Historia del Colegio de San Nicolás

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III LA VIDA DEL COLEGIO EN EL SIGLO XVII 

III

 

LA VIDA DEL COLEGIO EN EL SIGLO XVII

 

La vida tranquila de Valladolid.- El crecimiento urbano. Los bienes aumentaron. El obispo funda el Colegio de los Comendadores de San Ramón Nonato en México, para alumnos michoacanos.- Se dispone la transformación de San Nicolás en Seminario Tridentino.- El Cabildo se opone.- Nuevas Constituciones del Colegio.- Reglamento y horario de labores.

 

CONSOLIDADA la conquista española en América, y creadas las instituciones que habrían de regir el nuevo orden derivado de dicha conquista, las colonias entraron en un período de aparente tranqui­lidad, como si las fatigas de los exploradores y capitanes indujeran a sus descendientes al reposo. Las ciudades fueron poblándose por los hijos y nietos de los conquistadores.

Al principiar el siglo XVII estaban ya en escena los elementos que habrían de dar color y sustancia a la época colonial americana: el indio, con su rebeldía refrenada; el español peninsular, con aires de señor; el mestizo, atónito ante el fluir de sus dos sangres; el criollo, heredero de reales o supuestas noblezas, orgulloso de su poderío. Todos se concentraban en las ciudades, y dejaban en variadas manifestaciones culturales el sello de su personalidad y los rasgos de su ideología.

La vida tranquila de esos nuevos moradores de los campos abiertos por las armas, se alteraba de vez en cuando con las noticias que solían filtrarse en los altos círculos del gobierno, sobre las actividades de los países europeos que disputaban a España sus dominios americanos. Si en un principio bastó una Encíclica papal para repartir al Nuevo Mundo entre España y Portugal, medio siglo después, tal reparto no podía satisfacer a países europeos que habían alcanzado un alto nivel de desarrollo, como Inglaterra, Francia y Holanda. Estos países comenzaron a tener como objetivo al continente americano que podía alimentar sus industrias y proporcionarles mano de obra barata y un atractivo mercado potencial para sus productos. A comienzos del siglo XVII se formaron las Compañías de las Indias Occidentales en los tres países mencionados. Los ingleses y holandeses colonizaron la América del Norte (los actuales Estados Unidos y Canadá); Holanda se estableció en Curazao, y destruyó la flota marítima española; Francia ocupó parte de Canadá, la Luisiana y las Antillas, y declaró la guerra a España; e Inglaterra dominó varios puntos en Centro y Sudamérica.

México permaneció fiel a España, al igual que la mayor parte de las capitanías generales y los virreinatos del continente. Los graves acontecimientos de la lucha entre las potencias apenas si fueron conocidos, ya que España tendió una red protectora que impidió la información. Las ciudades siguieron su desarrollo ajenas a lo que acontecía en el resto del mundo.

Valladolid de Michoacán se pobló rápidamente. Hacia 1619 tenía ya unas 102 casas en las que habitaban más de trescientas personas entre casados, viudos y solteros. Había 120 religiosos y monjas en seis conventos (franciscanos, agustinos, carmelitas, jesuitas, merced arios y catarinas o dominicas). Estos datos aparecen en la Relación del Obispado de Michoacán hecha al rey por el obispo Baltasar de Covarrubias y Muñoz; se menciona en ese documento al plantel quiroguiano: "hay un Colegio de San Nicolás Obispo, instituido por don Vasco de Quiroga, con 20 colegiales, unas veces más y otras menos, que sirven a la catedral de acólitos, y en otras ocupaciones de su mejor servicio, de que es patrón el deán y cabildo: tiene rector y renta bastante para su servicio"[1].

Los trescientos vecinos españoles de Valladolid tenían a su servicio doscientos cincuenta indios, negros y mulatos esclavos, hombres y mujeres. Cinco años más tarde (1624) se consignaba el dato de que aquellos 300 vecinos tenían 465 hijos, y que toda la población española tenía a su servicio 1116 criados y 229 esclavos. En los doce poblados circunvecinos habitaban más de mil indios, que también servían a los españoles. Los poblados eran: San Pablo, San Miguel Y chaqueo, Guayangareo (que conservó el nombre del primitivo poblado y de toda la ciudad en gran parte del siglo XVI) Santa Catalina, Santa María, Ytzícuaro, Chequácuaro, El Batán, Santa Ana, San Miguel, Santiago y San Juan. Pertenecían en administración eclesiástica al clero secular, excepto Santa Catalina y Santa María, de los agustinos (más su hacienda de Ytzícuaro); Santiago y San Juan, de los franciscanos; y El Batán, que era un obraje del alférez real José de Figueroa. Fuera de Valladolid vivían, en sus estancias, 118 familias españolas. El clero secular tenia 21 prebendados y 8 capellanes; y se contaban 30 colegiales de San Nicolás, y músicos con servicio en la catedral. En la cédula del 8 de junio se dice "que los vecinos de la ciudad se van aumentando, y haciendo muchas casas y edificios sumptuosos con que está muy ilustrada"[2].

