1. La teoría fundamentada

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Autores:

Eduardo Ochoa Hernández
Nicolás Zamudio Hernández
Gladys Juárez Cisneros
Filho Enrique Borjas García
Lizbeth Guadalupe Villalon Magallan
Pedro Gallegos Facio
Gerardo Sánchez Fernández
Rogelio Ochoa Barragán

 

 

 

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El método de investigación científica[1].


Una observación analizada por una persona sobre el estado que guarda el conocimiento científico, produce una revisión de la literatura original disponible, la cual concluye en la identificación de líneas de investigación abiertas que exponen los vacíos y grietas en el conocimiento disponible. Un individuo produce una discusión y justificación del problema y resuelve preguntas de investigación, para solo más tarde plantear la hipótesis. El análisis de las predicciones motiva la especificidad del experimento, que una vez ejecutado resulta en una gama de datos que requieren ser procesados y discutidos a la luz de las observaciones de pares investigadores.


El método es un viaje por niveles analíticos y elevados en importancia teórica en la tensión de datos, argumentos, conceptos, evidencias, y procesos lógicos matemáticos. Un método es una directriz sistemática, flexible para recopilar y analizar datos y argumentos  para la construcción de teorías objetivas. Una teoría comienza con datos inductivos, invoca estrategias interactivas de un ir y venir entre análisis, emplea métodos cualitativos, cuantitativos y mixtos, interactúa con experimentos e involucra las predicciones y análisis emergentes de los nuevos descubrimientos. El trabajo analítico descompone en piezas y resuelve la conexión lógica entre ellas, aumenta el entusiasmo por el proceso de investigación y el producto esperado. La capacidad de construir teoría resulta en la habilidad más significativa e importante para la formación en el estilo de pensamiento científico.


Fundamentar cómo se da la construcción teórica, es revelar el método creativo de la elaboración de la teoría. El método de elaboración de la teoría ofrece un conjunto de principios generales, directrices, estrategias y dispositivos heurísticos en lugar de prescripciones formulaicas[2]. Si bien los datos son la base de la teoría y nuestro análisis de estos genera los conceptos que construimos. Los investigadores recopilan datos para desarrollar análisis teóricos desde el comienzo de su proyecto. La base teórica nos lleva a ocuparnos de lo que observamos y percibimos mientras recopilamos notas en las revisiones de literatura. Construir teoría, se comienza con recopilar notas del tema y desde estas configurar un sistema de explicación. Sus reflexiones podrían servir como puntos de partida para el análisis, así como darle ideas para una mayor recopilación de datos. Plantearnos preguntas que surgen en la revisión en su toma de notas, puede guiarnos y dar mejor forma al reporte de  revisión de la literatura disponible. 


El método fomenta la obtención del control analítico y el impulso a no claudicar en la complejidad de la realidad. A partir de la década del 90, la comunidad científica se alejó de la teoría basada en el positivismo[3]. En el paradigma dominante de nuestro tiempo se habla del diseño del pensamiento. El diseño es la capacidad única de la especie humana para manipular materiales y energía en una respuesta razonada o sentida desde las necesidades físicas, intelectuales y emocionales, necesidades humanas que están parcialmente formadas y modificadas por el entorno natural y cultural[4]. Esta definición en particular, habla no solo de productos diseñados, sino que también muestra un interés específico en el proceso intelectual de su generación. 


Hay que llamar teoría a cualquier cosa que contenga contenido escrito, este error es el primer obstáculo para comprender el estilo de investigación científico. La teoría constructivista responde a que el diseño de la teoría es flexible en su método y no una aplicación mecánica. Los críticos al positivismo consideran que la teoría es un diseño discursivo, una narrativa objetiva[5].  El enfoque constructivista destroza la idea de un observador neutro y atado en el valor para decidir sobre que hechos involucrar en su investigación. La teoría científica es en su adjetivo fundamentada, en adelante cuando nos referimos a teoría, nos referimos a una de perfil fundamentada. 


