5. ¿Por qué escribir nuestra literatura en lugar de simplemente comprarla?

 

 

 

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Autores:

Eduardo Ochoa Hernández
Nicolás Zamudio Hernández
Gladys Juárez Cisneros
Filho Enrique Borjas García
Lizbeth Guadalupe Villalon Magallan
Pedro Gallegos Facio
Gerardo Sánchez Fernández
Rogelio Ochoa Barragán

 


Si nuestros impulsos estuvieran limitados al hambre, la sed y el deseo sexual, podríamos ser casi considerados libres; pero ahora nos conmueven todos los vientos que soplan para el progreso ético y, un concepto salta en escena, este tiene el poder de la justicia social: literatura académica.

Como investigadores y académicos, pasamos gran parte de nuestro tiempo en el acto de pensar al escribir y leer. La producción de investigación en forma escrita, se considera una parte esencial de nuestro desempeño, se mide y controla mediante métricas de citas junto con el indexado de publicaciones y revistas clasificadas, según categorías históricas particulares. Para que la escritura sea reconocida y considerada como investigación, debe aparecer en ciertos medios literarios, cada uno de los cuales hace sus propias demandas de lo que se considera investigación. La escritura académica se encuentra en el vértice de la enorme máquina productora de conocimiento, que es llamada la cultura de la University Press.

Esta medida y vigilancia del trabajo de los académicos, particularmente por su escritura, está asistida y respaldada por complejos conjuntos de reglas y leyes que funcionan como corredores de colaboración, puertas que se abren o cierran según la obediencia del impacto social, llamado Ranking Web académico[1]. Además, este aparato de publicación académica electrónica global, privilegia en su maquinaria matemática interna: la excelencia, el impacto, la referencia cruzada y el tráfico web osificando su peculiar conjunto de conexiones, atrapando la producción de la escritura, en lugar de buscar y aumentar nuevas y diferentes formas de conexión entre el escritor, el texto y el lector[2].

Lo que ahora parece problemático, es la situación en la que se encuentran los profesores escritores en los países subdesarrollados, pero también todos los escritores jóvenes que participan en la creación del texto académico. Se enfrentan a la amenaza de ser sofocados desde el principio por las editoriales internacionales. Se ha vuelto muy difícil hacer cualquier literatura académica, porque todo el sistema de aculturación de la escritura creativa y la ausencia de la creatividad específica, presente en naciones desarrolladas, está tomando forma de censura: el llamado efecto mateo[3].

Nos preocupa que desde la literatura académica extranjera “se nos diga cómo debemos ver y qué debemos hacer cuando investigamos y educamos a los jóvenes profesionales[4]“, dejando nuestros esfuerzos creativos a la deriva. Además, al escribir, nos encontramos cada vez más sofocados desde el principio, operando dentro de una problemática local en la que se nos insta a hacer contribuciones originales y creativas a través de prácticas de escritura que son necesarias y al mismo tiempo, nos permiten ganar soberanía intelectual[5]. A los más serios investigadores, les parece que las posibilidades de la escritura académica da lugar para hacer nuevas conexiones, rupturas y alianzas con el pensamiento y la sabiduría en el mundo[6].

Por lo tanto, nos preguntamos: ¿qué pasaría si asumimos emprender diferentes encuentros con la escritura, donde la escritura misma se convierte en nuestro método de investigación, aprendizaje y formación de nuevos profesionales? Siguiendo el camino sugerido por Richardson (1997[7]), producir nuestra literatura curricular, llena de vitalidad y fervor a la academia. Es casi seguro, si tuviéramos que pasar por alto crear nuestra literatura, estaríamos desmembrando nuestra cultura, caso contrario, nos conectaríamos directamente a la chispa creativa, crear nuestros libros académicos, con la escritura creativa, nos daría vida o nuestros sueños, simplemente nos ofrecería ayuda en tiempos de desesperanza.

 


[1] Liu, N. C., & Cheng, Y. (2005). The academic ranking of world universities—methodologies and problems. Higher Education in Europe, 30(2), 127–136.
[2] Aguillo, I.F., Bar-Ilan, J., Levene, M. et al. Scientometrics (2010) 85: 243. https://doi.org/10.1007/s11192-010-0190-z
[3] Repiso, R., Castillo-Esparcia, A. & Torres-Salinas, D. (2019). Altmetrics, alternative indicators for Web of Science Communication studies journals. Scientometrics. https://doi.org/10.1007/s11192-019-03070.
[4] Law, J. (2004). After method: Mess in social science research. London, England: Routledge.
[5] Koro-Ljungberg, M., & Mazzei, L. A. (2012). Problematizing methodological simplicity in
qualitative research: Editors’ introduction. Qualitative Inquiry, 18(9), 728–731. https://doi.org/
10.1177/1077800412453013.
[6] Henderson, L., Honan, E., & Loch, S. (2016). The production of the academicwritingmachine.
Reconceptualizing Educational Research Methodology, 7(2), 4–18. https://doi.org/10.7577/
rerm.1838.
[7] Richardson, L. (1997). Fields of play constructing an academic life. New Brunswick: Rutgers
University Press.

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