No obstante que en el informe de 1619 el obispo dice que el Colegio tiene rector, es poco probable que éste fuera a la vez lector, por las razones conocidas.

A principios del siglo XVII, los canónigos de Valladolid se quejaban ante el rey contra el obispo fray Domingo de Ulloa, que pretendía quitar el Colegio al cabildo. El 28 de febrero de 1602 pedían al monarca clemencia para "un obispado tan lastimado en lo espiritual y temporal como lo está este de Michoacán", y acusa­ban a fray Domingo, "cuyo gobierno es una hoz que disipa y corta lo que está establecido en los sacros cánones y concilios". Concretamente señalaban que "ha inquietado este cabildo por quererse enseñorear de nuestro Colegio de San Nicolás, que el santo obispo don Vasco de Quiroga dejó a este cabildo por patrón con el amparo de las reales cédulas de vuestra Majestad, que por salir a la defensa tan justa y propia nuestra ha querido, como lo ha hecho atropellar a todos con agravios notables, demandas y afrentas con gran daño de la autoridad del cabildo y ha llegado a tanto extremo que traemos ocupada vuestra real audiencia"[3].

En un documento publicado en 1956 se habla de siete mil ovejas propiedad del Colegio de San Nicolás entre los años 1608 y 1624, que le producían una renta de 372 pesos anuales. Correspondía a un legado del padre Alonso Rodríguez, fallecido en 1608; a la muerte del donador, el patrimonio fue administrado por el rector del Colegio, Br. Miguel de Torres; al fallecer éste, entre sus bienes estaban 700 pesos de ese legado, que eran parte de los beneficios del arrendamiento de las siete mil ovejas, a razón de 70 pesos el millar.

Se dice en una nota introductoria al documento que el Colegio ayudaba a las huérfanas pobres en los gastos de su casamiento, lo cual no se asienta en el texto. El señor Rodríguez había dejado las ovejas al Colegio, pero de sus productos debería tomar el cabildo eclesiástico 118 pesos para casar a las" muchachas; ese fondo no lo administraba, ni podía hacerlo el Colegio, simplemente entregaba la cantidad.

El valor del arrendamiento del millar de ovejas varió mucho en Michoacán. En 1592 era de 90 pesos anuales; en 1593 bajó a 60; en 1594 bajó aun más, a 50; y en 1611 ascendió a 70 pesos. El arrenda­tario de las ovejas del Colegio de San Nicolás era Sebastián de J aén, y el pago total que hacía era de 490 pesos, de los cuales se tomaban los 118 de las dotes, y el resto, o sean 372 pesos eran para los gastos del Colegio[4].

En 1608, bajo el gobierno episcopal de Covarrubias y Muñoz, era rector del Colegio el Capellán y confesor de las monjas domi­nicas, Diego Marquina. Dos años después (1610), en una informa­ción que promueve el mismo capellán y rector, se pregunta a los testigos "si saben que por ser el dicho beneficiado persona esencial, útil y muy a propósito... el deán y cabildo de esta sancta iglesia, como patrones y administradores que son del Colegio de San Nicolás de esta ciudad... le nombró y eligió por rector y administrador del dicho colegio, oficio y cargo que lo han tenido prebendados y sacerdotes graves y de autoridad y prendas; en lo que se a ocupado y ocupa de dos años a esta parte, provechosa y aventajadamente así en la utilidad y aumento de lo temporal como enseñanza de virtud, recogimiento y doctrina de los colegiales, que son muchos y en general hijos de gente noble y de los buenos de la provincia y fuera de ella, que con gran aplauso y estimación gustan de tener a sus hijos en el dicho colegio por el recogimiento e reformación e régimen e cuidado y celo del dicho rector". Los testigos que con­testan la extensa pregunta confirman lo dicho por el antiguo beneficiado de Pénjamo ; pero no queda en claro si el señor Marquina era también lector de gramática o solamente "rector y administrador”[5].

En 1618 desempeñaba el cargo de rector un antiguo beneficia­do de Aranza, Alonso Verduzco. Poco tiempo después (1620) se informaba que en el Colegio "se crían y enseñan" treinta colegiales, "que sirven la dicha cathedral... y de donde han salido y salen y numerables ministros, buenos para la doctrina de los yndios y curatos de españoles y para cathedrales desta Nueva España, con lo que esta dicha iglesia es la más bien servida de quantas tienen las Indias"[6].

