estrategias relevantes que se superponen en el desdoblamiento del tiempo:


1. Cambios de marco. Las historias pueden llevar a las personas a extraer inferencias y formar expectativas animándoles a interpretar información parcial o ambigua, de una manera que solo revela más tarde que un encuadre diferente es el correcto. El encuadre es la hipótesis de desenlace, un juego con este tipo de significado modifica lo evidente y sorprende al lector.


2. La revelación gestionada. Como las historias pueden presentar revelaciones de una manera que lleva al publico a aceptarlas como una interpretación más convincente y más precisa de los acontecimientos de una historia que la que tenían antes. 


3. Desinformar con delicadeza. Las historias pueden dar a las audiencias información falsa sobre lo que sucedió o de la identidad o significado de elementos particulares en una trama de tal manera que una historia cuenta algo diferente, la verdadera puede ser revelada con éxito más adelante.


4. Información enterrada. Las historias pueden ocultar información importante para que sea probable que sea pasada por alto, pero se puede ver en retrospectiva que ha estado todo el tiempo allí potencialmente disponible. 


5. Placer del texto. Las condiciones materiales y emocionales de la lectura de libros, teatro y cine pueden hacernos especialmente vulnerables al pensamiento sesgado en forma de una inmersión de lo que se insinúa y se espera sea una epifanía en ello. 







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