Historia del Colegio de San Nicolás

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II TIEMPO DE AMÉRICA 

Los pueblos autóctonos del continente que habría de llamarse -por decisión arbitraria- América, fueron muy diversos entre sí, tanto por su lenguaje como por su desarrollo dentro del proceso común a todas las sociedades humanas.

Dentro de la gran variedad de agrupamientos humanos que poblaron este continente nos interesa, para nuestro estudio, los de esta parte de América del Norte que se ha llamado México; y dentro de este país, dos pueblos importantes, el nahoa y el tarasco.

En ambos grupos se había producido la revolución cultural urbana, que se manifestó por el surgimiento de grandes concentraciones en torno a los depósitos de abastecimientos y las fuentes de trabajo cada vez más especializadas. Estas primitivas ciudades requirieron aparatos de gobierno y administración, así como gentes dedicadas al sacerdocio y a la milicia, a los oficios y a las artes; en su seno se desarrollaron, empíricamente, las ciencias y la técnica; en el curso del tiempo se produjeron luchas internas por el poder entre los administradores, los sacerdotes y los militares. Los primeros se impusieron en un principio; luego les sucedieron los sacerdotes, quienes al fin se Vieron desplazados por la fuerza de las armas. Hacia el siglo XV; el dominio castrense hizo posible la conquista de Atzcapotzalco, que consolidó el dominio regional de Tenochtitlan. Numerosos pueblos fueron vencidos en la guerra y obligados a entregar tributo a los tenochcas o aztecas, además de que los prisioneros eran sometidos a esclavitud para el cultivo de las tierras de los señores o para ser sacrificados a los dioses.

La expansión de los aztecas fue notable, y de ello quedan testimonios escritos pues en este período se comenzó a usar la escritura ideográfica o jeroglífica y otras formas en que perpetuaron los datos de su historia y aseguraron la transmisión de los conocimientos científicos.

La sociedad estaba estratificada. En la cúspide estaban los señores de la guerra, los nobles, los sacerdotes y los comerciantes; había una clase media formada por artesanos (canteros o albañiles. joyeros, tejedores, zapateros, etc.), pequeños propietarios, renteros y menestrales. La clase baja eran los labradores de la tierra: calpuleque, macehuales, teccaleque y mayeque, que trabajaban las tierras de las clases alta y media, o bien las tierras del Estado, que tenían nombres según los destinatarios de los beneficios: el altlepetlalli era el nombre genérico: el teopantlalli eran las tierras cuyo producto se destinaba a sostener el cuerpo sacerdotal; el tlatocatlalli, para los gastos del palacio en que moraba el señor principal (después, por imitación, se le llamaría rey y aun emperador); el tecpantlalli, para provecho de los servidores del palacio o cortesanos, cargos hereditarios como las mismas tierras; el tecuhtlatoque, para el pago de los jueces; el milchimalli, para los gastos de la guerra. Había tierras ganadas por el derecho de conquista, y les llamaban yaotlalli, botín guerrero que pasaba al dominio del Estado.

La propiedad particular de la tierra estaba representada por el pillalli o de los pipiltin o nobles, con muy serias restricciones: el tecpillalli era para la antigua nobleza; había jefes militares que, por sus hazañas en combate eran declarados pipiltin por el tlatoani o rey. Todos los nobles podrían enajenar sus tierras, pero jamás en favor de los pobres o las clases bajas de la sociedad, por que entonces el Estado se las recogía. De hecho, toda la tierra era del Estado.

Había una forma de propiedad comunal, acordada también por el tlatoani, que era el calpulli, cuyas características parece que fueron las siguientes: a) Conjunto de linajes o familias generalmente patrilineales; b) Una entidad residencial sujeta a un reglamento; c) Una unidad económica con personalidad jurídica y obligaciones con el Estado, tales como el pago de tributos; d) Una unidad social, con su propia organización política, como órgano de cohesión; e) Una entidad administrativa, con autoridades propias encargadas del registro de productos y su distribución; t) Una unidad cultural, para la educación, recreación y expresión artística de la comunidad; g) Una unidad política con representación del poder central; y h) una unidad militar con sus propios mandos.

Es necesario subrayar la importancia del calpulli en la sociedad azteca, por las formas que adquirió a partir de 1521, en contacto con la empresa colonizadora, y sus resultados.

Esas comunas, -así podríamos llamarlas en lenguaje moderno - eran la base del Estado, y permitía a los militares disponer de un ejército decidido y bien armado para las guerras de conquista.

Un pueblo antiguo, cuyos orígenes no han podido precisarse, fue un opositor tenaz de los aztecas, a quienes derrotó siempre que intentaron extender sus dominios hacia su parte. Ese fue el pueblo tarasco, establecido en el vasto territorio de Mechuacan, conocido ahora como Michoacán.