Tal parece que durante todo este tiempo los alumnos del Cole­gio salieron de su edificio para oir gramática en el Colegio de la Compañía. Se sabe con certeza que esto sucedía en 1631, porque así aparece en la Minuta y rrazón de las Doctrinas que ay en este obispado de Michoacán, publicadas por el doctor López Lara. Al refedrse a Valladolid, dice el documento: "En esta ciudad está fundado un colegio del señor San Nicolás, cuyo fundador fue el Ilmo. Señor Don Vasco de Quiroga, primer obispo de este obispa­do, de buena memoria, donde de ordinario hay más de veinte colegiales de este obispado; y se sustentan de las rentas del colegio, de donde acuden a estudiar la gramática al colegio de la Compañía de Jesús, y los tales colegiales tienen obligación de acudir, como acuden, a servir a la santa Iglesia Catedral de esta ciudad. Hay Rector en el dicho Colegio, que tiene renta, y son patronos y administradores perpetuos de él los señores Deán y Cabildo por especial cláusula que dejó el fundador". Los colegiales, pues, tenían rector pero éste no era lector, la misma situación de finales del siglo anterior[7].

La Minuta de referencia fue ordenada durante el gobierno del obispo Alfonso Enríquez de Toledo y Almendáriz, merced ario que llegó a Valladolid en 1624 procedente del obispado de Santiago de Cuba. Este prelado quiso saber cuál era el estado en que se hallaban los curatos de su vasta diócesis y, tal vez por el sistema de "cordi­lleras", como supone el doctor López Lara, obtuvo informes de los curas. Estos informes fueron ordenados por el escribano Isidro Gutiérrez de Bustamante y así se formó un libro que, más tarde, sirvió para que los siguientes obispos asentaran los nuevos benefi­cios o la modificación de los datos obtenida por informaciones o por visitas directas, según puede verse en el códice[8].

El mismo señor Enríquez encontró algunas carencias en su obispado de Valladolid. Buscó gente idónea para el cargo de Provisor de la catedral, y no la encontró; requería personas instruidas en Derecho canónico o Leyes, y tuvo que reconocer que los jóvenes vallesoletanos, por la pobreza de sus familias, se veían impedidos de ir a estudiar esas materias en la Universidad de México. Se preocupó el prelado, y dispuso que se emplearan los intereses de unas haciendas que estaban en el obispado de Michoacán y que habían pertenecido a los herederos de Juan de Salcedo y Leonor de Andrada, su esposa. Estos bienes eran del obispado y tenían un valor de $ 21,000.00. Dispuso el obispo que, de los intereses que produjera ese capital depositado en hipoteca, "acordamos y deliberamos de hacer y fundar un colegio en esta dicha ciudad de México y corte, para la buena enseñanza y doctrina de la juventud de los naturales del dicho nuestro Obispado y el de La Habana". El colegio habría de llamarse de los Comendadores de San Ramón Nonato; se constituiría con ocho becas para cinco colegiales de "los naturales del dicho nuestro Obispado de Michoacán, y los tres restantes del dicho Obispado de La Habana". Los colegiales deberían seleccionarse entre los más pobres y necesitados en ambos casos. Estudiarían en San Ramón las materias indispensables para pasar a la Real Universidad con el fin de tomar la facultad de Cánones o Leyes. Una vez graduados podían quedarse como pasantes otros tres años, dos más como hospedados en caso de dar cátedra en el mismo Colegio, y si se les veía aptitud podían quedarse perpetuamente. Los frailes mercedarios, que deberían dar cumplimento a estas disposiciones, no las cumplieron; falleció el obispo y el asunto quedó olvidado hasta 1653 en que se fijaron los edictos para quienes reunieran las cualidades exigidas por el fundador de las becas. Se hizo la apertura de cursos el 12 de marzo de 1654[9].

La vida del Colegio de San Ramón en sus primeros años, dice don Félix Osores, fue muy breve y precaria; no tuvo alumnos, sólo se puso un cuidador de la casa, fray Juan de Rivera, y se colgó una campana. El edificio se vino al suelo por las inundaciones de la ciudad en 1630, y así concluyó la primera etapa. Los merced arios no volvieron a levantar el Colegio, y se perdió la oportunidad de que los jóvenes michoacanos pudieran formarse en Derecho[10].

Este Colegio decayó con el tiempo. Dice el mismo señor Osores: la escasa renta de su fundación, la falta de maestros y de estudios públicos dentro del colegio, y la disminución de rentas por las visicitudes de los tiempos, obligaron a incorporar este colegio... al de San Juan de Letrán". Esta fusión se hizo entre 1816 y 1820.