El proceso general para elaborar una teoría es[6]:


1. Realizar la recopilación y análisis de notas simultáneamente en un proceso iterativo de análisis.

2. Analizar acciones y procesos en lugar de temas y estructuras de conceptos.

3. Emplear métodos de comparación.

4. Registrar los datos al servicio del desarrollo de nuevas categorías conceptuales.

5. Identificar categorías analíticas abstractas inductivas (casos que convergen) a través del análisis sistemático de notas.

6. Hacer énfasis en la construcción de argumentos de síntesis en lugar de simplemente describir las teorías actuales.

7. Dirigir el muestreo teórico a lo profundo de la discusión.

8. Buscar variaciones teóricas en un proceso de categorización.

9. Perseguir el desarrollo de una categoría en lugar de cubrir un tema empírico específico.

  

El agrupamiento por categorías de la teoría es un proceso inductivo, una práctica común entre los investigadores expertos en revisiones del estado del arte. El muestreo teórico define la actividad de realizar una revisión de la literatura original, identificar las variaciones de las categorías en el desarrollo de la teoría como objetivo[7]. Como diseñadores de teoría fundamentada, estudiamos nuestras primeras notas y comenzamos a separar, ordenar y sintetizar estas notas a través de la codificación cualitativa, esto nos proporciona una identificación analítica para realizar comparaciones con otros segmentos de notas. Los teóricos lo fundamentan enfatizando lo que está sucediendo en la escena de la revisión. 

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Directriz de construcción de teoría fundamentada.



¿Por qué algunos estudiantes se quejan de que todo en la ciencia es solo teoría? Es simplemente porque no se comprende o no se quiere entender, lo poderoso que  es contar con una buena teoría científica. Para hacer investigación científica debemos estar dispuestos a adoptar una mentalidad que nos permita ser conscientes de que nuestras creencias, ideologías y deseos anteriores, no importan al decidir qué puede pasar la prueba de rigor del pensamiento científico. La teoría rigurosamente  ha probado durante cientos de años que hace predicciones confiables y que es un mecanismo de explicación necesario para lograr aplicar este conocimiento en la ingeniería y el diseño. La tecnología moderna nos dice, que es tremendamente precisa porque está justificada en la teoría científica que tiene cimientos creíbles en el apoyo empírico. A pesar de los problemas lógicos que implican la deducción y la inducción en la verificación y confirmación de argumentos, es profundamente importante en el éxito de pruebas empíricas, justificar su pertinencia para la credibilidad de una teoría científica. Hay una enorme diferencia entre decir que una teoría es verdadera y decir que estamos justificándola para creerla. La idea se remonta a Sócrates.  Tal vez nunca lleguemos a la verdad en nuestras vidas, pero el progreso en ella nos confirma, que toda la forma en que funciona la ciencia, resulta en que a pesar de ser parcialmente falsa, nuestra tecnología en su eficacia nos dice que empíricamente es eficaz en el edificio teórico. La doctrina del falibilismo acepta que no podemos estar seguros de ninguna teoría empírica, pero sostiene que no es necesario razonablemente pensar que todo el conocimiento requiere esa certeza absoluta.


Una teoría científica  es un sistema de proposiciones en cadenas con operadores modales, que al realizar una inferencia de conclusión alcanzan a ser llamados argumentos. Un argumento es la unidad lingüística de la teoría. En el argumento están presentes la lógica conceptual (doxástica) y la lógica modal (epistémica) que refiere al estilo de pensamiento, evidencias, datos, conceptos, autores líderes; y no menos importante la inferencia, medio por el cual podemos llamar a esa pieza de texto conocimiento. El mundo deductivo e inductivo de las inferencias es fundamental para crear teoría.