Este pueblo tuvo como capital a Tzintzuntzan, en las márgenes del lago de Pátzcuaro. Después de la eliminación de los sacerdotes, cuyo último gran representante fue Taríacuri -"sacerdote del viento"-, éste designó como sus sucesores a su hijo Hiquíngare y a sus sobrinos Hiripan y Tangaxon I, quienes pusieron las cabeceras de sus señoríos en Pátzcuaro, Cuyacan (Ihuatsio) y Tzintzuntzan, respectivamente. Aquel triunvirato impulsó las guerras de conquista; sus integrantes dominaron a los isleños y a todos los pueblos cercanos. Hiquíngare mandó matar a sus propios hijos porque eran malos; agredían a la gente sin motivo, y la torturaban con navajas de obsidiana que "les metían por los lomos"; este monarca quedó sin descendencia. El señorío de Pátzcuaro se unió al de Tzintzuntzan, al que pagaban los tributos desde la muerte de Hiquíngare. Hiripan dejó el señorío a su hijo Ticáteme II, el que aceptó, por debilidad o fuertemente presionado, que un hijo de Tangaxoan I, Tzitzicpandácuare, se llevara la piedra que representaba al dios Curicaueri -la deidad principal- a Tzintzuntzan, con lo que todo el poder se concentró en esa ciudad. Este señor de los tarascos, Tzitzispandácuare, accedió al mando hacia 1454. Hombre de guerra, extendió los dominios al máximo; hacia el oriente hasta el valle de Toluca; al sur hasta el actual Estado de Guerrero; al noreste hasta Querétaro; por el noroeste hasta Colima, Jalisco, Nayarit y Sinaloa, y se cree que hasta Cíbola (Nuevo México). Por este gran poderío alcanzado con las armas, se le llamó -igual que a sus sucesores- el Cazonci, o sea "el señor de las innumerables casas o pueblos". .

La sociedad tarasca era piramidal. El señor principal era el cazonci, le seguían los nobles, los guerreros, los sacerdotes y los funcionarios civiles; y los artesanos o "industriales", que gozaban de algunos privilegios. Los esclavos, a veces eran prisioneros de guerra a quienes no se sacrificaba; había quienes se vendían voluntariamente en épocas de hambre, o eran vendidos por los mercaderes que los adquirían a bajo precio; ellos se encargaban de las labores agrícolas y de los trabajos serviles en la casa del cazonci y de los señores principales. El cazonci tenía gran cantidad de mujeres en un "encerramiento", y se les llamaba "mujeres de Curicaueri", con las que tenía hijos; a sus hijas solía casarlas el cazonci con los señores de la nobleza; tenía una mujer que era su esposa oficial. Ella era quien mandaba en la casa a la gran muchedumbre de sirvientes, sobre todo mujeres, que se encargaban de todos los menesteres. Los nobles casaban sólo con mujeres de su rango, "tomaban mujeres de la cepa donde venían, y no se mezclaban los linajes".

La tierra era del cazonci, y sus productos se destinaban a la guerra y al culto de los dioses, además del sustento de todos, y el excedente se almacenaba. Las clases bajas tenían pequeños lotes que cultivaban en parcelas distribuidas por familias. De modo que podría hablarse de cuatro partes. La parte destinada a las clases bajas se administraba en común, y de la cual se sustentaban. Otra parte pertenecía a la corona; una más para los sacerdotes y gastos de los templos; y la última, de los nobles. Las tres partes (reyes, nobles y sacerdotes) eran cultivadas por los esclavos o por peones.

En las ciudades laboraban los artesanos, que según parece se agrupaban en gremios semejantes a los del medievo europeo, aunque sin ninguna independencia respecto a los señores; aquí era más bien un trabajo servil. Había hacedores de arcos, canteros, carpinteros, curtidores, navajeros (los españoles de la conquista usaron los cuchillos de obsidiana), ceramistas, pintores (hacían unas piezas de pintura al aje, sobre todo en Peribán), plateros y orfebres (hacían piezas de cobre recubiertas de oro), plumajero (hacían penachos y piezas de ornato con plumas de aves), tejedores (trabajaban el algodón, el maguey y otras fibras), además de los que levantaban los cúes o templos, también llamados yácatas, y los fabricantes de instrumentos musicales (silbatos, trompetas y atabales).

Las sociedades indígenas vieron interrumpido bruscamente su desarrollo al iniciarse la conquista española. El 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón y sus marinos llegaron a la isla de Guanahaní, del archipiélago de las Lucayas o Bahamas; luego desembarcaron en Cuba y Haití, antes de su regreso a Europa. Las primeras impresiones de Colón respecto a de las tierras recién descubiertas reflejaron un gran optimismo; "Esta isla y todas las otras son fertilísimas, y ésta en extremo (se refería a la isla de Haití a la que llamó la Española)... las tierras tan hermosas y gruesas para plantar y sembrar, para criar ganados de todas suertes, para edificios de villas y lugares..." Imaginaba una nueva sociedad, aunque ignorara que se trataba de un nuevo continente. Tuvo la creencia de haber llegado a las Indias Occidentales.