Por otras informaciones se sabe que los alumnos del Colegio de Comendadores eran sumamente inquietos. Sostuvieron un pleito con los padres de la Merced durante más de un siglo; alegaban que los frailes habían perdido el derecho de patronato, y pedían se nombrara por rector a uno de los colegiales, que se encargaría de conservar las rentas del establecimiento. En 1761 los mercedarios ordenaron a los colegiales que desocuparan el edificio, pero 'el virrey les amparó, medida que no tuvo efectos ante la decisión de los frailes de suspender la alimentación, lo que tampoco doblegó a los estudiantes. El edificio fue desalojado por fin y se convirtió en casa de vecindad[11].

Uno de los alumnos de aquel colegio fue Manuel Hidalgo y Costilla, hermano del Padre de la Patria. Un certificado de 178610 menciona como bachiller colegial, y otro de 1792 como licenciado en Cánones, graduado en la Universidad y miembro del Colegio de Abogados[12].

Pero volvamos al Colegio de San Nicolás, de Valladolid.

En 1634 los alumnos habían disminuido. En un informe al rey, enviado por el obispo, el mercedario Francisco de Rivera, se dice: "Por este tiempo tenía el colegio dieciocho colegiales"; el rector era el bachiller Francisco de Requena, quien "ha puesto en orden, cuenta y claridad, toda su hacienda"[13].

El siguiente obispo, el franciscano fray Marcos Ramírez de Prado y Ovando, apoyó al Colegio económicamente. Como las finanzas de los hospitales de Santa Fe disminuyeron durante su gobierno, y no podían cubrir los ciento cincuenta ducados que cada uno estaba obligado a entregar al Colegio, el obispo dispuso eximirlos y asumir él los gastos del sostenimiento del rector. Además, es el primer prelado que se muestra orgulloso de los frutos del plantel en su primer siglo de existencia. En el informe que envía el cronista Gil González Dávila dice que "a dado grandes varones a las religiones y al clero, que han sido ministros de grande aprovechamiento a los naturales de esté reino, siendo eminentes en sus lenguas, insignes predicadores, ejemplares en su modo de vivir, con que se ha descargado muy bien la real conciencia y de los señores obispos de este obispado que sería muy largo referirlos". Como ejemplo de las grandes personalidades formadas en el Colegio, el obispo Ramírez de Prado mencionó al zamorano Juan Bautista de Ojeda, . benefactor de los huérfanos; Benito Vaz, de Pátzcuaro, catedrático de Retórica en la Universidad de México; Pedro Plancarte, de Celaya, beneficiado de Capaquaro; Pedro de Escobar Mojica, beneficiado de Cutzamala; y el doctor Juan Bernal de Zúñiga, beneficiado de Colima. Se comprende el beneplácito del prelado; Valladolid era ya una gran ciudad, y el auge se manifestaba en el imponente edificio de la catedral, que se empezó a edificar en 1660, tocándole a él la aprobación del proyecto presentado por el maestro Vicente Barroso de la Escayola [14].

La vida del Colegio se desarrollaba normalmente. Vivían en comunidad como lo había dispuesto su fundador, y celebraban con diversos actos la fecha dedicada al santo patrono -San Nicolás Obispo-. Se conoce una lista de los gastos extraordinarios que se hicieron en 1641. Ese día hubo comida especial con pescado blanco de Pátzcuaro y otras suculencias. En todo se gastaron más de setenta pesos[15].

No obstante que los beneficios del Colegio de San Nicolás eran muy notorios, los jóvenes que terminaban allí sus estudios no tenían mayores estímulos para continuarlos hasta graduarse en la Univer­sidad de México; algunos 10 hacían con grandes sacrificios, pero la mayoría no podía por la pobreza de sus familias. El cabildo pidió al rey, en 1656, la creación de dos canonjías de oposición con el fin de que, quienes las ocuparan pudieran leer Sagrada Escritura y materias morales, de lo que "resultará gran bien a los hijos de los vezinos de esta provincia", a la vez que '''se criarán ministros doctos e idóneos para la administración de los santos sacramentos". Ya se pensaba entonces en la ampliación de los estudios.

Fue el obispo fray Francisco Antonio de Sarmiento y Luna quien propuso para los colegiles la enseñanza de los idiomas otomí y mexicano. Basaba su petición al rey en que la mitad de los curatos del obispado debían administrarse en esas lenguas, y no había quien los ocupara por desconocimiento de ellas. Pidió autorización para fundar un Seminario Tridentino en que se aprovecharan las rentas de San Nicolás, tan menoscabadas, dice, "que no se puede sustentar un maestro de gramática y así van los colegiales a estudiarla a la Compañía, faltando por esta razón lo principal de la fundación que fue como de tan santo y celoso prelado". De modo que, según este fraile agustino el Colegio carecía de lector por penuria económica y no porque era difícil encontrar un rector que a la vez fuera lector y viviera en comunidad con sus alumnos. El señor obispo pidió el apoyo real, "por que sólo la protección de vuestra Majestad podrá vencer las grandes dificultades y estorbos que han de ocurrir en su execución por tocar a intereses particulares". Se refería, segura­mente, a la oposición que encontraría en el cabildo de su catedral.