Situar la disputa sobre la distinción deductiva inductiva dentro del contexto de la evaluación de los argumentos. Todos los argumentos cuidadosamente elaborados son deductivamente válidos. Admitimos que es posible completar las premisas de un argumento tradicionalmente inductivo de tal manera que lo haga deductivamente válido, pero sostengo que, en general, esto requiere la adición de premisas justificables solo por argumentos inductivamente débiles. Por lo tanto, una mejor estrategia en la evaluación de argumentos es omitir tales premisas y tomar el argumento como inductivo fuerte. 


¿Qué es lo que está en discusión? Como practicantes de la lógica formal, estamos orientados hacia la evaluación de argumentos en las que personas raramente avanzan en un intento de convencer a otros (o a sí mismos) de creer o hacer algo. La cuestión es, entonces, si hay alguna versión de la distinción entre deducción e inducción  útil para evaluar los argumentos. ¿Si es así, cuál es?


Por lo general, nuestro propósito al evaluar un argumento es tomar una decisión sobre si aceptar su conclusión. Utilizamos el término "convincente" a un argumento que merece convencernos de su conclusión, es decir, que proporciona bases adecuadas para creer o hacer lo que dice la conclusión. Considero que es convincente para alguien cuando y solo cuando (l) esa persona tiene justificaciones que son independientes de la conclusión para aceptar sus premisas y (2) la conclusión se deduce de las premisas. Algunos argumentos son potencialmente convincentes. Es decir, serían convincentes si se llenaran con premisas que su autor tal vez dé por sentado como información de fondo conocida, supuestos normativos aceptados, etc. La fuerza o fuerza potencial de un argumento es una propiedad relacional. Los argumentos son convincentes o potencialmente convincentes para aquellas personas que poseen evidencia relevante. Además, la evaluación de un argumento es tanto una cuestión epistemológica como lógica. Aproximadamente tres posiciones en la distinción deductivo-inductivo han surgido:


1. Perry Weddle sostiene que debemos abandonar la distinción deductivo-inductiva... dado que algunos argumentos tradicionalmente inductivos y algunos tradicionalmente deductivos proporcionan bases concluyentes para sus conclusiones y otros no. Los que no lo hacen, aparentemente no están lo suficiente y cuidadosamente escritos. En los mal escritos presumiblemente deberíamos completar sus premisas y/o cubrir sus conclusiones para que se vuelvan deductivas en el sentido de que "es absolutamente imposible que las premisas sean ciertas a menos que la conclusión sea verdadera también”. Habiendo hecho que la fuerza de la conclusión sea proporcional a la fuerza de las premisas, podemos evaluar la fuerza del argumento determinando la aceptabilidad de las premisas. Entonces hay dos preguntas que hacer sobre cualquier argumento: ¿La conclusión se deduce deductivamente de las premisas? ¿Cuál es la relación de las premisas con la realidad? [8]


2. Samuel Fohr sostiene que debemos retener la distinción deductivo-inductivo[9]. Dado que los argumentos no existen en el vacío, sino que son presentados por personas para convencer a otras personas, debemos prestar atención a las intenciones de las personas que los presentan. Si una persona pretende que sus premisas requieran a su conclusión, está dando un argumento deductivo. Si él piensa que sus premisas hacen probable su conclusión, está dando un argumento inductivo. Se podría agregar: si pretende que sus premisas sean no concluyentes relevantes para su conclusión, está dando un argumento deductivo. Y así. Si los argumentadores no dan evidencia de sus intenciones, deberíamos preguntar si tienen la intención de que sus premisas proporcionen apoyo concluyente o probabilístico (o no concluyente relevante) para su conclusión. Si no podemos descubrir las intenciones de un argumentador a este respecto, debemos interpretar el argumento como ambiguo y probarlo con estándares deductivos e inductivos. Un argumentador que no tiene intenciones sobre la fuerza del vínculo entre las premisas y la conclusión no ha presentado un argumento definitivo. Parece abogar por una variante de esta posición cuando insta a que consideremos "deductivo" e "inductivo" como característico de los argumentos (actos de presentar un argumento) en lugar de los argumentos mismos. Fohr requiere revisar el vocabulario para evitar engañar a nuestros estudiantes y no cometan el error de considerar como iguales los argumentos deductivos o inductivos. Dado que dos personas pueden presentar el mismo argumento con diferentes intenciones en cuanto a la fuerza de la relación entre las premisas y la conclusión, es la conclusión del argumento y no el argumento el que es deductivo o inductivo. Nos dice Fohr que muy seriamente debemos tomar las intenciones de los argumentadores en nuestra evaluación, compromete a determinar si existe una distinción defendible entre los argumentos que son deductivamente válidos y los que son inductivamente fuertes. Sin embargo, es probable las intenciones de los defensores sobre la fuerza del vínculo entre las premisas y la conclusión puedan tener éxito o fracasar. Si es así, presupone una distinción previa entre dos (o más) formas en que la conclusión de un argumento puede derivarse de sus premisas. Es decir, presupone una distinción entre validez deductiva y fuerza inductiva.