 

Los nativos habían llegado a un alto grado de desarrollo urbano. Sus ciudades eran espaciosas y bien organizadas, con sus templos y edificios monumentales que, en su tiempo, habían servido para las grandes ceremonias que significaron el dominio de la clase sacerdotal, constituida por la división del trabajo especializado. Los sacerdotes habían llegado a ser los poseedores exclusivos del saber y de la erudición. Con los signos de la escritura nació en las sociedades primitivas una especialización, rodeada de misterios, que los sacerdotes utilizaron en su provecho hasta llevarlos a la conquista del poder. La fuerza productiva de agricultores y artesanos  quedó supeditada a la mitología, hábilmente explotada en los templos. Los productores se vieron empobrecidos y el desarrollo tecnológico fue detenido, hasta que esas fuerzas sociales consiguieron abatir el poderío de los dioses y sus representantes. La revolución secularista se apoyó en los militares, dispuestos a garantizar el equilibrio social. Los templos mayas, mixtecos y teotihuacanos permanecieron, pero junto a ellos empezaron a levantarse los palacios de los caudillos militares, y las habitaciones de las otras clases se concentraron en torno, lo que dio un carácter peculiar a las ciudades. Mejoró entonces la administración, las obras públicas, el comercio interno (tianguis) y el de intercambio con otros pueblos; se intensificó la agricultura y hubo un florecimiento de las ciencias aplicadas y de la técnica, así como el trabajo de los artesanos se enriqueció con las experiencias de otros pueblos. Las guerras de conquista acarrearon prisioneros de diversos pueblos, mano de obra agrícola y artesanal que, al mezclarse con sus captores les transmitieron sus conocimientos, y en todo caso su fuerza de trabajo que contribuyó a formar organizaciones fuertes y ciudades notables.

El empleo de los metales permitía suponer un amplio desarrollo futuro. Los tarascos, por ejemplo, habían fabricado ya puntas metálicas para las tarecuas, equivalente de la coa azteca, que empleaban en el cultivo de la tierra. El cobre fue el que principalmente usaron. Los tarascos tenían en su territorio numerosas minas de ese metal, y contaban con muy buenos artesanos que fabricaban toda clase de agujas, anzuelos y cinceles, puntas de flecha y hachazuelas toscas, así como discos ceremoniales, cascabeles y objetos del culto como ídolos. Los artesanos tarascos hacían objetos de ornato, broches, brazaletes y collares recubiertos de oro, tan bien elaborados que engañaban a cualquiera. De la existencia de numerosas piezas de cobre, algunas con residuos dorados, y la inexistencia de piezas de oro en las tumbas descubiertas ya en nuestro siglo, el doctor Daniel F. Rubín de la Borbolla ha deducido que los tarascos no trabajaban el oro sino en forma de recubrimiento de sus piezas de cobre, por lo que muchos tesoros que, en las crónicas españolas aparecen como formados con piezas de oro ha podido comprobarse que son sólo piezas de cobre.

Los yacimientos de obsidiana, que los tarascos llamaban tzinapu, les permitía fabricar navajas y espejos muy apreciados, cuyo labrado requería de manos expertas e instrumentos eficaces, con los que hicieron piezas finas que hoy causan admiración en los museos. Orejeras de tal perfección que difícilmente podrían hacerse hoy, a pesar de las herramientas con que contamos. Los españoles usaron, además de los cuchillos de obsidiana, unos petos de algodón o fibras de maguey, más ligeros desde luego que sus armaduras metálicas, e igualmente invulnerables.

Respecto a la tenencia de la tierra, no hubo entre los tarascos una institución como el calpulli azteca, según se sabe; pero, por lo menos la mencionada cuarta parte de las tierras era para los plebeyos, que la explotaban en forma comunal, en ecuaros o parcelas distribuidos entre las familias. Es importante subrayar esta división familiar, de tipo patrimonial, que algunos presentan como una novedad traída por los conquistadores.

La sociedad tarasca, al igual que otras de Mesoamérica, tuvo un alto grado de desarrollo. Ciertamente no utilizaron la rueda ni habían domesticado animales bovinos, equinos u ovinos, ni conocían las armas de fuego, pero estaban en el camino de esos y otros adelantos que correspondían a un estadio superior al suyo. En otros aspectos, su ciencia astronómica y médica, su matemática y su arquitectura no resultaban inferiores a las que poseían los españoles y otros pueblos de Europa.