El Consejo de Indias recibió la comunicación del obispo de Michoacán, y le dio respuesta el 19 de noviembre de 1671. Estuvo de acuerdo con lo solicitado, y dispuso que, "en conformidad con lo que sostiene el Santo Concilio de Trento, se erija el seminario en la misma casa donde fundó el colegio el obispo Don Vasco de Quiroga, añadiendo lo que fuera menester y que juntamente con la gramática se estudien las lenguas otomite y mexicana, erigiendo cathedrático que las enseñe... y que para que el sustento del cathe­drático de las dos lenguas y de los collegiales se reparta lo que fuere necesario en las rentas eclesiásticas de aquel obispado". El rey envió su cédula del 8 de diciembre de 1671, y se dieron instrucciones a los miembros de la Audiencia para que vigilaran su cumplimiento, que deseaba fuese rápidamente ejecutado, "sin dar lugar a que se le ponga ningún embarazo"[16].

No llegó a cumplirse la cédula. De haberse cumplido al pie de la letra, el seminario se hubiera establecido en Pátzcuaro, donde está la casa en que don Vasco fundó el Colegio.

El obispo que debía iniciar el seminario previsto, monseñor Sarmiento y Luna, fue trasladado a la diócesis de Almería, en España, en abril de 1674, y el sucesor en Michoacán, Francisco Verdín de Molina, vivió tan poco tiempo que no se ocupó del asunto, y así sucedió con los obispos subsiguientes durante un siglo, hasta 1770 en que se inauguró el Colegio Seminario Tridentino de Valladolid, por el empeño del obispo Pedro Anselmo Sánchez de Tagle.

El Colegio de San Nicolás durante ese lapso (1671-1770) sufrió la amenaza de su transformación en Seminario Conciliar. Los miembros del cabildo utilizaron sus mejores argumentos para defender al plantel de las pretenciones de los obispos; y consiguieron, en todos los casos, salir avantes bajo el amparo del derecho común y de la sombra protectora de don Vasco de Quiroga. Pero, en medio de la lucha, no dejaban de reconocer la difícil situación del plantel y los defectos de su funcionamiento, males que procuraron subsanar. Se daban cuenta de que el reglamento implantado por el fundador en el siglo XVI no podía observarse íntegramente en el XVII, y que las reglas deberían modificarse y adaptarse a los nuevos tiempos.

Como fruto de varias consultas y estudios se redactaron nuevas constituciones del Colegio, y se reglamentaron las actividades diarias de los colegiales. En el documento primitivo, el obispo Quiroga unió constituciones y reglamento, que en 1674 separaron los señores del cabildo.

En cuanto a la estructura o base constitutiva del Colegio, se modificó la disposición de la edad para el ingreso; en vez de veinte años fueron trece o catorce. De este modo se atraía un mayor número de jóvenes, pues como hemos dicho la población de Valladolid había aumentado, y la ciudad no contaba con otro plantel que pudiera servir a la juventud. Mes adelante veremos otras implicaciones

Los años de estudio aumentaron de cuatro a cinco años, y como los clérigos saldrían de 18 o 19 años, se les permitía permanecer en el Colegio en calidad de "huéspedes" durante dos años más.

Se impuso a los mismos colegiales-clérigos la obligación de servir en la catedral. Este servicio se prestaba por costumbre, y a cambio se entregaba al plantel una cantidad como estipendio. Conforme al nuevo reglamento, se suprimió todo pago y se convirtió en obligaci6n de los colegiales.

El señor Quiroga había dispuesto que los colegiales-clérigos se distinguieran de los no clérigos por su atuendo. Llevarían un bonete de paño de color morado, y ropas decorosas, que no fueran de colores rosados ni azafranados, que por diversas dificultades y por el paso del tiempo quedó en bonete negro y "ropa azul obscuro y beca azul claro". El nuevo ordenamiento confirmó el uso del bonete en color negro, e igual el resto de la vestimenta[17].

El rector debería llevar un libro de registro de los alumnos. Nunca lamentaremos bastante la pérdida de ese libro que tantas luces arrojaría sobre los hijos del Colegio.