3. Nosotros sostenemos que debemos retener la distinción deductivo-inductivo, no como una distinción entre tipos de argumentos, sino como una distinción entre tipos de validez, o, como lo expresa Trudy Govier, estándares de evaluación[10]. Un argumento es deductivamente válido si y solo si la verdad de sus premisas garantiza la verdad de su conclusión; es decir, es imposible que las premisas sean verdaderas y la conclusión falsa. La descripción de un posible estado de cosas en el que sus premisas son verdaderas y su conclusión falsa es una refutación de la afirmación de que un argumento es deductivamente válido. Un argumento es inductivamente fuerte si y solo si la verdad de sus premisas hace probable la conclusión. Para refutar una afirmación de que un argumento es inductivamente fuerte, debemos desplegar argumentos que muestren que la conclusión es improbable en relación con la evidencia contenida en las premisas.  Defender al menos un estándar más de evaluación, que podríamos llamar, después, un estándar conductivo[11]. Un argumento es deductivamente válido si y solo si la verdad de sus premisas proporciona razones relevantes no concluyentes para aceptar la verdad de la conclusión. Es difícil saber cómo refutar una afirmación de que un argumento es deductivamente válido. Sugerimos si las premisas de tales argumentos se complementan adecuadamente, no es posible refutar un reclamo de validez para tales argumentos. La única objeción válida a un argumento debidamente completado para el cual se reivindica la validez deductiva es un ataque a una de sus premisas.


Referencias


[1] Spivak, D. I. (2014). Category theory for the sciences. MIT Press.

[2] Atkinson, P., Coffey, A., & Delamont, S. (2003). Key themes in qualitative research: Continuities and changes. Rowman Altamira.

[3] Bryant, A. (2013). The grounded theory method. In Reviewing qualitative research in the social sciences (pp. 120-136). Routledge.

[4] Robert McKim, personal communication with William J. Clancey, 16 September 2016.

[5] Richardson, L. (2003). Writing: A method of inquiry. Turning points in qualitative research: Tying knots in a handkerchief, 379-396.

[6] Charmaz, K., & Belgrave, L. (2012). Qualitative interviewing and grounded theory analysis. The SAGE handbook of interview research: The complexity of the craft, 2, 347-365.

[7] Hood, J. C. (2007). Orthodoxy vs. power: The defining traits of grounded theory. The Sage handbook of grounded theory, 151-164.

[8] Weddle, Perry. 1980. Good grief! More on deduction/induction. Informal Logic Newsletter 3(1):

10–13.

[9] Fohr, Samuel D. 1980a. The deductive-inductive distinction. Informal Logic Newsletter 2(2): 5–8.

[10] Govier, Trudy. 1980a. Critical review of Carl Wellman’s Challenge and Response. Informal Logic Newsletter 2(2): 10–15.

[11] Wellman, Carl. 1971 Challenge and response. Carbondale: Southern Illinois University Press.