Las costumbres deben haberse relajado con la falta de autori­dades y el quebrantamiento del régimen de clausura, con la salida de los alumnos que iban a oir gramática latina y tal vez Teología al Colegio de los jesuitas. En el trayecto, aunque corto, entraban en contacto con el bullicio de la sociedad, con sus discusiones y pendencias, en las que quizá se vieran obligados a participar, y por ello andaban armandos. Con la nueva estructura quedaba prohibido traer alfanjes, machetes o cuchillos. Quienes insistieran en portar armas serían expulsados, igual que los parranderos y los incorregibles; se prohibía saltar las bardas o romper las puertas para salir por la noche; lo cual indica que se hacía, y que se continuó esa violación, pues casi un siglo después (1770) un jovencito inquieto de 17 años, llamado Miguel Hidalgo, fue expulsado temporalmente por "escaparse del Colegio saltando una noche por una ventana de la capilla"[18].

El corte de pelo había sido desde el principio algo especial. Don Vasco dispuso que los que iban para clérigos se cortaran el cabello "por dos dedos bajo las orejas"; y para 1674 se ordenó que "debería el barbero cortarles el pelo sin dejarles guedejas ni copetes".

Nadie podía alojarse en el Colegio, salvo los benefactores, que podrían hospedarse allí, y como tales se consideraba a los indios de Pátzcuaro y Santa Fe cuando fueran a Valladolid para el arreglo de algún asunto.

Los benefactores eran objeto de especial veneración. La nueva constitución ordenaba la celebración de misas por los Reyes de España, patrones del Colegio, y honras fúnebres solemnes el 21 de diciembre de cada año, aniversario de la muerte del canónigo Pedro de Yépez, quien, como hemos visto, legó su fortuna al plantel donde había sido colegial, maestro y rector. Resulta curioso advertir que en el Colegio de San Nicolás no se recordaba la fecha de su fundación; y en cambio se confirmaba en la nueva constitución la costumbre de celebrar con una serie de actos el 8 de mayo, en recuerdo de la unión con el Colegio de San Miguel. Bonavit dice que en esa fecha la Iglesia celebra el día del arcángel, pero como el día de San Miguel es el 29 de septiembre, cabe suponer que el 8 de mayo haya sido más bien la fecha de la ejecución del mandato del virrey Conde de la Coruña, del 12 de enero de 1581. Tan degradadas estaban las cosas que se recordaba a San Miguel y a Yépez, pero no al ilustre fundador, quien había dado todo lo que tuvo para la creación y el sostenimiento del Colegio[19].

Las nuevas normas constitutivas deberían leerse en refectorio cada mes, con el reglamento conocido como Exercicios y distribución del día, que se ha de observar en el dicho Real Colegio. Este documento, publicado íntegramente por Bonavit, fue jurado con las mencionadas constituciones el31 de octubre de 1675, en un acto solemne en que participaron el re~tor, P. Gregorio Sánchez Caballero, el superintendente, Br. Alonso Pérez Godoy, y algunos testigos. El acto fue en la sala rectoral a las once de la mañana, con la presencia de los alumnos, que también hicieron el juramento "en su respectivo nombre y el de sus sucesores, ofreciendo guardar y cumplir esas constituciones con fidelidad y constancia"[20].

Este horario de actividades del Colegio debe conocerse, y para ello vamos a transcribirlo, tal como está en Bonavit (edición de 1910):

“Al principio de la semana ha de nombrar el Rector los oficios pertenecientes a la comunidad, así tocantes al servicio de la dicha Santa Iglesia, como del dicho colegio y ha de hacer leer la nómina el sábado a hora de comer, dentro del refectorio, a los dichos colegiales, y fijarla en él.

"Item. A las cinco de la mañana ha de tocar el portero a estudio y despertar a toda la comunidad; y lo primero que han de hacer es dar gracias a Nuestro Señor de haberles dado vida y hecho católicos cristianos, hijos de su iglesia, sin permitir que naciesen entre Erejes o Gentiles o de otras sectas, que los pervirtiesen y privasen del conocimiento de su divina Magestad y fe católica, con otros particulares beneficios de que harán memoria, suplicándole les dé su gracia para cumplir en todo con sus santos mandamientos, y hecha esta diligencia, estudiarán hasta las seis, y a esta hora, siendo ya de día, se abrirán las puertas del colegio y avisará el portero al Rector de los que no se levantaren y estudiaren.

"Item. A las seis tocarán a la lección y saldrán todos juntos a oir misa y la lección de Gramática en la Compañía de Jesús, mientras no halla comodidad de que se diga misa y lea lección en dicho colegio, como lo dispone el fundador, excepto los que han de servir a la iglesia que quedarán estudiando en dicho colegio hasta la media, pues han de oir misa en la Catedral.

"Item. A las ocho y media el portero que ha de asistir a la portería tocará y hará señal para. que los nombrados en aquella semana vayan a servir a la Iglesia y en saliendo todos a las nueve del estudio, se volverán todos juntos al colegio donde descansarán y tomarán su mendrugo hasta las diez.

"Item. En alzando, que serán ya las diez del día, o cerca de esa hora, tocarán a la lección del canto y la irán a oir hasta las once. Los que por alguna causa no asistieren y se quedaren en el colegio, estudiarán este tiempo más que los cantores en él.

"Item. A las once se tocará a estudiar y será el estudio continuo hasta la media y de la media a las doce habrá conferencias y ejercicio, pasando unos con otros la lección.

"Item. A las doce tocarán a comer y entrarán todos en el refectorio con sus turcas o mantos, con modestia y recato, sin que falte alguno, si no fuere con licencia del Rector y bastante causa, y se les ha de leer (mientras comen) algún libro devoto, doctrinal o de historia que los edifique, y han de estar atentos y con mucha compostura el tiempo que dure la comida, penando y castigando el Rector al que faltare en esto y ha de ser cargo del Refitolero avisar de las faltas. Y el Rector les bendiga la mesa y den gracias a Nuestro Señor después de comer.

"Item. En acabando de comer tendrán un rato de quiete y conversación honesta hasta la una, y después sin hacer ruido se ocuparán en estudiar y conferir las lecciones, hacer alguna obra de mano u otro ejercicio honesto sin apremio.

“A la tarde en dando las dos, se tocará al estudio y pasarán sus lecciones hasta la media, que irán todos juntos a la Compañía a la lección de Gramática, excepto los que en los días festivos y vísperas solemnes hubieren de servir en la iglesia, que estos saldrán a la misma hora para la catedral y acabadas las vísperas irán a la lección.

“A las cinco salen del estudio y han de volver juntos al colegio y en tiempo de verano se dará media hora para desnudarse y tomar su mendrugo y descansar, y sólo un cuarto en tiempo de invierno por ser más corto el día.

“A las cinco y media, desde el mes de Marzo hasta el de Agosto, y a las cinco y cuarto desde el mes de Septiembre hasta el de Febrero, se tocará a estudio y estudiarán hasta las seis que anochece y se cierra el colegio.

 

"De seis a siete pueden rezar sus devociones cada uno de por sí y entretenerse y descansar honestamente en la forma que mejor les pareciere.

“A las siete se tocará a rosario y lo rezarán todos en la capilla a coros, después cantarán el Ave Maris Stella, y dirán un responso por el fundador y bienhechores del colegio, con las oraciones Deus, qui inter Apostolicus sacerdotes, Deus veniae largitur y Fidelium Deus, y en vísperas de Nuestra Señora, cantarán en lugar de Ave Alaris Stella, la letanía de la Virgen con su oración.

“A las ocho tocarán a cenar y parIarán hasta la media y a las nueve se acostarán con mucha decencia, desnudándose cada uno en su cama y guardando silencio hasta el amanecer, y un cuarto de hora antes de acostarse hará cada uno su examen de conciencia, pidiendo a Dios el perdón de las faltas de aquel día, y procurarán hacer algún acto de contrición para alcanzar el perdón de sus culpas.

"Item. Los días de fiesta y asueto no se tocará a estudio"[21].

Como se ve, las constituciones y reglamento del Colegio de San Nicolás, al iniciarse el último tercio del siglo XVII, muy poco tenían de los rasgos esenciales que les imprimió su fundador. Se había perdido la vinculación con los indígenas para el aprendizaje de las lenguas que tanto les sirvieron para abrirse paso en las comunidades de los naturales; tampoco se enseñaba a estos. Ya no había estudiantes ni clérigos que oyeran las lecciones de los colegiales clérigos y aprendieran todo lo que allí se enseñaba, en una comunidad de iguales donde lo único que les distinguía era el atuendo y la no aspiración de los indios a las órdenes del sacerdocio.

Se había perdido toda intervención de los colegiales en la elección del rector, ese toque democrático tan temprano que dio Quiroga a su Colegio, precursor en más de cuatro siglos de algunas demandas actuales.

La estricta clausura tampoco se observaba, en parte porque no se encontraban las personas adecuadas que rigieran el plantel y a la vez enseñaran latinidad, y en parte por la invasión del espíritu tridentino cada día más patente. Como se ha visto en las páginas precedentes, los obispos de Michoacán desde la muerte de Quiroga quisieron imponerse en el manejo del Colegio, encontrándose con la oposición invariable del cabildo que defendía su derecho de patronato con inaudito celo. Pero los tiempos fueron cambiando, y la batalla fue más difícil ante el poder de los prelados, y fue necesario ceder terreno, rectificar posiciones, y este fue el resultado. Sobre todo después de la orden real de 1671, pendiente de ejecución, no quedaba otra salida: el Colegio de San Nicolás se convertiría en Seminario Tridentino bajo la dependencia del obispo, y era necesario ajustar su funcionamiento a las normas del Concilio, en un esfuerzo desesperado por salvado.

 

Las constituciones de 1674 convierten a San Nicolás en un Seminario Tridentino. El Concilio dispuso que ingresaran en los seminarios colegiales adolescentes, que "desde sus más tiernos años y antes que los hábitos viciosos lleguen a dominar todo el hombre, se les dé crianza conforme a la piedad y religión"; y señalaba la edad de 12 años para ingresar. Estarían al servicio de iglesias; "Sirvan en la catedral y otras iglesias del pueblo en los días festivos"; "aprenderán gramática, canto, cómputo eclesiástico, y otras facultades útiles y honestas"; "cuide el Obispo de que asistan todos los días al sacrificio de la misa"; y las autoridades "castigarán gravemente a los díscolos e incorregibles". Dyscolos, incorregibiles ac malorum morum seminatores acriter punient, eos etiam, si opus fuerit, expelendo; expulsándolos si fuese necesario[22].

El siguiente prelado de la diócesis de Michoacán, Francisco de Aguiar y Seijas Ulloa, pocos meses después de su llegada a Valladolid escribió al rey sobre el Colegio considerándolo como algo suyo, de su absoluta incumbencia. "Tiene [el obispado] un colegio seminario que fundó; el venerable obispo Don Vasco de Quiroga y sirviéndose vuestra Majestad de dar su real cédula, se podría fundar en él una cátedra de artes y dos de teología, una de escolástica y otra de moral, y con poco que seiscientos pesos de renta se podrían fundar, cargando por orden de vuestra Majestad alguna corta pensión en algún beneficio de los más pingües de el obispado, porque para las dos cátedras bastaban trescientos pesos de renta cada una y para la otra bastan los trescientos pesos que tiene de renta el rector, con más su aposento y ración en el dicho colegio". Las razones que esgrimía el obispo eran la falta de establecimientos de educación superior en su diócesis, y la pobreza de los vecinos, por la cual no podían enviar a sus hijos a la Universidad de México. No mencionó la cédula real que creó las cátedras de otomí y mexicano, ni la orden implícita de transformar a San Nicolás en seminario. El consejo de Indias solicitó informes a la Audiencia Real, al gobierno de la ciudad de Valladolid y al mismo obispo, pero éste en unión

del deán y cabildo de su iglesia[23].

Nada se sabe sobre la fecha en que se crearon las cátedras de filosofía y teología; pero sí llegaron a crearse, y con mucho lustre, como veremos adelante.


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[1] E. Lemoine, Documentos para la historia de la Ciudad de Valladolid pp.95-96; consultó la Relación en la Biblioteca del Real Palacio de Madrid, Ms.Núm.2579. El documento es del 20 de sept. de 1619.

[2] Ibid.

[3] F. Miranda. Don Vasco de Quiroga...,cit.,pp.246-247.

[4] Hidalgo en el Colegio de San Nicolás, recopilación y notas de Enrique Arreguío Oviedo (en lo sucesivo: E. Arreguín, Hidalgo...),pp.11-14.

[5] F. Miranda, op.cit. supra.pp.249-250. 6.

[6] Ibid.,p.250.

[7] El obispado de Michoacán en el siglo XVlI,p.40

[8] Ibid., nota preliminar de R. López Lara, pp.13-14

[9] Manuel B. Trens. El Colegio de Comendadores iuristas de San Ramón Nonato. Se publican los estatutos y otros documentos del plantel; pp.3-58. AGN.Ramo de Colegios, t.29,foI.67 a 8O.

[10] F. Osores. Hist. de todos los Colegios de la Ciudad de México, pp.914-915 y 933

[11] M. .B. Trens, op.cit.,pp.32-37.

[12] Ibid.,pp37-38.

[13] F. Mtranda,op.clt.,pp.250-251.

[14] Ibid.,pp.251-252

[15] Ubro del Colegio de S. Miguel cit.pp.114-116.

[16] Los canónigos, aparte de otras actividades, se encargarían de leer (se entiende que en San Nicolás) Sagrada Escritura y Matedas Morales, "que es lo más necesario".lbid.,pp.253-254.

[17] . Ibid.,pp.254-257.

[18] J. Bonavit, Historia...,p. 55.

[19] Vid., L. Castillo Ledón. Hidalgo,vol.l,p.25.

[20] J. Bonavit, op.cit.,p.56.

[21]  lbid.,p.60

[22] I. López de Ayala, op. cit., pp. 264-265

[23] . Miranda, op.cit.,p.260. La carta es del 28 de abril de 1679.